De Ruinas a elefante blanco
21 de julio de 2015 - 9:09 am - 4
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Ahora, “los emprendedores” del remozamiento la Ciudad Colonial, convertida en ciudad cosmopolita como “marca”, quieren “conquistar” estas Ruinas; convertirlas en un elefante blanco, y atraer a ella una muchedumbre desconectada de su pasado, y hacer de ellas un mall más, un centro más [3], una gran maquinaria comercial de entretenimiento y de consumo
Las Ruinas de San Francisco, el más grande conjunto monumental colonial de esta antigua ciudad, ahora están en reposo, erguidas hacia el cielo, mirando hacia la eternidad, como testimonio del asombro que trae la vida a través del Creador.
Al Arq. Luis Manuel Guzmán López
- LAS RUINAS Y SU SOLEDAD.
“Un manto de aterciopelada verdura cubre perennemente esos sagrados muros, a manera de festón inmenso o de primorosa guirnalda, que le colocara la pujante vegetación de la zona o el tiempo en su decurso imperturbable y brumoso!…
“Aun parece que se ven, bujía en mano, oprimiendo sobre el pecho con la siniestra el Crucifijo, salmodiando rezos, envueltos las cabezas en amplios y grises capuchones, transitar a media noche por los desiertos claustros, las fantásticas siluetas de los frailes, de pálido rostro y pies descalzos, hasta perderse en la semioscuridad de sus celdas!”.[1]
Quien así escribe con tanta nostalgia es el historiador dominicano Don Bernardo Pichardo (1877-1924), autor de “Reliquias Históricas de La Española”, una rareza bibliográfica considerada el primer libro, y por supuesto pionero, sobre el arte monumental de Santo Domingo, publicado en 1920 por la Imprenta La Cuna de América, cuya tercera edición fue realizada por la Sociedad Dominicana de Bibliófilos en 1982.
- QUÉ HACER… POR LAS RUINAS
Karl Jaspers en su obra Ambiente espiritual de nuestro tiempo en el subtítulo a la introducción de su obra titulado “Génesis de la conciencia epocal” ha escrito que “el vértigo temporal del ser humano histórico, es el reposo, perfecto siempre, de la eternidad”. [2]
De esta síntesis de síntesis que sobre la conciencia del tiempo, el pensar temporal, y la vida misma como inmanencia del espíritu, he partido para reflexionar sobre el presentimiento que tengo de ese abismo a la cual quieren llevar a las Ruinas de San Francisco.
Entonces me pregunto: ¿qué es lo que debemos problematizar para salvar a las Ruinas de San Francisco de que no la conviertan en un elefante blanco? Creo que es, la violencia a la libertad de decidir, la hostilidad hacia el pasado colonial, y la decadencia de nuestra espiritualidad.
Cierto es, las Ruinas han ido desmoronándose por sucesivos acontecimientos naturales provocados por terremotos y huracanes tropicales, pero además a causa del abandono y la dejadez de las instituciones y las autoridades gubernamentales correspondientes que tienen específicamente como responsabilidad, por mandato de ley, de salvaguardarlas como monumento histórico.Nuestras Ruinas no son una cultura anónima, son una cultura viva donde reposa la mirada, donde se contempla con pasión y fascinación la cumbre almáximum de la arquitectura colonial, como legado de ese mundo expresivo del arte
Ahora, “los emprendedores” del remozamiento la Ciudad Colonial, convertida en ciudad cosmopolita como “marca”, quieren “conquistar” estas Ruinas; convertirlas en un elefante blanco, y atraer a ella una muchedumbre desconectada de su pasado, y hacer de ellas un mall más, un centro más [3], una gran maquinaria comercial de entretenimiento y de consumo, donde una multitud inarticulada crecerá estadísticamente para satisfacer sus deseos, aspiraciones, necesidades o realidad transitoria de apariencia, mecanizada, creyéndose felices por el placer que trae el gozo.
La Ciudad Colonial, como pretenden algunos con mucha tosquedad, no es comercial ni turísticamente una “marca histórica”, simplemente. Es la mayor creación espiritual que nos legaron miles de seres humanos que perdieron su vida allí y dejaron su impronta, que se abrazaron con sudor, con dolor y con enfermedades, con las manos inflamadas, agrietadas, callosas, cortadas, para alcanzar la apoteosis de erigir este Convento en el siglo XVI.
Taínos y esclavos impregnaron con su sangre las piedras de estos muros, al lado de los castellanos constructores.
El Convento San Francisco es la génesis de nuestro predominio en el mundo que se abre hacia el océano Atlántico. Intervenir sus Ruinas de manera invasiva para hacer de ellas un “Centro de Eventos y Parque Arqueológico” para “la satisfacción de la experiencia turística” [sic] es quitarle al pasado su plenitud en el presente, restringirnos el recuerdo a muchas generaciones, falsearnos lo que creíamos cierto, arrebatarnos la conciencia y con ella la dimensión de lo creímos con retroactividad un patrimonio único.
Al parecer este pueblo no tiene humanistas, me digo; solo eficaces buhoneros de la palabra, sin el conocimiento vital de lo que es una cultura anónima y una cultura que se advierte de una época.
Las Ruinas de San Francisco son ahora nuestro templo al natural, desnudo, desvestido, donde se vive y se muere al mismo tiempo, porque es un lugar de recordación. Nadie puede hurtarnos el pasado ni violentarnos la continuidad del pasado, ni obligarnos en nombre del “progreso” de la “Oferta Turística Clave” [sic] a hacer una ruptura con nuestra historia. La Ciudad Colonial es la custodia eterna de estas viejas Ruinas, nadie más.
Nuestras Ruinas no son una cultura anónima, son una cultura viva donde reposa la mirada, donde se contempla con pasión y fascinación la cumbre al máximum de la arquitectura colonial, como legado de ese mundo expresivo del arte.
Cada día que pasa quiero pensar con serenidad en las Ruinas, pero me embarga un sentimiento de indignidad y de nostalgia. Me pregunto qué hacer, si los únicos epílogos miserables que se imponen hoy son la soberbia del poder político, porque al parecer, nadie quiere tener sus ojos ante la belleza intemporal. Intemporal, porque allí en las piedras de las Ruinas está la plenitud de la sustancia inmaterial del pensamiento del gran arquitecto del universo.
En las Ruinas se percibe un sentir milenario. Allí el aire se hace voluntad pretérita, se confronta con el hoy y el ayer.
Ahora estamos de frente al fuego de la crítica, haciendo adivinaciones de cómo justificar la indiferencia colectiva ante la posible pérdida de las Ruinas.
Pensar en voz alta es un sentir; es el fundamento que nos da una identidad de ser humano. Pero ahora, los habitantes de esta República no quieren pensar. ¡Oh, Dios!, les molestas ser salvos de la manipulación porque no tienen fe en el pensamiento.
III. LA IDEA DE DIOS EN EL ARTE
- D. Hartmann en su obra Historia de los estilos artísticos sintetiza todas las palabras que se puedan escribir para salvar a nuestras Ruinas: “En todos los pueblos civilizados y en todas las épocas, la idea de Dios, reconocida como el más elevado ideal, ha sido la que ha impuesto a la forma artística su más alta misión. Por esto las obras del culto, especialmente el templo, han sido como el centro y el eje de todas las creaciones artísticas, y en donde el Arte ha tenido su más inmediata y completa manifestación.
“Los artistas de todos los tiempos reconocieron estas formas artísticas como las más perfectas y buscaron en ellas las normas de toda su labor artística”. [4]
Dicho todo esto, sólo me queda creer que, si las Ruinas de San Francisco son intervenidas de manera invasiva a través de un proyecto arquitectónico que la desnaturalice como un monumento patrimonial, estaré convencida de que nuestra cultura es hoy, una cultura opaca, anémica de ideales y sin fe en la historia.
NOTAS
[1] Bernardo Pichardo. Reliquias Históricas de La Española (Santo Domingo: Editora de Santo Domingo, 3ra. Edición, 1982): 40
[2] Karl Jaspers. Ambiente espiritual de nuestro tiempo (Barcelona: Editorial Labor, S. A., reimpresión, 1955): 14 [Traducción directa del alemán por Ramón de la Serna].
[3] El Proyecto del Ministerio de Turismo mediante el cual se “remozarían” las Ruinas de San Francisco, de manera invasiva, para re-convertirlas en el “Centro San Francisco” (un Centro de Convenciones) es el “Programa de Fomento al Turismo-Ciudad Colonial de Santo Domingo (PFTCCSD) avalado por el préstamo 2587/OC/RD concertado por el Estado Dominicano con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para el “Plan Maestro y Diseño, Supervisión y Dirección de las Obras del Conjunto “Ruinas de San Francisco y Entorno” [y] “teniendo un presupuesto disponible para esta contratación de US$1,250,000.00 (incluidos los impuestos locales” [sic].
[4] K. D. Hartmann. Historia de los estilos artísticos, (Barcelona: Editorial Labor, S. A., 5ta. Edición, 1948):7-8. [Traducción del Dr. D. Domingo Miral]
Las fotografías de la autoría de Hilde Domin (del Convento de San Francisco) que acompañan este artículo han sido reproducidas del libro Los Monumentos Arquitectónicos de la Española, Tomo II, de Erwin Walter Palm, publicado por la Universidad de Santo Domingo en 1955.
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