Papa Francisco iglesia en salida, ¿De dónde y hacia dónde?
Pero el logotipo “Iglesia en salida” posee un significado más profundo, hecho posible porque viene de un Papa fuera de los cuadros institucionales de la vieja y cansada cristiandad europea. Esta había encerrado a la Iglesia dentro de una comprensión que la volvía prácticamente inaceptable para los modernos, rehén de tradiciones fosilizadas y con un mensaje que no mordía los problemas de los cristianos y del mundo actual. La “Iglesia en salida” quiere marcar una ruptura con aquel estado de cosas. Esta palabra “ruptura” irrita a los representantes del stablishment eclesiástico, pero no por eso deja de ser verdadera. Y entonces surge la pregunta: “salida” de dónde y hacia dónde? Veamos algunos pasos:
-Salida de una Iglesia-fortaleza que protegía a los fieles de las libertades modernas hacia una Iglesia-hospital de campaña que atiende a toda persona que la busca, sin importar su estado moral o ideológico.
-Salida de una Iglesia-institución absolutista, centrada en sí misma hacia una Iglesia-movimiento, abierta al diálogo universal, con otras iglesias, religiones e ideologías.
-Salida de una Iglesia-jerarquía, creadora de desigualdades hacia una Iglesia-pueblo de Dios, que hace de todos hermanos y hermanas: una inmensa comunidad fraternal.
-Salida de una Iglesia-autoridad eclesiástica, distanciada de los fieles o incluso de espaldas a ellos, hacia una Iglesia-pastor que anda en medio del pueblo, con olor a oveja y misericordiosa.
-Salida de una Iglesia-Papa de todos los cristianos y obispos que gobierna con el rígido derecho canónico hacia una Iglesia-obispo de Roma, que preside en la caridad y solo a partir de ella se hace papa de la Iglesia universal.
-Salida de una Iglesia-maestra de doctrinas y normas hacia una Iglesia-de prácticas sorprendentes y de encuentro afectuoso con las personas más allá de su pertenencia religiosa, moral o ideológica. Las periferias existenciales ganan centralidad.
-Salida de una Iglesia-de poder sagrado, de pompa y circunstancia, de palacios pontificios y titulaciones de nobleza renacentista hacia una Iglesia-pobre y para los pobres, despojada de símbolos de honor, servidora y portavoz profética contra el sistema de acumulación de dinero, el ídolo que produce sufrimiento y miseria y mata a las personas.
-Salida de la Iglesia-que habla de los pobres hacia una Iglesia-que va a los pobres, conversa con ellos, los abraza y los defiende.
-Salida de una Iglesia-equidistante de los sistemas políticos y económicos hacia una Iglesia-que toma partido a favor de las víctimas y que llama por su nombre a los causantes de las injusticias e invita a Roma a representantes de los movimientos sociales mundiales para discutir con ellos cómo buscar alternativas.
-Salida de una Iglesia-automagnificadora y acrítica hacia una Iglesia-de verdad sobre sí misma y contra cardenales, obispos y teólogos celosos de su estatus pero con cara de “vinagre o de viernes santo”, “tristes como si fuesen a su propio entierro”, una Iglesia, en fin, hecha de personas humanas.
-Salida de una Iglesia-del orden y del rigorismo hacia una Iglesia-de la revolución de la ternura, de la misericordia y del cuidado.
-Salida de una Iglesia-de devotos, como esos que aparecen en los programas televisivos, con curas artistas del mercado religioso, hacia una Iglesia-compromiso con la justicia social y con la liberación de los oprimidos.
-Salida de una Iglesia-obediencia y de la reverencia hacia una Iglesia-alegría del evangelio y de esperanza todavía para este mundo.
-Salida de una Iglesia-sin el mundo que permitió que surgiese un mundo sin Iglesia hacia una Iglesia-mundo, sensible al problema de la ecología y del futuro de la Casa Común, la madre Tierra.
Estas y otras salidas muestran que la Iglesia no se reduce solamente a una misión religiosa, acantonada en una parte privada de la realidad. Ella posee además una misión político-social en el mejor sentido de la palabra, como fuente de inspiración para las trasformaciones necesarias que rescaten a la humanidad para una civilización del amor y de la compasión, que sea menos individualista, materialista, cínica y desprovista de solidaridad.
Esta Iglesia-en-salida ha devuelto alegría y esperanza a los cristianos y reconquistado el sentimiento de ser un hogar espiritual. Por su sencillez, despojamiento y acogida con amor y ternura se ha granjeado la estima de muchas personas de otras confesiones, de simples ciudadanos del mundo e incluso de jefes de Estado que admiran la figura y las prácticas sorprendentes del Papa Francisco en favor de la paz, del diálogo entre los pueblos, de la renuncia a toda violencia y a la guerra.
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