jueves, 23 de abril de 2015

Peña Gómez dejó un libro escrito sobre la revolución de abril de 1965 y pidió publicarlo después de su muerte

Peña Gómez dejó un libro escrito sobre la revolución de abril de 1965 y pidió publicarlo después de su muerte

Por Servicios de Acento.com.do. 23 de abril de 2015 - 12:00 pm
 
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Este libro debe entenderse tanto como homenaje a José Francisco Peña Gómez, así como a la necesidad de que las generaciones posteriores a la guerra de abril de 1965 posean información de lo que sus actores hicieron
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Foto: José Francisco Peña Gómez, en 1965, conducido como prisionero por un agente de la Policía Nacional
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- José Francisco Peña Gómez, el político que anunció a través de los medios de comunicación el 24 de abril de 1965 el inicio del alzamiento militar, dejó un libro escrito sobre esos acontecimientos, pero nunca lo quiso publicar porque muchos de los protagonistas del texto estaban vivos y no quería lastimar a nadie.
El libro existe y se va a publicar, y se encuentra en manos del historiador y editor Miguel Decamps Jiménez, a quien Peña Gómez le entregó el texto con la promesa de que lo diera a conocer unos años después de su muerte.
Miguel Decamps entregó a Acento copia de la presentación del libro, en la que cuenta la forma y las recomendaciones que hizo el líder histórico del PRD para la publicación del libro, que lleva por título La Revolución de Abril narrada por José Francisco Peña Gómez.
El texto lo escribió Peña Gómez al fragor de los acontecimientos y no quiso modificarlos después. Explica que estaba muy joven en 1965, cuando emprendió esa tarea.
Lea a continuación las revelaciones de Miguel Decamps sobre las recomendaciones que le hizo Peña Gómez. Esta es la presentación escrita por Miguel Decamps del libro:
José Francisco Peña Gómez, el líder político más popular de la República Dominicana
Introducción
El otoño se abalanzaba apacible sobre una colina de Cambita, en la ciudad de San Cristóbal, lugar donde tenía su casa José Francisco Peña Gómez. Yo había sido citado por él para tratar algo que desconocía, situación esta a la que ya estaba acostumbrado por nuestra relación de muchos años. El trinar de las aves nos re- montaba a épocas de placidez, mientras la suave brisa del Este nos acariciaba la tez con ráfagas de polvo, rumor y olor campestre.
Peña Gómez se expresaba con mesura, como quien conversa en medio de profundas meditaciones.
Conocía la despiadada sentencia facultativa de que la enfermedad lacerante que corroía sus entrañas había tomado demasiado terreno dentro de su anatomía y que la ciencia médica era impotente ante su implacable avance. Sin embargo, en ese momento no lo preocupaban los vericuetos insondables de su abatido cuerpo, sino el incierto futuro de un país que todavía expectoraba mucosidades dictatoriales.
Peña Gómez estaba poseído de un valor a toda prueba. Sabía que la historia está constituida por una sucesión de hechos donde los hombres juegan un papel protagónico. Estaba consciente de que su participación en los acontecimientos de los últimos 35 años, no podía ser borrada de las páginas centrales del escenario político dominicano sin que se cometiera una injusticia con un protagonista de primera fila.
Con la vista fija en lontananza, mi interlocutor tamborileaba suavemente con los dedos sobre un legajo de papeles que reposaban sobre la mesa.
Reflexionaba sobre su partida de este mundo y de la imperiosa necesidad de crear con sus memorias continuadores políticos de un futuro que no vislumbraba placeres. Por eso, cuando se acercó a mí con el voluminoso paquete de impresos, pensé que se trataba de algún compendio de pensamientos inéditos que deseaba dejar a la posteridad.
–Toma Miguel –musitó sentencioso.
–Con esta recopilación que te entrego la historia deberá recordarme no sólo
como orador político, sino como el único relator de una buena parte de la historia política de nuestro país después de la muerte de Trujillo.
Tomé el paquete en mis manos y caminando recorrimos la distancia entre su casa en Cambita y el gazebo desde cuya altura se dominaba la mayor parte de la zona. Tomó asiento en su mecedora, después de invitarme a sentar, y al hacerlo dijo: Este es el único lugar del mundo donde me siento bien.
Reflejando los quebrantos causados por el cáncer que le carcomía, continuó: Aquí, con los árboles, con las palomas que siempre regresan cuando estoy, es donde puedo respirar tranquilidad.
Inicialmente no capté todo el contenido de sus palabras. Empero, al revisar poco después los originales depositados en mis manos, comprobé que poseía un tesoro invalorable que las generaciones presentes y futuras tendrían que aquilatar en su verdadero valor.

Peña Gómez me había entregado todas las alocuciones, cartas y artículos periodísticos escritos por él a partir del golpe de Estado que derrocó a Juan Bosch en 1963. Ahí se encontraban reunidas sus constantes charlas por Tribuna Democrática, por el programa radial “Combate”, y los escritos en los periódicos “El Caribe” y “Listín Diario”, agrupados en un documento básico para la reconstrucción histórica del país.
“¿Por qué no lo publicaste junto con los demás tomos de tus discursos? –Le dije, pues me había resultado extraño que transcurriera tanto tiempo entre la publicación de sus libros y los originales que tenía en mis manos. Porque cuando escribí esto –me respondió–, yo era muy joven y dije muchas cosas duras sobre personas, algunas de las cuales ahora son mis amigos. Ahí tú tienes a Donald Read, que es primo de Peggy y con quien me llevo muy bien. En esos escritos yo le digo de todo, y al expresar esta última palabra, subió el tono de la voz y rió con esa risa sonora que sólo dejaba salir cuando realmente se sentía a gusto. Naturalmente, su alegría duró poco, porque el dolor le hizo apretarse el vientre con las manos para decir con seriedad:
–Te las entrego para que las publiques cuando yo haya muerto. Sólo entonces… No quiero enterarme en vida de que alguien se sienta ofendido por lo que yo dije. No quise opinar más nada, pues al dejar abierta la posibilidad de su muerte me di cuenta que él sabía lo inminente del desenlace fatal de su enfermedad, efectivamente ocurrió meses después de nuestra conversación.
–Mira esto… Yo soy la primera persona en protestar por el golpe de Estado a Juan Bosch. Soy la persona que conspira y llama a la lucha el 24 de abril; soy la persona que organiza uno de los partidos más grandes de América Latina; quien más ha proyectado nuestro país a nivel internacional; soy la persona que más ama esta tierra, único lugar donde me siento bien. No obstante, he sido el dominicano más combatido por los adversarios, los cuales han llegado hasta a negarme mi nacionalidad y aquí, en estos documentos, en mis libros, está la prueba irrebatible de lo que me ha costado mi país. Que alguien exhiba su aporte como lo he hecho yo… El único que lo hizo en el pasado fue Gregorio Luperón y hasta en eso nos parecemos. Ambos luchamos sin desmayo por nuestra patria, ambos dejamos cons- tancia escrita de nuestro paso por la actividad política y tanto él como yo fuimos atacados por el mismo tipo de cáncer que nos lleva a la tumba. Alberto Despradel (Chico) se había incorporado a nuestra conversación y con cierta ironía, típica de su forma de expresarse, le interrumpió indicándole: Y ambos fueron dos caudillos.
Peña sentía deseos de hablar y mientras lo hacía, no me quedaba más remedio que observarlo, llamándome la atención el intenso brillo de su mirada.
—Después de la muerte de Trujillo continuó, existe un vacío en los libros de historia en nuestro país, la misma está escrita de oídas. Yo soy el único dominicano que puede aportar una relación de los hechos políticos y sociales día a día, porque esa es la base de mis discursos y escritos; en ellos no sólo encontrarán luz mis com- pañeros de partido, sino todos aquellos que se interesen por la historia de este país.
Deposité los documentos en una pequeña mesa colocada entre nuestros asientos y él, tomando uno al azar lo mostró, a la vez que decía: —Mira éste. Este es el discurso que sirve de detonante a la guerra de abril, algo que no encuentras en ningún libro porque los historiadores no quieren, Sin embargo, todos los miembros de nuestra generación lo recuerdan como el llamado que sacudió al pueblo dominicano. Empezó a leerlo y a seguidas lo colocó en su lugar anterior y tomó otro para continuar diciendo: —Sin embargo, antes de ese llamado hubo otra historia, que es la que nos condujo a la lucha armada. Para ello, es necesario retomar el pasado y explicar cómo se incubó ese momento histórico. Una muestra palpable es este documento, el cual narra cómo me inicié en la lucha contra el régimen de Trujillo. Vamos a leerlo:
Iniciamos la lectura de algunos de los documentos durante un espacio de aproximadamente dos horas; ya cansado pidió disculpas y se retiró mientras Chico Despradel y yo continuábamos revisando los documentos.

Si fuera a escribir una biografía de José Francisco Peña Gómez, no dudaría en titularla “Un hombre perseguido”. Peña Gómez fue perseguido siendo un niño, cuando el régimen de Trujillo decidió ejecutar el famoso “corte”, operación organizada para eliminar a los haitianos que se encontraban de este lado de la frontera y de paso asesinar a los negros dominicanos que habitaban en la zona fronteriza. La operación se efectuó solo contra personas “negras” independientemente de que tuvieran un origen dominicano, haitiano o descendiente de los esclavos procedentes de las diferentes etnias africanas llegadas al Caribe y que conforman la mayor parte de la población dominicana.
Además de el régimen trujillista, fue perseguido por los remanentes de esa tiranía que, aún después de la muerte de su mentor, se negaron a aceptar la organización de unas elecciones libres y la existencia de partidos políticos democráticos. El acoso contra este baluarte de las luchas sociales de nuestro país se mantuvo después de que fuera derrocado el gobierno de Bosch; durante y después de la guerra de abril y de una u otra forma, hasta después de su muerte.
Para José Francisco Peña Gómez redactar las proclamas que leía al pueblo dominicano a través del programa radial Tribuna Democrática y de otro programa que salió al aire con el nombre de “Combate”, en 196__ se revestía de una coraza de voluntad que redoblaba la fuerza de su espíritu. Por esa razón, y por la fuerza que imprimió a todos los actos de su vida, es que se pudieron reunir estas alocuciones y documentos los cuales presentamos a ustedes en forma de libro.
Al José Francisco Peña Gómez entregarme estos documentos, el paquete en que estaban depositados contenía unas notas no corregidas que decía lo siguiente: “Esta obra contiene una parte de los escritos, comunicados y documentos con los que nosotros y el Partido Revolucionario Dominicano combatimos el golpe de Estado (1963) desde la misma madrugada del 25 de septiembre, cuando las Fuerzas armadas y la Policía Nacional de la época, con el estímulo de los políticos adversarios del Jefe del Estado, profesor Juan Bosch se lanzaron a la trágica aventura cuartelaria que puso fin a la democracia que el pueblo se dio con las elecciones del 20 de diciembre de 1962.
Este libro es, al propio tiempo, el primero de una larga colección de mis escritos de más de 30 años de dedicación a la lucha política, tanto en el país como en el exterior. La razón fundamental de que esta obra mayor se inicie a partir de 1963 deriva del mismo golpe de Estado, que como se sabe, fue la causa de la desaparición de los archivos de nuestra Casa Nacional de El Conde # 13, en cuyas oficinas se guardaban los documentos de nuestra organización incluyendo mis escritos y discursos que fueron echados a volar por los vientos cuando fuerzas policiales ocuparon el local y saquearon los bienes que con tanto sacrificio tenía allí depositados nuestro partido.
La inestabilidad política que sobrevivió el país a partir de la caída del Gobierno democrático del profesor Juan Bosch y las persecuciones frecuentes que soportamos desde ese infausto momento, no nos permitió organizar nuestros archivos personales y conservar valiosos documentos que habrían enriquecido esta colección.
Grande ha sido el esfuerzo intelectual que hemos tenido que desplegar para recobrar parte de nuestra producción literaria. Afortunadamente hemos contado para la publicación de este volumen con parte de nuestros escritos de los años 1963-1964 guardados celosamente por el compañero Nazim Hued Hernández, miembro de por vida del Comité Ejecutivo Nacional, quien durante esos años fue uno de nuestros más estrechos colaboradores en los programas Combate y Tribuna Democrática.
En otros casos recuperamos algunas transcripciones de discursos y escritos grabados por el Director Técnico de Sonido del Partido, que en esa época lo era el Sr. Bienvenido Arias Sandoval, y finalmente otra parte se obtuvo de los Archivos de las Fuerzas Armadas.
Los documentos oficiales y comunicados fueron extraídos de las páginas de los periódicos Listín Diario, El Caribe y La Nación.
Miguel Decamps, historiador y editor
Consciente de que nuestros relatos y escritos eran parte de la historia, los conservamos con el propósito de algún día publicar una obra mayor sobre la Revolución constitucionalista, pero nuestras continuas mudanzas de residencias, las persecuciones y los viajes al exterior fueron causa de que muchas de mis mejores páginas se extraviaran, razón por la cual los escritos que finalmente pudimos conservar representan solamente una parte minoritaria de nuestra producción literaria de esos difíciles años.
En este sentido, tenemos que lamentar la pérdida de valiosos documentos que dejé guardado en Holanda y otros que fueron arrastrados por las aguas del huracán David y que creyendo poner a salvo de incursiones policiales, confié a la custodia de mi dilecta amiga Yocasta Prandy, cuyo hogar fue inundado por las corrientes del meteoro. A partir de la división del PRD del año 1973, cuando el Partido re- anudó sus actividades bajo mi dirección, organizamos nuestros archivos, aunque con muchas deficiencias por carecer de suficiente personal para la conservación de nuestros documentos.
De toda manera, a partir de esa época hasta el día de hoy podría decirse que con excepción de los discursos improvisados, gran parte de los cuales desaparecieron con el incendio del archivo fílmico del PRD hemos podido contar con una provisión sustancial de nuestros escritos.
Algo que debo agregar es que solamente se incluye en ésta obra la parte escrita de los discursos, no así la improvisada, que alguien con mayor tiempo que yo tendría que extraer del inmenso archivo radiofónico de Tribuna Democrática”.
El tiempo corría en contra nuestra dada la enfermedad fatal de José Francisco Peña Gómez, por lo que Chico Despradel y yo decidimos facilitar el trabajo organizando con las charlas y escritos de Peña Gómez de años posteriores al período tratado, tomando fragmentos de las mismas; un bosquejo del relato de los hechos los cuales estarían sujetos a sus correcciones, esto simplificó el trabajo y así Peña Gómez pudo preparar su relato abarcando desde antes de la muerte de Trujillo hasta el gobierno de García Godoy, el cual presento a la consideración de ustedes.
Tardó en aparecer esta publicación porque tras su muerte y llegada al gobierno de sus seguidores el nombre de José Francisco Peña Gómez, su pensamiento y análisis dejaron de tener significado para los miembros de la clase dirigencial de su partido. Una vez desalojados del poder, éstos tratan de escudriñar en el pensamiento de José Francisco Peña Gómez sin encontrar una recopilación completa escrita donde abrevar su pensamiento y sus principios.
Este libro debe entenderse tanto como homenaje a José Francisco Peña Gómez, así como a la necesidad de que las generaciones posteriores a la guerra de abril de 1965 posean información de lo que sus actores hicieron; contadas por ellos, sin interpretaciones apasionadas distorsionadoras de parte de los historiadores, pero sí con la pasión del protagonista que relata los hechos (Peña Gómez). Aquí está nuestro primer aporte. Su retraso en publicarse es la mejor demostración de que aún después de muerto, José Francisco Peña Gómez sigue siendo un hombre perseguido

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