lunes, 18 de mayo de 2015

El antihaitianismo dominicano es por conveniencia política, dice Silvio Torres-Saillant

El antihaitianismo dominicano es por conveniencia política, dice Silvio Torres-Saillant

Por Servicios de Acento.com.do. 17 de mayo de 2015 - 11:23 pm - 
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De nuevo, el antihaitianismo puede dar la impresión de ser nativo de la sociedad dominicana, congénito con la nacionalidad, pero es más bien una importación que adquiere importancia política y por ello sobrevive.
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Foto: Silvio Terres-Saillant
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Silvio Torres-Saillant, intelectual dominicano establecido en los Estados Unidos, expresó que detrás del antihaitianismo en la República Dominicana se oculta la negrofobia, que es un rechazo cultural que viene desde muy lejos contra los negros en la cultura dominicana.
En una entrevista con Elena Oliva, de la Universidad de Chile, aparecida en la revista Meridional, sobre estudios latinoamericanos, Torres-Saillant se expresa sobre diversos topicos poco tratados por los intelectuales dominicanos en el debate sobre la identidad.
Acento reproduce la entrevista por parte, en cuatro entregas, dada la extensión de la misma.
MERIDIONAL Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos
Número 4, abril 2015, 199-226
Detrás del antihaitianismo se oculta la negrofobia: conversación con el intelectual Silvio Torres-Saillant en Santiago de Chile
Por Elena Oliva* Universidad de Chile, Chile me.oliva@gmail.com
En el marco de las VI Jornadas Caribeñistas, organizadas en noviembre de 2014 por el Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile, Silvio Torres-Saillant, Doctor en Literaturas Comparadas y profesor de Syracuse University (Estados Unidos), nos visitó para dar la conferencia magistral que cerró esta actividad. En su charla, el académico e intelectual dominicano, radicado desde hace muchos años en Estados Unidos, compartió con el público de las Jornadas un conjunto de reflexiones que forman parte de lo que es posible reconocer como el núcleo y motor de su labor intelectual: la indagación en los mecanismos que permiten la perpetuación del racismo en las sociedades latinoamericanas y caribeñas; el esfuerzo por rastrear los orígenes de los discursos de inferiorización de indígenas y afrodescendientes; y el compromiso con la transformación de las condiciones de vida de estas poblaciones. A través de sus libros1 –en los que desarrolla análisis literarios, investigaciones históricas, interrogaciones a distintos ámbitos de la configuración simbólica de nuestras sociedades– y de comprometidas intervenciones en la prensa estadounidense y dominicana, Silvio Torres-Saillant participa en forma activa y crítica en diversos debates contemporáneos relacionados con la política, la cultura y la historia de Estados Unidos, el Caribe y en particular las tensas relaciones entre República Dominicana y Haití. En relación con este último tema ha asumido una valiente posición de denuncia del racismo de las élites dominicanas y del carácter construido del supuesto conflicto histórico entre ambos países. Uno de los episodios más violentos y deplorables del antihaitianismo de estas élites ha sido la sentencia 168-13, emitida por el Tribunal Constitucional en septiembre de 2013, que priva de la nacionalidad dominicana a los hijos de extranjeros en tránsito nacidos en el país a partir de 1929. El resultado de este fallo es que miles de dominicanos descendientes de haitianos –sobre todo braceros, es decir, trabajadores temporales de las plantaciones de caña–, y de domínico- haitianos, se encuentran en la situación de apátridas. En la entrevista que presentamos a continuación, Silvio Torres-Saillant comparte sus lúcidas y valientes reflexiones en torno a este y otros temas fundamentales de la contemporaneidad latinoamericana y caribeña.
Elena Oliva (EO): Me gustaría partir esta entrevista conversando sobre la situación de República Dominicana a propósito de la sentencia del Tribunal Constitucional que ha cumplido ya más de un año.
Silvio Torres-Saillant (ST-S): Bueno, el fallo se promulgó como sentencia no apelable, que es lo que hace único este momento en los procesos judiciales de República Dominicana, pues por primera vez a un gobierno nuestro se le ocurre crear una entidad cuyos fallos sean inapelables. Yo vislumbro la posibilidad de un regreso formal de Leonel Fernández Reyna2 al gobierno, que es lo que él desea, razón por la cual ha propugnado al Tribunal Constitucional. Si a esa alta corte se le ocurre que la alternabilidad gubernamental representa un problema –o por lo menos la alternabilidad frecuente– y decide eliminarla estando en el Palacio Nacional el presidente Fernández Reyna, él tendrá que “sacrificarse” por el bien nacional y aceptar la sentencia inapelable del Tribunal, puesto que, de negarse, estaría desacatando la ley. Fernández concluyó su tercer período presidencial en agosto del 2012 pero ha seguido comportándose nacional e internacionalmente como presidente de facto en la esfera pública. Por eso, desde el exterior no resulta fácil darse cuenta de que el actual presidente del país se llama Danilo Medina3, miembro del Comité Político del Partido de Fernández, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Fernández preside el partido de gobierno, sobre el cual tiene gran influencia y en nada le perjudica que su esposa, la anterior Primera Dama, ostente ahora el rango de Vicepresidente de la República. Vox populi entiende que el papel del actual presidente consiste primordialmente en calentarle la poltrona presidencial a Fernández hasta el 2016, cuando la Constitución le permita volver a reelegirse. Hay mucho que temer sobre su regreso formal al poder. Pues en una conversación con la prensa hace unos meses, Fernández se sinceró con respecto a la alternabilidad gubernamental. Dijo que un país no se transforma en un período, ni en dos períodos, ni en tres períodos, sino que para ello hace falta gobernar por un “periodo histórico”. Dio como ejemplo la transformación que se ha dado en China, transformación que, a su parecer, se ha logrado gracias a la permanencia en el poder de un liderazgo único. A mí se me hace muy claro, pues, que Fernández tiene planes de gobernar el país por lo que él le llama “un período histórico”.
EO: Como Trujillo….
ST-S: Bueno, al hablar con la prensa, Fernández no tuvo la desvergüenza tan extrema de citar al gran asesino y cleptómano que nos gobernó por tres décadas. Pero, aparte de ilustrar su aspiración con el caso de China, cuyo régimen sencillamente no reconoce la alternabilidad gubernamental como un valor apreciable de su sistema político, tuvo una desvergüenza bastante cercana al dar su otro ejemplo, en el que glorificaba al régimen de Joaquín Balaguer4, a quien da crédito por haber logrado una transformación gracias a su estadía en la jefatura del Estado por veintidós años. Preocupa que a Fernández no le preocupen los detalles relativos a la larga permanencia en el poder del pérfido gobernante. Pues, para poder quedarse en el Palacio Nacional, el caudillo se valió del fraude electoral continuo, el hurto al erario, los asesinatos políticos que dejaron al país prácticamente sin disidencia viable, el encarcelamiento masivo de los opositores al gobierno, miles de exiliados, la compra de los jueces, el soborno a los legisladores, la intimidación a la prensa, en fin, la normalización de la corrupción, la violencia, el clientelismo y el personalismo, destruyendo la institucionalidad. Cuando Balaguer constituye el modelo de gobierno preferido para un dirigente que proviene de una trayectoria nominalmente progresista, a juzgar por su formación política bajo la tutela de Juan Bosch, asistimos al triunfo de un ideal autocrático que nos regresa estrepitosamente al ámbito ideológico y moral de la dictadura trujillista. A mí me da mucho para temer el regreso formal al poder de Fernández, armado del recurso previamente inédito en la jurisprudencia dominicana de un Tribunal Constitucional con potestad de fallar inapelablemente.
EO: En este fallo se quita la nacionalidad a los hijos de los inmigrantes en tránsito, desde 1929 hasta la actualidad. Estamos hablando de al menos tres generaciones de dominicanos.
ST-S: Tres generaciones durante las cuales la constitución dominicana les reconoció la ciudadanía porque sí existía el procedimiento del jus solis5. El presidente Leonel Fernández ha estado tergiversando la historia a nivel internacional al alegar que siempre fue condicional nuestro jus solis, negando que nunca hubiera existido en el país el jus solis automático. La mentira oficial, la normativa epistémica de que se valieran la dictadura trujillista y su continuación balaguerista, ha vuelto a merodear en el espectro político dominicano.
Término jurídico que hace referencia al “derecho de suelo”. A diferencia de los países que se rigen por el jus sanguinis, los que tienen jus solis otorgan la nacionalidad a todas las personas nacidas en su territorio.
EO: Lo que hace mucho ruido de todo este fallo es que esta decisión afecta en su mayoría a dominicanos con ascendencia haitiana y, bueno, haciendo un poco de historia, nosotros sabemos de los problemas entre República Dominicana y Haití, nada de raro entre países fronterizos, pero que tienen una fuerte carga por el antihaitianismo que se atribuye a los dominicanos.
ST-S: Eso no viene de conflictos entre la República Dominicana y Haití. La República Dominicana y Haití han vivido bastante en paz y han vivido con bastante armonía las oligarquías haitiana y dominicana. El problema de los domínico-haitianos es un problema que viene, no de las relaciones internacionales, sino de unas relaciones muy nacionales que tienen que ver con la manera de las élites gobernantes dominicanas de bregar con su propio origen africano y lidiar con lo haitiano nuestro a nivel ciudadano y cultural. Vale recordar que lo haitiano, así como lo negro, se vilificó en el marco de la transacción colonial, proceso que quedó ininterrumpido en el hemisferio hasta nuestros días. De ahí que hoy todavía tengamos incidentes como el de Ferguson, en el Estado de Missouri, y que todavía resulte imposible llevar a la justicia a un policía blanco que asesina a un jovencito negro desarmado. Algo parecido vimos en el caso de Trayvon Martin en La Florida. Los casos de Trayvon Martin en la Florida y Michael Brown en Missouri forman parte de una historia que comenzó en Santo Domingo. El fenómeno de la descalificación de la negrura desde Santo Domingo viajó al resto del hemisferio. El problema dominicano con la cuestión racial, con la identidad cultural, la definición del ser humano valorable, el sobreentendido acerca de la gente desechable y la visión acrítica que reina sobre lo que es civilización parece peor que en otros lugares. Pero es que allí se complica mucho el asunto por tratarse del escenario inaugural. Allí se vive el problema con mayor gravedad por ser allí donde comenzó todo.
Además, hay que mirar la difamación de lo haitiano como proceso aparte. Ese proceso arranca a finales del siglo XVIII con la rebelión de Saint-Domingue cuando los insurrectos se alzan e intentan desmantelar al régimen colonial y la economía de la plantación. Esos rebeldes hicieron la cosa más grave del mundo, algo similar a si hoy día tú intentas destruir la economía de los productos derivados del petróleo, por ejemplo. Mira lo que ha pasado con Venezuela porque ha intentado venderles el petróleo más barato a los países vecinos. Se ha convertido en el paria del hemisferio.
Pero sobre todo cuando los rebeldes de Saint-Domingue tienen éxito al derrotar a las fuerzas napoleónicas y demostrarse capaces de establecer su propia sociedad, autónoma, sin esclavitud, cometen una afrenta contra todo el occidente cristiano que dependía de la esclavitud, la colonia y la plantación para su sustento.
Cuando se da la exposición mundial de Chicago, a finales del siglo XIX6, a Frederick Douglass7 el gobierno haitiano le asignó formar parte de su delegación en el panteón de Haití. En sus discursos –dio varios durante la feria– recurre como Leitmotiv al milagro de que Haití todavía existiera. Douglass da testimonio de hasta qué punto todo lo que él llamaba el mundo civilizado, es decir, el Occidente cristiano, había complotado para destruir a Haití. Se trata de un testimonio basado en el conocimiento de unos noventa años de agresión antihaitiana que ya habían transcurrido. La bibliografía sobre Haití en los Estados Unidos escandaliza por su cantidad y su contenido. Allí, igual que en Europa, se produjo un enorme corpus que tú no podrías leer en una sola vida y la mayor parte del mismo impugna la sociedad, la cultura y la persona haitiana. El discurso antihaitiano en Occidente tiene una historia larga. Va desde el comienzo de la insurrección en 1790 hasta las declaraciones en el 2011 del Reverendo Pat Robertson, quien explicó aquel devastador terremoto como justicia divina, represalia del Todopoderoso por un pacto con el diablo que hicieron los insurrectos en busca de apoyo a su lucha contra el dominio colonial francés. Es decir, van más de doscientos años de escarnio en distintos idiomas.
Cuando en 1844 a los separatistas del lado hispanohablante de la isla La Española les toca hacer su república, lo primero que quieren saber los representantes franceses y estadounidenses que se aparecen, con interés comercial y político en la incipiente república, es qué va a pasar con Haití: preguntan, “¿cuál va a ser la relación de ustedes con Haití?”. La inquietud venía movida por el temor de que esta gente pudiese conformar un bloque político con Haití y que se fortaleciera la república negra. Fíjate que el congresista norteamericano John C. Calhoun, quien había sido vicepresidente del país y que para la fecha se desempeñaba como Ministro de Relaciones Exteriores en el gabinete del Presidente John Tyler8, de inmediato se lanzó a abogar por el reconocimiento de la recién proclamada República Dominicana como nación soberana. Te recuerdo que los haitianos habían proclamado su república cuarenta años antes y que Washington todavía se negaba a reconocerles su soberanía y se negaría por dos décadas más. ¿De dónde, entonces, esta prisa por conferirle legitimidad a la recién proclamada nación dominicana? Calhoun, esclavista profeso y confeso, postulaba enérgicamente la inferioridad de los negros. Para él, la esclavitud había ayudado a civilizar a los negros, elevándoles el nivel moral, intelectual y físico gracias a asesoría de la raza blanca. Sin embargo, este señor de negrofobia tan rampante, llegó a declarar la soberanía dominicana digna del reconocimiento internacional no obstante la negrura de su población porque veía al nuevo país como un posible aliado para mantener a Haití a raya. Al abogar ante su país, Francia y España, Calhoun señalaba que la recién nacida república ayudaría a “contener el mayor crecimiento de la influencia negra en el Caribe”. Interesado en vislumbrar pugnacidad entre haitianos y dominicanos, Calhoun llegó hasta a postular una dominicanidad adversa a los negros.
La preocupación de Francia no era menor. Para el 1847 hay un caso de presunta conspiración contra el presidente Pedro Santana9, en la que figuran los hermanos Puello, afro-dominicanos de tez y facciones reconociblemente negroides y conocidos como héroes de la guerra de independencia. El gobierno dice haber descubierto el plan y pasa a tomar medidas punitivas contra los conjurados. Los hermanos Puello y los cabecillas principales van al paredón. Al resto, Santana les reparte castigo según el nivel de su participación. Hay de hecho haitianos entre los conjurados identificados en el juicio que Santana les hace. Pero el recuento del juicio no hace hincapié alguno en su etnicidad. Más bien, aparece el origen como mero detalle legal, algo así como, Antonio Rodríguez, natural de Santiago; Jacques Alexis, procedente de Port-au-Prince. Hay un conjurado haitiano de nacimiento que figura entre los que reciben la pena más leve. A tres años de haber surgido la soberanía dominicana, al presidente Santana la haitianidad de algunos de los conjurados no le causaba inquietud especial. Pienso que ello se debe a que todavía la noción de lo haitiano como otredad de la que se vale la dominicanidad para contra- distinguirse, todavía no había prendido en la psicología política de quienes dirigían el joven país. Lo haitiano todavía no había adquirido el valor que desplegaría luego y que lo heredamos hoy, es decir, el de elemento inherentemente adverso a lo dominicano.
Podría decirse que al cónsul francés en Santo Domingo, aterrorizado por la noticia de la conspiración de los hermanos Puello, la pugnacidad entre los dos pueblos resultaba necesaria. De hecho, cuando este cónsul escribe a su jefe, el Ministro de Relaciones Exteriores en Francia, sobre los acontecimientos de 1847, de su pluma salen el antihaitianismo y la negrofobia a borbotones nerviosos. Santana vio una conspiración política y la resolvió, cerrando de esa manera el caso. El cónsul, sin embargo, vio allí una conspiración racial, la cual no podía darse por resuelta porque las razas todavía seguían existiendo. Al escribir al ministro francés, le cuenta de una gran tragedia de la que apenas “nos escapamos”. Explica que a los hermanos Puello y otros militares negros se les había descubierto en una estratagema que tenía el plan macabro de asesinar a todos los blancos para apoderarse del país con el fin de anexarlo a la República de Haití. Irónicamente, el cónsul francés se hizo de esa manera fundador del “fusionismo”, el discurso blandido por la derecha ultranacionalista en la sociedad dominicana y sus fieles aliados en el sector liberal para denunciar la existencia de un presunto plan de fundir a la República Dominicana con Haití en una sola soberanía. Hoy día, los ultranacionalistas tildan de fusionistas –ergo, traidores a la patria– a cualquier compatriota que se oponga a la desnacionalización de los dominicanos de origen haitiano o que critique los excesos del antihaitianismo del régimen imperante, alegando que sus críticas entran en complicidad con las fuerzas extranjeras que promueven la fusión. Es irónico que los ultras, que han asumido la misión sagrada de salvar la patria de la tenebrosa fusión, atribuyan a Francia –junto a Canadá y los Estados Unidos– un papel protagónico en el plan macabro. Dudo que se hayan percatado de su deuda con el cónsul francés que en 1847 fundó el fusionismo.
Insisto, entonces, en que debemos ver la génesis del antihaitianismo dominicano en ese contexto geopolítico. No hay que buscarlo en las relaciones bilaterales entre los dos países que comparten la isla La Española. La elite política dominicana heredó el antihaitianismo de las grandes potencias que regentaban el orden mundial al cual aspiraba entrar el recién nacido país. Quería tener el apoyo de Francia y de los Estados Unidos y para ello debía avinagrar su actitud hacia Haití. El antihaitianismo entró al ámbito oficial dominicano por una conveniencia política y se ha quedado ahí por la misma razón. La moralmente indefensible sentencia 168-13 tiene también una función política, específicamente electoral. Al desnacionalizar a 250.000 dominicanos de herencia haitiana, el partido de gobierno le está quitando 250.000 votos a la oposición, especialmente al PRD (Partido Revolucionario Dominicano). Principal partido de la oposición, el PRD (hoy en proceso de fragmentación) ha contado con el voto de los domínico-haitianos por dos razones. Primero, el PRD fue la organización política de José Francisco Peña Gómez10, un dominicano de herencia haitiana y extracción humilde con quien cualquier persona oprimida afrodescendiente tiene buena razón para identificarse. Lo segundo es que el partido de gobierno ha mantenido un discurso negrofóbico y antihaitiano que en gran medida aliena a esa comunidad. En sus últimas victorias electorales, el partido de gobierno (PLD) ha vencido en las urnas con un margen cada vez menor de ventaja contra sus contrincantes, lo cual hace temer que ni siquiera llegue a alcanzar la victoria en las próximas contiendas. Puesto que a sus dirigentes al parecer no les interesa hacer el trabajo de proselitismo necesario para ganarse el voto de los domínico- haitianos, se optó por desproveerlos de la ciudadanía para quitarles el derecho al sufragio. De nuevo, el antihaitianismo puede dar la impresión de ser nativo de la sociedad dominicana, congénito con la nacionalidad, pero es más bien una importación que adquiere importancia política y por ello sobrevive.

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