jueves, 30 de julio de 2015

Juntos en el amor y el trabajo: las mujeres de grandes escritores rusos

Juntos en el amor y el trabajo: las mujeres de grandes escritores rusos

26 de enero de 2014
http://es.rbth.com/cultura/2014/01/26/juntos_en_el_amor_y_el_trabajo_las_mujeres_de_grandes_escritores_ruso_36703.html
 
Tras el genio de Tolstói, Dostoievski y Nabokov, parafraseando la famosa frase, se encontraba una mujer que actuó como esposa, escriba y agente literaria. Sofía Tolstói, Anna Dostoievski y Vera Nabokov fueron clave en el desarrollo de la obra de sus maridos.
Fuente: Ria Novosti
Fuente: Ria Novosti
Sofía Tolstói 
El matrimonio entre Sofía Bers y Lev Tolstói duró 48 años. El apoyo que ella le dio fue clave para que Lev pudiera escribir obras como Guerra y paz o Anna Karénina. Fue Sofía quien lo animó a dejar los malos hábitos y las adicciones de juventud. Además de ser un escritor famoso y un héroe del sitio de Sebastopol, Tolstói era también bebedor, jugador y mujeriego. Él se lo confesó todo a Sofía y le prometió que “no habría más mujeres en la finca, excepto en raras ocasiones, que yo no trataré de buscar ni prevenir”, fue una excusa inteligente. 
La precaria situación de la finca de Tólstoi, Yásnaia Poliana, impresionó a la joven Sofía. Las camas no tenían sábanas, la vajilla era vieja y las habitaciones estaban descuidadas. Fue ella quien restableció y mantuvo el orden de la finca. Pero lo que le alegraba, tal y como comentó, era el trabajo que hacía para fomentar la escritura de Tolstói.
Sofía se convirtió en la secretaria, escriba y agente de Lev. Copió todo el texto de Guerra y paz siete veces y promocionó las obras de su marido (incluso contactó con la viuda de Dostoievski para pedirle consejo). “Nunca he sentido mi capacidad intelectual y moral tan libre como ahora y tan dispuesta a trabajar”, escribió Tolstói durante uno de los momentos más felices de su matrimonio. 
Las dificultades empezaron más tarde, cuando al final de su vida Tolstói desarrolló una nueva filosofía. Seguía escribiendo largas cartas de amor a su esposa, pero comenzó a negar los conceptos de familia y propiedad. “No puedo decir en qué punto nos separamos, pero yo ya no tenía fuerzas para seguir sus enseñanzas”, escribió Sofía. Finalmente, deprimido y confuso, Tolstói huyó de Yásnaia Poliana 
Encontaron a Lev en una pequeña estación pero Sofía solo pudo verlo morir a través de una ventana. El deseo por terminar la edición de las obras completas de Tolstói ayudó a Sofía a superar el duelo. “Espero que sean benévolos con aquella que quizá fue demasiado débil para ser la esposa de un genio y de un hombre verdaderamente grande”, escribió. 
Anna Dostoievski
Anna Dostoievski escribió dos biografías sobre su marido (El diario de Anna Dostoievskaia en 1867 y las Memorias de Anna Dostoievskaia).

Fuente: wikipedia
Dostoievski se declaró  a su taquígrafa, la joven Anna Snítkina de 20 años, solo un mes después de conocerse. Fue un mes muy creativo y de mucha intensidad. Anna ayudó a Fiódor a terminar la última versión de El jugador y conservó los derechos de toda su obra, reclamada por un avaro editor. “Mi corazón estaba lleno de ternura hacia Dostoievski, que había sobrevivido al infierno del exilio. Soñaba con ayudar al hombre que había escrito unas novelas que tanto adoraba”, escribió Anna en sus memorias. El desilusionado escritor de 45 años encontró en ella a una mujer completamente entregada tanto a él como a su trabajo.
Dostoievski era un jugador compulsivo. Después de casarse la familia tuvo que abandonar Rusia porque lo estaban buscando a causa de unas deudas. Sin embargo, en Europa siguió entregado al juego, hasta el punto que tuvo que empeñar las joyas y los vestidos de su mujer. Anna trataba el juego como una enfermedad, en vez de como un vicio. En una ocasión le dio el poco dinero que la familia tenía para sobrevivir. Según el escritor la profunda sinceridad de este acto le ayudó a comprender que Anna era “más fuerte y profunda de lo que pensaba”. Perdió el dinero pero le prometió dos cosas: no volver a jugar y tratar de hacerla feliz. Cumplió las dos.
Dostoievski escribió sus mejores obras gracias a la ayuda de Anna como secretaria y compañera, tenía una gran empatía y compasión por sus personajes, había veces que incluso lloraba mientras le dictaba el texto. 
Durante los últimos años de vida del escritor, la familia superó finalmente las penurias económicas. En gran parte gracias a Anna, encargada de los asuntos financieros. Su muerte no fue el final de su amor, ya que ella se dedicó a publicar sus obras y a mantener el museo del escritor. No se volvió a casar nunca, y dijo irónicamente: “¿Con quién me podría casar después de Dostoievski?¿Toltsói, quizá? 
Vera Nabokov
 
Fuente: Getty Images / Fotobank
Vera Slonim se casó con el prometedor escritor llamado Vladímir Nabokov en Berlín en 1925. Le encantaba su poesía. Ella era la hija de un abogado judío y él, el hijo de un conocido político ruso. Ambos abandonaron Rusia huyendo de los bolcheviques, y finalmente se asentaron en EE UU.
Su unión fue peculiar e intensa. Los familiares de Nabokov llegaba a molestarse porque él confiaba en ella para todo. Escribía a los editores en su nombre y respondía a las llamadas, incluso tenían un diario común.
Siempre aparecían juntos en público. Durante las clases de literatura rusa que Vladímir dio en la Universidad de Cornell, ella se sentaba a su lado. Eran tan inseparables que empezaron a correr rumores: se decía que Vera llevaba una pistola en el bolso para proteger a Nabokov, los amigos comentaban que Vera era la verdadera escritora, y no la musa. En parte lo decían porque era ella la que se sentaba frente a la máquina de escribir, mientras que Nabokov escribía en cualquier lado excepto en su mesa de trabajo: en el baño, en la cama, en la parte de atrás del coche...
“El coche es el único lugar de EE UU donde hay silencio y no hay corrientes”, dijo Nabokov. Vera, que también era su chófer, solía llevarlo a los bosques y lo dejaba solo para que escribiera. 
“Sin mi mujer no podría haber escrito ni un solo libro”, diría Vladímir.
Lolita se salvó gracias a ella, que en más de una ocasión recogió el manuscrito de la basura. Además, ella compartía su pasión por el ajedrez y la entomología.
En las cartas que escribía a sus amigos, Vera se quejada de lo duro que resultaba convencer a Vladímir para que descansara un poco del trabajo. Pero tras su muerte, ella hizo lo mismo que las otras mujeres, sentarse durante horas tras la máquina de escribir y editar sus obras con 80 años.

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