El decreto de San Fernando y sus curiosidades.
Arzobispo Fernando Arturo de Meriño
Por Ramón Emilio Espínola
“Dos cosas hay que son gloriosas:
El sol en el cielo
y la libertad en la tierra”.
José Martí
El famoso decreto de San Fernando tuvo como objetivo principal
impedir que el General Cesáreo Guillermo derrocase el Gobierno del Padre
Meriño. Pero quien fue este hombre que quería derrocar al Padre Meriño,
veamos.
Cesáreo nació en un lugar de Hato Mayor llamado La Rodada, hijo de
Pedro Guillermo de quien dicen heredo arrojo y valentía, su padre fue
actor en las guerras de la Independencia.
Cuando se produce la Anexión fue el primero de los patriotas en
oponerse al nuevo orden en la región oriental. En una de esas revueltas
tan propias de la primera y segunda republica fue hecho prisionero y
sometido a un Consejo de Guerra en la ciudad del el Seibo donde fue
condenado a muerte, su hijo Cesáreo que también fue arrestado entre los
complotados, salvo su vida por ser menor de edad, la pena impuesta fue
la de reclusión y extrañamiento de la patria.
Fue en una serie de refriegas partidistas defendiendo el Gobierno
de don Ulises Espaillat donde se destaca bajo las ordenes de Miches y
obtiene el grado de General. En la llamada Revolución de los Pinos, en
el año de 1877, se le dio la oportunidad de levantarse por cuenta
propia. Fue enviado al Seibo donde se enfrento a Marcos Cabral pero al
no poderlo vencer tuvo que buscar un arreglo con este y retirarse
vencido a su casa. Pero no cansado con lo sucedido volvió a
insurreccionarse, esta vez con más recursos de guerra y mucho más
hombres de armas a su mando.
El Presidente Báez tuvo que llamar del Cibao a los Generales Damián
Báez, Valentín Ramírez Báez y a Meme Cáceres, con fuertes columnas de
aguerridos soldados curados en las escaramuzas guerrilleras de los días
de la Guerra de la restauración contra España pero a estos duchos
soldados le fue imposible parar las arrolladoras fuerzas del Este, las
cuales no pudieron ser contenidas en la memorable acción final de
Pomarrosa.
El 24 de febrero de 1878, capitulaba el Presidente Báez, y ocupaba
la ciudad el jefe triunfante Cesáreo Guillermo. Sintiéndose dueño de la
situación nacional instalo y presidio un Gobierno Provisional compuesto
por caciques y líderes regionales, pero Ignacio María González se
adelanto en el Cibao estableciendo un Gobierno en esa región del país.
No bien empezó González a ejercer su poder fue desalojado por las
fuerzas predominantes en la disputa del poder: las tropas del Este
acaudilladas por el propio Cesáreo Guillermo y las del Cibao,
respaldadas por la prestancia de Luperón y que eran dirigidas por su
lugarteniente el General Ulises Heureaux mejor conocido por Lilis. Dos
caudillos de la guerra se daban la mano bajo el aparente pretexto de una
misma causa, pero como era imposible que hombres de ese carácter
pactaran sin que en el desenvolvimiento de sus actividades políticas no
surgieran dificultades, todo término en una enemistad que
indefectiblemente con el tiempo conllevaría a la eliminación de uno de
los dos caudillos del panorama político-militar.
El Gobierno de Guillermo duro solo nueve meses y ocho días, o sea
del 27 de febrero de 1879 al 6 de diciembre de 1879. El General Cesáreo
Guillermo se exilio en la isla de Puerto Rico y desde ese territorio
insular que en ese momento pertenecía a España organizo una invasión
hacia la patria en el año de 1881, la misma estuvo patrocinada
económicamente por la Casa Gallart de Ponce y contaba con la bendición y
el apoyo de las autoridades españolas. El Gobierno Español hacia tiempo
que venía presentando formales protesta al Gobierno dominicano por la
presencia en territorio de la republica del General cubano Antonio Maceo
quien residía en Puerto Plata conjuntamente con un grupo de luchadores
por la causa de la libertad de la hermana isla antillana.
España consideraba el trato que los dominicanos daban a los
luchadores cubanos como una provocación que afectaba sus intereses. Pero
por más protestas España no podía impedir el afecto y las atenciones de
los dominicanos para quienes consideraban hermanos luchadores por la
libertad de la hermana isla de Cuba.
Ya para el año de 1870 existía en la ciudad de Puerto Plata un barrio que llevaba el nombre de “Cuba Libre”, compuesto
en su casi totalidad por exilados cubanos y puertorriqueños, todos
estos exilados gozaban del apoyo del partido azul, que en esos momentos
constituía el ala liberal de la política vernácula, entre los hombres
que lucharon contra España en la Guerra Restauradora, y contaban con el
aprecio del patriota de mayor prestigio político y militar en esos
momentos en que el país se debatía en una lucha sorda entre caciques
militares, el General Gregorio Luperón.
A fines de julio de 1881 la expedición de los generales Cesáreo
Guillermo y Juan Isidro Ortea desembarco en Punta Cana, en las costas de
Higüey y rápidamente tomo fuerza en los campos tanto de Higüey como del
Seibo y Hato Mayor. El Gobierno del Padre Meriño envío tropas a
enfrentar la situación y estas estuvieron puestas bajo el mando del
General Ulises Heureaux quien al momento era el Ministro de Interior y
Policía.
Heureaux militar curtido tanto en la guerra como en las mañas de la
política vernácula no dio un paso atrás y reconociendo la condición del
enemigo al que tenía que enfrentar además de reconocer que estaba
luchando sobre el terreno donde este era popular, no escatimo ninguna
argucia en el combate para procurar la derrota del adversario.
Las tropas del Gobierno finalmente derrotan a los invasores en un
lugar llamado El Cabao, el cerco de los soldados gubernamentales fue tal
que pocos de los insurrectos pudieron escapar y todos los que fueron
hecho prisioneros incluyendo los Generales Guillermo y Ortea fueron
pasados por las armas por órdenes expresas de Heureaux.
Con esa actitud el General Ulises Heureaux demostró tanta crueldad
en el celo de su deber que hasta a su propio cuñado don Luis Pecunia
ordeno que lo fusilaran sin ningún tipo de contemplaciones aun desoyendo
los ruegos de este.
En el combate el General Heureaux cayó herido en la nuca y después
de haber terminado su tarea de ordenamiento de los fusilamientos pidió a
un soldado que buscara en el monte excremento seco de vaca para que se
lo pusiera en la cabeza pues según el propio General eso era muy
efectivo como hemostático.
La primera curiosidad de estos hechos es la siguiente: que el
decreto fue denominado por el pueblo y los historiadores como de San
Fernando, porque el presidente que lo firmo, y a quien estaba llamado a
proteger esta pieza legal, era cura, y además se llamaba Fernando.
La segunda curiosidad fue que quienes en realidad alentaron esta
invasión en irrespeto a las normas internacionales fueron las
autoridades españolas radicadas en la isla de Puerto Rico como
represalia al trato amigable que los dominicanos daban al General cubano
Antonio Maceo. Los españoles pensaban que Maceo, en unión a otros
cubanos exilados organizaban un movimiento militar en Puerto Plata, para
invadir a Cuba.
Y la tercera curiosidad fue la forma con que Heureaux combatió a
los insurrectos y la saña con la que los asesino, le valió dentro de
los sectores populares, el mote de ser un hombre valiente, sanguinario y
de mano dura.
Con su actitud, Lilis aunque criticado por algunos sectores del
partido azul, también gano el apoyo de otros grupos dentro de esa
colectividad política.
Hay que reconocer que el partido azul representaba diversos
sectores de la sociedad convergidos en esta organización, ya que la
lucha contra España en la Guerra de la Restauración no fue obra de un
solo sector social.
Personas de diversos sectores, entre los que se encontraban,
burgueses, terratenientes y oligarcas hasta simples obreros y
campesinos, le dieron batalla al imperio español para que el país
volviera a recuperar sus fueros perdidos. Lilis gozaba del apoyo del
sector militar más poderoso que provenía del triunfo restaurador y ese
apoyo se centraba más en el General Gregorio Luperón, quien consideraba
en esos momentos a Heureaux su mejor discípulo. Fue esa actitud de
quien era el más grande de los héroes restauradores la que le dio
privanza, catapultando a Lilis a la Presidencia de la Nación.
Hay que reconocer que Luperón era un ferviente admirador de la
causa de la independencia de Cuba y su amistad tanto con Gómez como con
Maceo llevo a Lilis a sentir lo mismo que su maestro por la lucha
soberana del hermano pueblo antillano. Era el General Ulises Heureaux el
Presidente de la Republica cuando José Martí llega al país para
entrevistarse con el Generalísimo Máximo Gómez y proponerle la invasión a
Cuba para liberar la isla, después de la firma del Manifiesto de
Montecristi donde quedo estructurado el pacto de lucha, ambos se
dirigieron a visitar a su amigo y apoyador de causa, quien en ese
momento además de amigo personal de Gómez y de Maceo era ferviente
defensor de la libertad de Cuba, Lilis se siente regocijado con la
visita y empieza a preguntar sobre los planes de invasión, a los cuales
tanto Martí como Gómez contestan al dictador dominicano quien los anima
en el glorioso empeño.
Al terminar la entrevista, Lilis al despedirse después de haberle
dado su cooperación económica y apoyo moral, parado entre los dos,
abrazándolos y deseándoles suerte….les dice: “yo solo le pido
una cosa, que lo que yo hago por Cuba no lo sepa nadie y mucho menos
España, porque Cuba es mi querida y España es mi señora”. Y con esa frase lapidaria se despidió de esos dos colosos de la libertad de América.
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