Los tres amores de Dostoievski
28 de julio de 2015
Las relaciones amorosas de
Fiódor Mijáilovich Dostoievski fueron un reflejo de sus novelas:
complejas, cargadas de tensión y de temperamento. Se entregaba
plenamente a las mujeres que amaba, aunque solo una de ellas fue capaz
de llenar de paz y armonía el alma turbada del escritor.
Fiódor Dostoievski en una foto de
juventud. Fuente:Ullsteinbild /
Vostock-photo
Dostoievski tuvo su primera experiencia sentimental tras su paso por la cárcel (él fue el único escritor ruso del siglo XIX condenado a trabajos forzados). Una vez cumplida la condena, exhausto y deteriorado por los cuatro años de duro trabajo en la prisión, Dostoievski necesitaba más que nunca el calor del trato humano.
Para su alegría o desgracia, fue en ese momento cuando apareció en su vida María Dmítrievna Isáeva. Ambos mantuvieron una relación que no estuvo exenta de dificultades. Cuando se conocieron ella estaba casada, pero el enamorado Dostoievski esperó pacientemente.
Al final, tras la muerte del marido de María, el tímido escritor, que apenas disponía de medios de subsistencia, le pidió abiertamente que se casara con él. María Isáeva atormentó durante un tiempo a Fiódor con cartas en las que le pedía consejo para casarse con un hombre mayor y más acomodado. Si bien el escritor era un gran aficionado a los juegos de cartas, el amor era un juego que nunca había probado.
María Isáeva. Fuente: RIA Novosti. |
Dostoievski basó en María Isáeva el personaje de Natasha (en la novela Humillados y ofendidos), un personaje capaz de causar un dolor insoportable y al mismo tiempo profesar el amor más sumiso.
Amor eterno
Dostoievski conoció a Apolinaria (Polina) Suslova en uno de sus encuentros literarios. Él tenía 42, ella 22. El escritor encontró en ella todo lo que le faltaba en María: era una mujer apasionada con la que compartía gustos literarios, no era dulce y cariñosa, sino más bien aterradora y seductora a la vez.
Sin embargo, Dostoievski no podía dar a Polina lo que ella deseaba, ya que seguía casado con María, de modo que tuvieron que mantener su amor en secreto. Por esta razón, la relación se vio interrumpida por varias infidelidades de Suslova.
Su separación más larga duró dos años, tras los cuales Polina anunció a Dostoievski con frialdad que ya no se casaría con él; había dejado de ser la joven inexperta dispuesta a volver con el escritor una y otra vez. Probablemente, Apolinaria Suslova fue la mujer que más dolor causó a Dostoievski, aunque sin duda también fue ella quien dejó la huella más profunda en su corazón.
Polina Suslova. Fuente: Wikipedia. Prácticamente en cada una de sus novelas se pueden encontrar rasgos de este amor eterno. Hay algo de Suslova en la sacrificada Dunia (de Crimen y castigo), algo en la apasionada y excéntrica Nastasia Filípovna (de El idiota) y algo en la orgullosa e inquieta Liza (de Los demonios). El prototipo más completo de Apolinaria lo encarnó la protagonista de El jugador, a la que también llamó Polina.
El amor más dichoso
Anna Grigórievna Snítkina fue la taquígrafa a la que Dostoievski dictó la novela El jugador. El escritor era 25 años mayor que su futura esposa. La novela los absorbió de tal modo que al acabarla ya no podían imaginarse la vida sin el otro y, en 1867, Anna se convirtió en la mujer de Dostoievski.
Sería interesante conocer el significado que esta novela tuvo para el escritor: Dostoievski se basó en la figura de su amada Apolinaria para construir el principal personaje, escribió la novela literalmente en el lecho de muerte de su esposa María y la transcribió con ayuda de su futura esposa, Anna.
Anna Snítkina. Fuente: Vostock Photo. |
Un año después de casarse, los Dostoievski tuvieron una hija por la que el escritor sentía un profundo amor. La muerte repentina de la pequeña Sonia fue devastadora para la pareja. No obstante, después tuvieron otros tres hijos. En sus 14 años de matrimonio, Anna tuvo que hacer frente a grandes sufrimientos: la muerte de dos hijos, los celos de su marido, su afición a las cartas... Sin embargo, ella nunca se quejó de su destino y nunca dejó de ser una fiel amiga del escritor.
Quizás porque Anna fue la única que aceptó a Dostoievski tal como era y no trató de cambiarlo, el amor que el escritor le profesaba fue el más dichoso y armonioso de todos los que vivió.
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