miércoles, 5 de agosto de 2015

VIGIL DÍAZ,


VIGIL DÍAZ, la calle de Villa Juana conocido por todos pero la mayoría, no sabe quien fue!! Aprendamos su historia.


Otilio Vigil Díaz, comúnmente llamado Virgil Díaz (1880-1961) fue un poeta y prosista dominicano creador del movimiento literario conocido como vedrinismo. Introdujo por primera vez en las letras dominicanas el verso libre con su poema Arabesco.

Nació en Santo Domingo, el 6 de abril de 1880. cuentista y narrador. Hijo de Francisco Vigil e Isabel Díaz. Cursó su educación primaria y secundaria en Santo Domingo, pero no siguió estudios universitarios. Su paso por New York y Cuba y estadía en París durante las primeras décadas del siglo XX, marcó su producción literaria. La literatura francesa del momento despertó en él un inquietante espíritu de renovación artística. De regreso a la República dominicana fundó el Vedrinismo, primer intento de movimiento literario de vanguardia en la República Dominicana que abogó por la introducción del verso libre a la poesía nacional. A pesar de ser el único representante del Vedrinismo Vigil Díaz logró, con la publicación del poema "Arabesco" en 1917, que la poesía dominicana diera sus primeros pasos hacia la modernidad. Sus poemas y ensayos de opinión fueron difundidos en las revistas Cromos, Letras, La Cuna de América, Renacimiento, Cosmopolita, Bahoruco, El día ético y Blanco y Negro. Durante varios lustros mantuvo la columna Fatamorgana, primero en el periódico Listín Diario, luego en La Opinión y finalmente en La Nación. En el inicio de su carrera literaria estuvo ligado al Postumismo, pero las diferencias estéticas con los postumistas lo obligaron a distanciar de dicho grupo. Murió en Santo Domingo el 20 de enero de 1961.

No hay descendiente o pariente que cuente cómo fue su vida familiar, privada. Aunque se afirma que estuvo casado con una francesa, Marie Lacaze, la muerte le sorprendió prácticamente en total soledad, inválido. Un ahijado, Edgard Dourthe, fue la única compañía en los últimos meses de existencia de Vigil Díaz en la calle José Reyes treinta y tres donde generosos vecinos le auxiliaban para moverse.

De él sólo puede hablar su obra en prosa y versos recogida en libros, dispersa en casi todas las revistas literarias y periódicos dominicanos que circularon en el país desde 1912, cuando se dio a conocer el Apoeta lírico y prosista de acento inconfundible.

La historia de la literatura nacional le reconoce como introductor del Vedrinismo, aunque algunos intelectuales le niegan tal iniciativa, atribuyendo a otros la novedad del verso libre en la República. Se le tiene, también como precursor del Postumismo, la escuela sin tendencia determinada de Domingo Moreno Jiménez, pero el propio poeta se desvinculó del innovador grupo al negar: Yo no soy postumista. Si he escrito algo asimilable ha sido pura gentileza, mero intento de hacer notar que mis cuerdas se emocionan con todas las pulsaciones, que puedo danzar en cualquier tono. Pero, realmente, mi caso es otra cosa distinta de eso.

Caprichoso, excéntrico, medalaganario, Aeufórico y cambiante, tal vez solitario y egocéntrico, ningún crítico, sin embargo, ha restado méritos a la variada y abundante producción de Otilio Andrés Marcelino Celestino a quien sólo se le conoce por sus apellidos, que identifican la calle de Villa Juana que le rinde homenaje.

Aunque no entregó la obra definitiva que pudo haberse esperado de su talento, es indudable que Vigil Díaz abrió cauces nuevos que permitieron el fluir de posteriores corrientes renovadoras@, comenta Manuel Rueda, y agrega que Acasi ajeno a los grandes temas humanos, los cuales apenas roza matizándolos con leves toques de ironía, su arte, no obstante, tuvo nobles propósitos que fueron resumidos por él en las siguientes palabras: AYo he tendido, por supervisión instintiva, a realizar la ambición de que habla el divino poeta Baudelaire a Arsenio Houssage: a la ambición de soñar con una prosa poética musical, sin ritmo ni rima, bastante flexible y bastante trunca para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del sueño y a los sobresaltos de la conciencia.

Balaguer pone de relieve su tendencia poética caracterizada Apor el abuso del tropo altisonante en estrofas libérrimas, llenas de frases felices y a veces rebuscadas y lo reputa como precursor del Postumismo. La prestigiosa revista La Cuna de América lo describe Asincero, leal, enérgico, artífice de la palabra que espiga en los campos de la literatura dominicana la rica parvada del idioma.

Para Mariano Lebrón Saviñón es uno de los grandes revolucionarios de nuestra lírica, poeta altisonante, con vibraciones insólitas y gran liberalidad en la confección de sus versos, que más parecían prosa. Es el poeta de las piruetas verbales, artífice de la imagen arbitraria, sensual, sonora con algo de la pomposidad vagasolesca que viene de D=Annunzio.

El exigente crítico Pedro René Contín Aybar dice de él que es pomposo, sensual, polifacético, altisonante. Lírico hasta lo ultrafantasista. Verbalista.

Lebrón Saviñón comenta que Vigil abandonó el verso y se orientó con una prosa igualmente altisonante, nostálgica del verso. Fue más original en este aspecto de su obra, con una serie de artículos periodísticos que llamó Fatamorganas.

Casi todos los que se han adentrado en el estudio de su personalidad y de su obra tienen presente los celebrados viajes y estancias de Vigil Díaz en Hato Mayor donde, según Diógenes Céspedes, heredó y administró en compañía de su hermano Oscar, residente allí, el hato de Pringamosa al que se trasladaba desde la Capital a trotes de caballo.

Al respecto narra Manuel Rueda: Su conducta fue siempre motivo de escándalo y de asombro. Paseó por nuestras calles una indumentaria de gran señor, de don Juan que había aprendido en París sus artes librescas y amatorias, al mismo tiempo que sus amigos podían verlo en sus predios de Hato Mayor del Rey tomando posesión de sus tierras, vistiendo un simple traje de fuerteazul, cuyos pantalones arremangaba hasta las rodillas, y al cual agregaba el detalle personalísimo de un pañuelo de madrás artísticamente anudado en la cabeza. Otros le recordaban con su perro leal por las esquinas de la calle Del Donde.

La calle que lo recuerda nace en la avenida San Martín y muere en la Américo Lugo.

Texto: Periódico Hoy

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