Protestantes y masones en la mira de la Iglesia del siglo XIX (3 de 4)
22 de mayo de 2015 - 12:04 am -
http://acento.com.do/2015/opinion/8250526-protestantes-y-masones-en-la-mira-de-la-iglesia-del-siglo-xix-3-de-4/
(A José Chez Checo, fervoroso
heraldo clerical que persiste en negar que “Duarte tuvo problemas con la
Iglesia Católica o esta con el patricio,” refutando así a su colega
Pérez Memén, afirmando que todo es un invento nuestro). Ver: http://guidoriggio.blogspot.com/2015/04/chez-checo-o-el-fervor-catolico-de-un.html
Sobre cómo el Arzobispo Meriño vigilaba a protestantes y a masones…
Continuemos leyendo fragmentos de algunos de los “Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño”,
(compilados por José Luis Sáez s. j. y publicados por el AGN en Santo
Domingo, 2007, volumen xxviii) para ponernos al tanto de la actitud que
asumía la Iglesia ante la presencia de grupos protestantes y masones, en
la entonces República Dominicana. Veamos:
C) En su “Breve noticia que acerca
del verdadero estado de la religión y de la iglesia en Santo Domingo da
el presbítero Fernando A. Meriño al Excmo. E Illmo. Secretario de
Negocios Eclesiásticos de la Santa Sede (Roma, 16 agosto 1867).32”… dice
Meriño.
<< (…) Mas, dividida la Isla en
dos colonias, francesa y española desde el tratado de Riswick (sic) en
1697, los siervos africanos de aquella, habiendo sacudido el yugo de sus
antiguos señores y realizado su independencia a principios de este
siglo, invadieron la parte española en 1822 y la sometieron a su
dominio. Por un lapso de tiempo de 22 años fueron los haitianos dueños
de toda la isla, y desde entonces puede considerarse que data
verdaderamente la decadencia religiosa de Santo Domingo. (…) entonces fue decretada y efectuada la expoliación de los bienes de las Iglesias;
entonces se extinguieron los conventos; (…) entonces fueron abolidas
las antiguas leyes e instituciones; entonces, en fin, se introdujeron en
el país las sectas protestantes y las logias masónicas.>>
Y continuaba:
<< Habiendo reunido también bajo
su cetro de hierro los dos poderes, civil y eclesiástico, el Gob.
haitiano nombró vicarios generales; confirió beneficios parroquiales;
dispensó en impedimentos de matrimonios; estableció el contrato matrimonial civil, al cual daba más fuerza e importancia ante la Ley que el Santo Sacramento; destruyó el fuero clerical, y otras muchas cosas hizo, cuyo recuerdo causa al alma profunda tristeza. Respecto, empero, al protestantismo,
el clero católico trabajó cuanto le fue dable por evitar que su veneno
cundiese entre los naturales del país, y sus esfuerzos no fueron
inútiles. Dios no permitió que los enemigos de la Iglesia, a pesar del
apoyo que tenían en el Gobierno y en las instituciones, alterasen en nada las creencias dogmáticas de los católicos dominicanos, ni que germinase en aquella viña una sola semilla de las doctrinas ponzoñosas que diseminaban, ya por medio de biblias y folletos; ya por la predicación pública en sus iglesias; ya, en fin, por la enseñanza particular.>>
Exponiéndole luego en su informe, que se pretendía fundar la nación en base a “ideas liberales en todo sentido, radicadas ya en el país” (… ) “para que la nación no pudiese cimentar por entonces los principios de sus nuevas instituciones sobre algunas de las antiguas bases.”
Y continuaba Meriño en su lamento:
<< quedó vigente la misma legislación francesa
con el contrato matrimonial civil; quedó la tolerancia religiosa y
quedó la libertad de asociación sin exceptuar denominaciones. Sin
embargo, así y todo, el venerable Arzobispo Dr. Tomás de Portes, fielmente secundado por su clero, logró con su celo y prudencia, no sólo mantener las sectas protestantes reducidas a los estrechos límites de tres localidades, a saber: la Capital, Samaná y Puerto Plata, en donde por tanto tiempo nunca habían adelantado un paso, sino que gradualmente las hizo caer en completo desprestigio a fuerza de una aparente desdeñosa indiferencia.
Verdad es que siempre la Constitución política ha consagrado el
principio de que “la religión católica, apostólica, romana es la
religión del Estado”, y que nunca los prelados ni el clero han tenido que sufrir que ningún gobierno le estorbase su acción sobre aquel particular, ni sobre otro que haya tenido por objeto el sostenimiento de las prerrogativas del culto católico.>>
Y continuaba, afirmando que por 14 años habían mermado las logias, mostrando su forma de combatir dicho mal:
“La logias masónicas, que siempre causaron en el país siniestras impresiones,
y que por lo mismo, la mayoría de los naturales de Santo Domingo, las
miraban con una especie de horror, parecieron haber emigrado de allí entre los pliegues de la bandera haitiana que las cobijaba. Por más de catorce años después de la separación de Haití no volvieron a verse públicamente entre
nosotros hasta el año 1859 que se restablecieron después de una de las
mayores y más encarnizadas contiendas civiles que registran las páginas
de nuestra historia. En aquellas críticas circunstancias (…) Y cumpliendo con el deber del ministerio que se me había confiado, combatí en cuanto pude la funesta reaparición de tales asociaciones.
En el Archivo Ecco. de aquel Arzobispado deben encontrarse la circular
que con tal motivo pasé a los curas de la Arquidiócesis y otros
testimonios de los esfuerzos que hice por impedir la corriente de aquel mal, no obstante el gran inconveniente que le había impreso la revolución”.
Y luego le explicaba lo vano de su esfuerzo:
<< Pero semejante a la candente lava de un volcán, que descendiendo de lo alto de la montaña sobre los valles y llanuras, todo lo abrasa sin que sea posible ponerle dique para detenerla, así sucedió en este caso: la Masonería era entonces la obra del Gobierno, que comenzando en el Presidente de la República, bajaba por todos los miembros superiores del Estado a los inferiores; y debo confesarlo, luché en vano para atajarlo.>>
Para luego revelar uno de sus trucos clericales para favorecer los intereses religiosos:
“Respecto al contrato matrimonial civil,
para remediar en algo los inconvenientes que ofrece, se dio una ley en
la que se manda bajo algunas penas que los que lo celebrasen debían
obrarlo a razón de juramento antes de las 24 horas. Sin embargo, aunque esta medida favorecía en algún modo los intereses religiosos, no destruía el principio vigente de que ante la Ley, él tendría siempre más fuerza que el matrimonio de la iglesia.(…) Por tal motivo, la iglesia en Santo Domingo ha calificado el contrato civil en sí como un amancebamiento autorizado por la ley, y siempre lo ha reprobado”
Luego habla sobre los efectos de la
anexión en el ánimo de los criollos (1861), sobre la supresión del
protestantismo y la masonería y dice:
“(…) apenas tomó el régimen de la nueva colonia, hizo cerrar los templos protestantes y las logias masónicas, y no le reconoció su importancia al contrato matrimonial civil” , agregando que, todo aquello “ hizo desde luego germinar y desarrollar violentamente la revolución contra España, la repentina supresión de aquel resto de protestantismo que quedaba en el país y el golpe dado a la masonería
fueron también grandes pretextos que sirvieron a la vez de poderosos
auxiliares a aquella indomable revolución. Y así fue que, verificado el
abandono del territorio dominicano por los españoles y restablecida la
República, volvieron a entrar aquellas sectas protestantes y los francmasones en el goce de sus antiguos derechos”.
Y continúa hablado de los favores que ha recibido la Iglesia de los gobiernos:
“Entre tanto, menester es decir en
obsequio de la verdad que la Iglesia en Santo Domingo después de la
separación de Haití ha sido siempre respetuosa y favorecida por los gobiernos.
Estos han atendido espontáneamente a las necesidades del culto cuanto
se lo han permitido lo pocos recursos del erario (…) Las actas de los
Congresos registran frecuentes resoluciones destinando cantidades del
tesoro nacional para aquellos fines”.
Hablando luego de cómo la Iglesia solía medir sus fuerzas con el Estado:
“(…) en las administraciones del general Santana, algunas veces los prelados sufrieron profundos disgustos y
que aún para ellos y para otros individuos del clero, se decretó el
ostracismo; pero esto, más bien que a falta de verdadero respeto a la
Iglesia, se debía al
carácter absorbente de aquel mandatario, que forcejeaba siempre por romper el dique que la jurisdicción eclesiástica le señalaba a su poder.”
No sin aclarar y pasar exculpar a su Iglesia de su intervención en las cosas del Estado:
“si es verdad que se han visto figurar sacerdotes en los Congresos y aun alguna vez en los Consejos de Gobierno”, (…) los que “se ocupan también en ventilar cuestiones de intereses eclesiásticos”, aunque “esa representación del clero nunca ha sido perjudicial al país,
nunca ha traído males a la Iglesia; nunca ha aparecido en banderías
revolucionarias derrocando gobiernos legítimamente constituidos”.( Ver enfrentamiento entre Santana y Portes en 1844 http://guidoriggio.blogspot.com/2015/03/enfrentamiento-iglesia-estado-portesy.html )
Sobre el control ideológico de la Iglesia sobre la educación pública, decía:
“En todas las escuelas y colegios siempre en Santo Domingo la enseñanza ha sido según el espíritu de nuestra santa religión y de la moral, y las leyes que tratan de Instrucciones Públicas son también en todo conformes al mismo espíritu en sus prescripciones; con la particularidad de que en todas las Juntas de Instrucción que ellas establecen, figuran como miembros natos el prelado en la superior y los curas en las subalternas de las provincias y comunes de la República”.
Sin embargo luego, pasa a destacar la pésima educación que muestra el clero:
<al estado del instrucción del clero
dominicano. Lo diré con dolor, porque soy un miembro de él, y no quiero
su mengua, sino su honra, pero ese estado es deplorable. Salvo algunas
contadas excepciones, la mayoría de los sacerdotes no pasa más allá de las ligeras visiones que algunas veces pueden bastar para la administración de los Sacramentos.>>
Y luego, reportando la débil situación de
una Iglesia dependiente del prelado de Haiti, la que solo tiene 27
sacerdotes, le dice:
<36 parroquias, de las cuales cinco se hallan en poder en manos del Gobierno haitiano, y por lo mismo, dependen del Prelado de aquella República. (…) En toda la Arquidiócesis no se hallaban más que 27 sacerdotes
hasta mi salida de allí el 10 de abril de este año, y de ellos, diez
son extranjeros. (…) La índole de los fieles es generalmente humilde. La religiosidad de los dominicanos ha sido siempre proverbial;(…).
Si entre nosotros, por las circunstancias de los tiempos que para toda
la cristiandad han engendrado días malos, la incredulidad puede haber
encontrado algún prosélito, la herejía propiamente dicha no ha viciado aún el aire purísimo de la fe católica, apostólica, romana (…). El germen de estos males, es verdad, ha sido importado allí de diversos modos; pero el fuego latente y vigoroso de la piedad nacional no consiente su aclimatación. >>
Sobre la prensa y la verdad católica:
“La prensa, que es libre en Santo Domingo, jamás ha dado a la luz pública un escrito antirreligioso; y (ni) los sagrados dogmas, ni los principios morales han sido en ella objeto de discusión. Nadie se ha atrevido aún a disputarle ostensiblemente sus preeminencias a nuestra santa religión, ni a herir tampoco la verdad católica, que en todo tiempo ha sido allí predominante.”
Sobre cómo la masonería oculta sus malas intensiones, disfrazada de caridad cristiana:
“La masonería misma, para tener medra, hace ostentación de religiosidad, y disfrazada con el hermoso traje de la fraternidad y de la caridad cristiana,
es como oculta al pueblo sus verdaderas formas. (…) Por estas razones,
el que expone no duda que en aquel país puedan encarrilarse con
facilidad los intereses católicos…”
Sobre cómo cabildea su nombramiento de arzobispo:
“En Santo Domingo, como se habrá comprendido por lo que llevo manifestado, es necesario que un prelado levante y regenere comunicando un nuevo soplo de vida a aquella Iglesia
que ha sufrido graves dolores; que ayer tan distinguida en todo el auge
y esplendor del culto, hoy se halla decaída y agobiada bajo el peso de
los infortunios que han postrado al país.”
Para luego finalizar su discurso mostrando los males del protestantismo y la masonería:
“Resumiendo, pues, lo más esencial de todo lo dicho, resulta que en Santo Domingo existen males graves como el protestantismo y la masonería, que es preciso no perderlos de vista ni un momento; pues si hasta hoy no han causado estragos en la creencia católica de la mayoría de los fieles, pueden causarlos;
que los pocos sacerdotes que hay en el país, y el mayor número
careciendo de la conveniente instrucción eclesiástica, así como el
estado de decaimiento de la Iglesia, serán gran parte para que aquellos
elementos de ruina, vayan teniendo gradualmente una funesta expansión .”
Para finalizar con optimismo resaltando la cooperación que se vislumbra entre el Estado y la Iglesia:
“El país se reconstituye
políticamente, y el elemento religioso es un auxiliar con que el actual
Gobierno ha querido contar para emprender su obra de regeneración.”
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