domingo, 3 de mayo de 2015

¿Un presidente en ejercicio o un presidente en campaña?


¿Un presidente en ejercicio o un presidente en campaña?

Por Ismael Reyes. 3 de mayo de 2015 - 12:08 am - 0 Comentarios
Ismael Reyes

Ismael Reyes

Político, economista y abogado de la República Dominicana.
Una de las cosas que perderíamos si finalmente el presidente Danilo Medina logra hacer pasar la posibilidad de repostularse, es la capacidad de distinguir a un presidente en ejercicio de sus responsabilidades constitucionales frente a un presidente que lo subordina todo a sus ambiciones reeleccionistas. Con todas las consecuencias negativas que esto implica para nuestra institucionalidad democrática y para el país.
Si perdemos esta capacidad de distinción no sabríamos, si el presidente, por ejemplo, al desarrollar los programas sociales del Gobierno, como el Plan Social de la Presidencia de la República, lo está haciendo para obtener ganancias políticas personales y a la vez contrarrestar las acciones proselitistas de la oposición, que competiría en condiciones muy desventajosas.
Porque al concurrir a un certamen electoral con un presidente en campaña, no solo se está compitiendo con un candidato, sino también con el poder del Estado, el mismo Estado que Danilo dijo que lo derrotó cuando perdió frente a Leonel las elecciones internas por la candidatura presidencial del PLD. Y el mismo Estado que estaría supuesto a avasallar a la oposición con la emisión de millones de tarjetas Solidaridad para asegurar la fidelidad clientelar y aumentar cantidad de votos cautivos.
El Partido Revolucionario Dominicano, PRD, y su candidato presidencial, Ing. Miguel Vargas, son partidarios de desarrollar sus acciones políticas en consonancia con los postulados y principios basados en la valiosa herencia peñagomista, la cual es esencialmente anti-reeleccionista
Si ya no podemos diferenciar a un presidente en campaña abierta de un presidente en cumplimientode sus deberes y atribuciones del cargo, no sabremos si al inaugurar una obra, lo está haciendo como candidato a sucederse o como presidente, pues la línea divisoria es tan tenue que a ratos se invisibiliza, haciendo que se cruce constantemente de un terreno a otro.
Las tareas y objetivos de un presidente en proselitismo activo, son muy otras, y sólo pueden ser cumplimentadas mediante el uso y abuso de los recursos del Estado, como ya lo estamos viendo en materia de publicidad oficial con la promoción incesante de las bondades y las obras gubernamentales que se ejecuta para hacer más simpático el proyecto de la reelección presidencial.
En los últimos seis meses hemos visto cómo el Gobierno viola su propia Ley de Austeridad, disparando de manera exorbitante los gastos de publicidad de los ministerios einstituciones, en un país donde hay tantas carencias y las limitaciones de los ingresos, que son muy sobrepasados por las necesidades, aconsejan ser cauto y equilibrado en la asignación de los recursos.
Un presidente sin aspiraciones continuistas es muy diferente a un mandatario que no está sujeto a sucumbir a la tentación de los “demonios del poder”, los cuales aconsejan practicar en todas sus vertientes la máxima maquiavélica de que el fin justifica los medios. Y un objetivo bueno que se logra sobre la base de valerse de medios maloslleva sobre sí la maldición de las cosas inicuas y amorales.
Por eso, bajo ningún concepto ético, se puede aceptarque para obtener fines “buenos” hay que contaminarseusando medios moralmente cuestionables, pues ello abre la posibilidad de que se ocasionen daños colaterales que desnaturalicen y hasta anulen la bondad de una causa, lo que a la postre la convierte tambiénen“mala”.
Así, quien se presta para usar herramientas indecentes y desaseadas en política, está obligado a pactar con los “poderes diabólicos” que se mueven en torno al poder y para quienes la razón de Estado y la del presidente que se abroga para sí solo la potestad de representarlo, se convierte en la razón suprema que todo lo gobierna.
De modo que un fin bueno, como puede ser el de “continuar haciendo lo que nunca se ha hecho” y hasta un fin “santo” se envilecería cuando se usan instrumentos no tan santos para conseguirlo.
Si el presidente finalmente opta por desdecir sus propias palabras de irse a su casa al terminar su mandato y se presenta a la reelección a través de la modificación constitucional, no solo encenderá la tea de la discordia en su propio partido, sino que le daría un’golpe bajo’a nuestra débil institucionalidad.
El Partido Revolucionario Dominicano, PRD, y su candidato presidencial, Ing. Miguel Vargas, son partidarios de desarrollar sus acciones políticas en consonancia con los postulados y principios basados en la valiosa herencia peñagomista, la cual es esencialmente anti-reeleccionista.
Nuestro líder histórico e inmortal, el Doctor José Francisco Peña Gómez, siempre supo, que puestos sobre la balanza, la reelección presidencial ocasiona más males que bienes. Por eso, nosotros, los herederos de su legado, también estamos llamados atratar de evitar a todas costas, el retroceso y la involución de la vida política nacional que significa el restablecimiento forzado de la reelección, la cual solo es posible por métodos de dudoso valor moral.

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Por Ismael Reyes. 3 de mayo de 2015 - 12:08 am - 0 Comentarios
Ismael Reyes

Ismael Reyes

Político, economista y abogado de la República Dominicana.
Una de las cosas que perderíamos si finalmente el presidente Danilo Medina logra hacer pasar la posibilidad de repostularse, es la capacidad de distinguir a un presidente en ejercicio de sus responsabilidades constitucionales frente a un presidente que lo subordina todo a sus ambiciones reeleccionistas. Con todas las consecuencias negativas que esto implica para nuestra institucionalidad democrática y para el país.
Si perdemos esta capacidad de distinción no sabríamos, si el presidente, por ejemplo, al desarrollar los programas sociales del Gobierno, como el Plan Social de la Presidencia de la República, lo está haciendo para obtener ganancias políticas personales y a la vez contrarrestar las acciones proselitistas de la oposición, que competiría en condiciones muy desventajosas.
Porque al concurrir a un certamen electoral con un presidente en campaña, no solo se está compitiendo con un candidato, sino también con el poder del Estado, el mismo Estado que Danilo dijo que lo derrotó cuando perdió frente a Leonel las elecciones internas por la candidatura presidencial del PLD. Y el mismo Estado que estaría supuesto a avasallar a la oposición con la emisión de millones de tarjetas Solidaridad para asegurar la fidelidad clientelar y aumentar cantidad de votos cautivos.
El Partido Revolucionario Dominicano, PRD, y su candidato presidencial, Ing. Miguel Vargas, son partidarios de desarrollar sus acciones políticas en consonancia con los postulados y principios basados en la valiosa herencia peñagomista, la cual es esencialmente anti-reeleccionista
Si ya no podemos diferenciar a un presidente en campaña abierta de un presidente en cumplimientode sus deberes y atribuciones del cargo, no sabremos si al inaugurar una obra, lo está haciendo como candidato a sucederse o como presidente, pues la línea divisoria es tan tenue que a ratos se invisibiliza, haciendo que se cruce constantemente de un terreno a otro.
Las tareas y objetivos de un presidente en proselitismo activo, son muy otras, y sólo pueden ser cumplimentadas mediante el uso y abuso de los recursos del Estado, como ya lo estamos viendo en materia de publicidad oficial con la promoción incesante de las bondades y las obras gubernamentales que se ejecuta para hacer más simpático el proyecto de la reelección presidencial.
En los últimos seis meses hemos visto cómo el Gobierno viola su propia Ley de Austeridad, disparando de manera exorbitante los gastos de publicidad de los ministerios einstituciones, en un país donde hay tantas carencias y las limitaciones de los ingresos, que son muy sobrepasados por las necesidades, aconsejan ser cauto y equilibrado en la asignación de los recursos.
Un presidente sin aspiraciones continuistas es muy diferente a un mandatario que no está sujeto a sucumbir a la tentación de los “demonios del poder”, los cuales aconsejan practicar en todas sus vertientes la máxima maquiavélica de que el fin justifica los medios. Y un objetivo bueno que se logra sobre la base de valerse de medios maloslleva sobre sí la maldición de las cosas inicuas y amorales.
Por eso, bajo ningún concepto ético, se puede aceptarque para obtener fines “buenos” hay que contaminarseusando medios moralmente cuestionables, pues ello abre la posibilidad de que se ocasionen daños colaterales que desnaturalicen y hasta anulen la bondad de una causa, lo que a la postre la convierte tambiénen“mala”.
Así, quien se presta para usar herramientas indecentes y desaseadas en política, está obligado a pactar con los “poderes diabólicos” que se mueven en torno al poder y para quienes la razón de Estado y la del presidente que se abroga para sí solo la potestad de representarlo, se convierte en la razón suprema que todo lo gobierna.
De modo que un fin bueno, como puede ser el de “continuar haciendo lo que nunca se ha hecho” y hasta un fin “santo” se envilecería cuando se usan instrumentos no tan santos para conseguirlo.
Si el presidente finalmente opta por desdecir sus propias palabras de irse a su casa al terminar su mandato y se presenta a la reelección a través de la modificación constitucional, no solo encenderá la tea de la discordia en su propio partido, sino que le daría un’golpe bajo’a nuestra débil institucionalidad.
El Partido Revolucionario Dominicano, PRD, y su candidato presidencial, Ing. Miguel Vargas, son partidarios de desarrollar sus acciones políticas en consonancia con los postulados y principios basados en la valiosa herencia peñagomista, la cual es esencialmente anti-reeleccionista.
Nuestro líder histórico e inmortal, el Doctor José Francisco Peña Gómez, siempre supo, que puestos sobre la balanza, la reelección presidencial ocasiona más males que bienes. Por eso, nosotros, los herederos de su legado, también estamos llamados atratar de evitar a todas costas, el retroceso y la involución de la vida política nacional que significa el restablecimiento forzado de la reelección, la cual solo es posible por métodos de dudoso valor moral.

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