sábado, 25 de julio de 2015

María de Arana, la bienhechora

María de Arana, la bienhechora

Por ÁNGELA PEÑA
23 marzo, 2013 9:29 pm
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María de Arana debió salir de Santo Domingo triste y decepcionada cuando marchó hacia España después de donar sus bienes para un monasterio y el mantenimiento de las religiosas que lo habitaran. Porque le habían matado a cuchilladas a uno de sus hijos e igual desgracia había sufrido su esposo, que por demás le era infiel.

Tan devota y cristiana fue la dama, que antes de abandonar la isla dejó 600 pesos en la  Catedral para que  se le oficiaran  dos misas a la semana.

Cuando ofreció sus declaraciones para el reportaje anterior sobre la bienhechora y sufrida señora, Genaro Rodríguez Morel partió “curioso”, “con un interés que hasta entonces no había tenido” por ese personaje a quien en el país deberían reconocer con un homenaje más elocuente que la modesta calle en su honor existente en Los Mina. “Una vez llegué a Sevilla me dirigí al Archivo General de Indias a ver qué otros datos podían aparecer sobre aquella mujer bondadosa y desprendida doncella, que donó sus bienes a las causas más nobles”, escribió Rodríguez Morel.

Lo primero que hizo, agrega, fue buscar los antepasados de María en los fondos de “este inmenso Archivo”, donde además encontró otros detalles valiosos.

Apunta que los padres de María, Rodrigo Zambrano e Inés de Arana, llegaron a Santo Domingo el 19 de mayo de 1516 junto a cuatro hijas y un hijo y que María contrajo matrimonio con Diego Solano, hijo de Diego Solano e Inés Sánchez.

María de Arana y Diego Solano procrearon dos hijos, “uno de los cuales fue Lorenzo Solano, el cual murió de una cuchillada a manos de Cristóbal de Tapia, “hombre  de mucha influencia en la isla, nieto del licenciado Cristóbal de Tapia quien fue regidor del cabildo de Santo Domingo y alcaide de la fortaleza de la ciudad”, consigna el erudito.

El linaje.  Genaro Rodríguez Morel destaca el linaje de la familia Solano Arana, pues sabiendo la categoría social de Cristóbal de Tapia y para que no fuera  juzgado aquí “apelaron al Consejo de Indias “por ser el dicho Tapia persona favorecida y emparentada” y se temía que no se aplicara justicia.

El laureado historiador comenta que por lo general, quienes apelaban a ese alto tribunal “tenían suficientes caudales, ya que este es un proceso costoso. De ahí que muchas litis quedaban en Santo Domingo y la justicia normalmente se fallaba a favor de los más ricos e influyentes. En este caso y ante el temor de que el fallo favoreciera a Cristóbal de Tapia, se llevó a instancias superiores”.

Sin embargo, el consagrado cronista, nativo de Monte Cristi, manifiesta que a pesar de ello, conociendo el influjo que tenía el regidor en la isla, “dudamos mucho que dicha apelación prosperara”.

Este pleito, agrega, se inició en julio de 1555. Es muy probable, a juicio de Genaro Rodríguez, que el proceso no trascendiera y el crimen quedara impune “y no se castigara a los culpables”.

Rodríguez Morel cita el parecer de fray Cipriano de Utrera sobre el caso. Según el sacerdote “se trató de un incidente pasional entre dos jóvenes que pretendían disputarse el amor de una joven y hermosa dama de la sociedad de la época”. Fue poco tiempo después de este suceso que María de Arana se ausentó de Santo Domingo.

El expediente está depositado en el Archivo General de Indias como “Santo Domingo 899, libro 1, Valladolid, 5 de julio de 1555”, titulado: “María de Arana” y fue localizado y transcrito gentilmente por el reputado escritor dominicano.  Presidentes y oidores de la Real Audiencia de la Española conocieron la querella en el Consejo de Indias. Juan del Orbe representó a María.

Lorenzo Solano de Arana fue herido por Tapia en agosto de 1554 y murió al tercer día. El inculpado, por ser pariente de autoridades de poder fue provisto de “un juez pesquisidor con días y salario”. En el documento se apunta que está “refrendado por Ledesma” y señalado  “del marqués de Sandoval Briviesca, Vásquez, Villagómez”. Hay otros pormenores en la pieza.

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El adulterio
  La  muerte del esposo de María, según las investigaciones de Genaro Rodríguez Morel, “se produjo por asunto de faldas”.

Luisa de Nebreda, mujer de Cristóbal de Tapia, sostenía una relación extramarital con Solano.

Apoyado en sus indagaciones, relata Genaro Rodríguez  que “una mañana, al salir de misa y llegar a su casa el dicho Tapia encontró a su mujer con Diego Solano. Ante la evidencia de adulterio los

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