Un paréntesis en defensa de los principios
No me gaste las palabras
No cambie significado
Mire que lo que yo quiero
Lo tengo bastante claro.
Si usted habla de progreso
Nada más que por hablar
Mire que todos sabemos
Que adelante no es atrás.
Si está contra la violencia
Pero nos apunta bien
Si la violencia va y vuelve
No se me queje después.
Si usted pide garantías
Solo para su corral
Mire que el pueblo conoce
Lo que hay que garantizar.
No me gaste las palabras
No cambie el significado
Mire que yo lo que quiero
Lo tengo bastante claro….
No me gaste las palabras
No cambie el significado
Mire que lo que yo quiero
Lo tengo bastante claro….
Hago un paréntesis en la serie que casi termina sobre el pensamiento complejo del gran Edgar Morín. Pedí a mis amigos del periódico Hoy que detuvieran el artículo que correspondía para este sábado. Después de lo acontecido el domingo cuando se reunió el Comité Político del PLD en Juan Dolio, no podía seguir callada.
Decidí hace mucho tiempo que no militaría en ningún partido político, porque defiendo el papel de la sociedad civil en el fortalecimiento de la democracia a través de una ciudadanía activa y comprometida, reconozco que en el juego democrático, esas organizaciones son las que tienen la responsabilidad de realizar la carrera hacia el poder. Creo, sin embargo, que en nuestro país, los partidos políticos no han alcanzado el nivel que amerita nuestro desarrollo institucional. Una prueba es que todavía no se ha podido aprobar la esperada y exigida Ley de Partidos.
El domingo 19 de abril el Comité Político del PLD aprobó, por mayoría, no por consenso ni por acuerdo, que se propiciara una reforma a la Constitución de la República para permitir que el actual Presidente de la República pudiese presentarse en la contienda electoral. Está claro que esta medida busca poner un PARE a las aspiraciones y aprestos de Leonel Fernández de cara a las elecciones del año que viene. Está claro también que el Congreso se convertirá en los próximos días en un verdadero campo de batalla. La oposición diciendo que no aprobará. Y los legisladores leonelistas, por su parte, seguirán diciendo que no podían contar con su voto. Será un duelo a muerte entre dos titanes. Interesante es destacar que Danilo Medina se abstuvo y ha mantenido silencio total sobre el asunto.
Mi reflexión de hoy no es hacer un análisis coyuntural sobre la decisión del Comité Político. Mi posición es de principio: la República Dominicana debe caminar hacia institucionalidad democrática. Nuestra aspiración es a la creación y consolidación de un verdadero Estado de derecho. La Constitución, llamada por Ferdinand Lasalle la Ley Fundamental de un país, debe ser sagrada:
¿En qué se distingue una Constitución de una simple ley? A esta pregunta se nos contestará en la inmensa mayoría de los casos: la Constitución no es una ley como otra cualquiera, sino la ley fundamental del país. Es posible, señores, que en esta contestación vaya implícita, aunque de un modo oscuro, la verdad que se investiga. Pero la respuesta, así formulada, de una manera tan confusa no puede satisfacernos. Pues inmediatamente surge, sustituyendo a la otra, esta interrogación: ¿Y en qué se distingue una ley de la ley fundamental? [1]…
Para diferenciarlas Lasalle sostiene que deben existir tres condiciones esenciales:
1. Que la ley fundamental sea una ley que ahonde más que las corrientes
2. Que constituya el verdadero fundamento de las otras leyes. “La ley fundamental, para serlo, había, pues de actuar e irradiar a través de las leyes ordinarias del país”.[2]
3. “La idea de fundamento lleva, pues, implícita la noción de una necesidad activa, de una fuerza eficaz que hace, por ley de necesidad, que lo que sobre ella se funda sea así y no de otro modo”. [3]
Nuestra ley fundamental ha sido maltratada desde su fundación. La primera, proclamada el 6 de noviembre de 1844, y la última el 26 de enero del año 2010. En el siglo XIX, en 56 años se promulgaron 17 Constituciones. La única de esas constituciones que tuvo una relativa larga vida fue la primera con diez años de vigencia, pues fue modificada en 1854. La última del siglo XIX fue durante la dictadura de Lilís, promulgada en 1896.
En el siglo XX se realizaron 20 reformas. La Constitución que más tiempo estuvo en vigencia tuvo fue la de Joaquín Balaguer promulgada en 1966, que fue modificada en 1994. En el actual siglo XXI se promulgó la nueva Constitución en el año 2010. Y apenas tiene cinco años de vigencia y ya quieren modificarla.
¿Saben cuáles fueron las razones de esas modificaciones? En el siglo XIX los políticos modificaban la Constitución para ampliar o reducir el período constitucional, que osciló entre un año, dos años y cuatro años. Y por supuesto, la prohibición o no de la reelección presidencial. En el siglo XX lo único que varió fue la discusión sobre el período presidencial, pues después de las reformas de Ramón Cáceres se llegó al acuerdo de 4 años.
La Constitución del año 2010, con sus limitaciones, fue una gran reforma, pues constituyó un intento de modernizar el Estado dominicano y sus instituciones. Esta posición es diferente a la selección de los jueces de las altas cortes y las negociaciones de intereses que se produjeron.
Por el bien de la institucionalidad democrática, por el fortalecimiento del Estado de derecho, por el bien del país, NO MODIFIQUEMOS LA CONSTITUCION.
Esta es mi reflexión. Este es mi planteamiento. No sé, y confieso, que ya no me importa, si con estas posiciones lesiono algunos intereses. Estamos en la democracia, y la ciudadanía tiene derecho a expresar sus opiniones libremente.
Posiblemente estas palabras caigan en el vacío y sea objeto de ataques. Lo más probable es que sean enviadas al cruel olvido. Pero no me importa. Quiero vivir acorde a mis ideas y sobre todo, a los principios que siempre he defendido.
¿Soy opuesta a la reelección? En términos ideales, me gusta el modelo norteamericano. El problema es que en este país que amo y se desangra en un mar de intereses, la reelección ha sido, es y será siempre el peor de todos los males de la política dominicana, si la ciudadanía sigue callando. Qué triste es constatar que no nos respetamos. Y que 171 años después estemos repitiendo la misma historia, como si nada hubiese pasado.
[1] Ferdinand Lasalle, ¿Qué es una Constitución?, Editado por www.elaleph.com, 1999, p. 34.
[2] Ibídem
[3] Ibídem, p. 35.
No hay comentarios:
Publicar un comentario