miércoles, 22 de julio de 2015

LOS INTELECTUALES AL INICIO DE LA DICTADURA DE TRUJILLO

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LOS INTELECTUALES AL INICIO DE LA DICTADURA DE TRUJILLO

Alejandro Paulino Ramos
Conferencia en el Seminario de Historia de las Antillas Hispanoparlante. UASD Y ACADEMIA DE HISTORIA, Octubre 2005.

El inicio de la dictadura de Rafael L. Trujillo en 1930, puso fin de inmediato al proceso de apertura que comenzó a vivirse a partir de la desocupación militar americana de 1924 y de la instauración del gobierno del general Horacio Vásquez.

Durante los seis años de gobierno de este caudillo, la intelectualidad encontró algunos obstáculos y un selecto grupo conoció la cárcel por sus críticas al presidente. Entre los treinta y dos que fueron “condenados, encarcelados, agredidos o perseguidos judicialmente por el gobierno de Horacio Vásquez” se encontraron Américo Lugo, Rafael Estrella Ureña, Luis C. del Castillo, Arístides Fiallo Cabral, Tomas Hernández Franco, Ulises Heureaux hijo y Manuel A. Peña Batlle

Pero aún así se puede decir que la intelectualidad pudo promover sus ideas y proyectos en el marco de un relativo ambiente de libertades públicas; fundaron partidos liberales y democráticos, así como sindicatos, sociedades y agrupaciones influenciadas por ideas marxistas. Los más prestigiosos y militantes entendieron llegado el fin del caudillismo, por lo que se integraron a los proyectos que anunciaban la modernización del Estado y la participación de ellos en la dirección de la cosa pública, sustituyendo, claro está, a los viejos caudillos que tanto daños les habían causado a la sociedad dominicana, pero Horacio Vásquez era considerado el símbolo de la política caudillista.

Si bien los intelectuales estaban claros en el tipo de reformas requeridas para modernizar el Estado, sentían la debilidad de no contar con aparatos de presión que fueran más allá de sus ideas. Desde el final de la ocupación militar americana, esos aparatos, especialmente el ejército, estaban bajo el absoluto control de Rafael L. Trujillo y de un sector de la burguesía extranjera que discretamente le apoyaba.

Posiblemente, por esta situación fue que una parte importante de la intelectualidad dominicana entró en el juego de la conspiración contra el gobierno de Vásquez, encabezada por Rafael Estrella Ureña, contando con que, de lograr sus objetivos de sustituir al viejo caudillo, ellos iban a ser los actores principales del proceso y no como realmente sucedió, que el jefe del Ejército, quien había urdido toda la trama sigilosamente, terminó poniendo a los intelectuales a su servicio.

La trampa en la que entraron los intelectuales estaba relacionada con la concepción que estos tenían, de que la sociedad dominicana no podía reformarse y modernizarse al margen de un proceso que aniquilara el caudillismo partidarista. Para una parte de la intelectualidad ese proceso no podía implementarse sin la presencia de “un Hombre” con fuerza, decisión y poder, que fuera capaz de dirigirlo.

Tres palabras definían la concepción del Estado, la política y la sociedad en los debates de la intelectualidad dominicana: evolución, regeneración y renovación, y aunque también se hablaba de revolución esta última no tenía, al parecer, amplia simpatía en las elites pensante.

La crítica de los jóvenes intelectuales al partidismo caudillista llevó a Manuel A. Peña Batlle, líder de la agrupación Plus-Ultra, en julio de 1922, a negar a los partidos de entonces la condición de tales, por no tener programas, ni ideología y estar sustentados principalmente en hombres. De lo que se trataba, decía Peña Batlle, era de construir partidos sustentados en principios e ideas y en “hombres que los impongan”:

El 17 de agosto de 1922, el director del periódico santiagués El Diario tituló el editorial: Regeneración, planteando la necesidad de renovar y regenerar la sociedad a partir del momento en que ya se veía llegar la salida de las tropas americanas:

Estamos en un período de renovación. Ahora o luego volveremos a gobernarnos, como quiera que sea, y hoy más que ayer se necesitan moldes nuevos. (...). Ya somos mayores de edad. Hemos aprendido a andar a fuerza de sangrar los pies. Y si aún quedan multitudes rezagadas en el movimiento progresivo de nuestra conciencia colectiva, cumple a nuestros políticos, a nuestros tribunos, a nuestros jóvenes reconstructores seguir llevando al Pueblo por la senda regeneradora de la conciencia.

Pero en el mismo periódico El Diario, de Santiago, aparece otro editorial cinco años después, titulado El Hombre!..., en el que se plantea que esa regeneración sólo es posible si aparece “El Hombre” capaz de cristalizarla. En principio se señala como ese posible “hombre” al comerciante Juan Bautista Vicini Burgos, se descarta a varios de los más influyentes intelectuales y políticos, pero no descarta el editorialista que ese “hombre” sea uno que apareciera y “dirigiera al pueblo” en ese proceso de regeneración. La necesidad del hombre providencial y predestinado, que luego sería Trujillo, se iba forjando en los medios de comunicación:

Nosotros no servimos ideas ni intereses de ningún político, y si al referirnos a Vicini Burgos le reconocimos algunas cualidades buenas que nadie puede escatimarle sin cometer injusticia, ni afirmaremos que él es EL HOMBRE, ni negamos que lo sea. Si este no es EL HOMBRE, que surja el que lo sea y diga al pueblo que lo es, y se lo pruebe, para que el pueblo lo aclame y lo siga. El pueblo está maduro para seguir a un hombre, o con más propiedad aún: al hombre, es decir, al que sea la verdadera encarnación de la conciencia pública.

Llama la atención que fuera un “arielista” seguidor, como la mayoría de los intelectuales nacionalistas del período, de José Enrique Rodó, pero posiblemente el de más influencia en la juventud de Santiago y líder del Partido Republicano, Rafael Estrella Ureña, quien encabezó el llamado “Movimiento Cívico” que puso fin, el 23 de febrero de 1930, al gobierno del General Horacio Vásquez y promoviera, acompañado de un nutrido grupo de intelectuales, la candidatura de Rafael L. Trujillo en las elecciones del 16 de mayo de 1930. Trujillo se había constituido definitivamente en el “hombre” que todos soñaban para poner fin al partidismo caudillista.

Entre los sesenta y dos intelectuales de la capital que firmaron el manifiesto de apoyo a la candidatura Trujillo-Estrella Ureña, para las elecciones del 16 de mayo de 1930, se encontraban: Manuel de Jesús Galván, Ulises Heureaux hijo, Leoncio Ramos, Francisco Benzo, J. Marino Incháustegui, Andrés Avelino Lora, Rafael Zorrilla, M. Zacarías Espinal, Domingo Moreno Jimenes y Alberto Font Bernard.


INTELECTUALES CONDENADOS, ENCARCELADOS, AGREDIDOS, O PERSEGUIDOS POR EL GOBIERNO DE HORACIO VASQUEZ, 1924-1930”
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Dr. Américo Lugo (escritor y abogado)
Rafael Estrella Ureña (escritor)
R. Cesar Tolentino (director de La Información)
Luis C. del Castillo (escritor)
Emilio A. Morel
Alvaro Álvarez (director de La Opinión)
Manuel Maria Morillo
Doctor Arístides Fiallo Cabral
Osvaldo Bazil (poeta)
Enrique Cambier (director de La Nación)
Tomas R. Hernández Franco (escritor)
Doctor Gustavo A. Mejía
Manuel Roberto Mateizán (director de Heraldo Nacional)
Miguel A. Morillo
Gregorio Gilbert
Ulises Heureaux hijo (escritor)
Noel Henríquez
Francisco Augusto Cordero
Julio V. Arzeno
Doctor Pedro A. Santana
Agustín Aybar
Oscar Delanoy (director de Cojanlo)
J. Rodríguez Molinas
Ramón Asencio R.
Manuel A. Peña Batlle
Emilio García Godoy
José Maria Félix
Luis Sánchez Andujar
R. Pérez Ortiz
Jolibois Fils (haitiano deportado)
Hermanos Morovia-Morpeau (haitanos deportados)
Luis V. Pino (deportado).
(Tomado de: Emilio A. Morel. Desde mi sector. Ciudad Trujillo: Tipografía Cambier, 1936.).
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INTELECTUALES CON TRUJILO EN LAS ELECCIONES DE MAYO DE 1930

La mayoría del pueblo proclama en el actual momento, como candidato a la presidencia y a la vicepresidencia de la Republica, al General Rafael Leonidas Trujillo y al Licenciado Rafael Estrella Ureña, respectivamente. Ambos son jóvenes meritorios, y nosotros, intelectuales a quienes alientan ideas renovadoras, sin incurrir en exageradas utopías autóctonas ni en apasionados prejuicios, apoyamos y recomendamos esa candidatura, por considerarla muy merecedora del sufragio publico.
Santo Domingo, 23 de abril de 1930.

(Firman):

Arq. Cruz Álvarez, escritor
Ulises Heureaux, escritor comediógrafo
Manuel de Js. Galván, escritor
Emilio A. Morel, escritor
Lic. Jaime Vidal Velásquez, diputado.
Manuel Morillo, escritor
Lic. Leoncio Ramos, abogado
Lic. J. Enrique Hernández, abogado y escritor
Dr. Francisco Benzo, de la Facultad de París
Dr. J. Rafael Bordas.
Francisco Espaillat de la Mota, escritor, diputado
Ernesto Paradas, Ing. Arquitecto, graduado en Paris y en España.
Luis A. Weber, Maestro Normal
Francisco Sanabia hijo, director de Nuevo Diario
Opinio Álvarez Mainardi, periodista
René B. Lluberes, escritor
Dr. Juan Valdez Sánchez
Lic. Pedro Rosell, abogado y escritor
Lic. J. Marino Incháustegui, abogado
Alberto Font Bernard, escritor
S. O. Rojo, maestro y diputado
Ing. Mario A. Acevedo.
Lic. Carlos T. Sención
Jacinto T. Pérez, escritor
Cesar Dargan, profesor
Juan A. Bravo, periodista, profesor
Profesor F. Garcia y Garcia
Andrés Avelino Lora, agrimensor*
Luis E. Saladín, periodista
Rafael Zorrilla, escritor
Dr. Juan Ramírez
Manuel Llanes, escritor
Lic. A. de Lima, abogado
Barón Pichardo, profesor
F. A. Rodríguez, periodista
Jaime Sánchez, escritor y diplomático
Juan A. Padilla hijo, periodista
Mario E. Guerra, escritor
Diego Henríquez, director de Paginas Selectas
(Véase: Arquímedes Cruz Álvarez, Rafael Leonidas Trujillo: notas biográficas, Santo Domingo, 1930, pág 15 y ss) .
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ALGUNOS DE LOS INTELECTUALES QUE FIRMARON LOS ESTATUTOS DEL PARTIDO DOMINICANO EN 1931

Mario Fermín Cabral
R. Cesar Tolentino
Alberto Font Bernard
Fabio A. Herrera
Max Henríquez Ureña
Rafael Paino Pichardo
Apolinar de Castro P.
Agustín Malagón hijo
Jafet D. Hernández
Andrés J. Espinal
Abelardo R. Nanita
Diógenes del Orbe
Rafael Vidal
Daniel Henríquez V.
P. P. Bonilla Atiles
Ramón O. Lovatón
Francisco Sanabia hijo
Moisés García Mella
Rafael Malagón
Telésforo Calderón
Federico García Godoy
Arturo Logroño
Emilio A. Morel
Joaquin Balaguer h.
Manuel A. Amiama
Enrique Jimenes
Ulises Heureaux hijo
Tulio M. Cestero
Joaquín M. Bobea
José Enrique Aybar
(Estatutos del Partido Dominicano, Santo Domingo: La Opinión, 1931)
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Muy pronto una parte de la juventud intelectual comprendió que su proyecto y el del nuevo presidente, que tomó posesión el 16 de agosto de 1930, no eran los mismos. Se abrió casi de inmediato un espacio que va desde finales de 1930 hasta 1935, en el que los desengañados y los que percibían la instauración de la tiranía, intentaron resistir la dictadura: unos renunciaron a su condición de funcionarios del régimen, otros participaron en conspiraciones y en planes para ajusticiar al tirano, y un nutrido grupo salió del país y se propuso de inmediato la organización de una expedición armada, que vendría desde Cuba, pero que quedó en el olvidó en medio de la represión ejercida con saña contra los oposicionistas.

En el sector de los que se opusieron a Trujillo la persecución y el crimen fue implacable: Desiderio Arias murió en Gurabo junto a varios de sus seguidores, en noviembre de 1930; Cipriano Bencosme fue muerto en Moca en 1930 y Rafael Estrella Ureña abandonó la vicepresidencia y salió del país en agosto de 1931. Para 1933 tomó cuerpo una conspiración para eliminar a Trujillo, entre oficiales del ejército de la Fortaleza Ozama, pero sus líderes, Leoncio Ramos y Aníbal Vallejo, entre otros, fueron luego asesinados.

En abril de 1934 un nutrido grupo de jóvenes renovadores y revolucionarios de Santiago fue encarcelado y algunos murieron en la cárcel de Nigua, San Cristóbal, por intentar asesinar a Trujillo; Sergio Bencosme, que había salido del país fue asesinado en Nueva York en 1935 y en abril del mismo año fue detectada la planificación de otro atentado en la ciudad de Santo Domingo, muriendo en las cárceles la mayoría de los implicados.

La “pacificación” del país terminó en 1935 y es partir de ese año cuando la mayoría de los intelectuales que habían resistido para no colaborar van a comenzar a ingresar al Partido Dominicano.

La situación de los intelectuales que no se habían pasado al régimen, fue en cierto modo de inercia y de callada expectativa. En el caso de Juan Isidro Jimenes-Grullón, quien fue directivo de la sociedad Amantes de la Luz de Santiago, este publicó en Analectas un ensayo en tres números consecutivos bajo el titulo de Reflexiones sobre la desorientación intelectual. En el segundo de esos artículos él planteó lo siguiente:

“Vivimos soñando. No tuvo la elite tampoco el sentimiento de lo social. O si lo tuvo lo desvió, pues pudiendo hacer algo por el pueblo, perdió el tiempo en sueños y teorías y lo dejó postrado en la semibarbarie. (…). El peligro está en que ese estado de cosa continúe. La cuestión es de mucho más alcance de lo que a simple vista parece, pues las corrientes ideológicas predominantes en la elite dejan siempre una huella profunda en la vida de los pueblos. (…). O el intelectual se adapta y razona en relación al estado social y las necesidades del pueblo, o el pueblo degenera o perece. Adaptarse. No entregarse. Se adapta el que aprende y trata de encender la chispa del progreso. Se entrega el que cree todo perdido y se contagia o especula en la pobreza del medio. Bolívar se adaptó. Páez se entregó”.

Cuando estos artículos estaban apareciendo, Jimenes-Grullón se encontraba detenido en la cárcel de Nigua, San Cristóbal, acusado de atentar contra la vida del presidente de la República. En cuanto a la aptitud de Julio A. Cuello, de quien no aparece un solo articulo a favor del regimen en la bibliografía trujillista de Rodríguez Demorizi, éste deja percibir sutilmente en su escrito “El Carnaval”, lo que estaban sintiendo los intelectuales. En julio de 1934 este dijo: La hora tienen para mi, sin embargo, una lentitud de silencio y soledad, dentro del vértigo enloquecido de tantos corazones abiertos al placer.

Se dio el caso de intelectuales que se destacaron en la oposición a la dictadura, que luego escribieron en formas laudatorias sobre Trujillo, como fueron, por ejemplo, el Profesor Juan Bosch y Ramón Vila Piola, para sólo citar dos casos: Bosch escribió en abril de 1935 Una responsabilidad que nadie resistiría y en enero de 1937 el artículo “Jefe y Tirano”, haciendo un paralelo entre Trujillo y Somoza, y en el que aparece como jefe el primero y como tirano el segundo. En La Opinión de octubre de 1937, Bosch escribió El signo de Trujillo, en el que dijo que mientras sus amigos pueden disfrutar de los placeres que el mundo brinda a todo hombre, él (Trujillo), tiene que seguir aquí, con la República a cuesta, jineteando bajo el solazo de la Línea o sobre las crestas de la Cordillera Central, mientras que Vila Piola, líder del complot de Santiago para eliminar a Trujillo, escribió en abril de 1941 El trujillismo, doctrina política dominicana. Pero se sabe que tanto Bosch como Vila Piola, como otros que escribieron sumisamente en aquellos días, no fueron trujillistas. Jimenes Grullón en La República Dominicana: una ficción, aclara que la razón de la pretendida colaboración de los intelectuales: fue el nacimiento y la generalización del complejo del miedo. Como cualquier palabra o actitud podía acarrear persecución y el asesinato, la actividad individual quedó supeditada a ese complejo.

En el caso de Bosch, por ejemplo, recuérdese que desde los primeros días de enero de 1934 fue apresado, acusado de actividades terroristas y llevado primero a la Fortaleza Ozama y luego a la temible cárcel de Nigua, donde se enfermó de paludismo. Después de varios meses prisionero fue libertado y casi de inmediato se afilió al Partido Dominicano, lo que fue comunicado a Trujillo, el 1ro. De octubre de 1934, por T. Pina Chevalier : Juan Bosch, hombre responsable, inteligente i de una presencia de animo digna de atención, se afilió al Partido Dominicano, en agradecimiento a la atención que usted gastó con su mamá. Juan no fue trujillista pero el miedo lo obligó a colaborar por algún tiempo.

Por otro lado, existe la opinión de que Rafael L. Trujillo fue apoyado por la totalidad de la intelectualidad desde el inicio de su primer gobierno y hasta desde un poco antes; pero esto es incorrecto. Una parte considerable de la elite pensante dominicana resistió por varios años las presiones que recibía para que se integrara a las estructuras político-administrativas del régimen. Por ejemplo, varios de los intelectuales que acompañaron a Estrella Ureña en el “Movimiento Cívico” del 23 de febrero de 1930, incluyéndolo a él, rompieron con Trujillo en 1931, aunque también es cierto que fue a partir de ese año cuando otros que fueron contrarios a la situación, comenzaron a integrarse.

Podemos citar como ejemplo varios casos: El Dr. Ramón de Lara fue nombrado por el gobierno provisional de Estrella Ureña como rector de la Universidad de Santo Domingo pero ya en septiembre del mismo año fue expulsado del país junto al Dr. Leovigildo Cuello y aunque esa expulsión fue levantada tiempo después, el Dr. Ramón de Lara se integró al plan que buscaba poner fin a la dictadura en abril de 1935, siendo detenido y torturado en la cárcel de Nigua.

Otro caso es el del Dr. José Enrique Aybar, quien en abril de 1930 fue de los pocos que se opuso públicamente a la candidatura de Trujillo y en 1934 dirigió una encuesta entre personas importantes sobre la reelección, en la que solo opinaron en contra el Dr. Ramón de Lara y el Dr. Eduardo Vicioso. Aybar terminó ingresando definitivamente al gobierno en 1940 pero ya desde 1935 estaba escribiendo a favor del régimen. En cuanto al doctor Vicioso, este había sido Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad en la conspiración de abril de 1935 fue detenido y torturado en la cárcel de Nigua.

Los desafectos del régimen eran obligados a escribir a favor del mismo y hasta contra sus propios familiares: Joaquín Balaguer narra en Memorias de un Cortesano, como Juan Tomás Mejía al ser llamado por Balaguer para transmitirle instrucciones, y al presentarse dijo: Supongo que no me habrán llamado para pedirme que escriba contra mi hermano Luis. (…). Había sido obligado a cubrir de improperios a su hermano Luis F. Mejía cuando este publicó en Venezuela el libro titulado De Lilís a Trujillo.

El caso del director del Listín Diario es sintomático de cómo era que se estaba desarrollando el proceso de integración de los intelectuales al trujillismo: el 1º. de abril de 1934, su director Arturo Pellerano fue encarcelado acusado de injuriar a Trujillo y el periódico aclaró que no injurió al presidente. Al ser excarcelado ingresó, el 11 del mismo mes, al Partido Dominicano. El Listín se había destacado anteriormente como un medio de comunicación de tendencia horacista.

Entre las personas importantes implicadas en el atentado contra Trujillo de la ciudad de Santiago, fueron perseguidos o encarcelados y torturados, desde marzo de 1934: Juan Isidro Jimenes-Grullón, Ramón Vila Piola, Ángel Miolán, Fabio Bonnelly, y Fernando Bermúdez, así como decenas de jóvenes normalistas. Una nueva conspiración contra la vida de Trujillo se planificó en abril de 1935, en la ciudad de Santo Domingo; en esta estaban implicados varios intelectuales y profesionales de prestigio, entre ellos: el ingeniero Juan de la Cruz Alfonseca, el Dr. Ramón de Lara, el abogado Eduardo V. Vicioso, el industrial Oscar Michelena y Pou, el Dr. Buenaventura Báez Ledesma y el optómetra Ulises Pichardo Pimentel; además del dentista José Selig Hernández, el abogado Abigail Del Monte, el farmacéutico Manuel Joaquín Santana, el farmacéutico Ramón María Lora Báez, el industrial Colchón Calvo y el comerciante Amadeo Barletta.

Desde finales de 1931 se completa la sumisión y a principios de 1933 comenzarán las conversiones, dice Jesús de Galíndez; pero es después de la agresiva represión contra los que integraron el movimiento conspirativo de Leoncio Blanco y Aníbal Vallejo en el Ejército, y contra los que planificaron los atentados de Santiago y Santo Domingo, que la intelectualidad se va a postrar ante Trujillo. A partir de 1935 la vida intelectual ya no sería desarrollada en instituciones liberales alejadas de los planes de dominación de Trujillo y la libre vida intelectual se desarrolla ahora en la intimidad del hogar, donde solo se habla francamente con el insospechable; pero otros decidieron integrarse y formar parte del equipo de asesores y funcionarios del régimen. Dice Juan Isidro Jimenes-Grullón que

Fue, (…), fenómeno corriente el que esa intelectualidad le tomara gusto a la vida burguesa, gusto que la empujó a buscar en actividades políticas o politiqueriles los medios que pudieran proporcionar tal vida, cuando la profesión se mostraba parca en ofrecerla. (…). Aquellos que conservaron ciertos escrúpulos, actuaron por lo general de modo discreto en la cooperación al mal.

Se requiere de estudios más acabados para entender las razones que llevaron a los más prestigiosos intelectuales dominicanos a la colaboración e integración al régimen de Trujillo pero en la raíz de todo lo que aconteció en ese sector se encontraba, en principio, el desconocimiento de los planes de Trujillo en 1930 y posiblemente la sobrestimación de su condición de intelectuales por encima del poder militar del jefe del ejercito.

Como colofón de todo lo que acabo de plantear, soy de la creencia de que al concretarse el golpe de Estado de 1930 contra Horacio Vásquez, una parte de los intelectuales se integró al nuevo régimen de inmediato; los que no lo hicieron van a ser obligados a definir su aptitud con relación a Trujillo a través del miedo, la represión y el control de los medios de producción en manos del dictador. Como muestra de lo acontecido con los intelectuales que de alguna manera se resistieron a los métodos trujillistas, basta con estudiar lo acontecido en torno a la vida de Américo Lugo en este período. El intelectual que no se integraba y daba muestra de sumisión sólo le quedaba el silencio, el hambre, el exilio o la muerte.

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