sábado, 27 de junio de 2015

José Martí: 120 años de su caída en combate

José Martí: 120 años de su caída en combate
Historia     
Martes, 19 de Mayo de 2015   

Prensa Latina TV.- El intelectual mexicano Alfonso Herrera Franyutti asegura que el pensamiento latinaomericanista del Apostol cubano José Martí continúa vigente, a pesar de que este 19 de mayo se cumplen 120 años de su muerte en combate.

 
 
 
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El pensamiento a caballo
Especulaciones y distorsiones históricas ignoran que al caer abatido en Dos Ríos, el recién ascendido Mayor General José Martí montaba con destreza innegable y muy seguro de sí mismo en el potente y brioso caballo Baconao
Luis Hernández Serrano - Juventud Rebelde.- En realidad poco se ha hablado del jinete José Martí. En su Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos, anotó: «De La Esperanza, a marcha y galope, con pocos descansos, llegamos a Santiago de Los Caballeros, en cinco horas». Y añadió: «Vuelvo riendas, sobre la tienda azul, a que el potro repose unos minutos».
Con solo cuatro años, en 1857, en Valencia, España, lo imaginamos por los campos, de aprendiz de jinete, de la mano cuidadosa de su padre don Mariano. Después en Santa Cruz de Tenerife, tierra de doña Leonor Pérez, lo evocamos en su sagaz aprendizaje de alegre y precoz jinete —también de manos de su progenitor—, cuando estuvo por un tiempo el matrimonio español en Islas Canarias para que la familia materna conociera a su primer hijo.
En abril de 1862 don Mariano es nombrado capitán juez pedáneo de Caimito de Hanábana, jurisdicción de Nueva Bermeja, en la Alcaldía Mayor de Colón, al sudeste de Matanzas. Allí el niño, de su puño y letra, con rasgos increíblemente bellos para su corta edad, se declaró jinete.
Con solo nueve años, perfeccionó por sí mismo sus anteriores pininos sobre el lomo de una bestia, regalo de un entrañable amigo de la familia. Y a solas pudo entonces hacer de las suyas el inteligente muchacho, que se vio feliz con el corcel.
En su primera y reveladora carta conocida, escribió: «A mi señora madre Dña. Leonor Pérez… Hanábana… Octubre 23 de 1862: (…) ya todo mi cuidado se pone en cuidar mucho mi caballo y engordarlo como un puerco cebón, ahora lo estoy enseñando a caminar enfrenado para que marche bonito, todas las tardes lo monto y paseo con él, cada día cría más brío...».
A caballo por Santo Domingo
Adulto ya, Martí anduvo a caballo por Santo Domingo en 1892, 1893 y 1895. Quizá recordara los tiempos de aprendiz sobre su cabalgadura. Pero lo cierto es que fue esa la última tierra que cabalgó antes de viajar a Cuba en son de la guerra que llamó «necesaria», ataviado del noble propósito de construir una república «con todos y para el bien de todos».
El 31 de agosto de 1892, con 39 años, partió hacia ese país por primera vez, desde Nueva York, con escalas en Gonaives y Cabo Haitiano —en Haití— y en Dajabón y en Montecristi, República Dominicana.
De Montecristi a La Reforma (finca de Máximo Gómez), 20 leguas de caminos desconocidos los recorrió Martí sobre su corcel, el 11 de septiembre de 1892. Se detuvo en la casa del cubano Santiago I. Massenet.
En la finca La Reforma habló con el general Gómez. Los dos cabalgaron hacia Santiago de Los Caballeros y llegaron el 13 de septiembre. Y el 19 fue a visitar Martí sobre su noble bruto la vivienda del Ministro de Relaciones Exteriores de Santo Domingo, quien le comentó: «Señor Martí, ¡usted se mata! Tenga más cuidado con su persona». Le hablaba a un jinete con tanta ansiedad como el sudoroso animal que llenaba su bocado de blanca espuma. El Apóstol afirmó: «Esto es solo (…) un ensayo, pues estoy obligado a viajar por meses y años de esta y de peor manera».
El día 24, tras una larga cabalgata, el Maestro arribó a Puerto Príncipe, capital haitiana, donde estuvo diez días y luego partió hacia Jamaica.
El 30 de enero de 1895 volvió a República Dominicana. Del primero al 5 de marzo hizo un recorrido por Dajabón, en Santo Domingo. Después por Ounaminthe, Fort Liberté, Cabo Haitiano; y retornó a Montecristi: ¡todo el trayecto a caballo!
Uno de sus amigos de Santo Domingo, Augusto Franco Bidó, lo vio de esta manera: «Hace tres años se presentó en mi humilde residencia un hombre joven, de regular estatura, de tez blanca y ojos, pelo y bigote negros, altivo, diligente y cariñoso (…) Venía de jinete».
En Barahona y en distintos sitios de Santo Domingo —según escribió Carlos Motta— anduvo primero Martí sobre un arisco mulo, y en un vigoroso caballo después, con unas espuelas finas de plata que el propio Motta le prestó.
La tarde del 19 de febrero de 1895 llegó a la casa de Nicolás Ramírez, montado en una joven yegua alazana de casi siete cuartas de alzada, luego de transitar un buen tramo, hasta Santiago de Los Caballeros. Solo de Montecristi a esa ciudad lo separaba un largo tramo de irregular camino. Buen ensayo: ¡36 leguas a caballo!
El primero de marzo de 1895, por la mañana bien temprano, salió Martí también a caballo, rumbo a Cabo Haitiano, acompañado por Panchito Gómez Toro, el hijo del Generalísimo. Y luego, sobre un asustadizo potro moro azul, atravesó la frontera durante tres días de azarosa marcha.
Antes de llegar, arregló su pasaporte en la localidad de Ounaminthe. El día 2, en Dajabón, le dijo a Panchito que regresara y continuó él solo su peregrinaje, hasta que arribó a su destino, el día 3 a las cinco de la tarde, ya «graduado» de jinete que llevaba un evidente apuro…
Sobre Baconao en son de guerra
El 12 de mayo de 1895 llegaron Martí y sus compañeros a La Bija, en los campos de Dos Ríos, donde establecieron improvisado campamento. Allí pronunció el Apóstol un elocuente discurso. Contaron quienes lo oyeron ese día que de pie, sobre los estribos de su caballo, arengó a las tropas.
Al otro día, el 13 de mayo, el Maestro —según lo cuenta en su Diario— con el coronel Francisco Blanco, «Bellito», en buenos caballos, dio un breve recorrido por las cercanías y anotó: «Voy aquietando: a Bellito, a Pacheco, y a la vez impidiendo que me muestren demasiado cariño. Recorremos de vuelta los potreros de ayer...».
Martí luego montó sobre «el caballo bayo claro, casi blanco, de crines rubias, de seis y media cuartas de alzada, gallardo y muy brioso, regalo del general José Maceo», según refirió el comandante Rafael Gutiérrez en su trabajo La Heroica Acción de Dos Ríos.
Él mismo dijo que después de la muerte del Maestro, el corcel que montaba se quedó en la finca Sabanilla, con la prohibición absoluta de Gómez de que nadie lo montara, en recuerdo prácticamente sagrado del prócer caído.
Las versiones posteriores han pretendido distorsionar los hechos, al señalar que aquella bestia obsequiada al Apóstol por el hermano del Titán de Bronce, fue escogida especialmente porque el Maestro no era un avezado jinete. Y hasta se ha sugerido lo contrario: que murió porque su bestia era tan rebelde y briosa, de tanta «clase», que por su inexperiencia a caballo, no pudo dominarla y lo llevó, sin control, a la fuerza y en contra de su voluntad, ante el enemigo, aquel 19 de mayo de 1895.
¡Nada más alejado de la realidad! José Maceo le obsequió su bestia en Arroyo Hondo. Es cierto. Pero un animal excepcionalmente inquieto e hipersensible a las espuelas como aquel, se entrega solo a un diestro jinete cuya maestría la propia bestia detecta enseguida en su vigoroso lomo, sobre todo la que está acostumbrada a una destreza y un coraje como los de José, el de temperamento más bravo de los hermanos del Titán.
Eugenio Deschamps, un dominicano respetuoso e ilustre, dejó escrito que Martí en su estancia en Santo Domingo, en 1895, le recordó: «Cuando entré a caballo a la capital de usted, no hace dos años, en un peñón de las Antillas, donde nos juntó por unas horas la suerte, me saludó Manuel de Jesús Galván, su compatriota, con esta extraña exclamación: “¡He aquí lo que le faltó a la América, hasta ahora, el pensamiento a caballo!”».
Y al caer abatido en Dos Ríos, el recién ascendido Mayor General José Martí montaba con destreza innegable y muy seguro de sí mismo —la rienda en la mano izquierda y el revólver en la derecha— en el potente, brioso y guerrero caballo Baconao.
FUENTES: Diario de Montecristi a Cabo Haitiano, José Martí; La ruta de Martí. De Playitas a Dos Ríos, Rafael Lubián Arias, Mined, 1953; Martí en Santo Domingo, Emilio Rodríguez Demorizi, 1949; José Martí, Jorge Mañach, Tomo II, Editorial Mundo Nuevo, 1960; Semblanza biográfica y Cronología mínima, Roberto Fernández Retamar e Ibrahim Hidalgo Paz, Centro de Estudios Martianos, Editorial Pueblo y Educación, 1990; Caballos famosos por sus jinetes, Bohemia, 13 de julio 1990; Epistolario, Luis García Pascual, Tomo I, Editorial de Ciencias Sociales, 1993 y Granma, 18 de marzo 2007.
Mi bandera no ha sido jamás mercenaria
El conspirador hizo ondear aquel día por primera vez en suelo patrio la bandera cubana, traída a la Isla por las fuerzas invasoras 
Ventura de Jesús García Gutiérrez - Granma.- Hasta hoy se tiene como un hecho verídico. Cuentan que en el apogeo del festín, Emilia Casanova, joven de belleza impar e hija de un rico hacendado de origen canario, levantó su copa y dirigiéndose a quienes disfrutaban del suculento banquete osó brindar por la independencia de Cuba.
La intrepidez de la joven no tomó en cuenta el consejo de su padre, quien momentos antes le había advertido que dominara cualquier comentario favorable al suceso sobre la Bandera.
El acto sublime dejó pasmada a la prominencia española, que aquel día de mayo de 1850 se reunió en el casino cardenense para celebrar la victoria frente a los invasores que irrumpieron unos días antes por las costas del pueblo, capitaneados por Narciso López.
A la rancia aristocracia cardenense no se le ablandó el corazón. Por aquella “locura”, Emilia fue condenada al destierro junto a toda su acaudalada familia. En Estados Unidos conoció a Cirilo Villaverde, con quien contrajo matrimonio. Según relata el historiador Ernesto Álvarez Blanco, la joven siempre mantuvo una actitud rebelde y jamás dio la espalda a su Patria.
Pese a su fugaz estancia en el territorio, la historia de esta mujer forma parte de la memoria ya legendaria de los cardenenses.
LA CELEBRIDAD DE LA DOMINICA
En la madrugada del 19 de mayo de 1850, una expedición encabezada por el general venezolano Narciso López desembarcó y ocupó por algunas horas el poblado de Cárdenas. Según consta en las actas capitulares las fuerzas avanzaron hasta llegar a la plaza fundacional y luego se dirigieron a la tenencia de Gobierno situada muy cerca, en una casa alquilada a Elizardo Capote, hoy hotel La Dominica.
Más que el acontecimiento en sí mismo, de marcado carácter anexionista, la notoriedad del suceso pende de un incidente que a la postre dio renombre a la costera localidad matancera y marcó una pauta en la historia de Cuba. El conspirador hizo ondear aquel día por primera vez en suelo patrio la bandera cubana, traída a la Isla por las fuerzas invasoras. El estandarte se izó en el edificio donde entonces radicaba la Casa de Gobierno.
El sitio es un lugar apreciado por los cardenenses y despierta la curiosidad de los visitantes. Se trataba de una casa de cantería y tejas, de dos plantas y de estilo neoclásico, con diversos usos desde su fundación.
A partir de la década del sesenta del siglo XIX se estableció allí un café y luego un hotel. Desde entonces se le conoce como La Dominica. El establecimiento se convirtió rápidamente en el preferido de la sociedad cardenense.
“En diciembre de 1882 los salones de la planta alta de este edificio fueron ocupados por el Club de Cárdenas. Entre 1892 y 1898, esta sociedad se convirtió en un centro conspirativo de primer orden, ya que sirvió frecuentemente de sitio de reunión a los miembros activos de la delegación del Partido Revolucionario Cubano y de su Servicio Secreto, constituida en Cárdenas durante la Guerra del 95.
Aunque se trata de un hecho sin confirmar, hay quienes sostienen que en noviembre de 1893 se hospedó en La Dominica el general Antonio Maceo, durante la visita que realizó clandestinamente a Cárdenas con objeto de despistar a sus perseguidores. Dicen que aprovechó la ocasión para recorrer los sitios que fueron escenarios de los principales acontecimientos vinculados al ataque y toma de Cárdenas por Narciso López.
El 19 de mayo del 2000, en ocasión de conmemorarse el aniversario 150 del izamiento de la bandera, el edificio fue declarado Monumento Nacional. Debido a su actual estado de deterioro se aprobó una inversión a consumarse en dos años para restituirle al inmueble su antiguo esplendor, según explicó Eduardo Pérez Díaz, vicepresidente del Gobierno en el municipio.
NUESTRA BANDERA, SÍMBOLO NACIONAL
Carlos Segura Torres, especialista de la Oficina de Asuntos Históricos del Comité Provincial del Partido, se ve particularmente atareado por los días en que se conmemora el aniversario 165 de tan importante acontecimiento. 
Entusiasmado, accedió a conversar sobre un tema que lo ha ocupado por mucho tiempo.
—¿Cuáles son los orígenes de nuestra bandera?
—A propuesta de Narciso López fue diseñada por el matancero Miguel Teurbe de Tolón y de la Guardia (a quien en su época le llamaron El Poeta de la Libertad), y bordada por su prima y esposa Emilia Margarita Teurbe Tolón y Otero. El original en lienzo surgido de sus manos sirvió de modelo para la confección de la bandera que encabezó la expedición de Narciso López y que ondeó por vez primera en suelo patrio.
“Después de ser arriado, el estandarte fue salvado por el también matancero Juan Manuel Macías Sardiñas, quien formó parte de la expedición. Este lo guardó celosamente por años, hasta ser donado por su familia. Actualmente se encuentra expuesto en el museo de la ciudad de La Habana.
“A pesar del carácter anexionista que identificaba a Narciso López, los simpatizantes por la independencia de Cuba la hicieron suya y en 1869, en la Asamblea de Guáimaro, adoptaron el acuerdo de que fuera la Enseña Nacional atendiendo al hecho cierto de que cuando estalló la insurrección de La Demajagua, ya la bandera de López tenía sus mártires y antigüedad.
“Por eso la de Yara cedió su lugar al pabellón patrio, saneado su nacimiento, según Martí, con la muerte de López y Agüero. Es expresión genuina de los más de cien años de lucha del pueblo cubano por obtener su verdadera y definitiva independencia”.
¿Para usted, cuál es el mérito mayor de la bandera cubana?
—Desde su génesis la bandera cubana ha estado presente en el devenir histórico de nuestra patria y defendida por cada cubano en las diversas luchas hasta la actualidad, purificada por el sacrificio, el valor y la sangre derramada de varias generaciones.
“Honrarla hoy y siempre es la mejor garantía de mantener la identidad, la cultura, los valores y la espiritualidad de los cubanos. Nuestra Enseña Nacional es símbolo de respeto, hermandad entre los pueblos y el mérito mayor, como bien dijo Bonifacio Byrne, es que no ha sido jamás mercenaria”.
Fue sin dudas la bandera cubana, aquella que se izara por vez primera en La Dominica, la que inspiró a la joven Emilia Casanova a levantar su copa y brindar por la independencia de Cuba.
Dedican al aniversario 120 de la caída de José Martí exposición Con el morir la vida
La exposición fo­to­gráfica Con el morir la vida, fruto de la paciente labor investigativa y de recopilación del arquitecto Omar López Rodríguez
Eduardo Palomares Calderón - Granma.- La exposición fo­to­gráfica Con el morir la vida, fruto de la paciente labor investigativa y de recopilación del arquitecto Omar López Rodríguez, de hasta el más simple detalle relacionado con la Ruta Funeraria de José Martí, quedó inaugurada en la sede de la Oficina del Conservador de la Ciudad, en homenaje al Héroe Nacional en el aniversario 120 de su caída en combate.
Acompañada previamente de una conferencia magistral al respecto del propio Direc­tor de la Oficina, el acontecimiento derivó en una crónica de la existencia del Héroe Nacional cu­bano, que narrada con esa pasión con que Omar suele hablar de la Ciudad Heroica, cautivó a todos sobre la grandeza del más universal de los cubanos.
Según confesó fue hace 20 años la en­comienda del inolvidable Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, para que junto a un grupo de jóvenes participara en la restauración de ese emblemático monumento que constituye el mausoleo del Apóstol en el cementerio Santa Ifigenia, lo que definitivamente lo dejara prendado del tema.
“Era imposible celebrar el centenario de su gloriosa muerte con esa joya funeraria agrietada, con sus mármoles sin luz, y como cada detalle está inspirado en el pensamiento martiano, profundizamos en una investigación que dio lugar a nuestro libro Piedras imperecederas en la Ruta Funeraria de José Martí, el mismo que hoy nos inspira para volver a honrarlo dos décadas después, este 19 de ma­yo”, explicó.
Pero más allá de la inmortal senda emprendida, tras la caída en Dos Ríos, por el cementerio de Remanganaguas, Palma Soriano, el Ferro­carril de Sabanilla a Maroto, el cuartel de Ca­ba­llería de San Luis de las Enramadas, hasta el ni­cho 134, el Templete, el Retablo de los Héroes, y definitivamente el digno mausoleo en Santa Ifigenia, la exposición se inicia en la casa natal de la calle de Paula, en La Habana.
Se trata de cerca de alrededor de 170 fotografías y grabados expuestos en 25 murales en blanco y negro, y en color, según la época, que previamente trascienden por su familia, el niño de ideas patrióticas llevado a prisión por “conspirar” contra España, los amores del Martí hombre, su obra literaria, las batallas en el campo de las ideas, la emigración y el desembarco por Playita.
Omar López aseguró que atendiendo al valor del sitio de veneración al Apóstol, hoy existe una rutina de conservación del mausoleo y sus áreas aledañas, pues unido al Retablo de los Mártires, donde reposan los combatientes del Moncada y luchadores clandestinos, y al panteón de internacionalistas caídos en tierras hermanas, conforman una impresionante área monumental.
Las palabras de apertura de la exposición es­tuvieron a cargo de la Historiadora de la Ciudad, doctora Olga Portuondo Zúñiga, quien señaló: “hoy el monumento es ara donde cada patriota u hombre de allende los mares, se detiene a reflexionar en el ideario de aquel que quería la dignidad plena para todos los cubanos”.
“El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente”
“¿Qué has hecho, maestro?”, escribió uno de los discípulos literarios de Martí al conocer de su muerte en combate
Pedro Pablo Rodríguez - Granma.- “¿Qué has hecho, maestro?”, escribió uno de los discípulos literarios de Martí al conocer de su muerte en combate. Aquel escritor no podía admitir que un intelectual del calibre del cubano, que un artista de las letras hubiese entregado su vida en un hecho de armas.
No era vanidad artística lo que dictó tal dolido reproche ante el triste suceso. Otros intelectuales cubanos e hispanoamericanos quedaron también consternados, tanto como muchos de los colaboradores de Martí en las tareas patrióticas de la emigración, quienes se lamentaron de su presencia en la manigua. No olvidemos que solo unas semanas antes del combate de Dos Ríos, cuando un periódico de Nueva York publicó que Martí se hallaba en Cuba, fue que Gómez y los jefes que le rodeaban preparando la salida de República Dominicana hacia nuestra isla aceptaron, tras su ardua y apasionada argumentación, que el Delegado embarcase con ellos.
Recordemos que momentos antes de recibir Martí los disparos fatales, el General en Jefe, mientras cargaba sobre la columna española empujado por el entusiasmo de su tropa, se sintió obligado a conminarle que no continuase en primera línea. Máximo Gómez quiso así resguardar al mejor de los amigos y al alma del levantamiento, como escribiría en la noche del aquel 19 de mayo en su diario de campaña.
No son quizá las mismas razones en todos los casos, pero no hay dudas de que las opiniones adversas a que Martí fuese a la guerra se sustentan, coincidentemente, en la apreciación de la excepcionalidad de su persona en sus diversas manifestaciones, en su altísimo valor para Cuba y nuestra América como escritor, como pensador, como dirigente político. En muchos patriotas se evidenció el criterio de que el verdadero lugar, el imprescindible momento de Martí era el de la república que se crearía tras el triunfo sobre la metrópoli, sin entender quizá que a aquella solo se arribaría si la revolución del 95 navegaba exitosamente en el plano bélico y si marchaba sobre los rieles adecuados que conducirían hacia ese futuro deseado.
Hasta la tesis de que Martí cometió suicidio, de que buscó la muerte ex profeso, tan combatida con incontables y sólidos argumentos por los historiadores y la aplastante mayoría de sus estudiosos, parece a veces —a pesar de su absoluta falta de lógica— una manera de excusar su cabalgata hacia la pelea. Pensar que quiso inmolarse para impulsar a su pueblo a la pelea o para demostrar su entrega a la patria a quienes pudieran rechazarle, no deja de reconocer, de algún modo, su elevado sentido del patriotismo, por más que estoy plenamente convencido de que ese amor a Cuba no pasaba en él por regalar su existencia.
En primer lugar, porque son innumerables las muestras en sus escritos de su conciencia acerca de su propia significación nacional y continental —y hasta universal— dados sus profundos objetivos antimperialistas, de libertad social e individual, de perfeccionamiento humano, de contribuir al equilibrio del mundo y de mostrar la utilidad de la virtud.
No podía suicidarse, en segundo término, quien se planteó meridianamente, y desde su desembarco en Cuba trabajó para así lograrlo, la necesidad de darle una conducción política al movimiento armado. Está más que comprobado en la documentación que por entonces escribiera, que desde antes del 19 de mayo Martí se hallaba envuelto en la muy seria labor de organizar la asamblea de representantes de los patriotas sobre las armas para constituir una dirección política de la guerra, reunión en la cual depondría su autoridad como Delegado del Partido Revolucionario Cubano.
Y si algunos han dicho o insinuado que buscó la muerte porque estaba desengañado o cansado de la vida, de sus golpes y fracasos, obviamente no han entendido nada de lo escrito por él o, simplemente, no lo han leído, ni han revisado los juicios y testimonios de quienes le trataron y le conocieron. Tal conducta débil y cobarde no concuerda con la de la persona que demostró siempre y en todos los terrenos una fuerza de voluntad indomable.
Por eso, si ante las palabras de Gómez, seguramente dichas en medio del fragor del combate con toda la autoridad del General en Jefe, se apartó de la carga que este lideraba, es consecuente, muy consecuente, su conducta de volver al choque. El Delegado, ya Mayor General desde el 15 de abril de 1895 designado por Gómez en consejo de jefes, ¿quedaría atrás, al margen de la lucha? ¿Semejante actitud era compatible con esas responsabilidades y con la costumbre mambisa de que los jefes combatiesen al frente de las tropas? ¿Regresar al campamento donde poco antes su palabra había enardecido a esos guerreros? ¿Para él era ello digno y honrado? ¿Quedarse quieto, al abrigo del campamento, lejos de los disparos, quien penó siempre por no haber peleado antes?
Lógica política, respeto por su condición de líder, sentido del deber y voluntad de completar con el bautismo de fuego la muestra de su patriotismo, vergüenza de cubano de ley, estoy completamente seguro que se unieron en los sentimientos del Maestro para intentar la vuelta al combate.
Si al presentarse ante los emigrados de Nueva York por vez primera en Steck Hall, el 24 de enero de 1880, proclamó la idea que titula este texto, en la carta de despedida a su madre, el 25 de marzo de 1895, le escribió: “El deber de un hombre está allí donde es más útil”. Cortaba así de antemano el juicio materno contrario siempre a su dedicación libertadora, y nos indica al mismo tiempo que sí consideró útil —y necesaria— su entrada en Cuba, en la guerra alzada por él.
Por eso, el 18 de mayo, en la carta inconclusa a Manuel Mercado, reconoce el peligro en que se encontraba de dar su vida por su país al igual que por su deber, y a la vez le explica al amigo cómo estaba cumpliendo ese deber desde su llegada a Cuba.
No sé si el impacto de las balas le dio tiempo a pensar. Sí me atrevo a asegurar que cabalgó aquel mediodía feliz, pleno, alegre como aquella fuerza mambisa que en su mayoría se estrenaba con aquel encuentro en las lides de la guerra, de aquella guerra que abría paso a la revolución de José Martí. Cumplía el deber, su deber, como hemos de hacer sin mirar de qué lado se vive mejor.
(*) Investigador del Centro de Estudios Martianos. Miem­bro de Número de la Academia de la Historia de Cuba.
“Juntos para ahora y para después”
La máxima de unión y bien para todos, que tenía y promulgaba aquel hombre maravilloso caído en combate hace 120 años, late hoy en Cuba y Latinoamérica...
Ivette Villaescusa - Cubahora
“Juntos para ahora y para después”
José Julián Martí Pérez: (La Habana, 28 de enero de 1853 - Dos Ríos, 19 de mayo de 1895). Héroe Nacional de Cuba. Cubano de proyección universal que se convirtió en el más grande pensador político hispanoamericano del siglo XIX. Autor de una obra imprescindible como fuente de consulta para todas las generaciones de cubanos. Sus poemas, epistolario, artículos periodísticosy discursos lo sitúan como un intelectual de vasta cultura.
“(…) juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo (…)”, exhortaba José Martí en el discurso pronunciado el 26 de noviembre de 1891 en el Liceo Cubano de Tampa, en el que más adelante insistía: “(…) ¡Unámonos (…) juntemos las manos (…)!”. Y terminaba: “(…) pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: 'Con todos, y para el bien de todos'”.
Ese ideal, ese precepto de unión, serían recurrentes en la oratoria y los textos martianos, en su sin par prosa periodística y literaria, en sus diligencias revolucionarias y organizativas. En ellos hizo constante hincapié en la preparación de la Revolución que continuaría a partir del 24 de febrero de 1895, con varios alzamientos, esencialmente en el oriente del territorio insular.
El Maestro había profundizado en las experiencias independentistas hispanoamericanas y en los obstáculos para el término victorioso de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), entre los que prevaleció la desunión, aprovechada por el enemigo; y advirtió lo cardinal de la unidad para poner fin a la dominación española.
Lo estipulaban las Bases de Partido Revolucionario Cubano, aprobadas el 5 de enero de 1892 y proclamadas el siguiente 10 de abril por las emigraciones cubana y puertorriqueña. El Artículo 1, planteaba: “El Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”. Y el Artículo 6: “El Partido Revolucionario Cubano se establece para fundar la patria una, cordial y sagaz (…)”.
Con tales intenciones, el Delegado recorrió ciudades norteamericanas, centroamericanas y caribeñas; en puertos y estaciones de trenes era recibido por los emigrados con ostensibles muestras de afecto y respeto; articulaba discursos en mítines, veladas, fábricas de tabaco como la del cubano Eduardo Hidalgo Gato, en Cayo Hueso, y la del español Vicente Martínez Ibort, en Tampa.
En aquel peregrinar político-social utilizaba su don de convencimiento para abogar porque los intereses de la patria se pusieran por encima de los personales, desplegaba una aguda faena divulgativa en pro del proceso de aproximación entre los veteranos de la Guerra Grande como Máximo Gómez, Flor Crombet, Antonio y José Maceo, y otros futuros insurrectos que iría sumando, con sus dotes y carisma.
Su incansable búsqueda y afianzamiento de alianzas, de concurso al proyecto en común, se imbricaban con su ideario antiimperialista, sin dejar de distinguir en la sociedad desigual de los Estados Unidos de América, los designios del imperio y lo elogiable de sus talentos. “(...) Ni se debe exagerar sus faltas de propósito, por el prurito de negarles toda virtud, ni se ha de esconder sus faltas (…)”, anotaba en “La verdad sobre los Estados Unidos”, publicado en el periódico Patria el 23 de marzo de 1894.
El 18 de mayo de 1895, el día antes de caer en combate en la oriental zona de Dos Ríos, desde el campamento escribía a Manuel Mercado, en carta considerada su testamento político, las conocidas líneas de que estaba en peligro de dar la vida por su país, por el deber “de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan (…) sobre nuestras tierras de América (…)”.
A 120 años de la muerte de nuestro Héroe Nacional, el mayor general José Martí Pérez, cuando marchaba con fuerzas del Ejército Libertador a enfrentar la columna española del coronel José Ximénez de Sandoval, la unión de los pueblos latinoamericanos y caribeños es una inobjetable realidad, la unión de los cubanos sigue siendo un baluarte de la Revolución, un arma insustituible para resistir y mirar al futuro; “juntos para ahora y para después”.
Mariana Grajales en la visión de José Martí
La tarea que nos queda por hacer 
Felipe de J. Pérez Cruz
Los 120 años de la caída en combate del Héroe Nacional José Martí Pérez (1853-1895), el 19 de mayo de 1895, se celebran con no pocas actividades de pensamiento. En justicia, alrededor de Martí y su obra, trabajaa lo largo de la geografía del país, un nutrido y talentoso colectivo de cientistas y activistas, y esta es hoy por hoy, una de las esferas de la historia y cultura cubana, que mejor se ha preparado para sistematizar y organizar su aporte a la educación y la construcción de la memoria, y la conciencia histórica de las presentes y futuras generaciones de cubanos y cubanas. Es legítimo entonces el que desde las fortalezas marianas, nos propongamos avanzar en otros campos de menor fertilidad. Este es el caso del debate alrededor de la honorífica revolucionaria, en vísperas de conmemorar el Bicentenario del nacimiento de la Madre de la Patria Mariana Grajales Cuello.
Frente a la propuesta de que el Consejo de Estado de la República de Cuba, otorgue a Mariana el título honorífico de Madre de la Patria, hay opiniones contrarias que pretenden sustentarse desde la declaración de Madre, hecha por Martí en homenaje póstumo.
El rescata del pasado-presente heroico
José Martí, quien se auto reconoció continuador de la gesta bolivariana (1810.1830), y en tanto articulador por excelencia de un proyecto-país que se abría a lo político desde el ámbito ético, ideológico y cultural; comprendió la trascendencia educativa y formativa de los panteones heroicos, tanto en lo que a la consolidación de la identidad patria se refiere, como al aporte de universalidad que cada pueblo tributa a su época y mundo.
El fundador del primer Partido Revolucionario Cubano en 1892, se dio a la tarea de rescatar, estudiar y sistematizar, la historia del proceso histórico revolucionario recién transcurrido . La Historia debía escribirse para que "... perdurase y valiese, para que inspirase y fortaleciese", afirmaba .
No fue una tarea fácil, se trataba de una epopeya reciente, plagada de contradicciones y desencuentros, donde supo hallar la medida del mérito, la reflexión que ayudara a la prospectiva, y sobre todo, la fundamentación y estímulo para educar en solidaridad, justicia, igualdad y dignificación humanas, como bases indispensables de la unidad política de todos los revolucionarios, de su intransigencia e ímpetu en el combate emancipador. Rendir tributo a los héroes y continuar su ejemplo, para arrastrar tras de sí a la nueva generación junto con los veteranos, será uno de los ejes de labor histórica martiana. En estos propósitos afirmará: "... aquella década magnífica, llena de épicos arranques y necesarios extravíos, renace con sus héroes, con sus hombres desnudos, con sus mujeres admirables, con sus astutos campesinos, con sus sendas secretas, con sus expedicionarios valerosos. Ya las armas están probadas, y lo inútil se deshecha, y lo aprovechable se utiliza...Ya fructifican nuestras miserias, que los errores son una utilísima semilla. La intuición se ha convertido ya en inteligencia: los niños de la revolución se han hecho hombres" .
Martí prestará especial atención a significar el aporte femenino en la Revolución. El modelo de mujer mambisa, que promocionan los combatientes de la guerra, era elde la abnegación, el sacrificio, y la fortaleza en la adversidad de las mujeres cubanas. Las mambisas se caracterizaban como hijas y novias devotas, esposas ejemplares, madres admirables, deber ser que se constituiría en tradición heroica sustentada en los hechos, pero que llevaba implícita las limitaciones sexistas y machistas consustanciales a la cultura de dominación predominante. La tradición espartana grecolatina, asumida desde la doctrina del martirologio cristiano, enfatizaba en el tema del sacrificio y la entrega. La visión martiana, parte del imaginario existente, para trascenderlo, y aportar un novedoso enfoque de la equidad de géneros: (...) las campañas de los pueblos –afirma- sólo son débiles, cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer; pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer, tímida y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño- la obra es invencible” . Para Martí "(...) las ideas (...) no están seguras hasta que las mujeres no las aman" . Para el: "Nada perdura sin la gracia. La mujer, de instinto, divisa la verdad y la precede" .
Hay en la profusa obra martiana, un significativo seguimiento a la historia de las mujeres mambisas, para resaltar el protagonismo de la mujer en función de las diversas tareas patrióticas que cumplió, como combatiente, enfermera, pilar del aseguramiento de retaguardia, mensajera, agente de la inteligencia mambisa, activista de propaganda y financiación en la emigración; todas para el Apóstol, labores heroicas, que desempeñaron las féminas cubanas en el movimiento de liberación nacional.
El epistolario martiano da cuenta del amplio abanico de caracteres femeninos, que logró aunar como sus amistades personales, para dar continuidad a la guerra revolucionaria, entre las que se destacan las esposas y madres de los jefes y combatientes de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), así como una amplia red de colaboradoras que logró articular a los fines de la fundación de clubes, la propaganda y el trabajo secreto del Partido Revolucionario Cubano. En esta obra martiana Mariana Grajales Cuello tuvo un lugar cimero.
Mariana Grajales
Para el Héroe Nacional, entre las numerosas mujeres que jalonaron la historia del movimiento de liberación nacional cubano en el siglo XIX, Mariana fue síntesis, esplendor y leyenda.
La historia-leyenda de Mariana Grajales en la Guerra de los Diez Años, se había extendido por en un exilio patriótico, que siguió con pasión los andares del General Antonio Maceo Grajales , devenido en figura principal de cuanto plan o conspiración se tejió para reiniciar la guerra independentista. Conoce Martí que de todos los hijos de Mariana Grajales, 12 participaron en las gestas independentistas del siglo XIX , y que allí en la manigua, durante los diez años de guerra, había estado la madre defendiéndoles la vida, al frente de una unidad sanitaria del Ejército Libertador, alentándolos y exigiéndoles disciplina, constancia, altura ética. Marcos, su esposo, es quien primero cae en combate. Le seguirían Justo Germán, Fermín, Julio y Miguel. Firmada la paz del Zanjón, desde las montañas guantanameras, Mariana alentó la rebeldía indomable del General Antonio en la histórica Protesta de los Mangos de Baraguá, de Felipe y José, mientras atendía a la recuperación de sus hijos Rafael y Tomás, heridos en combate .
Sobre esta epopeya de Mariana, el propio Martí narraría: ¿Su marido, cuando caía por el honor de Cuba no la tuvo al lado? ¿No estuvo ella de pie, en la guerra entera,rodeada de sus hijos? ¿No animaba a sus compatriotas a pelear,y luego,cubanos o españoles, curaba alos heridos? ¿No fue,sangrándole los pies,por aquellas veredas, detrás de lacamilla de su hijo moribundo, hecha de ramas de árbol? ¡Y si alguno temblaba, cuando iba a venirle al frente el enemigo de su país,veía a la madre de Maceocon su pañuelo a la cabeza,y se le acababa el temblor! ¿No vio a su hijolevantarse de la camilla adonde perecía de cinco heridas, y con una manosobre las entrañas deshechas y la otra en la victoria,echar monte abajo,con suescolta de agonía,a sus doscientos perseguidores?
Martí sabía de la participación conspirativa de Mariana cuando se reinicia la lucha, con la llamada Guerra Chiquita (1879-1880), donde participan José, Rafael y Felipe. Una vez concluida la contienda, luego del acuerdo de paz, el mando español, traiciona y apresa en alta mar a los tres hermanos combatientes, y los envía como prisioneros a las mazmorras españolas en tierras africanas, junto con la esposa de José y un hijo de este. Mariana peleará con todos sus recursos de madre por la liberación de sus hijos, y el regreso de la nuera y el nieto. El 2 de mayo de 1882, muere enfermo Rafael, como consecuencia de los malos tratos acumulados en prisión, pero su desaparición le será ocultada a madre por la familia, para no hacerla sufrir más. En agosto del propio 1882 se da la primera fuga de José, y su apresamiento en Gibraltar. Dos años después volvería a intentarlo, ahora con éxito. Felipe, el mayor de los hijos, regresarátras nueve años de presidio, ya frisando los 60 años, para incorporarse a las tareas de la emigración patriótica
La familia Maceo-Grajales, extendida en el Caribe y Centro América, tenía por centro vital la casa de Mariana en Kingston, Jamaica, parada obligada de cuanto patriota llegaba a la vecina isla. Martí visita a Mariana por primera vez el 12 de septiembre de 1892. La conoce por historia y sin dudas se preparó para el encuentro, pero la vivencia personal de la heroína y la empatía que los concertó, sobrepasó toda expectativa. Vio en la recia mujer, madre y mulata, el símbolo de todo el heroísmo y la entrega de las patriotas cubanas. El Apóstol escribe sobre ella, con“entrañable afecto, con la suavidad de hijo”, como si tratara con “la raíz del alma”.
Martí en su precursora labor de exaltar sus méritos y aportes,enfatiza en “esa Madre de los Maceo que quería a todos los cubanos que luchaban por la independencia. Y abría las puertas de su hogar a todos, como madre de todos” . Es en esta visita que también conocea María Magdalena Cabrales Fernández, esposa del General Antonio y a otros familiares, que vivían con Mariana . El joven líder conquista el amor de la madre y de la familia que la acompaña.No ha pasado un mes del feliz encuentro, y el 6 de octubre publica en Patria su primera semblanza de la madre de los Maceo:Ya estáyéndosele la madre, cayéndosele está ya la viejecita gloriosa en elindiferente rincón extranjero, y todavía tiene manos de niña paraacariciar a quien le habla de la patria” . El 24 de octubre, se funda en Kingston,el club “José Martí’ el primero femenino del Partido Revolucionario Cubano fuera del territorio estadounidense, que eligió como su Presidenta a María Cabrales.
Mariana para Martí trascendía en lo ideológico. La sintió simiente de la poderosa retórica antirracista que, comenzó a florecer durante la primera rebelión anticolonialista, y para quien situaba la igualdad racial como base de la nación cubana, este valor resultaba trascendental. Comprometido Martí con la emancipación femenina, Mariana le modelaba la mujer que rompió en su tiempo con el esquema mental sexista y machista. No es casual que el General Antonio Maceo, comparta el reducido grupo de jefes mambises, que premiaron los méritos de guerra de las mujeres, concediéndoles grados militares.
Martí –como afirma Joel Mourlot Mercaderes-, fue quien más caló en su alma, el valor de la imagen, de la significación de Mariana Grajales para Cuba, desde que la conoció . Comprendió con su superior sensibilidad humanista y fina agudeza política, cuánto valor y representatividad encerraba la madre de los Maceo, cuánto podía aportar su historia y prestigio, a la obra de unidad y rescate de la epopeya mambisa que se había propuesto. Y multiplicó en el más amplio teatro de la nación en construcción, lo que ya se había revelado a los combatientes que la conocieron y aquilataron en la guerra. Presentó el Apóstol a Mariana, con la precisión del ideólogo, la pasión del propagandista revolucionario, y el verbo hermoso del poeta, y lo hizo en Patria, el órgano del Partido Revolucionario Cubano, que llegaba a todos los y las patriotas en la emigración, y se introducía clandestinamente en Cuba.
Martí en Patria, inmortalizó la leyenda y la historia de Mariana, y narró para todas las épocas la entrega de la madre amantísima, destacada en la retaguardia mambisa. Retrató con su prosa fuerte y hermosa el día en que con la tumba recién abierta de uno de sus hijos, con dos de ellos heridos graves y Antonio herido en el pecho, ensangrentado y moribundo, no solo supo exigir sosiego y salvar al Titán, sino que con todo el dramatismo del momento, le ordenó a su hijo Marcos, que ya era hora de que se incorporara al combate armado .
Martí subrayaba cómo ya muy anciana, Mariana seguía forjando valores en sus descendientes, contaba las hazañas de sus hijos, y continuaba conminando a la joven generación, a asumir su deber de continuar la lucha por la emancipación nacional: “Con su pañuelo de anciana a la cabeza, con los ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con fuego inextinguible, en la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba de las glorias de ayer, y de las esperanzas de hoy… .
En vísperas de la nueva guerra, Mariana Grajales Cuello fallece el 27de noviembre de 1893, para convertirse de inmediato en estandarte ideológico, en ejemplo que moviliza, realidad que José Martí asume como prototipo de mujer y madre patriota. Al dar la noticia de la desaparición física de la excelsa combatiente revolucionaria en el periódico Patria, el 12 de diciembre de 1893, el Apóstol escribió: ¿Qué, sino la unidad del alma cubana, hecha en la guerra, explica la ternura unánime y respetuosa, y los acentos de indudable emoción y gratitud, con que cuantos tienen pluma y corazón han dado cuenta de la muerte de Mariana Grajales, la madre de nuestros Maceo?Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma…Patria en la corona que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone una palabra: ¡MADRE!” .
En carta al General Antonio Maceo, escrita tres días después de la crónica de honor en Patria, le dice, refiriéndose a Mariana: “Vi a la anciana dos veces, y me acarició y miró como a hijo, y la recordaré con amor toda mi vida.” . “De león y de leona” vino Antonio Maceo enfatizará Martí, con su amplia visión integrativa de género.
Trascender y emular el 1893
Se afirma que Mariana no necesita que hoy se le reconozca institucionalmente Madre de la Patria, porque ya lo hizo José Martí en su propia época. Sin dudas Martí conoce la tradición heroica de nacionalismo latinoamericano. Ha vivido en México y sabe de la designación de Leona Vicario como Madre de la Patria, incluso menciona a la patriota mexicana en sus apuntes . No es casual que al concluir su crónica de homenaje, la signifique como MADRE. Pero no basta dejar el tema en el año 1893.
Venimos de la crítica a una enseñanza y divulgación de la Historia que -como otras disciplinas sociales-, fueron obligadas a partir de los años setenta del pasado siglo, a ser siervas de la filosofía política, y no sus compañeras en dignidad de ciencia, práctica revolucionaria y pronóstico. Se explica entonces el rechazo prejuicioso que produce en no pocos profesionales de la Historia y de las ciencias sociales, a todo aquello que se perciba como una “intervención” desde “la política”. Probablemente ahí está la raíz de las incomprensiones y la subvaloraciones que existen alrededor de la disciplina premial, y el sentir anti estatista como ente “contaminador” del juicio y la dignidad histórica, que subyace en algunas de las posturas que se manifiestan en contra del otorgamiento por el Consejo de Estado, del título de Madre de la Patria a Mariana Grajales. Pero la psicología del rechazo a las supra autoridad de “lo políticamente correcto”, hoy ha sumado nuevos mimetismos acríticos, tan empobrecedores o más, que los ya criticados procedentes del modelo burocrático partidista soviético. No muchos compañeros y compañeras se percatan, de que los vacíos provocados por la acción combinada del no-conocimiento, la devaluación del marxismo y su lenta recuperación como teoría y método revolucionario, y el prejuicio a “lo político”, los están llenando cada vez más el liberalismo y varias mesclas eclécticas de la peor especie.
En el caso que nos ocupa, los colegas y las colegas que están detenidos en 1893, olvidan que la proclamación martiana, incluyó y nos dejó una tarea para este tiempo. Martí como líder político tenía ante sí la inmensa y compleja obra de la unidad nacional, y no podía permitirse dar paso a ninguna acción que pudiera ser manipulada por los intereses contrarios. En la crónica de referencia a la muerte de Mariana, precisa esta situación: “Por compasión a las almas de poca virtud, que se enojan y padecen del mérito de que no son capaces, y por el decoro de la grandeza más bella –refiere Martí-,en el silencio,sujetaremos aquí el elogio de la admirablemujer, hasta que el corazón, turbado hoy en la servidumbre, pueda, en la patria que ella no vio libre, dar con el relato de su vida, una página nueva a la epopeya. Las cubanas y cubanos de hoy tenemos esa deuda con Martí.
Hoy no tenemos “que sujetar el elogio”. Nuestro corazón no está “turbado en la servidumbre”. Vivimos en la patria libre “que ella no vio”.Tenemos entonces que cumplir la tarea que el Apóstol nos dejó, para este preciso momento:Hacer del relato de su vida, una página nueva a la epopeya revolucionaria cubana. ¿Y quién mejor que el Estado revolucionario, junto con sus ciudadanos y ciudadanas, para cumplir tal demanda martiana?
¿Por qué “sujetar el elogio, cuando podemos hacer valer nuestro derecho constitucional y la Ley de condecoraciones y títulos honoríficos que muy bien nuestro Estado en tanto Poder del pueblo, en servicio del propio pueblo, se ha dictado?

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