La Crisis del PLD y la nueva sepultura de Bosch
El
Secretario General del PLD, Reynaldo Pared Pérez, firmó el certificado
de división del partido que 42 años atrás fundó el profesor Juan Bosch,
como negación de lo partidariamente existente en el país para entonces.
Al
fracasar en su intento de detener la “poblada” de los legisladores
oficialistas opuestos a la resolución del Comité Político del pasado 26
de abril que ordena una modificación de la Constitución para permitirle a
Danilo Medina, repostularse a la presidencia, Pared Pérez ,declaró que
la solución a la crisis está sólo en manos del presidente Medina y el
presidente Fernández.
Con
su declaración, que recoge la prensa nacional del pasado 29 de abril,
admite su fracaso como secretario general y el de la comisión designada
por el CP, como también expresa la gravedad de la crisis interna del
partido morado, la quiebra de su institucionalidad y de su disciplina,
factores, que junto a la unidad que se sostenía en el acatamiento de la
minoría a la decisión de la mayoría, constituían la señal distintiva,
según Bosch, del PLD.
Quienes
dentro del PLD buscan evitar su ruptura orgánica y la pérdida, por
consiguiente, del poder en las próximas elecciones, planteando un
acuerdo particular entre cabezas de grupos reniegan conscientemente de
Bosch, quien fue reiterativo en decir que el partido es la sumatoria de
sus organismos y que “ningún miembro de un organismo puede actuar
tomándose la representación de (un) organismo o del Partido; tampoco
pueden hacerlo dos o tres miembros…”, ya que las soluciones o salidas
que produjeran jugadas como esas resultarían, a su vez, “un veneno para
la vida del Partido”.
Para
Bosch, lo que sugiere el actual secretario general del PLD y que de
hecho es lo que ha devenido en práctica común para la mayor parte de sus
dirigentes, atiza el grupismo y este “divide; el grupismo fomenta el
desorden;… destruye la disciplina porque destruye la unidad” y “es por
naturaleza…enemigo de la organización”.
Cínicos
con el que mas, los negadores de algo que ellos mismos denominaron
boschismo dicen sostener su conducta de grupos precisamente en el
boschismo, por eso el país político escuchó expresar al ex presidente
Fernández, en su discurso del 12 de abril en el Centro Olímpico
Dominicano, condenar, al igual que Bosch, los grupos al interno de su
partido porque “son nefastos, dañinos y ejercen una función
perturbadora”.
Eso
me recuerda una de las acusaciones que grupos de la izquierda seguidora
del “pensamiento Mao Tse Tung” se hacían entre sí para descalificarse
en infecundos debates: ustedes levantan la bandera roja del presidente
Mao para dejarla caer y mientras más alto dicen levantarla, más profunda
es su caída.
Lo
propio ocurre con el peledeísmo de hoy. Olvidado de Bosch, a quien
habían fosilizado, pero sobre todo renegado, ahora pretenden recurrir a
él para justificarse y ganar adeptos en su lucha interna por el control
del partido y las candidaturas en juego en el próximo torneo electoral.
Para
el liderazgo peledeísta post Bosch, el control del partido solo tiene
valor si sirve a fines bastardos; si sirve al enriquecimiento, aun más,
de pequeños y poderosos feudos que hoy se enfrentan y cohabitan, como
mal necesario, en los organismos máximos de dirección.
Lo
de “servir al partido para servir al pueblo” ni siguiera tiene uso hoy
en las reuniones internas del partido oficial, muchos menos en su
práctica de poder . Lo propio vale indicar sobre las creencias básicas
de Bosch, de usar la política como un recurso de servicio al pueblo y
ejercer la función pública apegado a la ética y a la honradez,
convicciones que les llevaron a proclamar, en 1982, que “Los
dominicanos saben muy bien que si tomamos el poder no habrá un
peledeísta que se haga rico con los fondos públicos; no habrá un
peledeísta que abuse de su autoridad en perjuicio de un dominicano; no
habrá un peledeísta que le oculte al país un hecho incorrecto o sucio o
inmoral”.
Lo
que ocurre en la actualidad en el PLD no se reduce tan solo a la
rebatiña de facciones por espacios de poder, al afán desmedido de
“grupos pequeños burgueses”, “de arribistas” que buscan vivir de la
política; no es sólo la violación consciente de los métodos de trabajo y
disciplina partidarias, lo que al conjugarse ha devenido en una grave
fractura interna, sino que, y es lo más grave, todo esto es consecuencia
de la abjuración de principios políticos, ideológicos y doctrinales
fundamentales que les dieron razón de ser al PLD, propósito fríamente
calculado y ejecutado por quienes consideraron más rentable ser cabeza
del campo conservador dominicano, que proyecto de liberación nacional.
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