viernes, 21 de agosto de 2015

La Isabela, ciudad fantasma

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La Isabela, ciudad fantasma

Cuando el 1 de enero de 1494 fondeaban las diecisiete naves del segundo viaje colombino y desembarcaban ansiosas las cerca de 1.500 personas, junto con el ganado, plantas, semillas y las restantes provisiones, se iniciaba de forma definitiva el proceso de conquista y colonización del continente americano. La llegada del segundo contingente castellano a la Española representó el primer esfuerzo de transplantar el modo de vida peninsular a los espacios americanos y la primera experiencia de un poblamiento efectivo. Fundada a primeros de enero de 1494 por el propio Almirante, reflejaba la idea dominante en aquellos primeros años de establecer una relación comercial beneficiosa en base al establecimiento de factorías al estilo portugués. La Isabela nacía como una mezcla de almacén, puerto y fortaleza que asegurase la presencia estable de los pobladores y permitiese una política de intercambios comerciales ventajosos y la explotación de lavaderos de oro.
"dióse grandísima priesa y puso suma diligencia en edificar luego casa para los bastimentos y municiones del armada, e iglesia y hospital, y para su morada casa fuerte, según se pudo hacer. Y repartió solares, ordenando sus calles y plaza y avecindáronse las personas principales y manda que cada uno haga su casa como mejor pudiese. Las casas públicas se hicieron de piedra; las demás, cada uno hacía de madera y paja y como hacerse podía".
Las Casas nos da los ingredientes esenciales de toda fundación; reparto de solares, ordenación del espacio, construcción de edificaciones y ocupación del mismo por los nuevos vecinos. La construcción de la ciudad exigió un considerable esfuerzo físico, movimiento de tierras incluido, que los nuevos colonos no estuvieron nunca en condiciones óptimas de afrontar, y ahí empezaron los problemas para Colón. La consecuencia inmediata de un penoso viaje marítimo y los esfuerzos iniciales en un medio tropical al que aún no se habían aclimatado, fue la aparición de enfermedades que afectaron a la mayoría de los recién llegados y el surgimiento de tensiones en un grupo humano, que no consigue estabilizar su situación sanitaria y de consumo. Aunque los nativos acudieron en los primeros días trayendo pescado fresco y ajes, productos propios de una cultura alimentaria eminentemente agrícola basada en el conuco, Colón en el Memorial de Antonio de Torres especifica la falta de trigales y viñedos, ganado, puercos y animales de tiro para que la colonia pudiera vivir al "estilo español". Proveer los alimentos acostumbrados, es decir, evitar salirse de la norma cultural alimentaria castellana que les debía asegurar la salud. Objetivo que nunca se va a conseguir en función de las dificultades de aprovisionamiento peninsular, costes económicos y necesidades diarias de alimentar a un contingente tan numeroso. Hernando Colón deja bien claros cuáles son los motivos de los primeros problemas que tendrá que afrontar su padre.
"Estaban descontentos y fatigados por la construcción del nuevo pueblo y extenuados por las dolencias que les traía la calidad del país, nuevo para ellos, la del aire y de los alimentos".
Para algunos historiadores, Colón ordenó la construcción de una ciudad innecesaria en un lugar errado. Innecesaria porque de alguna manera se contradecía con la práctica comercial de un sistema de factorías que no necesitaba la presencia de tal cantidad de personas para su funcionamiento. Si erró o no al escoger el emplazamiento, la verdad es que la zona de La Isabela no producía demasiados excedentes agrícolas que paliaran las carencias de los colonizadores. Aún cuando rápidamente se comenzó a racionar los alimentos y quedó claro que el problema de suministro alimentario era cada vez más importante, se descuidó la tarea de producir alimentos en beneficio de objetivos como la búsqueda y explotación de recursos auríferos, política que solamente hizo agravar la situación de la colonia. A medida que el hambre se hacía más patente, fue desapareciendo todo lo comestible y aumentando al mismo tiempo la presión sobre unas comunidades taínas que no estaban dispuestas a colaborar por más tiempo. Para los indios, los cristianos eran comedores en exceso y no se preocupaban de cavar y trabajar con sus manos la tierra que tenía que alimentarles. Según Las Casas, la situación que encuentra el Almirante en la Isabela al regresar de Cibao, a fines de marzo de 1494 es realmente preocupante. La mala aclimatación, la escasez de víveres propios y ajenos, la nula colaboración nativa y las propias tensiones internas llevaron al hambre, a la enfermedad (la sífilis o "mal de Bubas" hizo verdaderos estragos) y a la muerte de un gran número de pobladores. El abandono final del lugar no sólo se debió a las causas mencionadas anteriormente sino también a las mejores posibilidades que ofrecía la costa sur de la isla, más fértil, poblada y cercana a la zona minera interior sobre la que se volcaban todos los esfuerzos. Abandonada por orden de Bartolomé Colón a partir de la construcción de la ciudad de Santo Domingo en 1496, la expansión del primer núcleo urbano castellano en América había durado poco menos de tres años. Es el tiempo transcurrido entre su fundación en enero de 1494 y el regreso de Colón en su tercer viaje a las Indias en 1498 cuando lo hace directamente a Santo Domingo. Para entonces o poco después, sólo los cerdos traídos de España paseaban por los arrabales de un núcleo donde ya sólo se instalaría la leyenda.
Ruinas de La Isabela
Fuente consultada: Episodios de hambre urbana colonial: Las hambrunas de La Isabela (1494), Santa María la Antigua del Darién (1514) y Santa María del Buen Aire (1536) - Ricardo Piqueras Céspedes. Universidad de Barcelona.

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