Zenobia, reina de Palmira
Situada en los confines del desierto sirio, en la moderna provincia de Homs, la ciudad nabatea de Palmira se transformó en provincia romana en el siglo I. Punto geoestratégico rico en recursos naturales y fronterizo con Roma y Persia, la 'perla del desierto' era parada obligatoria de las rutas caravaneras. A mediados del siglo III, en una fecha que las fuentes no han podido precisar, se produjo el nacimiento de Septimia Bathzabbai Zainib, más conocida como Zenobia -se acepta la fecha de 245 como la de su nacimiento-. Su madre fue una esclava egipcia y su padre un gobernador romano de la ciudad, Julio Aurelio Zenobio, pero quedó huérfana a muy temprana edad.
Fuente: Miguel Ángel Novillo, historiador | La Aventura de la Historia / El..., 18 de mayo de 2015
Hacia 258 contrajo matrimonio con el príncipe Septimio Odenato de Palmira, cliente de Roma, quien ya era padre de un hijo de un matrimonio anterior, Septimio Herodes, y quien ese mismo año fue nombrado por el emperador Valeriano (253-260) cónsul de Roma. Fue la recompensa por sus campañas triunfales contra el ejército persa y por su preciosa ayuda para extender las fronteras del Imperio hasta Mesopotamia. En 266, la pareja real engendró a Lucius Iulius Aurelio Septimio Vaballathus Atenodoro, conocido popularmente como Vabalato. Un año más tarde, y con objeto de vengarse de un castigo, Meonio, sobrino de Odenato, asesinaba a su tío y a Septimio Herodes.
Foto: La reina Zenobia dirigiendo a sus soldados. Su hijo Vabalato aparece a sus pies (G. B. Tiepolo, 1730).
Fue a partir de ese momento cuando Zenobia tomó sin ningún titubeo la dirección del reino, en calidad de corregente, a la espera de que su hijo alcanzara la edad para poder reinar. Tanto a Zenobia como a Vabalato les fueron concedidos los títulos honoríficos de augusta y augusto. Bajo su potestad quedaban Palmira y los territorios recientemente conquistados en Oriente, desde el Éufrates hasta Bitinia. Muy pronto, Meonio fue capturado y sacrificado a los dioses en memoria del difunto rey.
La reina del desierto se ganó muy fácilmente el respeto y el apoyo de sus súbditos. Dotada de una excelente astucia política y de una excepcional capacidad de persuasión, fue una extraordinaria estadista con una amplísima cultura. En este sentido, supo rodearse de eminentes consejeros, entre los que destacaron Apolonio de Tiana o el célebre filósofo neoplatónico Casio Longino.
Política expansiva
Si bien su reinado fue muy fugaz, de 267 a 272, consiguió dotar a Palmira, que por aquel entonces superaba los 150.000 habitantes, de un esplendor hasta entonces desconocido mediante su fortificación (las murallas que rodeaban la ciudad contaban con más de 21 km. de circunferencia) y la puesta en marcha de una extraordinaria política edilicia. Aún hoy podemos contemplar las majestuosas ruinas de las columnas corintias de más de 15 metros de altura de su vía principal, de templos como el del Sol, de monumentos y edificios como el teatro, o de los jardines y las estatuas de héroes y benefactores.Pero la soberana de Palmira no solo se limitó a embellecer su reino, sino que también dirigió una imponente política expansiva. Por aquel entonces, Roma se encontraba sumida en un auténtico caos: sus fronteras comenzaban a verse progresivamente amenazadas y las tentativas de usurpación por parte de los viri militares eran constantes. Tras la muerte del emperador Galieno (260-268) en 268, y viendo que su sucesor, Claudio el Gótico (268-270), tenía que dedicar todos sus esfuerzos a frenar una invasión goda, Zenobia sublevó al reino de Palmira e intentó crear su propio imperio, con el propósito a su vez de dominar a los dos imperios -el romano y el sasánida- que rodeaban su territorio.
La política expansionista de Zenobia contemplaba la conquista de Egipto, la provincia más rica de las sometidas a Roma, alegando que era heredera de la dinastía de los Ptolomeos -en este sentido, se consideraba descendiente directa de Cleopatra VII Philopator, a la que admiraba y con la que muy frecuentemente se la comparaba-. En 269, los ejércitos de la reina de Palmira lograron la conquista de Egipto con la ayuda de su aliado egipcio Timagenes. El prefecto romano de Egipto, Probo, trató de evitar la derrota, pero los efectivos militares de la reina lograron capturarlo y decapitarlo.
Zenobia se proclamó reina de Egipto y acuñó monedas con su nombre. A partir de ese momento sus dominios se extendieron desde el Nilo hasta el Éufrates. Además, desde ese instante Palmira ya no estaría subordinada a Roma, sino que, en realidad, todas las provincias orientales girarían en torno a ella. El nuevo panorama pondría en jaque tanto a romanos como a sasánidas.
Reconquista romana
Ante el desinterés de Roma por los territorios de Oriente, la ambiciosa soberana emprendió expediciones con su gran ejército logrando la conquista de Anatolia hasta Ancira y Calcedonia, y a continuación Siria, Palestina y el Líbano. Todas estas conquistas trajeron consigo el control de numerosas rutas comerciales de vital importancia para Roma. Vabalato, reconocido por Roma solo con el mismo título que su padre, corrector totius orientis, tomó la decisión de transformarse en rey de Palmira y de otros muchos territorios romanos. De este modo, Roma encontró el pretexto para intervenir de nuevo en Oriente, si bien la situación que se vivía en los Balcanes y en Italia impidió a Claudio el Gótico llevar a cabo la proyectada campaña oriental.En 270, Lucio Domicio Aureliano, proclamado emperador por las legiones del Danubio, asumió la dirección del Imperio, estabilizando en poco tiempo la frontera del Danubio y poniendo orden en las distintas zonas que se encontraban en conflicto. De este modo, no solo consiguió poner punto y final a la guerra gótica de su antecesor con una victoria contra los alamanes y el rechazo de una invasión bárbara en el norte de Italia, sino que restauró el dominio de Roma sobre la Galia, Britania e Hispania, territorios que aún se encontraban bajo el control del usurpador Tétrico.
La respuesta de Aureliano para frenar los avances de Zenobia no se hizo esperar. Inició una campaña militar contra Egipto provocando el retroceso de sus fuerzas hasta Siria. La reina de Palmira sería despojada progresivamente de sus posesiones territoriales, perdiendo aliados a medida que las legiones romanas proseguían su avance. Pese a contar con un instruido y aguerrido ejército de arqueros y catafractos (caballería pesada en la que tanto el jinete como el caballo estaban dotados de armaduras), nada pudo hacer para evitar la pérdida de Egipto.
La derrota decisiva de Zenobia se produjo en la ciudad de Emesa, la actual Homs. Si bien logro huir, fue capturada junto con su hijo en las proximidades del río Éufrates cuando intentaba llegar al reino persa para solicitar asilo al rey Chapur. Gracias a los jefes árabes del desierto, que la reina había anteriormente desdeñado, Aureliano logró acabar con la resistencia de Palmira.
Símbolo de la resistencia
A la par que la ciudad era asediada por decisión del emperador, según Trebelio Polión, uno de los autores de la Historia Augusta y biógrafo de la reina del desierto, Zenobia fue traslada a Roma en calidad de prisionera para ser exhibida junto al usurpador Tétrico durante el desfile triunfal que Aureliano celebraría en 274. Marcharía con su diadema imperial y con sus joyas, arrastrando unas pesadas cadenas de oro y diamantes que dos esclavos le ayudarían a sostener.Si bien se desconoce el destino final de Zenobia, probablemente recibió el perdón de Aureliano, que quedó profundamente prendado de ella, terminando sus días en una mansión de Tívoli, cerca de la villa Adriana, donde vivió, rodeada de lujo, como una filósofa de la alta sociedad romana. Según el historiador griego Zósimo, fue objeto de un largo juicio en Emesa; otros refieren que murió poco después de llegar a Roma, bien por enfermedad o por decapitación, o que contrajo matrimonio con un rico senador romano. Algunas inscripciones señalan que su descendencia permaneció entre las familias nobles romanas. Sea cual fuese su final, Zenobia personifica para muchos el símbolo de la diversidad y de la resistencia nativa frente a la opresión de Roma, aunque hay quienes opinan que la reina hizo tan suyo ese imperio que al final ansió poseerlo.
La belleza, la astucia y la inteligencia de Zenobia llevarían a los historiadores y artistas del siglo XIX a forjar una imagen idealizada de la mujer que puso contra las cuerdas a Roma. Fue realmente culta (dominaba el árabe, el arameo, el griego y el copto), fomentó las artes, fue tolerante en materia religiosa y destacó como hábil estadista y política. Entre sus colaboradores sobresalió Pablo de Samosata, uno de los más importantes teólogos de la época, que hizo carrera como protegido de la soberana. Zenobia apoyó una versión más judaizante del cristianismo que pudiera imponerse al cristianismo romanizado imperante en aquel momento. Las doctrinas de Pablo de Samosata fueron desarrolladas por su discípulo Arrio, fundador del arrianismo, que tanto arraigó con los visigodos en la península ibérica y que fue tildado de hereje por la Iglesia de Roma.
Foto: Estatua de Zenobia en la ciudad de Latakia, Siria
Aunque fuera derrotada y humillada, Zenobia se convirtió en un ideal femenino lleno
de coraje, belleza, fortaleza e inteligencia, a la que le faltó poco
para convertir a Palmira en la capital de un gran Estado oriental, o lo
que es lo mismo, en una Roma del desierto.* Los yihadistas del Estado Islámico iniciaron la semana pasada una ofensiva contra la ciudad de Tadmor, que alberga los restos arqueológicos de Palmira (siglo III). Se trata de los últimos vestigios de un imperio que, pese a su fugacidad, plantó cara a romanos y persas y extendió su autoridad desde Asia Menor hasta Egipto.
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