El padre Arango y la Escuela Nocturna Obrera De Lasalle, 1963
3 de mayo de 2015 - 12:10 am
http://acento.com.do/2015/opinion/8245926-el-padre-arango-y-la-escuela-nocturna-obrera-de-lasalle-1963/}
“El padre Arango, ¡rataplán!, es un fandango, ¡rataplán!, tiene
una calva fenomenal, ¡rataplán! Y allá en su cuarto, ¡rataplán!, su
calva brilla, ¡rataplán!, como un bombillo en la oscuridad, ¡rataplán! Y
allá en su cuarto su calva brilla como un bombillo en la oscuridad,
¡rataplán!”El fragmento anteriorpertenece a una adaptación que el sacerdote jesuita Fernando de Arango hizo al himno de la Juventud Obrera Católica (JOC) para animar a los estudiantes de la recién creada Escuela Nocturna Obrera De Lasalle (ENO), abierta a finales de 1962.
De Arango era el asesor oficial de la JOC y al parecer había llegado a un acuerdo con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, quienes regenteaban el prestigioso Colegio De La Salle en la Capital, para fundar una escuela nocturna destinada a jóvenes que trabajaban durante el día.
Era una época cuando el país, recién salido de la dictadura trujillista, carecía de muchas de las opciones educativas que de alguna manera disfrutamos hoy.Apenas comenzaban las escuelas nocturnas y a nivel secundario en la Capital solo habían dos: el liceo Eugenio María de Hostos, que funcionaba en el local de la escuela Argentina, cerca de las ruinas de San Francisco; y el liceo Miguel Ángel Garrido, que se conocía como el Juan Pablo Duarte nocturno.
La ENO se abrió al inicio del año escolar1962-63. No recuerdo los grados que abarcaba pero, en cuanto a mí, entré en el octavo pues acababa de terminar el séptimo en el liceo intermedio Juan Pablo Duarte al cual ingresé cuando todavía se llamaba Liceo Presidente Trujillo (LPT), en septiembre de 1961.
Los profesores de la ENO eran voluntarios, la mayoría hermanos de Lasalle y otros colaboradores del padre Arango simpatizantes del entonces en ciernes Movimiento Socialcristiano y cuyo germen había sido la JOC. Uno de los profesores que mejor recuerdo era Tony Pérez, sobrino de monseñor Eliseo Pérez Sánchez. Impartía matemáticas. Mulato de pelo crespo y ojos verdes; siempre sonriente y afable, trataba de ayudar a aquellos muchachos con poca formación a superar la difícil materia que enseñaba. Jamás supe de él, a menos que se trate del Tony Pérez de la Escuela de Periodismo de la UASD.
Yo entré a la nueva escuela por medio de mi hermano Ramón Bienvenido Martínez Portorreal, uno de los jóvenes del entorno del padre Arango comprometidos con los esfuerzos del sacerdote por copar de socialcristianos el naciente movimiento sindical dominicano. En la ENO solamente hice el octavo. Casualmente, recibí el premio a las mejores calificaciones, no recuerdo si de la escuela entera o solo de octavo, el cual me lo entregó el arzobispo Octavio Beras Rojas, una sorpresa cuando escuché mi nombre pues no tenía idea de algo así, ni de que darían algún premio.
Arango, quien era un organizador y orientador incansable, se preocupaba por nuestra formación. Una vez organizó una conferencia de un sacerdote lasallista extranjero que era a la vez un científico nuclear. Fue un suceso fuera de serie. Una charla sobre energía atómica a un grupo de muchachos de los barrios pobres de Santo Domingo, la mayoría apenas alfabetizados. ¿Quiénes lo habrán entendido? Lo único que me quedó de ese día fue un terror a las bombas atómicas que todavía me dura, no sé si los demás compañeros de estudio en la ENO se acuerdan de eso.
De ese año escolar el recuerdo más agradable que me quedó fue el de viajar todos los días del ensanche Luperón hasta el prestigioso colegio en aquellas guaguas rojas y azules que durante mi niñez simbolizaban algo inalcanzable para mí y para miles de niños de los barrios de la “parte alta”Todavía conservo el pequeño carné color ocre con el encabezado Boleto de Ómnibus y al que le perforaban un hoyito cada mes.
No fue por pura ventaja que entré a aquella escuela. Había una necesidad y fue que en enero de 1963 comencé a trabajar en un taller de tapicería de carros que se hallaba al lado de una farmacia que había en la Duarte esquina Eusebio Manzueta frente a la iglesia evangélica Asamblea de Dios, en unsolar donde años después estuvo la colchonería La Nacional.Allí me llevó mi padrastro (Luis Martínez Morillo, 1916-72) quien era tío de Piro, el tapicero dueño y maestro del taller. El día que me llevó le dijo a Piro, y a Negro, el maestro de soldadura: “No tienen que pagarle, ese vago lo mantengo yo”, sin embargo me pagaban un peso semanal, mientras a los demás aprendices les daban 50 centavos. Yo era el mayor y nunca me llamaron por mi nombre, desde el comienzo me decían “el grande”. En el mismo solar había un taller de soldadura y una fábrica de bornes. Había un castigo que, por suerte nunca me aplicaron, consistente en –por cualquier falta- poner al muchacho al sol sosteniendo un borne levantado en cada mano. También ponían a uno de rodillas sobre un guayo en medio del sol o de pie en una pared donde había un hormiguero.
Y o me llevaba bien con Piro, me fascinaba el trabajo especialmente cuando el maestro confeccionaba capotas para jeeps Willys. Pero el maestro negro era un azaroso. Mi final allí llego un día cuando Negro me puso a que le sostuviera un tubo de escape (mufle) con dos alicates mientras él lo soldaba con alambre. Tal vez por el nerviosismo de estar tan cerca del temido maestro me hizo que deslizara los dos pedazos del tubo, dañando así el trabajo. El abusador aquel me quemó en el antebrazo con el alambre al rojo vivo. Mi reacción inmediata fue salir huyendo, a continuación agarré dos peñones para explotárselos y me encampané en la calle voceándole de todo. Por suerte mi mamá me apoyó y dejé ese malvado taller.
Mi padrastro, siete de cuyos 13 hijos eran varones, no soportaba muchachos que no trabajaran. Por la mañana, al que estuviera levantado a las 7:00 de la mañana le echaba agua fría en la misma cama. Al que dijera, por ejemplo, “pero hoy no hay clases” o “uno no va para ninguna parte”, él le replicaba “Un hombre no puede estar acostado después de las 7:00” Así fue que, después de mi fracaso en el taller de Piro él me llevó a la Dominican Motors, la antigua empresa de Francisco (Paquito) Martínez, hermano de María Martínez la esposa de Trujillo y para ese tiempo propiedad del Estado tras las incautaciones hechas a los bienes de los Trujillo y sus allegados. Ahí trabajé en el taller de pintura y fue donde aprendí a manejar vehículos, practicando a escondidas. En el taller de desabolladura trabajaba mi hermano Luisito, mientras en la adyacente Atlas Commercial Company trabajaba el que sería esposo de mi hermana Ofelia (Fella), Mario Manuel Grullón Amadís. Todos nos trasladábamos en la guagua de esas compañías, que incluían la Quisqueya Motors. Estas empresas eran concesionarias de todas las marcas de Ford americanos e ingleses, así como Jaguar, Hillman. Recuerdo a los maestros Sampol, de mecánica, Rafito de desabolladura, y los de pintura, con quienes yo trabajaba: Charles Delmonte, Darío Tejada, Cristian Piñeiro, Porfirio Flete. El administrador de la Dominican en ese tiempo era el ingeniero Héctor B. Pichardo. Ahí trabajé hasta enero de 1965.
No recuerdo la actitud que tomó el padre Arango durante la Guerra de Abril, pero este acontecimiento significó el comienzo del declive del Movimiento Socialcristiano en el país y tiene que haber disminuido momentáneamente la influencia de los jesuitas en la política, las organizaciones estudiantiles y los sindicatos. A comienzos de los 70, cuando Arango vivía en la calle Arzobispo Meriño, a la vuelta de la Catedral y oficiaba misa algunos domingos en aquel templo, conversé con él en varias oportunidades.
Los sectores conservadores anidados en el Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC), que eran minoritarios, nunca estuvieron de acuerdo con la alianza con Juan Bosch materializada en el Pacto de Rio Piedras (enero 1964)[i] ni mucho menos con la destacada participación armada en la Guerra Patria. Tras la guerra, unidos a sectores moderados que estaban ansiosos por incorporarse al Estado, comenzaron a maquinar para torcer el rumbo progresista del PRSC. Para las elecciones municipales del 16 de mayo de 1968 ya había una virtual división del partido entre quienes se habían hecho la ilusión de que José Luperón Flores seria electo alcalde la Capital y los sectores juveniles cada vez más radicalizados y orientados a la izquierda. Derrotado Luperón Flores por Guarionex Lluberes Montás, el proceso de división se aceleró culminando en la proclamación de los Comités Revolucionarios Camilo Torres el 15 de febrero de 1970. Dos derrotas electorales consecutivas fueron demasiado para un sector ansioso e impaciente por incorporarse a los procesos económicos que se abrían con la puesta en funcionamiento del nuevo pacto político que impulsaban los EE.UU y del cual ya gozaban estamentos del PRD.
En favor de los jesuitas hay que reconocer que no le inculcaron a los jóvenes ideas conservadoras o reaccionarias, solamente querían orientarlos por cauces moderados. Quizá muchos se sorprendan pero ellos facilitaron el primer contacto de los jóvenes de la JOC con las ideas revolucionarias. Quien busque en los archivos eclesiásticos puede encontrarse una disposición del arzobispo Octavio Antonio Beras Rojas, de 1962 o 1963, autorizando a un pequeño grupo de jóvenes a leer libros entonces prohibidos. Quizá hoy nos parecería ridículo que alguien tuviera que darnos permiso para leer un libro pero en aquella época les daba brega a muchachos que se hallaban bajo la égida de la Iglesia Católica atreverse a leer libros contenidos en la temida lista del Index Librorum Prohibitorum,[ii] conocido en español como “Índice de libros prohibidos”, que estuvo en vigor ¡hasta 1966!
Fernando de Arango Álvarez nació el 20 de febrero de 1924 en La Habana-Cuba.Estudió en el Colegio Belén, ingresó al Seminario en 1941 y fue ordenado sacerdote en 1954. Durante algún tiempo de desempeñó como asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC), hasta los últimos años de la dictadura de Fulgencio Batista y los primeros años del gobierno de Fidel Castro. Arango fue expulsado de Cuba junto a otros 125 religiosos, sacerdotes y monjas, entre ellos el ultra reaccionario y furibundo anticomunista arzobispo Eduardo Boza Masvidal. De España,Arango se trasladó a Venezuela y a mediados de 1962 se radicó en República Dominicana.
Arango se unió a otros jesuitas,formando un verdadero destacamento de acción en el área social, entre ellos Manuel González Quevedo, Francisco Guzmán, Francisco José Arnaiz, Francisco Benavides y José Llorente,en una labor concertada de penetración a la clase trabajadora local. En un gesto inusual para una figura eclesiástica en aquella época, Arango instaló su oficina central en la calle Juan Erazo 133, en el corazón de Villa Juana, un barrio de clase trabajadora. Aquellos religiosos se desempeñaron en las áreas de formación, acción y organización.
En abril de 1964Arango trajo al país al cardenal José Cardijn, fundador de la Juventud Obrera Cristiana Internacional (JOCI) , un sacerdote belga que difundió la Doctrina Social de la Iglesia entre los jóvenes a escala mundial. La conferencia de Cardijn en el auditorio Don Bosco fue un evento sobresaliente de la época.
El 15 de diciembre de 1970 Arango convocó una “jornada de reflexión”, contra el terrorismo que vivía el país en ese tiempo. Elreligioso habló ese día por una cadena nacional de radio con el objetivo era paralizar el país durante 15 minutos, en forma de silencioen repudiar a la ola de terrorismo estatal. Arango se destacó como promotor del movimiento de presión moral no violento. Fallecióen Santo Domingo el 3 de mayo de 1988
[i]Pacto de Río Piedras, por haberse llevado a cabo en esa ciudad de Puerto Rico. Dicho pacto lo firmaron por el PRD: Juan Bosch, Presidente, y Antonio Martínez Francisco, Secretario General; y por el PRSC: Antonio Rosario, Presidente y Caonabo Javier, Secretario General. Jottin Cury certificó dicho pacto. Estuvieron presentes entre otros dirigentes: Rafael Molina Ureña, Jacobo Majluta, Milagros Ortiz Bosch.
http://hoy.com.do/el-pacto-de-rio-piedras-y-la-guerra-de-abril-del-65/
[ii]ElIndex fue creado por la Iglesia como reacción ante la invención de la imprenta, la popularización de los libros y la Reforma Protestante, que amenazaban la autoridad católica. La primera edición, en el año 1559 por el papa Paulo IV, contenía 550 obras censuradas. La 32ª y última edición, del año 1948, contenía 4 mil títulos. En 1966 este documento fue extinto por Pablo VI. Aun así, actualmente las autoridades eclesiásticas tienen el poder de emitir una advertencia sobre los riesgos de algunas publicaciones, mediante el admonitum (“advertencia” en latín).
No hay comentarios:
Publicar un comentario