El PLD: Las castas del poder
Se transformaron en una maquinaria electoral, descubrieron que la revolución no era posible, y navegaron con viento favorable, sin las restricciones de lo concreto que impone un discurso moralista. Aprendieron a manejar todos los tinglados de las instituciones públicas, utilizaron cuantos recursos hay para manipular la voluntad individual, impusieron un discurso hegemónico en los medios de comunicación, fraguaron el manto frío de la impunidad, intimidaron a las cúpulas empresariales y a los poderes fácticos, cooptaron artistas, intelectuales, historiadores, e incluso grupos de izquierda; la corrupción configuró castas e hicieron de la justicia un teatro bufo con esperpénticos jueces que no son más que políticos disfrazados con togas y birretes. Y, finalmente, se embriagaron con el poder del dinero. Las castas de privilegiados y enriquecidos dentro del PLD pautan todas las decisiones que atañen al desenvolvimiento de la vida del país.
No hay nadie en la sociedad dominicana de hoy que no haya sentido y temido ese clima de rebajamiento y de sumisión general; esa ráfaga de incredulidad en la cual la ilusión peledeísta cuajaba en la corrupción de los ideales liberacionistas (no olvidemos que decían ser un “Partido de liberación dominicana”), para devenir en el más desencarnado proyecto de dominación totalitaria.
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¡Que nadie se equivoque!
Lo que se ha abierto es un espacio dictatorial en el país. ¿Quién puede creer que sean “libres” unas elecciones con esa Junta Central Electoral, con ese Tribunal Electoral, con el peso específico del presupuesto del Estado, con la sumisión del asistencialismo que domestica las masas, con la incertidumbre existencial de la clase media, con una propaganda personalizada en la figura del candidato reeleccionista de más de nueve mil millones de pesos, con los ministros en campaña usando el presupuesto, con la compra de la “oposición” en forma vulgar, con la corrupción desplegada anulando voluntades?
La configuración del dominio en el PLD es de castas enriquecidas que tienen ya más de quince años saqueando el Estado, y harán lo que sea para mantenerse en el poder, incluso la dictadura.
Ese “dechado de virtudes” que decían ser tiene hoy un absoluto desdén por los valores, y en ellos el cinismo ocupa el lugar de la verdad. Juan Bosch es apenas un cadáver perfumado en un armario. Las castas del poder, aman la riqueza, la impunidad. El vivo retrato de que todo aquello en que decían creer se ha desmoronado.
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