sábado, 15 de agosto de 2015

Carles Raymond Barnes: cura episcopal asesinado por Trujillo

Te gusta esta página · 5 de agosto ·
 

Carles Raymond Barnes: cura episcopal asesinado por Trujillo

 
 
 
Fue un crimen de Estado, brutal, salvaje, como todos los que se cometieron en la inflexible dictadura de Trujillo. La víctima es poco recordada quizá porque fue uno de los asesinatos tempranos de la tiranía o probablemente porque se trataba de un extranjero. Pero el inmolado jamás ha sido olvidado por su feligresía ni por sus compañeros sacerdotes.

La historia real de su muerte se cuenta en libros privados de la Congregación y su memoria, exaltada cada aniversario de la trágica partida, está presente en la Catedral de la Epifanía donde reposan sus restos mortales.

Es posible que para el 2012, en el Calendario Litúrgico, el Recordatorio Memorial, el Santoral Leccionario de la Iglesia Episcopal Dominicana se escuche el nombre del Reverendo Charles Raymond Barnes, Primer Mártir de esa denominación, muerto el 26 de julio de 1938 por haber denunciado ante el mundo la matanza de haitianos ordenada por Trujillo en 1937. El misionero envió mensajes a Estados Unidos que fueron interceptados por el régimen. Tres agentes tocaron a la puerta de su casa situada al lado del templo, en la avenida Independencia. Al otro día depositaron su cadáver en la vivienda.

A pesar de las farsas que publicó la prensa trujillista, opositores en el exilio consignaron la causa verdadera del homicidio. Félix A. Mejía en Viacrucis de un pueblo (1951); Albert C. Hicks en Sangre en las calles. Vida y mando de Trujillo (1946); José Almoina en Una satrapía en el Caribe (1949); Luis F. Mejía en De Lilís a Trujillo (1944), entre otros.

Y es probable que también la supieran Harry Robert Carson, obispo de Haití y de República Dominicana, el clero misionero y numerosos seglares que el 27 de julio de 1938 asistieron a la Misa entierro de Barnes. Carson trató de investigar, pero sus esfuerzos fueron inútiles, escribió G. H. Jack Woodard, rector de la Iglesia de la Epifanía en 1978.

Al otro día Carson anotó en el Registro de Cultos, al lado de la entrada de la Misa de Réquiem oficiada para Barnes: Muerto por un degenerado. Autoridades Episcopales actuales dicen que se refería a Trujillo, no al inocente puertorriqueño al que acusaron injustamente.

La única publicación de la Iglesia, en 1938, fue el aviso que firmó Harry Robert Carson profundamente conmovido por la trágica muerte del Reverendo Charles Raymond Barnes, un Sacerdote de la Iglesia Episcopal Americana en Ciudad Trujillo, en su nombre y en el de la colonia extranjera de habla inglesa.

Versiones trujillistas. Con increíble capacidad inventiva el régimen publicó sensacionalmente la aparición del cadáver y acusó del crimen, en principio, al cocinero inglés William Rodney, apresando también al jardinero Naisbetts, a Meedi, y a Terry que supuestamente fue a llevar al reverendo hojas de lana. Todos eran súbditos ingleses, manifestaban.

Pero ante reiterados alegatos de inocencia de Rodney, quien dizque mencionó a un sujeto que hacía visitas tan especiales al sacerdote que éste pedía que los dejaran solos, persiguieron a José Manuel Díaz, boricua de 19 años y lo apresaron en la Benito González. Una foto, decía la amañada crónica, y ciertas notas encontradas en su Diario (de Barnes) en las cuales resaltaba el gran afecto en que tenía a Díaz, hizo que las autoridades judiciales y policiales trataran de encontrar a dicho sujeto.

En informaciones fabricadas llenas de contradicciones anotan que el infeliz fue interrogado por Benigno del Castillo, Procurador General de la Corte de Apelación de Santo Domingo; Heredia Germán, Juez de Instrucción de la Segunda Circunscripción; el coronel Gil Pumarol, Jefe del Cuerpo; el teniente coronel Rafael Rovira Rodríguez, jefe auxiliar de la Policía Nacional; mayor Horacio Morales Alfonseca, jefe del Servicio Secreto; teniente coronel Póu y teniente Abreu, en presencia del cónsul americano y él mismo tuvo oportunidad de dirigirle preguntas, agrega.

El inculpado, que afirman era jugador y amigo de bachatas, supuestamente confesó ser el único autor del asesinato del Pastor Barnes. Lo condenaron a siete años de trabajos públicos y sería expulsado del país al cumplir condena. No publicaron, añaden, los detalles del juicio porque los testigos y el autor del crimen hicieron declaraciones de las cuales nuestra moral no nos permite hacernos eco.

Inventaron que Díaz y Barnes sostenían relaciones anormales. A Díaz lo liquidaron. Noel Henríquez, designado su abogado, escribió después del tiranicidio que el acusado le dijo: La verdad, como usted debe saber, es que yo no he matado a nadie y que en los archivos de la cárcel de la dictadura anotaron al lado del nombre de Díaz: Muerto por fugarse.

A lo interno de la Iglesia circuló en inglés una Resolución destacando las virtudes de Barnes, su vida altruista y consagrada, su exaltado liderazgo espiritual y lamentando su inesperado fallecimiento en la flor de la vida. Expresaban el pésame a su hermana Peba M. Barnes. Peba estuvo dos veces en Ciudad Trujillo. Pidió a su hermano que la presentara al Obispo para la confirmación. Así lo hizo Barnes en marzo de 1938.

La Iglesia Episcopal Dominicana posee valiosos informes sobre el asesinato del pastor, que vino al país en abril de 1936. En torno al caso hablaron para HOY el obispo Julio César Holguín Khoury; el pastor Ashton Jacinto Brooks, rector del Centro Internacional Anglicano de Estudios Teológicos y Deán de la Iglesia Catedral de la Epifanía y Virginia Norman Smith, Registradora de 86 años de edad que trabaja en la Diócesis desde su adolescencia.

Texto: Angela Peña para el periódico HOY

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