sábado, 2 de mayo de 2015

La soberanía al borde del pricipicio

La soberanía al borde del pricipicio

Por
herreraclubnaco[@]gmail.com
2:00 am
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La estrategia desembozada de los amigos de Haití, de los organismos internacionales, de todas las oeneges habidas y por haber en el mundo, es de abrumar y asediar a los dominicanos para que renunciemos a los derechos soberanos, logrando borrar la frontera y se abran las puertas a la indetenible y mísera inmigración ilegal de haitianos para salvarlos de su exterminio en su devastado territorio.
A nivel internacional nos están acorralando para que se deje sin efecto el plan regulador o el derecho de la naturalización de la sentencia 168-13 para continuar como chivo sin ley, asimilando a una poblada humana enferma e iletrada, que bien o que mal encuentra en el país su alimentación, su salud y su educación, en perjuicio de los más pobres dominicanos, y hasta su identificación que es hacia donde presiona el gobierno vecino para que el país asuma su rol de autentificar la nacionalidad de sus ciudadanos.
Ya el presidente Medina en Panamá habló y clamó al cielo y al mundo que los dominicanos no podíamos asumir la pobreza de otro Estado, pues con la nuestra era suficiente para sobrellevarla y mitigarla, pero el mundo, con todas sus nomenclaturas institucionales y privadas, solo pretenden exigirle a Dominicana que se olvide de la soberanía y asuma a un país fallido como si fuera una ocupación a la inversa a la que hicieron los haitianos con Boyer a la cabeza en 1822.
En aquel siglo XIX y sus primeros años, a los haitianos todavía les quedaba algo de su prosperidad y poderío francés, y con su mente buscando consolidarse, sus dirigentes militares de entonces soñaban y avanzaban para ocupar el territorio oriental, de manera tal que se apoderaron de unos cuatro mil kilómetros cuadrados, que al finalizar en 1844 con esa ocupación, los gobiernos dominicanos intentaron desde entonces recuperarlos vanamente, hasta que en 1929 se accedió a darle la posesión legal de lo que se había realizado a la fuerza, que por incapacidad e indolencia dominicana de no hacer valer sus derechos, el país perdió para siempre sus territorios de San Miguel de la Atalaya, San Rafael, Hincha y Las Caobas.
Los dominicanos tenemos la culpa de que toda la presión internacional, salvo honrosas excepciones, nos caiga encima ya que nos gusta presumir del desarrollo que cada año experimenta la economía, de la prosperidad y, lo que es peor, la exhibición militar anual que en cualquier ocasión patriótica se aprovecha para mostrar un poderoso estamento militar con hombres, armas, barcos, aviones y equipos de todos los calibres, dejando la impresión en la opinión pública que somos un país guerrero y que aún conserva toda la parafernalia a las que nos acostumbró el dictador Trujillo en sus imponentes desfiles y exhibición de equipos bélicos de última generación, aun cuando algunos fueran los descartes de la II Guerra Mundial.
Las perspectivas para el país no son halagüeñas para defender nuestra soberanía, por todos los medios van a intentar torcernos el pulso para que cedamos abrirnos de todas partes para asimilar una inmigración saturante y destructiva de los valores de la dominicanidad, por lo cual debemos mantenernos en nuestra posición de defender a toda costa el derecho de la inviolabilidad del territorio y hacer cumplir las leyes migratorias, para que algo que lleva tantos años torcido, enderezarlo un poco y organizar el país con normas de disciplina para el respeto y el orden.
Por más de diez años, la diplomacia dominicana en sus relaciones con Haití, fue de asumir una actitud de conformidad y claudicante de nuestros derechos, ellos, que poseen una capacitada e inteligente Cancillería, no desperdician ninguna oportunidad para hundirnos el cuchillo hasta donde nos hiera, del racismo y xenofobia que tanto les gusta a los organismos y gobiernos, incluso de los países negros del Caribe, en donde los inmigrantes ilegales haitianos son detenidos y deportados sumariamente, negándose a recibirlos, pretendiendo que ese es un problema de los dominicanos, ya que al pregonar nuestro desarrollo, nos hace pasibles de que todos crean que aquí hay recursos para todos los que quieran venir, sin acordarse que debido a la corrupción política y al lavado de dinero, tenemos elevados índices de pobreza y de indigencia que nos coloca muy debajo de las otras naciones pobres

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