martes, 12 de mayo de 2015

III-ARQUEOLOGÍA POLÍTICA: DELIRIOS IMPERIALES EN LOS FINISTERRES ATLÁNTICOS

La servidumbre no se ha creado para el pueblo romano, que por voluntad de los dioses inmortales tiene el dominio de todas las naciones. Cicerón en discurso al pueblo, 4 de enero del año 43 A.C.  ¡Uno se pelea contra unos tipos, los vence, los invade, los ocupa, y después, sin ningún motivo se vuelven contra uno!
Centurión Tulius Borricus, "Astérix en los Juegos Olímpicos"
El siguiente artículo no pretende enmendar la plana a ningún profesional de la arqueología. Tratará de política cultural y de identidad, un campo en el que tan válida es la opinión del experto como la del aficionado. La política cultural de un gobierno es algo más que repartir dinero y nombrar cargos: al gestionar las instituciones y los yacimientos arqueológicos, el modo en que se investiga el pasado y la divulgación de los hallazgos, el gobierno sanciona cierta visión de la historia y arrincona otras.
Inevitablemente, aun sin proponérselo, la consejería de cultura y los ayuntamientos de Asturies están creando una ideología. De ella tratarán las siguientes páginas.
En 2001, mientras se elaboraba el inventario arqueológico de L.lena, se descubrió que el castro de la Carisa, conocido desde mediados del XIX, no era en realidad un poblado astur sino un campamento militar romano. Desde entonces las noticias se sucedieron vertiginosas y la arqueología se convirtió, por una vez, en noticia de primera plana. Hoy, después de diez años, tenemos un yacimiento arqueológico único en el mundo: el campamento militar romano hallado a mayor altitud hasta ahora. Mientras tanto se han localizado hasta catorce campamentos de la misma época desperdigados por todo el Norte peninsular. En Asturies hay al menos otro en Moyapán, Allande, relacionado con la minería de oro. También Los Castiel.los en Val.láu, Cangas del Narcea, podría ser un campamento militar[1]; en León hay que contar tanto la ciudad de León como Astorga, pues se ha confirmado que ambas fueron campamentos en origen; en Palencia y en Cantabria es donde más abundan estos yacimientos, tal y como se podía esperar del relato de la conquista que nos dejaron los romanos, documentándose al menos un auténtico asedio. Otros se han localizado incluso en Burgos (La Muela, en Merindad de Sotoscueva) y Álava (Andagoste) (Viapretoria, 2010).Estos hallazgos nos han enseñado mucho sobre las guerras cántabras: ante todo, que sí tuvieron lugar y que los historiadores antiguos son una guía bastante exacta de lo sucedido. El campamento de la Carisa, por ejemplo, está rodeado de un sistema de defensas semejante al que César describe en Alesia y se cree que los astures lo sometieron a un asedio que, gracias a las fuentes, podemos situar en el año 22 A.C.  También vamos sabiendo cómo fueron los primeros tiempos del dominio romano. Está por ejemplo el castro de Pelóu, en Grandas de Salime. Solía pensarse que era un “castro minero”, un poblado de obreros. En realidad es un poblado de la Edad del Hierro, con sauna incluida, que fue ocupado tras la conquista por un destacamento de legionarios. En el Chao Samartín se ha desenterrado la que parece la lujosa mansión donde vivía el gobernador militar que controlaba la explotación y el transporte del oro y en otros lugares, como Alesga (Teberga), empieza a proponerse que lo que creíamos torres medievales o castros astures podrían ser en algunos casos fortificaciones romanas para el control del territorio. Tenemos, pues, una guerra de conquista seguida de un típico proceso de ocupación militar y expolio colonial. Todo esto son buenísimas noticias para cualquiera que ame Asturies o su historia. Al fin, después de tantos años a ciegas, empezamos a tener algunas respuestas. Por desgracia, parece que el gobierno autonómico no está de acuerdo.Si el treinta y uno de mayo de 2009 La Nueva España anunciaba alegremente una nueva temporada de excavaciones en el campamento de Curriechos y en L`Homón de Faru, el 19 de julio se desdecía: “La Carisa Echa el Telón”, publicaba el diario. Terminado el acuerdo con Cajastur para financiar las excavaciones, los arqueólogos implicados las daban por terminadas. El 2 de agosto de 2009 La Nueva España publicaba otro artículo donde denunciaba la escandalosa falta de interés de la administración asturiana por el yacimiento:  Hace ya cinco años, el entonces director general de Cultura, Carlos Madera, anunció la apertura del expediente para que la zona fuera declarada bien de interés cultural (BIC), tal y como habían reclamado, [...] los ayuntamientos de Aller y de Lena. [...]  nada más se ha sabido del asunto. Ha pasado tanto tiempo que, si algún día llegó a existir un expediente sobre el asunto, éste ya se encontraría caducado.

[...] los principales responsables de Cultura, [...] se desentendieron del asunto, llegando a invitar a los investigadores a que se buscasen financiación privada si querían estudiar los restos del monte Curriechos y del Homón de Faru. Del Gobierno, ni un duro. [...] a día de hoy, en la Consejería no conocen la extensión ni la delimitación exacta del yacimiento, algo indispensable para su declaración como BIC, una figura que, por otro lado, los expertos consideran muy importante desde el punto de vista económico, por cuanto permitiría la aplicación de incentivos fiscales en el caso de que se produjesen nuevas inversiones privadas en los restos arqueológicos. [...] las aportaciones de la Consejería de Cultura a este proyecto se limitan a una colección de fotografías aéreas y a una subvención de 5.000 euros para la celebración de un congreso que se desarrolló el pasado año en Oviedo.
¿Por qué el gobierno asturiano no ha movido un dedo para proteger estos yacimientos únicos? ¿Por qué, al contrario de nuestros vecinos cántabros, no ha apoyado con todas sus fuerzas la arqueología militar de las Guerras Cántabras, que allí viene dando ya buenos frutos desde mediados de los noventa? El motivo de este extraño desinterés no es que nuestras autoridades desconozcan la importancia de la arqueología. Tampoco lo es que estén poco interesadas en los romanos. Al contrario: han invertido mucho dinero y mucho esfuerzo en la investigación y promoción de esa época de nuestra historia. Ocurre, simplemente, que al gobierno autonómico no le gustan los romanos de la Carisa: los prefiere de otro tipo. Leamos, por ejemplo, esta otra noticia publicada en El Comercio de Xixón el catorce de setiembre del 2008: “El último gran hallazgo de época romana [en Xixón], posible gracias a las prospecciones a las que obliga la catalogación de Cimadevilla como Bien de Interés Cultural (BIC), fue presentado hace apenas diez días como el que fuera el posible aljibe que surtió de agua a la ciudad hasta el siglo IV”. En este caso sí que se tramitó a tiempo el expediente ¿Qué maravillas oculta el barrio xixonés de Cimavilla para merecer más atención que La Carisa, yacimiento único por muchos motivos? Tendremos que retroceder casi treinta años para comprenderlo.    

Xixón Romano

La excavación sistemática del “Gijón romano” comenzó en 1982 con el “Proyecto Gijón de Excavaciones Arqueológicas”, en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid y dirigido por la catedrática Carmen Fernández Ochoa. Entre 1986 y 1990 se excavó el trazado de la muralla, detectándose la puerta. En el 89 se inaugura el Parque Arqueológico del castro de la Campa Torres y comienzan los trabajos en los jardines de Campu Valdés junto a las termas que ya había descubierto Calixto Alvargonzález en 1903. La excavación de las termas se produjo entre 1990 y 1994 por encargo del ayuntamiento, que pretendía abrirlas al público (lo hizo en 1995). En 1991 se realizó una excavación de urgencia en el palacio de Revillagigedo en la que se hallaron unos restos clasificados como “factoría de salazón romana” (FERNÁNDEZ OCHOA, C: 1995: 216). Entre 1997 y 2006 tuvieron lugar las excavaciones de la villa romana de Veranes, (ya había habido otra excavación en los ochenta) y el 19 de marzo de 2007 el yacimiento fue inaugurado por el Presidente del Principado. Desde entonces, Carmen Ochoa y su equipo han vuelto al casco urbano de Xixón, donde en 2007 comenzaron las excavaciones en el antiguo Convento de las Agustinas Recoletas, parte de la antigua fábrica de Tabacalera. Los trabajos se desarrollaron en tres campañas y terminaron en agosto de 2009. Se prevé convertir (¡También!) la fábrica en museo.             
El Ayuntamiento de Xixón apoyó con entusiasmo desde el principio a los arqueólogos de la UAM. Basta comparar con el abandono en que Uviéu tiene sus tesoros prerrománicos, por ejemplo. En Xixón se trataba de crear un conjunto monumental, un Xixón romano apto para atraer turistas. La ciudad necesitaba un pasado romano a toda costa. Ahora bien, el exceso de entusiasmo puede llegar a ser malo. En 1989 se aprobó el recrecido de la muralla romana: por lo visto, tal y como la habían desenterrado no era lo bastante espectacular. El resultado, según algunos denunciaron, fue un “bodrio” que hoy sigue a la vista del visitante[2].            
Los arqueólogos son igualmente entusiastas. Cuando comenzaron las excavaciones en el edificio de Tabacalera, por ejemplo, el coordinador de los trabajos Miguel Ángel López declaró que su sueño sería encontrar “el foro romano de Gijón” o bien “un teatro o una basílica”, nada menos (El Comercio, 6 de noviembre de 2007). Un año después todo lo que habían logrado desenterrar era el aljibe ya mencionado que, según dijeron, alimentaba de agua a la población en el S.IV. El entusiasmo permanecía intacto, sin embargo. El 6 de setiembre de 2008 La Nueva España publicó las siguientes palabras de Carmen Fernández Ochoa, directora de la excavación: “Como núcleo urbano, esto que tenemos aquí es de lo mejorcito de la Cornisa Cantábrica y el noroeste español”.
El día anterior, 5 de setiembre, EFE publica: “La arqueóloga Fernández Ochoa se ha manifestado prudente sobre la importancia que podría tener este espacio, aunque ha admitido la posibilidad de que pueda tratarse de un 'foro', lo que en caso de confirmarse cambiaría la historia de la ciudad. Al parecer, lo que hoy es Gijón podría haber sido en la época romana una ciudad de 'primerísimo nivel' y con alto poder de decisión política en un amplio territorio de la cornisa cantábrica, según ha afirmado la científica”. Son unas palabras asombrosas si se tienen en cuenta la importancia que en la antigüedad llegaron a tener Lugo, Astorga, León, Coruña o Braga.            
No todos comparten esta pasión. La profesora de epigrafía Alicia M. Canto, también de la Universidad Autónoma de Madrid, publicó en Internet el siguiente comentario a raíz de la anterior noticia (18 de agosto de 2009):  Todas las ciudades hispanorromanas «de “primerísimo nivel” y con alto poder de decisión política en un amplio territorio», dejando aparte lo legal y estatutariamente incompatible de estar muy romanizado y a la vez tener capacidad de “decisión política sobre un amplio territorio” (siempre que tengamos presente la estructura y funcionamiento interno de las provincias del Imperio Romano), sabemos al menos cómo se llamaban, y en ellas se han ido encontrando a lo largo de siglos, por ejemplo, un número amplio y significativo de inscripciones, para empezar alguna/s que prueben el estatuto municipal o colonial (únicos posibles en ciudades romanas), tales como menciones del ordo decurionum, la res publica, algún duovir, aedilis... o bien homenajes cívicos a sucesivos emperadores, o a ciudadanos beneméritos, etc.La realidad es que Gijón cuenta por el momento con sólo 12 inscripciones de época romana, de las que sólo 4 tienen más de una palabra completa: Una es funeraria, dos son religiosas, más la famosa dedicación a Augusto del Cabo de Torres, que seguro no es una dedicación ciudadana.Para hacerse una idea de lo que esto supone en términos de importancia real, recordaré que la única capital administrativo-jurídica de los Astures conocida y citada en las fuentes romanas, Asturica Augusta (Astorga, LE), cuenta actualmente con 204 inscripciones, ¾ partes de relativamente buena calidad, la mayoría votivas (de gobernadores, funcionarios o militares), o funerarias, con muy escasa presencia de antropónimos indígenas. Pues, incluso con todo ello, ni siquiera Asturica tiene probada su condición municipal o colonial; sólo algunos han aducido el supuesto duovir “Lépido” de las famosas tablillas de barro itinerarias, tres de las cuales son falsas y la única más verosímil, la 2, está interpolada, precisamente con la mención del duovir.Claro que por allá parece que no se presta mucha atención a este tipo de “detalles” (como tampoco las autoridades culturales centrales), pues las tablillas están (o estaban) tranquilamente expuestas como indiscutidas, y sin ninguna advertencia al público, en el Museo de Oviedo, como parte de la exposición de la también inexistente “Vía de la Plata desde Sevilla hasta Gijón” [...]Así que, concluímos, “todo vale”, siempre que no se entre en el fondo de casi cada afirmación. Una tarea, por otro lado, siempre tediosa, muchas veces incomprendida, e incómoda para el que la tiene que hacer, y a veces hasta contraproducente y con efectos perversos.(Canto, Alicia M. 2009) Finalmente, en 2009 llegó el último (hasta ahora) descubrimiento: una silla de madera, supuestamente del S.V. El 14 de agosto de ese año El Comercio publicó: “Ayer Carmen Fernández Ochoa presentaba pletórica los objetos de origen romano recuperados del fondo del antiguo depósito durante la tercera incursión en las tripas de Tabacalera. Aseguró que gracias a ellos «Gijón marcará un hito en la arqueología romana»”. Cuesta creer que tanto optimismo sea sincero. ¿Se trata, tal vez, de justificar una inversión que ha dado unos frutos bien escuálidos? Como mínimo sería prudente esperar a las dataciones de C-14 antes de echar las campanas al vuelo. Claro que entonces tal vez no quedaría mucho que ofrecer en la rueda de prensa. 

Resistencia   

En paralelo a las excavaciones y a los museos, el Ayuntamiento de Xixón y el gobierno del Principado desarrollaron una campaña de promoción y divulgación que pretendía rentabilizar y dar a conocer los nuevos descubrimientos. Así nació por ejemplo la exposición “Astures, Pueblos y Culturas en la Frontera del Imperio Romano” en 1995 o “La Vía de la Plata. Una calzada y mil caminos”, que fue inaugurada en Extremadura en febrero de 2008 y llegó finalmente a Asturies un año después. El día de la inauguración La Nueva España recogía las palabras de José Luis Vega, director general de Patrimonio del Gobierno autonómico: “es interesante que la muestra haya sido "complementada con la aportación que hizo Asturias a la romanización y a ese camino que llega hasta Gijón"” También habló Soledad López, presidenta de la SECC. Según ella se trataba de un recorrido desde un millar de años antes de Cristo hasta la actualidad por un espacio que no sólo fue fundamental para el control militar de la Península, sino que también fue primordial para los intercambios comerciales.           
Aquí ya nos salimos de la arqueología y entramos de lleno en la política. Desde luego la Vía de la Plata no llegaba hasta Xixón y desde luego no hay base alguna para hablar de una Vía de la Plata en la Edad del Bronce. Los políticos autonómicos pretenden simplemente crear una “marca”, un nombre atractivo con el que atraer el turismo y una excusa, también, para gastar fondos públicos. La verdad histórica, aquí, no pinta nada: 
[...] tales buenas intenciones, apoyadas por Madrid y el ente autonómico, aplaudidas por la mayoría de los ayuntamientos afectados, se estrellan contra el muro de una supuesta realidad histórica i-nal-te-ra-ble. Como afortunadamente vivimos en el 2009, tal vez sea tiempo de sacudirnos un poco de rancio polvo histórico para ver mejor el futuro, incluso con ilusión entre tanta dificultad. Todos tenemos la obligación de arrimar el hombro para ayudarnos, no de sembrar de chinitas historicistas a propósito de si la Vía de la Plata existía, pasaba por aquí o por acullá. Al fin y al cabo ninguno de nosotros vivió en los tiempos de Trajano y Adriano para conocer sus barruntes mentales viarios, ¿o sí? Tal vez incluso pensaron en cambiar a última hora el trazado y no les dio tiempo. Nosotros todavía lo tenemos.
Estas cínicas palabras están firmadas por Margarita Torres, nada menos que la Cronista Oficial de León. Forman parte de un artículo, “Polvos Históricos en el Camino” que el Diario de León publicó el veintiuno de febrero de 2009. El artículo tuvo réplica (tan inteligente como ingeniosa) del alcalde de Astorga, Juan José Alonso Perandones, quien estaba empeñado a la sazón en defender la verdad histórica por encima de la manipulación de los políticos. La campaña del alcalde astorgano se hizo oír en nuestro país y provocó un pequeño revuelo sin consecuencias políticas. No era el primero: la Asociación de Pueblos de la Vía de la Plata viene protestando desde el año 2001 contra esta falsificación de la historia. El 19 de mayo de 2001 la asociación se reunió en Baños de Montemayor, Cáceres. La Agencia EFE informó: “los defensores de las tesis históricas [...] permanecen preocupados por la ignorancia de unas autoridades regionales que eran favorables a ignorar el viejo trazado, y promocionaban costosísimas campañas para apoyar una Ruta de la Plata que jamás existió, desde Gijón a Sevilla”[3].            
Ni la Ruta de la Plata entraba en Asturies ni Xixón fue una ciudad romana. Más allá de estas verdades históricas sólo está la palabrería de los políticos autonómicos y el afán de hacer negocio a costa de lo que sea.            
Los políticos asturianos llevan años tratando de “romanizar” el pasado de Asturies a cualquier precio y los asturianos, resistiendo su empeño. En junio de 1992 comenzaron las obras para convertir las termas de Xixón en museo, levantando una plataforma de hormigón sobre el Campu Valdés. Algunos vecinos se rebelaron ante el proyecto. No se trató de grupos antisistema organizados ni predominaban los jóvenes entre ellos; al parecer fue más bien una reacción espontánea de las personas, jubiladas muchas de ellas, que estaban acostumbradas a pasear por la zona y que, conociendo el Campo desde niños, lo consideraban poco menos que un símbolo de la ciudad. Las protestas duraron muchos días y hubo incidentes entre los manifestantes, los arqueólogos y la policía. Las cosas empeoraron el lunes ocho de junio. Ese día, en plena madrugada, la empresa adjudicataria taló uno de los árboles del paseo, cuando habían asegurado que los árboles serían respetados. De aquí nació una interesante polémica, un intercambio de cartas al director y artículos publicados en El Comercio donde se comenzó discutiendo la política local y la conveniencia de alterar o no el Campu Valdés pero se terminó hablando de historia, de identidad, de romanos y de imperialismo.  

Astérix y Julio César   

Hemos llegado al núcleo de la cuestión. No se trata sólo de atraer turistas a la “Ruta de la Plata” o al “Gijón Romano”. Se trata de que, por debajo de toda esta política cultural, a lo largo de estos casi treinta años de excavaciones, libros, museos y exposiciones, subyace un afán de crear ideología, de educar, de moldear la identidad de los asturianos. Se nos dice que tenemos una idea equivocada de nuestro pasado, que mitificamos el periodo astur y su resistencia frente a Roma: [...] un difuso indigenismo [...]  caracterizado por rasgos de comportamiento transmitidos a través de las fuentes romanas (¡!). La cristalización de Asturias como entidad histórica se habría desarrollado en torno a dos momentos míticos de su pasado: la lucha frente a Roma, es decir, el vigor del mundo indígena, y la creación del reino de Asturias frente al invasor meridional, “germen de España”.
Los siglos romanos eran un episodio epidérmico, constreñido entre estos dos “mitos motores” de la historia del Principado [...] Acontecimientos sucedidos en los siglos IV y V d.C. siguen contemplándose en clave de la resistencia propia del carácter indómito y antisocial de los pueblos del norte, como si el tiempo transcurrido desde la conquista no hubiera afectado para nada a la sociedad septentrional en su conjunto, que casi por una “maldición” se ve obligada a demostrar periódicamente su resistencia al poder constituido.(FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 14, 19)            
Es lo que la misma Carmen Ochoa llamó “El síndrome de Astérix” o del “astur invicto”: No existen [...] testimonios de lucha en nuestro territorio [la Asturias trasmontana], según las fuentes, y ni siquiera la arqueología ha venido en nuestra ayuda mostrando estratigrafías con niveles de incendio y destrucción [...] Tampoco hay testimonios de presencia militar en Asturias. Ni un campamento, ni una teja o ladrillo con marca de una legión o de un destacamento, ni una inscripción militar. [...] parece aconsejable no hacer afirmaciones rotundas para instigar fervorosamente al pueblo de Gijón contra los “perversos” invasores que encima cometieron el desliz de construir unas termas en el Campo Valdés. [...] El señor López quiere quitar valor a todo lo romano realzando, a mi juicio, desmesuradamente, las gestas de los astures, es decir, proponiéndonos el síndrome de la resistencia heroica. (FERNÁNDEZ OCHOA, C. 1992) 
Ni los astures eran tan valientes ni las invasiones son tan malas, al parecer. Estas palabras se escribieron en 1992, poco antes de que la arqueología de las Guerras Cántabras comenzase a dar frutos. Ahora bien, ¿Qué opina sobre este asunto la misma historiadora quince años después, cuando ya se ha estudiado el asedio de Aracillum y han aparecido hasta catorce campamentos militares de las Guerras Cántabras, tres de ellos en Asturies? Pues más o menos lo mismo: Lejos de enfrentarse con un pueblo políticamente estructurado, [Roma] debe hacer frente a diferentes grupos humanos [...] con intereses [...] a menudo divergentes [...] la guerra de guerrillas, a la que se refieren los autores grecolatinos como una de las principales dificultades a la que deben enfrentarse los conquistadores en el norte peninsular, confirmaría la desestructuración política de los grupos humanos que habitaban este ámbito geográfico.Debemos desterrar definitivamente la figura historiográfica de unos indígenas 'libres y heroicos' frente a una potencia colonial 'arrolladora' y valorar en su justa medida la dialéctica del proceso de conquista [...] (FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 20) Uno se pregunta cómo pueden los autores estar tan seguros de que los habitantes del país carecían por completo de instituciones políticas o de capacidad de reacción frente al enemigo común. La estrategia guerrillera, si acaso, muestra que los cántabros estaban bien dirigidos y que comprendieron el punto flaco de las legiones romanas, en vez de enfrentarlas directamente como los galos. Por otro lado los mismos “autores grecolatinos” nos hablan de un gran ejército astur derrotado junto a Lancia. No se entiende por qué las fuentes son creíbles cuando hablan de la guerrilla pero no cuando mencionan la gran batalla. No está muy claro tampoco por qué hay que sustituir “pueblo” por “grupos humanos” a menos que se trate de degradarlos, de convertirlos en poco menos que fauna.
Y más misterioso aún resulta el nivel de la excavación donde han detectado Ochoa y Morillo el heroísmo, la libertad o su ausencia, para que debamos “desterrarlos definitivamente” de la historiografía.¿Por qué el artículo apenas menciona los últimos hallazgos de arqueología militar? Lo descubriremos en el siguiente texto, escrito por un irritado Eduardo Peralta Labrador:  
Estos [...] teóricos de gabinete [Carmen Fernández Ochoa y Ángel Morillo Cerdán, de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Universidad de León] afirman que sobre nuestras hipótesis históricas sobre las clarísimas estructuras campamentales que hemos descubierto y excavado subsistirían considerables problemas, fundamentados, a su juicio, "en que el registro cronoestratigráfico de dichos recintos aún no se ha dado a conocer" (Fernández Ochoa y Morillo,2002a: 384,n5) cosa que no es cierta porque en todos los congresos en los que hemos intervenido, en dos de los cuales estaban presentes estos autores, se han dado a conocer para quien ha querido enterarse tanto los materiales arqueológicos que nos permiten situar estos yacimientos a inicios del principado de Augusto como las incuestionables estructuras de los mismos.
En cuanto a la estratigrafía, parece desconocerse por quienes plantean semejantes objeciones, que ésta es inexistente en las estructuras campamentales en cuestión porque no se trata de ciudades ocupadas durante siglos sino que existe un solo nivel correspondiente a una ocupación temporal que casi aflora en superficie por la escasa potencia de estos yacimientos (leve cubierta vegetal, escasos centímetros de tierra y roca madre) al estar situados en cimas de montañas donde los procesos de erosión natural impiden la formación de suelos de cierta potencia (PERALTA LABRADOR, E. 2003: 314) No sólo rechazan las excavaciones del arqueólogo cántabro. Tampoco tienen empacho en tirar a la papelera, entre otros, al mismísimo Tito Livio cuyo relato de las Guerras Cántabras, que nos ha llegado resumido por Orosio y Floro, despachan con estas palabras: “Ya hemos señalado en ocasiones anteriores la parquedad de estas fuentes sobre la guerra contra cántabros y astures, sus contradicciones evidentes y el carácter propagandístico del relato” (FERNÁNDEZ OCHOA, C. Y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 19). Partiendo de aquí, la conquista romana se nos convierte en un tranquilo paseo donde invadidos e invasores caminaban de la mano en un dialéctico y enriquecedor “intercambio”: [...] es lícito pensar en una ocupación en su mayor parte pacífica [...] El proceso de romanización no habría sido tanto la imposición de su cultura por parte de la potencia colonizadora, sino un proceso dialectico de intercambio reciproco, a través del cual la sociedad indígena fue adoptando rasgos de la cultura romana, y ésta a su vez se vio influenciada por aquella.(FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 20) 
No todos los historiadores están de acuerdo. Michael Koch, del Instituto Arqueológico Alemán, no sólo condena el imperialismo de Augusto sino que mantiene que la resistencia de los norteños sobrevivió hasta el fin del imperio: Mientras que los latifunidstas del sur, los grandes empresarios, fabricantes y comerciantes, y hasta la clase media urbana, en las zonas costeras tenían motivos para sentirse beneficiarios de los frutos indudables de la paz, los cántabros y astures, por ejemplo, en cuanto habían sobrevivido a la última acción “pacificadora” del emperador, abominaron a Augusto y, sobre todo, a Marco Agrippa. Y eso mismo hicieron sus viudas y huérfanos, no pocos celtas de las Mesetas y otros innumerables, todos aquellos olvidados por la pax y sus bendiciones. [...] No puede ser casual que los Bagaudae del Imperio Tardío, anarquistas y paganos, vinieran de aquellas regiones (Koch, M. 1997: 87)
La cuestión de las “pervivencias” culturales todavía no está clara. El simple hecho de que los romanos empleasen tantas tropas auxiliares de origen astur, cántabro o galaico ya es señal de que estos pueblos conservaban bajo el Imperio su viejo amor por la guerra, a pesar de que se nos ha dicho que esta belicosidad es una exageración de los escritores latinos. A Ochoa y Morillo, sin embargo, les resultó “descorazonador” leer las palabras de Koch (Fernández Ochoa, C. y Morillo Cerdán, A. 2002b: 265). El siguiente es un extracto de una entrevista a Jesús F. Jordá, de la UNED: -[...] ¿La romanización en Asturias fue más intensa y extensa de lo que se ha supuesto hasta ahora?
-Exacto, es bastante más importante de lo que se creía y de lo que la historiografía tradicional ha querido ver, por aquello de que los astures resistieron al invasor.

-Sobre ese capítulo de la resistencia a los romanos también se empieza a saber más cosas. Ahí está La Carisa.
-Sí, los romanos tuvieron un campamento en La Carisa para poder conquistar el territorio de los astures transmontanos. Pero lo cierto es que los últimos descubrimientos que hemos comentado certifican una presencia romana mucho más importante(Jordá Pardo, Jesús F: 2009)            
Hay algo extraño en las últimas dos frases: “Hubo un campamento militar PERO podemos demostrar que hubo una romanización mucho más importante”. Nada impide una conquista militar sangrienta y prolongada seguida de una romanización intensa, como en la Galia: ¿Por qué ese “pero”, entonces? Casi parece que al entrevistado le molestase que los astures resistieran con cierto éxito, como si lo admitiese a regañadientes. La resistencia frente al invasor, tal y como leímos antes, sería prueba del “vigor del mundo indígena” y aquí se trata de anular ese mundo. Si no queda más remedio que admitir el hecho de la conquista se puede, al menos, defender una asimilación aplastante, una Roma victoriosa que se impone abrumadoramente en el país.  Pondré otro ejemplo aún más claro. Está sacado de un artículo escrito por Ángel Fuentes, profesor de arqueología en la Universidad Autónoma de Madrid: [Guillermo M. López] mantiene la escasa romanización de Asturias y, lo que es peor, su dureza sanguinaria y explotadora[Fuentes, A. 1992] La idea de una romanización superficial, como la de una ocupación romana sanguinaria y explotadora, puede ser cierta o no serlo. No puede, sin embargo, ser “mala” ni “peor” a menos que salgamos de la discusión histórica y entremos en la ideología. Es difícil resistir la sospecha de que, hasta cierto punto, hay una simpatía inconsciente por un bando o por el otro y por una etapa sobre la otra. Sólo así se entiende que Jordá, en la misma entrevista, diga que los castros “ya se conocen bien” pero que la época romana en Asturies todavía no tanto, lo que implica que habría que invertir aún más en arqueología romana y menos en la de la Edad del Hierro. Lo cierto es que la cultura de los pueblos que habitaban la actual Asturies durante la Edad del Hierro debería recibir tanta atención como la etapa posterior si no más, puesto que se trataba de una cultura original y no de un híbrido provinciano. Sigue siendo muchísimo lo que ignoramos de aquellas gentes, de las que todavía no se ha localizado ni una necrópolis y merece la pena invertir recursos en excavar alguno de los numerosísimos castros que siguen abandonados a merced de los cazatesoros, en vez de seguir buscando el Senado de Xixón.Si en el “Síndrome de Astérix” los astures luchaban con valor y los crueles romanos a duras penas lograban someterlos, en el “Síndrome de Julio César” los astures son unos salvajes inútiles y desunidos incapaces de defenderse y los romanos, unos gobernantes justos y benévolos que trajeron el progreso al país. De repente todo es romano: algunos sugieren incluso que el florecimiento del Reino de Asturies y sus logros culturales sólo pueden entenderse si se acepta que el país experimentó una romanización intensa[4]. La verdad es que la Alta Edad Media fue la gran oportunidad para los pueblos poco romanizados de Europa. Sirva como ejemplo el milagro del Renacimiento Irlandés. La riquísima cultura que nació en la Irlanda medieval era latina y cristiana pero al mismo tiempo celta y pagana: los “bárbaros” no necesitaban el yugo de Roma para abrirse y progresar. Tal vez fuese al contrario. 

La intensísima romanización

Es muy curiosa la insistencia en que las recientes excavaciones de yacimientos romanos han traído una “revolución” en nuestro conocimiento del pasado, que hasta ahora supuestamente soslayaba la influencia romana. El hecho es que ya sabíamos que había termas en Xixón desde 1903, las ruinas de Lucus Asturum ya las buscaba José M. González hace decenios, los restos de minería romana se conocen desde el XIX y las villas poco menos, incluyendo el gran mosaico de la Vega`l Ciigu (L.lena) que se conserva en el Museo Arqueológico de Uviéu desde 1951. Los filólogos siempre han buscado el origen de nuestros topónimos en posessores latinos y el del idioma, en el bajo latín. No se puede decir, entonces, que en Asturies se ignorase el poso de Roma. De hecho, cuando se mira más de cerca, la “revolución” no ha sido tan revolucionaria, después de todo:  Debemos mencionar [...] dos aspectos que hoy en día parecen caracterizar [...] el proceso de romanización regional: la [...] escasez de [...] edificios cívicos monumentales (teatros, anfiteatros, circos, templos) y de epigrafía de carácter municipal [...] en los próximos años estos dos aspectos serán descartados o matizados convenientemente. (FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 23)            
Volvemos a encontrarnos con el proverbial optimismo de Carmen Ochoa, empeñada en encontrar el Coliseo en Cimavilla. Es más, no son sólo estas líneas: buena parte del artículo está lleno de justificaciones semejantes. Escasean los restos epigráficos, faltan pruebas de que hubiese colonias o municipios, faltan estatuas, faltan leyes, faltan edificios públicos, faltan referencias literarias a ciudades romanas en la antigua Asturies pero eso no significa que no se haya dado una intensa romanización: lo que ocurre es que se trata de una romanización “distinta” de la de otras áreas como la Bética o el Levante peninsular: Los romanos actuaron muchas veces por vía interpuesta, captando a los jefes locales mediante pactos para extender su autoridad entre el resto de la población, pero siendo tolerantes con los sistemas de organización social y con las creencias religiosas(FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 20) [un componente básico de la romanización en Asturias fue] el destacado papel desempeñado por el ejército durante toda la etapa romana, que tendría su razón de ser no en la vigilancia del “indómito indígena”, sino en el interés de Roma por las explotaciones auríferas […] El mantenimiento […] de patrones de poblamiento de origen prerromano, cuidadosamente adaptados a los intereses de Roma(FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 20)            
Es decir, siguió viviendo la misma gente en los mismos castros, regidos por los mismos jefes de antaño, adorando a los mismos dioses y vigilados por el ejército. No está mal para una romanización “mucho más intensa de lo que se creía”. El gran cambio, según este artículo, vino de la supuesta reorganización administrativa de las tribus en “civitas” romanas. Poco más, ya que “no se percibe una política tendente a la asimilación obligatoria en campos como la lengua, el género de vida, el derecho y la religión” (FERNÁNDEZ OCHOA, C. y MORILLO CERDÁN, A. 2007: 17). Así expresado, no hay contradicción alguna entre el concepto de “romanización” que proponen estos autores y el que defendía su adversario encarnizado, Guillermo M. López, en el diario El Comercio, aquel lejano 1992: 
[...] otro gran especialista, J.M. Roldán, considera incluso absurdo emplear la palabra "romanización". En su excelente obra "Hispania y el ejército romano", hablando del Noroeste hispano, afirma que para Roma [la Asturias trasmontana] era "un territorio súbdito, cuya dominación interesaba bajo el exclusivo punto de vista económico, como vivero de hombres y materiales y sin ninguna política consciente de elevar el nivel de vida económica y social de sus habitantes. En este sentido lo poco logrado en este cuadrante Noroeste se realizó más en contra que a favor de esta política, debido casi exclusivamente al contacto de los soldados permanentemente instalados en el centro del territorio durante todo el Imperio y la acción ejercida por los centros de administración romanos: Astúrica, Brácara y Lucus. Es pues absurdo emplear la palabra romanización, que nunca tuvo ningún significado, ni en ninguna mente gobernante encontró asilo: sólo la prolongada dominación y los contactos pacíficos, una vez dominados o frenados los intentos de rebelión, produjo estos mediocres resultados de una híbrida civilización de tinte romano, donde nunca dejó de existir de forma vigente el espíritu autóctono."

Ha habido una revolución en la arqueología, sí, pero ha ido en sentido exactamente opuesto al que nos dicen.
Hace sólo veinte años en Asturies era posible defender que la cultura castreña nos la trajeron los romanos. En aquella época no había podido datarse ningún castro anterior al reinado de Claudio. Tampoco había ninguna prueba arqueológica de que los romanos hubiesen necesitado la violencia para conquistar el país. Los pueblos de la antigua Asturies no sólo habían sido incapaces de enfrentarse al invasor sino que además carecían de creatividad. Las saunas castreñas, por ejemplo, se interpretaban como “termas rústicas”, es decir, imitaciones torpes del invento romano. Se pensaba, en general, que los pueblos que habitaban el país a la llegada de Roma estaban aislados y atrasados.           
Todo eso ha cambiado después de las que seguramente han sido las dos décadas más fructíferas en la historia de la arqueología asturiana. Ahora sabemos que los castros surgieron hacia el Bronce Final y que representaron un gran cambio en el control del territorio. Sabemos que las saunas fueron levantadas siglos antes de la llegada de los romanos y que ya en la Edad del Hierro había la suficiente capacidad técnica y una organización del trabajo lo bastante eficaz como para excavar enormes fosos, levantar murallas de módulos y acondicionar el terreno donde se asentaron los castros, creando verdaderas calles. Se investiga, al fin, la relación entre el castro y su entorno, tratando de comprender los complejos mecanismos de explotación de un medio fragil y tal vez superpoblado[5].
Se valora más la producción industrial, la minería, la orfebrería y la metalurgia castreñas. En algunos yacimientos se acumulan numerosas escorias de hierro y se aventura que los excedentes de producción estuvieran destinados al comercio[6].
También hemos aprendido algunas cosas sobre la religión en el primer Milenio A.C. En el Chao Samartín (Grandas de Salime) se ha hallado lo que parecen restos de un sacrificio humano de fundacion y se ha descubierto, además, que la estructura más antigua del castro es un auténtico santuario, una acrópolis donde ardía, al parecer, un fuego sagrado desde el siglo VIII A.C[7].
Están además las “grandes cabañas” que se van descubriendo en los castros excavados. Parecen ser lugares de asamblea pero su significado todavía no está muy claro.
Primero, se confirma que astures y cántabros eran herederos de una cultura antigua y compleja cuando llegó la invasión; segundo, la arqueología militar de las guerras cántabras empieza a dar sus primeros pasos. Ha habido una revolución, es cierto, y ha reforzado el “vigor del mundo indígena” más que nunca.
La leyenda rosa
Uno entra en las magníficas instalaciones de la Villa de Veranes y se encuentra un vídeo de presentación, cuidadosamente editado, donde se dicen cosas como las siguientes: 

“Roma nos dio un nombre, ástures, y una historia que contar”

Antes de Roma, por lo visto, ni nombre ni historia. Seamos precisos: tal vez (no es seguro) el nombre “astures” sea de origen latino, pero sin duda antes ya existía otro nombre o nombres. También está claro que aquellas gentes debían de tener una historia transmitida oralmente, aunque se haya perdido. En otras palabras: no necesitaban el permiso de Roma para ser humanos. “Los cilúrnigos ocuparon un gran castro al que los conquistadores llamaron Noega” Así formulado, se entiende que el castro permaneció innominado durante siglos hasta que los romanos llegaron para imponerle un nombre... No latino.  Ahora nuestro visitante entra en las termas del Campu Valdés y se encuentra la siguiente frase: 

Las gentes acudían a las termas después del trabajo, el precio de la entrada era módico y el acceso estaba permitido a todos los miembros de la comunidad, incluidos los esclavos.
(Museos de Xixón – Termas Romanas, 2010)
Por lo que sé de la sociedad romana no me imagino a un esclavo, aquellas pobres criaturas humilladas y temerosas del látigo, tomándose un descanso y entrando sin más a disfrutar de los baños públicos junto a libres y caballeros. Tal vez hubiese excepciones y esté yo equivocado. Tal vez el texto se refiere a los esclavos que tenían permitido entrar en las termas...Para trabajar en su mantenimiento. En cualquier caso, me parece evidente que la frase pinta una imagen muy edulcorada de la vida en la Antigua Roma (porque de los esclavos en el antiguo Xixón, lógicamente, no sabemos nada). Y eso ya es falsificar la historia. Nuestro turista cultural sale de las termas y se tropieza en el mismo Campo Valdés con una estatua de César Augusto vistiendo armadura de general. Misterio: ¿Qué méritos tiene el sangriento dictador para merecer una estatua en la ciudad asturiana? Me parece harto discutible considerarle como el fundador de Xixón. Lo único que sabemos de él es que invadió y sojuzgó el país, que mató a unos y esclavizó a otros y que instaló una eficiente maquinaria militar encargada de chupar y canalizar las riquezas de los astures para provecho de Roma.
Augusto fue el hombre que enterró definitivamente la República, que anegó el mundo en una sangrienta guerra civil y que fundó una dinastía célebre por sus crímenes y sus perversiones. No tenemos la menor prueba de que la llegada de Roma representase ningún progreso para los astures, de que mejorase la esperanza de vida, de que la sociedad se volviese más igualitaria, de que los niños aprendiesen a leer ni de que los jóvenes abandonasen la violencia. En realidad ni siquiera sabemos si los romanos con su sociedad esclavista, sus campesinos empobrecidos, sus terratenientes opulentos y sus horrendos juegos de gladiadores llevaban una vida mejor que los supuestos bárbaros. Ahí sigue la estatua, sin embargo, en atuendo militar, celebrando la hazaña de aplastar a nuestros antepasados.
Se está creando un relato básicamente falso, una leyenda rosa semejante a la que trataba de disimular los horrores de la conquista española de América. No se puede decir, como hizo Carmen Ochoa al hablar de la llegada de Roma a nuestro país, que «Hubo conquista pero también un proceso dialéctico, respeto e integración[8]». Sencillamente es absurdo buscar aquí el lado bueno. Una conquista, por definición, implica violencia, brutalidad y expolio: Lucano, Silio, Marcial y Claudiano nos hablan, en época imperial, del “pallidus Astur infelix concolor auro”, es decir, el desgraciado astur, pálido por su malsano trabajo forzado en las minas de oro [Plinio describe así las labores mineras en su Historia Natural] galerías excavadas a la luz de las lámparas, cuya duración permite medir los turnos y por muchos meses no se ve la luz del día. A menudo se abren grietas, arrastrando a los mineros en el derrumbamiento [...] a menudo las galerías se llenan de vapor y humo. Se destruyen esas rocas a golpes de martillos que pesan 150 libras y los fragmentos son retirados a las espaldas de hombres; los mineros se los pasan el uno al otro, día y noche en la oscuridad: sólo los últimos ven la luz del día [...](López, Guillermo M: 1991)                       
Es difícil no dejarse impresionar ante esta terrible descripción. A uno se le vienen a la mente los horrores del Cerro de Potosí donde murieron tantos infelices, envenenados y extenuados. Es curioso que el imperialismo español y el romano tengan tantos puntos en común. También lo es que ambos encuentren defensores: 
[Guillermo M. López] mantiene la escasa romanización de Asturias y, lo que es peor, su dureza sanguinaria y explotadora. Para ello recurre a los episodios de la sórdida vida en la mina [...] todo ello con una prosa lírico-bailable, muy de efectos especiales, pero de escaso rigor histórico (FUENTES, ÁNGEL: 1992) 

Lo anterior forma parte del debate que se mantuvo en el diario El Comercio a raíz de las obras en el Campu Valdés. Guillermo M. López, quien se presentó como arqueólogo de Xixón, residente en Berna, acusó a Ángel Fuentes, de la Universidad Autónoma de Madrid, de lanzar una “prédica” neorromana y de justificar el imperialismo. Fuentes negó enérgicamente las acusaciones en un párrafo que merece ser recordado: ¿De verdad cree usted que yo quiero romanizar algo o alguien? ¿De verdad cree usted que yo me siento aludido hasta tal punto por cosas sucedidas hace dos mil años? ¿Tan bien me conoce usted que me cree tan demente? [...] Yo no defiendo la conquista romana de Asturias [...] ni menos me llevo disgustos por sucedidos de hace miles de años [...] Yo soy historiador y me limito a observar y anotar, sin juzgar nada. (FUENTES, ÁNGEL: 1992) Fuentes tiene  razón en parte. Es cierto que no merece la pena llorar por lo que ya no tiene remedio. Se equivoca, no obstante, cuando afirma que sólo un demente se sentiría aludido por cosas sucedidas hace dos mil años. Basta ver las pasiones que despierta la arqueología bíblica, sin ir más lejos. La historia antigua se ha usado y se sigue usando en muchos países como “mito de origen” para justificar distintas ideologías o como base en la que cimentar el orgullo étnico o el patriotismo. No hace falta suavizar ningún periodo de nuestra historia: los romanos eran una sociedad esclavista, una potencia colonial, unos imperialistas que sometían países enteros con tal de expoliarlos para beneficio de la metrópoli. La llegada de Roma no fue ningún “intercambio dialéctico” sino una conquista militar, más sangrienta en territorio cántabro que en el astur, como muestran tanto las fuentes escritas como las arqueológicas. El imperio romano no era ninguna utopía: los conceptos de “civilización” y “barbarie” son muy relativos si el “civilizado” celebra espectáculos públicos donde un oso despedaza a un ser humano indefenso.Si no tiene sentido llorar por los astures, tampoco debería tenerlo el monumento a César Augusto. Por muy viejas que sean, las infamias del imperialismo siguen siendo infamias. La época romana en Asturies podría terminar convertida en un cuento de hadas donde los asturianos (encarnados aquí en nuestros lejanos antepasados) haríamos una vez más el triste papel de aldeanos ignorantes, rescatados por la benéfica metrópoli de nuestra propia estupidez.  
 
Conclusión
 El mensaje de los historiadores, intelectuales y políticos romanómanos, llevado al extremo, se puede resumir en cinco puntos:                        
1 – La cultura castreña carece de interés y los pueblos que se encontraron los romanos no eran, básicamente, nada.                       
2 – La conquista romana fue un proceso pacífico en el que los invadidos se entregaron a los invasores sin apenas resistencia.                       
3 – La romanización de Asturies fue tan intensa como la del Valle del Guadalquivir. No se puede hablar de una “excepción” asturiana o norteña.                         
4 – La cultura de los conquistadores era superior en todos los sentidos a la de los sometidos, para los astures fue una bendición la llegada de los romanos y para nosotros debe ser motivo de orgullo nuestro pasado romano.                       
5 – No hay relación alguna, aparte de la coincidencia en el nombre, entre los antiguos astures y los asturianos modernos. Considerarlos nuestros “antepasados” o proclamarse herederos suyos es puro desatino. El medieval reino de Asturias hunde sus raíces en el Bajo Imperio Romano y sólo en él.              
Cada uno de estos puntos encaja perfectamente en la ideología que el régimen actual trata de imponer en Asturias. Se trata, ante todo, de conformismo frente al poder. Esos astures que se sometieron como borregos al pastor recuerdan poderosamente a la sociedad actual, la que recibe mansamente noticias de escándalos y chapuzas políticas sin protestas en la calle, la que lleva treinta años votando prácticamente lo mismo pase lo que pase.              
Se trata también de centralismo. La imagen de un imperio cruel y despiadado aplastando la resistencia de los nobles guerreros astures es demasiado peligrosa. Nos dicen que no hubo crueldad y que no hubo héroes. Nos dicen además que los astures tampoco eran nada del otro mundo y que de todas maneras nada tenemos nosotros que ver con ellos puesto que no hay continuidad. Nos despojan, en pocas palabras, de un relato poderoso y de una parte de nuestra historia. Los astures deben desvanecerse sin lamentos ni épica; de Asturies sólo puede hablarse como una provincia más dentro de un estado organizado y extenso. La supuesta libertad de los pueblos prerromanos era puro atraso. La historia y el progreso sólo comienzan cuando Asturias se integra en un imperio. En resumen los pueblos, las lenguas y las culturas no tienen valor y no hay por qué lamentar su pérdida: deben someterse al poder central, homogeneizarse y desaparecer. El imperialismo es civilización, la independencia es barbarie.Todos hemos oído mil veces que vascos y catalanes manipulan la historia para justificar sus reivindicaciones nacionalistas. Rara vez, sin embargo, se detiene nadie a explicar de qué manera se retuerce el pasado para justificar la mítica unidad de los pueblos de España. Tal vez deberíamos preocuparnos menos por la historia de Cataluña y más por la de Asturies.    
CANTO, ALICIA M: “Hallan en Gijón una silla romana de 1.500 años” en Terrae Antiqvae, Arqueología, Historia Antigua y Medieval. Web 2.0. Mensaje enviado el 18 de agosto de 2009 a las 1:47am. Disponible en http://foroterraeantiqvae.ning.com/group/hispaniaromana/forum/topics/hallan-en-gijon-una-silla?commentId=2043782%3AComment%3A54267&groupId=2043782%3AGroup%3A1450 

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[1] Vid. Fanjul Peraza, A. 2007 (biblio)
[2] “Los arqueólogos califican de "bodrio" el recrecido de la muralla romana”, La Nueva España, 31/12/92
[3] “Asamblea de Pueblos por la Vía de la Plata”, noticia publicada en Guiarte.com, http://www.guiarte.com/viadelaplata/noticias/asamblea-de-pueblos-po...
[4] Contra esta idea se rebelan los historiadores Iván Muñiz y Alejandro García, especializados en la Edad Media Asturiana: “Ni Asturias fue un paraíso indígena impermeable a los cambios ni un remanso de romanidad civilizadora” (Muñiz, I. Y García, A. 2010: 56)
[5] Véase por ejemplo Torres Martínez, J. 2003 (biblio)
[6] Fanjul Peraza, A. 2004 (biblio)
[7] Villa Valdés, A. 2007 (biblio)
[8] La Nueva España, 4 de mayo 2006
Asoleyao de primeres na revista Atlántica XXI
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