Manuel Castells – Un Papa y su hoja de ruta
El sociólogo
Manuel Castells, considerado uno de los pensadores más influyentes de
nuestra época, nos describe el estado de ánimo de un Papa que está
haciendo historia y que suscita la esperanza en un mundo convulsionado
en pleno proceso de cambio de época.
De repente sintió un poder nuevo, podía desplazarse por el mundo, llegar a las conciencias más recónditas y actuar sobre ellas
La Navidad del Papa.
Francisco se despojó de su casulla y ornamentos y se acomodó en el mullido diván de la suite 201 de la Casa Santa Marta. Decidió tomarse un respiro antes de ir a dormir. Había sido un día intenso culminado con la misa del gallo en que su homilía resultó complicada. Un informe de actividad y una hoja de ruta para el mundo, codificando el discurso en metáforas evangélicas. Salió bien. Y disfrutó con la misa en do menor de Mozart, rompiendo la tradición del austero canto gregoriano. Con un guiño a su tarea inmediata: la soprano israelí Chen Reiss a ver si Netanyahu se ablandaba.
Francisco se despojó de su casulla y ornamentos y se acomodó en el mullido diván de la suite 201 de la Casa Santa Marta. Decidió tomarse un respiro antes de ir a dormir. Había sido un día intenso culminado con la misa del gallo en que su homilía resultó complicada. Un informe de actividad y una hoja de ruta para el mundo, codificando el discurso en metáforas evangélicas. Salió bien. Y disfrutó con la misa en do menor de Mozart, rompiendo la tradición del austero canto gregoriano. Con un guiño a su tarea inmediata: la soprano israelí Chen Reiss a ver si Netanyahu se ablandaba.
Se permitió acostarse más tarde que de
costumbre y retrasar su habitual de despertar a las cuatro y media de la
madrugada. Llamó a su secretario, Fabian Perocchio, y le pidió su mate
favorito. Sentía necesidad de repasar la película de los últimos meses,
de saborear sus victorias en temas de los que dependía el futuro de la
Iglesia. Empezando por el banco del Vaticano, instrumento de blanqueo de
dinero de organizaciones criminales.
Lo de Cuba y Estados Unidos le encantó, era algo que todo latinoamericano llevaba dentro durante medio siglo.
Ahora tocaba la reconciliación entre
israelíes y palestinos, ese foco de dolor, odio y peligro que amenazaba
la humanidad. La tierra santa de santidades conflictivas como si el Dios
único se pudiera trocear y apropiar por los arrogantes humanos, tal vez
manipulados por el Maligno.
Claro que lo esencial era restablecer a
la Iglesia en la vivencia de los fieles. Un tema tenía claro y sabía
cómo hacerlo: ocuparse más de los pobres y marginados que de los ricos y
poderosos. Cuestión de reforma política, de quitar poder y recursos a
la jerarquía y distribuirlo a los pastores y fieles.
Más peliagudo era el tema de la
pederastia. Pero también sabía cómo arreglarlo: encauzando la
sexualidad, permitiendo el matrimonio a los religiosos, como en todas
las otras religiones. E incluso tolerando la convivencia homosexual.
Para esto aún no tenía suficiente poder. Habría que esperar, pero se
sentía fuerte y joven.
Paladeó otra chupadita de mate. Y de
repente sintió un tremendo ardor en el estómago. Un fuego que subía por
el cuerpo y quemaba todo a su paso, un sentimiento de asfixia, una
opresión en el pecho, un desmayo irresistible. Trató de pulsar el
timbre. Pero sus manos no respondían, sus ojos se nublaban. Y entonces,
como un sueño, recordó aquella escena de su película favorita, El
Padrino, en donde envenenan al Papa según la más rancia tradición
vaticana. Apenas pudo hacer consciente este pensamiento. Súbitamente un
fulgor blanquecino y esplendoroso. Y después, nada, el vacío.
¿Qué era aquello? Serían verdad todas
las historias que ellos mismos contaban para después de la muerte? No
sabía, pero de repente sintió un poder nuevo, podía desplazarse por el
mundo, llegar a las conciencias más recónditas y actuar sobre ellas.
Probó. Fue a Gaza a encontrar a Jaled
Machal. Se transmutó en Alá (Dios es único) utilizando una fórmula
facilitada por su nuevo camarlengo, especialista en diálogo
interreligioso, y le convenció que dejara de matar.
Canceló deudas de los pobres.
Legalizó las drogas, dejando sin negocio a los narcos. Reguló las
finanzas y envió al infierno a los financieros no éticos. Expulsó del
templo parlamentario a la casta de mercaderes de la política. Erradicó
el machismo de las conciencias. Y…
Ya no le dio tiempo de más. La niebla se
fue haciendo más y más tenue, hasta subir al firmamento y mezclarse con
el polvo de estrellas.
Artículo de Manuel Castells, en la Vanguardia. Fuente foto
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