CARLOS SANCHEZ Y SANCHEZ, un destacado y culto funcionario, que sirvió al estado sin doblegarse.
Nació en Santo Domingo, el cuatro de noviembre de 1895, hijo del general Juan Francisco Sánchez de Peña y de Emilia Sánchez de Sánchez. Se graduó de bachiller en Letras y Ciencias y luego de licenciado en Derecho. Ejerció la profesión de abogado durante varias décadas. Fue miembro fundador y presidente de la agrupación científica-literaria El Paladión y del Ateneo Dominicano, así como creador y vicepresidente del Instituto de Investigaciones Históricas y de la Asociación para el Culto a los Héroes Nacionales. En el plano internacional fue miembro vitalicio de The Academy of Foreing Affaires, de Nueva York. Representó al país como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Argentina, Bolivia, Uruguay, Portugal y fue inspector de Legaciones y Embajadas de la República En Europa. En 1948 pasó a Lima como embajador del Perú.
Académico correspondiente de la Academia de Derecho Internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia, era además miembro honorario del Palacio de la Cultura Americana de Argentina y de The United League of Lawyers, de Estados Unidos y miembro titular de la Academie Diplomatique Internacionale de París, Francia. Elegido en 1969 miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, el licenciado Carlos Sánchez Sánchez dejó publicadas las siguientes obras: La Independencia Boba de Núñez de Cáceres ante la historia y el Derecho Público; Los problemas de la seguridad continental en el Derecho Internacional de América; Curso de Derecho Internacional Público; Dictionnaire de la Dernier Decade; La intervención a distancia: Violación de la Solidaridad Continental, entre otras.
Casó por primera vez con Antonia Vidal, madre de sus hijos Mario y Martha, fallecidos. Luego contrajo matrimonio con la francesa Jeanne Touchard, la madre de Emilia María y por tercera vez con Clara Báez Pellerano, la madre de Odette y Bernardette.
Contemporáneos y discípulos reconocían en él a una de las inteligencias más preclaras de su generación. Fue el ilustrado intelectual que tanto en el país como en el extranjero sobresalió en más de una de las corrientes de su prolífica personalidad, sirviendo al país en los difíciles gobiernos de Rafael Trujillo y de Joaquín Balaguer. Sin embargo, según el testimonio de una de sus hijas, no se sometió a caprichos de injusticia o arbitrariedad de estos regímenes.
Destacado jurista, filósofo, maestro, diplomático, historiador, crítico literario, periodista, poeta laureado, catedrático universitario, el licenciado Carlos Sánchez y Sánchez, reconocido con una calle del ensanche Naco por iniciativa del doctor Joaquín Balaguer, que acudió a la inauguración de la vía, fue un libre pensador, indomable, de sereno temperamento que contrastaba con el encendido polemista recordado por la histórica controversia con el también historiador Juan Isidro Jimenes Grullón sobre Francisco del Rosario Sánchez, de quien descendía por líneas materna y paterna.
De cinco hijos procreados en tres matrimonios, le sobreviven Emilia María Sánchez Touchard y Bernardette y Odette Sánchez Báez. Las dos últimas tuvieron escasas vivencias con el padre pues eran muy niñas cuando el destacado profesor de Estética Literaria, Letras, Historia y Derecho falleció a los 79 años de edad. Odette lo recuerda complaciente permitiéndole a ella y a su hermana menor dar saltos en la cama o quedarse a su lado durante las noches contando las gotas de suero que le pasaban cuando ella enfermaba. Tiene grabado en su memoria, también, el doloroso día de la muerte de don Carlos, cuando ella y su madre lo descubrieron sin vida, en el lecho. Estaba con su bata color vino, acostado, rodeado por los familiares y yo cada vez que podía pedía permiso para ir a verlo y besar sus manos. Bernardette sólo sabe de su progenitor por las referencias de su madre y sus hermanos mayores por eso está consciente de que heredó de él la pasión por las letras, el amor al estudio, la sensibilidad y el espíritu de servicio.
Emilia María, la mayor de las tres, es quien ofrece mayores detalles del renombrado catedrático de Derecho y Filosofía de la Universidad de Santo Domingo, donde inició una cátedra de Derecho Internacional Público Americano con cuyas lecciones editó un libro que fue texto en esa academia y otras internacionales.
NO SE DOBLEGÓ A TRUJILLO
Como padre me inspiraba mucha seguridad. Era sumamente callado, muy recto. Cuando hablaba me quedaba embelesada por la forma en que transmitía sus ideas. Escucharlo discernir sobre la vida de Jesús, por ejemplo, era precioso, pensaba como si estuviese escribiendo una obra. Era teólogo, teósofo, estudiaba la religión y al final cayó en cuenta de que todo se resolvía con la comunión y una muerte santa en Jesús. Estudió y estudió pero concluyó sus días comulgando y recibiendo los Santos Óleos. El padre Luis Gómez, que era el consultor espiritual de la familia, me dijo: tu padre confesó y comulgó antes de morir. Evoca la confianza que le inspiraba en los días difíciles de la revolución de 1965 y el tierno apoyo que le ofreció al morir su madre. Con relación a mis hermanitas fui la que más estuve con él. Era callado, educado, muy tranquilo y en sus enfrentamientos intelectuales, muy respetuoso.
Antonio Imbert Barreras, Luis Amiama Tió, Joaquín Balaguer, Manuel Saladín, Ramón Lugo Lovatón, Polibio Díaz eran sus amigos y compañeros de tertulia. Algunos bautizaron a sus hijos.
Durante años, la familia vivió en la calle Pedro Henríquez Ureña, donde también terminó sus días el consagrado estudioso. Se levantaba a las seis de la mañana y caminaba hasta la Máximo Gómez, con su bastón. Regresaba, se bañaba y salía a sus actividades siempre vestido completamente de lino blanco. Almorzábamos a las doce, invariablemente, con música clásica, después dormía la siesta. A veces salía y en ocasiones se retiraba al estudio-biblioteca cuyas paredes estaban forradas de libros, cuenta Emilia María, quien agrega: Gustaba mucho repasar obras de todo género y comentarlas y un día, haciendo valoraciones sobre un libro pequeño, de repente se dio cuenta que él mismo lo había escrito hacía muchísimos años.
La música de los grandes clásicos, la lectura, la escritura y el estudio eran sus mayores entretenimientos, así como escribir versos muy lindos. Trujillo quiso que él le compusiera uno de esos brillantes poemas por los que fue premiado más de una vez y él se negó, confiesa Emilia María, quien recuerda algún escrito en que a su padre lo tildaron de trujillista. Al contrario, señala, oí que él fue un poco asediado por Trujillo que quería que participara de un modo más activo en su gobierno, papá dejó su bufete de abogado y buscando una salida, le aceptó un cargo diplomático en el exterior para poder alejarse de Trujillo, lo cual le interesó más porque era una buena representación para el país.
Incluso, ocupó también diversos cargos en el gobierno de los doce años de Balaguer y sé que no estaba en total acuerdo con él porque yo lo oía en mi casa, a la hora del desayuno. Hablaban y discutían. Eran amigos y aunque intelectualmente se llevaron muy bien, en la manera de gobierno había roces, asevera. Entiende que el hecho de que sirviera en esos gobiernos no le resta méritos al luminoso y reconocido intelectual. Trató de que su carrera sobresaliera por encima de la política. Vivió una época muy difícil, porque prácticamente todos los años de su vida útil los pasó entre Balaguer y Trujillo. Entonces ¿a cuáles otros gobiernos iba a asesorar?, pregunta.
A la hora de su muerte por un infarto cardiaco, el diecinueve de abril de 1974, era Miembro Consultivo de Relaciones Exteriores y presidente de la Comisión Nacional de Fronteras, así como catedrático de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña.
El diecinueve de abril de 1975 fue inaugurada, en su honor, la calle Licenciado Carlos Sánchez y Sánchez, antigua 25 del ensanche Naco, que comienza en el club Naco y termina en la avenida Lope de Vega.
Texto: Angela Peña para el periódico HOY
Foto: A.G.N.
Nació en Santo Domingo, el cuatro de noviembre de 1895, hijo del general Juan Francisco Sánchez de Peña y de Emilia Sánchez de Sánchez. Se graduó de bachiller en Letras y Ciencias y luego de licenciado en Derecho. Ejerció la profesión de abogado durante varias décadas. Fue miembro fundador y presidente de la agrupación científica-literaria El Paladión y del Ateneo Dominicano, así como creador y vicepresidente del Instituto de Investigaciones Históricas y de la Asociación para el Culto a los Héroes Nacionales. En el plano internacional fue miembro vitalicio de The Academy of Foreing Affaires, de Nueva York. Representó al país como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Argentina, Bolivia, Uruguay, Portugal y fue inspector de Legaciones y Embajadas de la República En Europa. En 1948 pasó a Lima como embajador del Perú.
Académico correspondiente de la Academia de Derecho Internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia, era además miembro honorario del Palacio de la Cultura Americana de Argentina y de The United League of Lawyers, de Estados Unidos y miembro titular de la Academie Diplomatique Internacionale de París, Francia. Elegido en 1969 miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, el licenciado Carlos Sánchez Sánchez dejó publicadas las siguientes obras: La Independencia Boba de Núñez de Cáceres ante la historia y el Derecho Público; Los problemas de la seguridad continental en el Derecho Internacional de América; Curso de Derecho Internacional Público; Dictionnaire de la Dernier Decade; La intervención a distancia: Violación de la Solidaridad Continental, entre otras.
Casó por primera vez con Antonia Vidal, madre de sus hijos Mario y Martha, fallecidos. Luego contrajo matrimonio con la francesa Jeanne Touchard, la madre de Emilia María y por tercera vez con Clara Báez Pellerano, la madre de Odette y Bernardette.
Contemporáneos y discípulos reconocían en él a una de las inteligencias más preclaras de su generación. Fue el ilustrado intelectual que tanto en el país como en el extranjero sobresalió en más de una de las corrientes de su prolífica personalidad, sirviendo al país en los difíciles gobiernos de Rafael Trujillo y de Joaquín Balaguer. Sin embargo, según el testimonio de una de sus hijas, no se sometió a caprichos de injusticia o arbitrariedad de estos regímenes.
Destacado jurista, filósofo, maestro, diplomático, historiador, crítico literario, periodista, poeta laureado, catedrático universitario, el licenciado Carlos Sánchez y Sánchez, reconocido con una calle del ensanche Naco por iniciativa del doctor Joaquín Balaguer, que acudió a la inauguración de la vía, fue un libre pensador, indomable, de sereno temperamento que contrastaba con el encendido polemista recordado por la histórica controversia con el también historiador Juan Isidro Jimenes Grullón sobre Francisco del Rosario Sánchez, de quien descendía por líneas materna y paterna.
De cinco hijos procreados en tres matrimonios, le sobreviven Emilia María Sánchez Touchard y Bernardette y Odette Sánchez Báez. Las dos últimas tuvieron escasas vivencias con el padre pues eran muy niñas cuando el destacado profesor de Estética Literaria, Letras, Historia y Derecho falleció a los 79 años de edad. Odette lo recuerda complaciente permitiéndole a ella y a su hermana menor dar saltos en la cama o quedarse a su lado durante las noches contando las gotas de suero que le pasaban cuando ella enfermaba. Tiene grabado en su memoria, también, el doloroso día de la muerte de don Carlos, cuando ella y su madre lo descubrieron sin vida, en el lecho. Estaba con su bata color vino, acostado, rodeado por los familiares y yo cada vez que podía pedía permiso para ir a verlo y besar sus manos. Bernardette sólo sabe de su progenitor por las referencias de su madre y sus hermanos mayores por eso está consciente de que heredó de él la pasión por las letras, el amor al estudio, la sensibilidad y el espíritu de servicio.
Emilia María, la mayor de las tres, es quien ofrece mayores detalles del renombrado catedrático de Derecho y Filosofía de la Universidad de Santo Domingo, donde inició una cátedra de Derecho Internacional Público Americano con cuyas lecciones editó un libro que fue texto en esa academia y otras internacionales.
NO SE DOBLEGÓ A TRUJILLO
Como padre me inspiraba mucha seguridad. Era sumamente callado, muy recto. Cuando hablaba me quedaba embelesada por la forma en que transmitía sus ideas. Escucharlo discernir sobre la vida de Jesús, por ejemplo, era precioso, pensaba como si estuviese escribiendo una obra. Era teólogo, teósofo, estudiaba la religión y al final cayó en cuenta de que todo se resolvía con la comunión y una muerte santa en Jesús. Estudió y estudió pero concluyó sus días comulgando y recibiendo los Santos Óleos. El padre Luis Gómez, que era el consultor espiritual de la familia, me dijo: tu padre confesó y comulgó antes de morir. Evoca la confianza que le inspiraba en los días difíciles de la revolución de 1965 y el tierno apoyo que le ofreció al morir su madre. Con relación a mis hermanitas fui la que más estuve con él. Era callado, educado, muy tranquilo y en sus enfrentamientos intelectuales, muy respetuoso.
Antonio Imbert Barreras, Luis Amiama Tió, Joaquín Balaguer, Manuel Saladín, Ramón Lugo Lovatón, Polibio Díaz eran sus amigos y compañeros de tertulia. Algunos bautizaron a sus hijos.
Durante años, la familia vivió en la calle Pedro Henríquez Ureña, donde también terminó sus días el consagrado estudioso. Se levantaba a las seis de la mañana y caminaba hasta la Máximo Gómez, con su bastón. Regresaba, se bañaba y salía a sus actividades siempre vestido completamente de lino blanco. Almorzábamos a las doce, invariablemente, con música clásica, después dormía la siesta. A veces salía y en ocasiones se retiraba al estudio-biblioteca cuyas paredes estaban forradas de libros, cuenta Emilia María, quien agrega: Gustaba mucho repasar obras de todo género y comentarlas y un día, haciendo valoraciones sobre un libro pequeño, de repente se dio cuenta que él mismo lo había escrito hacía muchísimos años.
La música de los grandes clásicos, la lectura, la escritura y el estudio eran sus mayores entretenimientos, así como escribir versos muy lindos. Trujillo quiso que él le compusiera uno de esos brillantes poemas por los que fue premiado más de una vez y él se negó, confiesa Emilia María, quien recuerda algún escrito en que a su padre lo tildaron de trujillista. Al contrario, señala, oí que él fue un poco asediado por Trujillo que quería que participara de un modo más activo en su gobierno, papá dejó su bufete de abogado y buscando una salida, le aceptó un cargo diplomático en el exterior para poder alejarse de Trujillo, lo cual le interesó más porque era una buena representación para el país.
Incluso, ocupó también diversos cargos en el gobierno de los doce años de Balaguer y sé que no estaba en total acuerdo con él porque yo lo oía en mi casa, a la hora del desayuno. Hablaban y discutían. Eran amigos y aunque intelectualmente se llevaron muy bien, en la manera de gobierno había roces, asevera. Entiende que el hecho de que sirviera en esos gobiernos no le resta méritos al luminoso y reconocido intelectual. Trató de que su carrera sobresaliera por encima de la política. Vivió una época muy difícil, porque prácticamente todos los años de su vida útil los pasó entre Balaguer y Trujillo. Entonces ¿a cuáles otros gobiernos iba a asesorar?, pregunta.
A la hora de su muerte por un infarto cardiaco, el diecinueve de abril de 1974, era Miembro Consultivo de Relaciones Exteriores y presidente de la Comisión Nacional de Fronteras, así como catedrático de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña.
El diecinueve de abril de 1975 fue inaugurada, en su honor, la calle Licenciado Carlos Sánchez y Sánchez, antigua 25 del ensanche Naco, que comienza en el club Naco y termina en la avenida Lope de Vega.
Texto: Angela Peña para el periódico HOY
Foto: A.G.N.
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