Entre la microsociología y el interaccionismo simbólico: Relaciones sociales e interacción social en George Herbert Mead y Erving Goffman
En sociología se trabajan con conceptos clave, que permiten comprender
el significado y hallar una explicación a los fenómenos sociales y las
acciones colectivas. Estos conceptos, se han empleado en buena parte de
las escuelas de pensamiento y teorías sociológicas. Así, es de gran
familiaridad, encontrar las palabras “interacción social” y “relaciones
sociales”.
Cada
escuela de pensamiento, aporta y entrelaza estos conceptos en sus
paradigmas; sin embargo, teorías como el marxismo, el funcionalismo, la
sociología comprensiva, el estructural-funcionalismo y la teoría
crítica, trabajan con explicaciones macro-estructurales, es decir,
analizan las estructuras sociales de una época determinada, sin ahondar
en el elemento más básico de cualquier sociedad: el individuo.
La
inconformidad con los paradigmas macrosociales, es que los fenómenos
sociales visualizados tienden a una generalización profunda. Las
generalizaciones causales tienden a una problemática central, pasan
desapercibidos los casos concretos de socialización en contextos
sociales muy reducidos. Y en más de una ocasión, se le ha reconocido a
las explicaciones microsociales, la capacidad de transformación de los
actores sociales en escalas pequeñas.
Este
artículo, somete a una revisión exhaustiva, la interpretación
microsocial de “interacción social” y “relaciones sociales”. Para esto,
recurro a uno de los fundadores directos del interaccionismo simbólico,
George H. Mead; después, realizaré un bosquejo en los escritos de Erving
Goffman, principalmente en su obra La presentación de la persona en la vida cotidiana, donde expone las relaciones sociales a través de los roles sociales y los escenarios.
En el
primer apartado, realizo un esbozo acerca de los conceptos empleados por
Mead para analizar la interacción social. Esto incluye “el yo”, “el mí”
y “el otro generalizado”, conectándolos con el proceso de
socialización.
La
segunda parte, consiste en revisar las relaciones sociales a través de
los roles, expresados por medio de los escenarios sociales. Ya que el
espacio es reducido, y las definiciones propuestas por Goffman son
amplias, sólo trataré los elementos de mayor importancia.
George H. Mead: La comunicación y la adopción de roles por medio de la interacción social.
George H. Mead es uno de los teóricos sociales más originales de la
primera mitad del siglo XX. A pesar de que no escribió libro alguno, se
conservan sus discursos, gracias a las notas de sus alumnos en la
Universidad de Chicago. Los apuntes reúnen sus principales ideas y dan
paso a una obra distinguida en la teoría sociológica. “Espíritu, persona y sociedad”, marca una etapa dentro de la sociología y la psicología social.
En
esta obra, Mead aborda la interacción social desde perspectivas
innovadoras. Se apoya en el conductismo social, estudia el lenguaje como
construcción social y la vía por la cual se transmiten los roles
sociales y determinados valores. A partir de esto, llega a la conclusión
de que los seres humanos son conformamos simbólicamente por medio del
lenguaje.
Los
componentes que permiten la constitución de los seres humanos, es por
medio de la socialización con otros de su especie. La personalidad, la
identidad, el concepto propio del individuo y cualquier característica
personalizada, son producto de la integración a los grupos sociales. Los
componentes de la interacción que posibilitan la incorporación de
comportamientos y conductas en los individuos, son el “yo”, el “mi” y el
“otro generalizado”.
Bajo
los conceptos anteriormente mencionados, se construye la base de la
persona. La comunicación transmite de forma simbólica, las normas, las
pautas de comportamiento y los roles socialmente establecidos.
El otro generalizado y la adaptación del individuo.
Los
seres humanos somos seres sociales por excelencia. Esta máxima se
refleja en cualquier parte del mundo. No pueden existir personas
aisladas, ni sujetos que hayan adquirido su humanidad de manera autónoma
e individual. Las relaciones sociales son el pilar fundamental que rige
la vida colectiva.
En “Espíritu, persona y sociedad”, hay
un concepto clave, localizado en el apartado de la persona. Ahí Mead
explica como es que se consolidan las relaciones sociales de manera
automática, y cómo hallan su reproducción dentro de la interacción de
los grupos sociales.
Los
actores sociales estamos integrados en un mundo construido socialmente.
Bajo esta lógica, podemos adquirir las pautas de comportamiento validas
para un contexto y que este nos valga la anexión a los distintos
conglomerados sociales.
La
adaptación de los individuos parte de la adopción de las conductas
socialmente establecidas. En este proceso se configura la personalidad
del individuo, relacionándose con sus similares e interactuando con
estos. A este proceso Meda lo define de la siguiente manera:
“La comunidad o grupo social organizados, que proporciona al individuo
su unidad de persona puede ser llamado “el otro generalizado”. La
actitud del otro generalizado es la actitud de toda la comunidad. (…)
Además, del mismo modo que adopta las actitudes de otros individuos
hacia él y de ellos entre sí, tiene que adoptar sus actitudes hacia las
distintas fases o aspectos de la actividad social común o serie de
empresas sociales, en las que, como miembros de una sociedad organizada o
grupo social, están todos ocupados”.
(Mead, 1968: 174)
Entiéndase
al otro generalizado, como la capacidad de los individuos para
interactuar y coordinarse ellos mismos; es la introducción de los
comportamientos socialmente establecidos a su personalidad. El otro
generalizado se relaciona con el imaginario social de una colectividad,
la diferencia radica en el contexto específico de cada comunidad. Pero
no solo es eso, los actores tienen en sus manos, transformar elementos
de esa cosmovisión, sin dañar en forma permanente los elementos
centrales.
De
esta manera, los individuos tienen razón de ser, si son parte de un
grupo, que les brinda identidad, una forma de pensar, actuar y
relacionarse con los demás. La función del otro generalizado es la de
adecuar al individuo en modo funcional para el grupo social o la
comunidad donde se encuentre.
Cabe
mencionar que el otro generalizado puede ser modificado, a través de los
roles, la reciprocidad de las relaciones sociales y con el paso del
tiempo, se van transformando acorde a las tendencias y los procesos de
socialización.
El “YO” y el “MI”.
La
interacción social, sólo es posible cuando existe una reciprocidad
entre las actitudes de los sujetos. Se requiere de una comprensión mutua
entre los actores que interactúan, para que se produzca un intercambio
de conductas y de esta manera haya una respuesta óptima.
En la
medida que los seres humanos nos entrelazamos socialmente, requerimos de
ciertos elementos que nos permitan diferenciarnos de los demás, y
simultáneamente nos apropiemos de las conductas socialmente
establecidas. Para que haya cambio de gestos, comunicación verbal y
corporal, es indispensable acoplarse a las situaciones sociales que se
viven al momento. A esta dificultad, Mead agrega el concepto del “yo”.
El “yo” es la capacidad que tengo como individuo para reafirmarme a
través de los otros, adaptarme a su forma de pensar, actuar y de ser, de
esta forma puedo interactuar libremente con ellos. Por otra parte, el
“mi” es una actitud social, que se reproduce en el comportamiento de una
comunidad y se inserta en el individuo, por lo tanto el “mi” establece
las pautas de acción colectiva. Mead define estos conceptos de la
siguiente manera:
“El “yo” es la reacción del organismo a las actitudes de los otros, el
“mi” es la serie de actitudes organizadas de los otros que adopta uno
mismo. Las actitudes de los otros constituyen el “mi” organizado (…) El
“yo” es la acción del individuo frente a la situación social que existe
dentro de su propia conducta, y se incorpora a su experiencia (…) El
“mi” surge para cumplir tal deber”.
(Mead, 1968: 186)
El
yo y el mi son las fases de la interacción, que permiten acoplarse al
otro generalizado de la comunidad o grupo social. El yo es la capacidad
de los sujetos para expresarse, por medio del lenguaje oral, corporal o
señales, el yo reafirma a las personas con relación a los demás. Por el
contrario, el mi son las conductas y actitudes comunes en un grupo, y
que los individuos deben transmitir a los otros para generar la
interacción cotidiana. El yo y el mi garantizan una idónea comunicación,
ya sea el habla, el lenguaje corporal o los gestos, los seres humanos
somos simbólicos en todos los aspectos y así es nuestra forma de
interactuar socialmente.
Erving Goffman: Las relaciones sociales por medio de los escenarios y los roles.
El análisis realizado por Erving Goffman, es innovador en la teoría
sociológica, al poner su atención en los seres humanos y la manera como
llevan su vida cotidiana. Goffman se centra en las relaciones sociales y
como se tejen a partir de distintos escenarios, es decir, cómo es que
los seres humanos somos influenciados por los escenarios sociales y
éstos determinan nuestra actuación a lo largo del día.
En “La presentación de la persona en la vida cotidiana”, se
ofrece todo un marco conceptual para definir las relaciones sociales
por medio de los papeles asignados a cada persona. Según sea la
situación social a la que esté inserta en un momento determinado.
Conceptos como la fachada, la realización dramática, idealización, el
control expresivo, tergiversación, mistificación, realidad y artificio
etc., son parte de la actuación que ejecutamos todo el tiempo.
La
presentación de la persona en la vida cotidiana, se asemeja a un teatro,
donde los actores sociales representan de forma casi perfecta su rol,
adaptándose al guión y la actuación que el papel conlleva. Es en este
teatro, donde nos conformamos socialmente y nos relacionamos conforme
sea nuestro rol en turno. Corresponder al papel de hijo se representa de
una forma, mientras que ser trabajador lleva otro comportamiento, lo
mismo que las relaciones familiares y personales, mostramos una porción
de nuestra persona; es así como nos construimos socialmente, somos
determinados por el entorno y reaccionamos acorde a las necesidades del
momento.
La representación: La fachada.
La
representación de los roles sociales, está fijada por el escenario en el
que se desarrolla. Todo contexto tiene un trasfondo escénico y éste
determina la manera en que la persona se identifica con su actuación. El
término de fachada abarca distintos ámbitos y características; entre
ellos se encuentran los modales, la apariencia, la manera de dirigirse a
un público, los gestos corporales, el lugar de trabajo, las actividades
cotidianas entre otros.
La
fachada social es una construcción que va más allá de un tiempo
determinado, y en otros casos es temporal, se acopla a los papeles que
ejecute el actor. Por fachada Goffman entiende lo siguiente:
“(…) a la parte de la actuación del individuo que funciona regularmente
de un modo general y prefijado, a fin de definir la situación con
respecto a aquellos que observan dicha situación. La fachada, entonces,
es la dotación expresiva de tipo corriente empleada intencional o
inconscientemente empleada por el individuo durante su actuación”.
(Goffman, 1959: 14)
Bajo
esta definición, Goffman advierte la necesidad de identificarnos con
una serie de elementos distintivos. El medio en el cual nos
relacionamos, el vestuario de una persona y el modo de dirigirse hacia
sus interlocutores, influyen profundamente en las relaciones sociales.
Si nos hallamos en un club social y es para un público selecto y
distinguido, lo más probable es que un trabajador manual, una persona en
situación de calle o un comerciante no sean bienvenidos. No cumplen con
la vestimenta adecuada, no tienen un medio de transporte de renombre y
sus condiciones sociales advierten cierta inferioridad frente al estatus
de los asistentes. De cierta manera, su propia fachada es lo que los
excluye de socializar y lograr concretar relaciones sociales con los
estratos sociales superiores.
La
fachada no es fija, tampoco se diluye fácilmente, solamente se moldea de
acuerdo a los contextos y situaciones sociales presentes. Por último,
la fachada social es el rol social interpretado por un actor social, y
el recibimiento que obtiene para con los otros individuos, es lo que
conforma el tipo de fachada social.
La expresión subjetiva: La realización dramática.
Cuando
se habla de la realización dramática, nos referimos a la capacidad de
los actores sociales por congeniar con el auditorio y expresar sus
estados de ánimo y emociones; sin embargo, en muchas ocasiones el actor
se ve contrariado por la dificultad del papel, ya que ostenta rasgos
predeterminados, y si falla en su ejecución, tiene que lidiar con las
repercusiones. Se entiende por realización dramática lo siguiente:
“Mientras
se encuentra en presencia de otros, por lo general, el individuo dota a
su actividad de signos que destacan y pintan hechos confirmativos (…)
Porque si la actividad del individuo ha de llegar a ser significante
para otros, debe movilizarla de manera que exprese durante la
interacción lo que él desea transmitir. (…) se puede pedir al actuante
que no solo exprese durante la interacción las capacidades que alega
tener sino que también lo haga de forma instantánea”.
(Goffman, 1959: 19)
En la
realización dramática se alternan las máscaras de los individuos; al
tratar de igualar sus emociones y estados de ánimo para que la
interacción resulte correcta, deben dominar ciertos comportamientos
preestablecidos para aquellos roles. Siempre habrá una diferencia entre
lo que se piensa, cómo se actúa y cómo se transmite al auditorio. Ésta
diferencia de lo que se espera de una dramatización y lo que resulta,
pone en evidencia que las actuaciones varían según el contexto, el medio
y el esfuerzo que realice la persona para interpretar su personaje a la
perfección.
Bibliografía.
Goffman, Erving, La presentación de la persona en la vida cotidiana, Amorrortu editores, Buenos Aires, Argentina, 1959, 320 Págs.
Herbert Mead, George, Espíritu, persona y sociedad, Paidòs Editorial, Buenos Aires, 1968.
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