domingo, 7 de junio de 2015

Rivalidades en el poder en la historia de RD

Rivalidades en el poder en la historia de RD

Dibujo
Las rivalidades que involucran a expresidentes fuera del ejercicio del poder no fueron tomadas en cuenta, como la de Bosch y Peña Gómez, o la de Mejía y Vargas. Tampoco la aptitud frente a la administración de los fondos públicos de cada uno de los actores y sujetos ponderados. Parto del criterio de que el Estado dominicano ha sido un medio principalmente para ascender social y económicamente, y en menor medida, para conducir y regular el interés, y el orden público. Si observamos detenidamente, podríamos encontrar hilos conductores en el rompecabezas de la historia política dominicana.
La primera división en un mismo grupo de poder se produjo entre el Presidente General Pedro Santana y el Presidente Coronel Buenaventura Báez, originalmente su aliado. Ambos de la elite socio económica de ganaderos y cortadores de maderas, que compartían una visión semejante de los intereses y de la necesidad de la protección de una potencia extranjera. Santana y Báez dominaron el escenario político, entre el 1844 y el 1877. Si bien miraban el presente desde distintas perspectivas, uno desde el mundo tradicional hatero y el otro desde el mundo empresarial moderno, la causa original de su rivalidad fue la ambición de PODER.
La segunda división de importancia en un mismo grupo de poder se produjo después de la Guerra de Restauración, entre el Presidente General José María Cabral y Buenaventura Báez. El primero apoyó y enfrentó al segundo con la misma intensidad, facilitando su ascenso a la presidencia en el 1866 y luego enfrentándolo con las armas en la guerra de los seis años. La rivalidad entre Cabral y Báez no se fundamentó en diferencias de objetivos de gobierno, visión de la sociedad y el desarrollo, ya que ambos siguieron las mismas políticas, con distinta eficacia: negociar la Bahía de Samaná, buscar la protección de los EU y concertar empréstitos. Su rivalidad fue producto de ambiciones y estilos enfrentados. No es una simple casualidad que sus dos apellidos quedaran unidos para siempre para la posteridad. Dos de sus hijos se casaron y dieron nacimiento al núcleo familiar central de la oligarquía dominicana (ver Diógenes Céspedes).
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Una tercera rivalidad fue la del Presidente General Ignacio María González y Buenaventura Báez. El primero siendo representante del segundo en Puerto Plata, encabezó el movimiento opositor que lo derrocó y le dio término al gobierno de los seis años.
La cuarta rivalidad originada en un mismo grupo de poder se produce entre el Presidente General Ulises Heureaux–Lilís- y el Presidente General Gregorio Luperón ha mediados de la década del 1880. El primero fue lugarteniente y pupilo del segundo, durante más de veinte años, y terminó desplazándolo del liderazgo del grupo dominante y gobernante forjado en torno al Partido AZUL. Lilís controló el poder de manera unipersonal, hasta su muerte violenta, en el 1899.
Los dos estaban originalmente asociados a los mismos intereses económicos y sociales, y los mismos objetivos de gobierno. Sin embargo, la influencia de Luperón se concentró, de principio al fin de su vida, en el Cibao -el Norte-, en el comercio y gobernó mirando la República desde Puerto Plata y París, mientras que Lilís– más proactivo y calculador- fue paulatinamente tomando el control y el liderazgo político, económico y militar del suroeste; mirando el país desde la capital (los sectores azucareros y financieros) y Washington. Bajo la prolongada presidencia de Lilís la oligarquía del suroeste (encabezada por la emergente Casa Vicini), retomó la conducción y la hegemonía socioeconómica y política, con el desarrollo de la industria azucarera.
La quinta rivalidad se produce entre el Presidente General Horacio Vázquez y el Presidente General Juan Isidro Jiménez –hijo del Presidente y también General Manuel Jiménez. El primero siendo el vicepresidente del segundo, lo derroca y toma el control del poder. Cada uno llegó a ser presidente en más de una oportunidad, y su rivalidad dominó las primeras tres décadas del siglo XX.
Ambos pretendieron representar la “regeneración’ democrática, nacionalista y civilista. Su división se produjo en medio de un proceso de discusión y formulación de una nueva Constitución que buscaba reivindicar las orientaciones de la escuela Hostosiana. Los principios del apóstol rodaron por el suelo en medio de la balacera, desde y por el control personal y grupal del poder, en el preciso momento en el cual moría, más de angustia e impotencia que de enfermedad. Entre el 1916 y el 1924 el país fue intervenido por el ejército de los EU. Este acontecimiento fue precedido por la rivalidad en el grupo en el poder entre el General Desiderio Arias y el Presidente Jiménez, la sexta.
La séptima rivalidad se dio entre el General y futuro presidente Rafael Leónidas Trujillo y el Presidente General Horacio Vázquez. El primero en su condición de jefe de policía, lo derrocó y tomó el control del poder por 31 años, y realizó una era de modernización autoritaria, que se autodefinió como creadora de la “Patria Nueva” y la “Independencia Financiera”. A este periodo de totalitarismo y centralización, asesinatos y control represivo, monopolización socioeconómica y formalización burocrática, le siguió el periodo más prolongado de libertades, desarrollo socioeconómico y construcción democrática de la historia dominicana.
En el ciclo político que se inicio en 1962, hemos tenido: golpe de Estado, otra intervención del ejército de EU, represión selectiva, fraudes electorales, nuevas rivalidades al interior del mismo poder y la pretensión de hacer lo que nunca se había hecho.Las rivalidades de este periodo se dan entre los Presidentes civiles Joaquín Balaguer y el Vicepresidente Augusto Lora, la octava; entre Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco, la novena; entre este último y Jacobo Majluta la décima (también involucró al exalcalde de Santo Domingo y líder nacional José Francisco Peña Gómez); entre Hipólito Mejía y el Presidente del partido de gobierno Hatuey Decamps, la undécima; y entre Leonel Fernández y Danilo Medina la duodécima y última de la serie estudiada.
La última rivalidad, actualmente en desarrollo, es la única a la cual se le intenta dar una solución por medio de un acuerdo interpartidario formal, para continuar compartiendo el poder y evitar la división. En todas las rivalidades anteriores el desenlace ha derivado en una división -más definitiva que temporal-, y en algunos casos catastrófica, para la vida económica y política. ¿Se reescribe la historia dominicana en el 2015? ¿Nos encontramos en la antesala de un nuevo ciclo político en la administración de las luchas, en y por el PODER? ¿Estamos frente al grupo de poder más racional, por la forma de solucionar su rivalidad interna, y el cuidado de las formalidades legales? ¿Tenemos motivos para confiar en que la institucionalidad democrática y la voluntad ciudadana, se conviertan por fin, en el límite a las luchas en el poder, y frente al mismo PODER? Que la solución concertada del actual equilibrio de poder sea transitoria o prolongada, beneficiosa o no para el país, depende principalmente de la decisión de los dos últimos presidentes dominicanos. ¿Es posible un porvenir donde se renueve la ética en el servicio público, y se inicie la constitución de una verdadera clase gobernante, el sueño de Juan Bosch?

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