domingo, 12 de abril de 2015

Nuestra guerra de abril

Nuestra guerra de abril

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1. Jean Luc Godard, en su película Pierrot el Loco (1965) ( Pierrot Le Fou), guiña el ojo hacia los acontecimientos dominicanos, en la voz de Jean Paul Belmondo, en su modo minimalista de entonces, Godard se recordó de un pueblo del Caribe en armas. 2. El cine Lido, acusado de libidinoso y gentil, Teresa y la ardiente Isabel, cómo olvidarlas, colegialas traviesas en la bruma, pero el Lido los sábados en la mañana era el espacio de debate del Cine Club Estudiantil. Entre el sexo nocturno y la inteligencia sabatina, ay caray. 3. Cuando el valor tomó las callles en nombre de una utopía que es nostalgia aún y espera. 4. En el cine Olimpia una generación suspiró entre los conciertos juveniles y el cine, tiempo y fulgor de bellos años, los besos escondidos y el suspiro claro de que el tiempo nunca pasaría.
SU LEGADO HISTÓRICO A LA ANIMACIÓN CINEMATOGRÁFICA
¿Era a jugar bandidos y vaqueros ?
¿Quién era el bandido y quién el vaquero.
En la vieja frase infantil de los afanes parvularios, encontramos la posibilidad de una ecuación moral a despejar, con el sentido de la historia en la mano y en el corazón.
Porque con los ojos abiertos como tizones, descubrimos al final que el mismo vaquero era el mismo bandido, con uniforme invasor, con sus helicópteros que parecían ballenas de acero flotando por nuestros cielos.
En el estallido de la Guerra de Abril, porque sí fue una guerra, dejemos los ditirambos cobardes y semánticos, para otras ocasiones de ocio, los cines habían quedado del lado de la zona constitucionalista y uno que otros rollos de celuloide rodaban en un rincón sobre el polvo entumecido.
¿Era un rollo de Bergman y su Hora del Lobo? (*) O sería alguna de las películas de Jen Luc Godard, aquel suizo que se hizo francés en el cine y que con un estilo narrativo minimalista de entonces (1960), había conquistado la fama de ser un director inteligente y crítico, ácido frente a una sociedad post industrial que paría una generación difícil y extraña.
Los de Arte y Liberación y el Movimiento Cultural Constitucionalista, Silvano Lora, Héctor Matos Dotel, Ramírez Conde, Efraim Castillo, Ada Balcácer, Norberto James, José Céstero, entre otros, sabían que existía una cultura de resistencia y que esa cultura de resistencia era un acto en favor de valores patrios.
Cercado el mar de acorazados y buques de guerra, alambradas y corredores a la orden del día y en cada posta un invasor, negro, rubio, brasileiro, gringo, paraguayo, hondureño.
En fin: invasores y derrotados por la fuerza de una conciencia nacional, representada en unas cuadras y fuera de ahí el sentimiento nacional de una invasión injusta.
Mientras el tiempo discurría, el cine tenía su rol de resistente también.
Se hacían los Cine- Forum (que nacieron con la Guerra de Abril) en el Rialto en especial y en otros cines también, el Leonor, en las calles Duarte y Nouel, respectivamente.
Entonces aparece una comedia de Mario Monicelli, Casanova 70 (1965) Virna Lisi en todo su esplendor y Marcello Mastroianni de loco galán.
Porque si miramos el año y las producciones fílmicas del 1965, Jean Luc Godard reclamaba su espacio con los criterios de autores que la Nueva Ola francesa acababa de imponer con el no lejano éxito de Los 400 Golpes (1959) de Francois Truffaut.
Pero la Guerra de Abril es tema de soslayo en una famosa película de la época
Pierrot Le Fou (1965), un Jean Paul Belmondo al borde del delirio hace alusión a la República Dominicana y su momento de resistencia en la Guerra de Abril de 1965.
Al final, se podría decir que las pocas bobinas que quedaron dentro del sector constitucionalista eran películas europeas, no habría que olvidar que era un tiempo donde la República Dominicana importaba muchos filmes europeos que en algunas ocasiones se estrenaban aquí primero que en países como la Argentina o Chile, por ejemplo.
El precio del dólar de entonces ayudaba mucho a estas operaciones.
Fascinados con ese cine estaban muchos de los intelectuales que estuvieron en la guerra: Miguel Alfonseca, Rafael Vásquez, Armando Almánzar Rodríguez, René del Risco Bermúdez, Enriquillo Sánchez Mullet, Papo Vicioso, Ulises Santamaría, Franklin Domínguez, Arnulfo Soto.
Dominicanos y dominicanas estaban en las trincheras en el momento más alto que la dominicanidad les demandaba estar presentes en el lado de la defensa del país, más que inflamar ahora el corazón con nociones de patriotismo vago, aquella era la hora de la verdad y muchos respondieron al llamado.
CINE EN LA POST GUERRA DE ABRIL 1965.
El viento Frío de René del Rico entraba por la ventana declarando en su gelidez que el tiempo heroico había terminado, que los hierros aceitados había que guardarlos en cavernas envueltos en largas lonas de camiones.
La fiebre dejada por la Guerra de Abril y los Cine Forum se convierten luego en formas culturales de resistencia: nacen cine clubes y los clubes culturales.
Tres años luego de la capitulación, en 1968, los Lasallistas fundan el cine club estudiantil, con las diligencias de Tony de Moya este proyecto se hace más amplio y pasa a algunos liceos y colegios privados. Dos años más tarde, se funda el Cine Club Dominicano, cuyo lugar de exhibición de ciclos cinematográficos fue el viejo Cine Independencia. Tony Jansen fue el motor original de este cine club al que luego pertenecimos los que entonces éramos críticos de cine con columnas en los periódicos del época.
En aquel tiempo vía HIN y los afanes de doña Olga de Catrain, se haría el primer programa de radio dedicado al cine, que yo titulé “El Cine en la Radio”.
Todos los domingos a las 9 de la mañana, Jocelyn Caminero, Sonia Silvestre, su prima Miryam Cambiell, Danilo Ubrí, Tony Martyres, y quien escribe, comentábamos la realidad fílmica de esos tiempos, siempre con la ayuda de Angel Lavanderos (cariñosamente Lavandeiros!! )
Ya José Luis Sáez hacia 1969, comenzaba en la UASD con sus ilustradores cursos de formación cinematográfica que casi todos cursamos.
La UASD y en su cine universitario crearía entonces su Cine Club Universitario, ubicado en un cine situado en el viejo paraninfo de Arquitectura, hoy desaparecido.
Allí consiguió espacio nuestro inolvidable Humberto Frías y continuaría una amplia labor de difusión fílmica lejos, pero muy lejos de los mediocres esquemas aún imperantes en esa universidad estatal con respecto al cine.
El Cine Club Estudiantil trabajaba con el Circuito Apolo, de tal modo que tanto podía hacer cine forum en el Olympia como en el cine Lido, donde habitualmente los sábados en la mañana se hacían estos debates, candentes muchas veces.
Aquel cine y aquella forma de ver el cine y reflexionarlo, para luego convertirlo de modo urbano en resistencia intelectual (películas seleccionadas con fabulosos fines subversivos), hizo posible que en la década del 70 florecieran muchas actividades fílmicas que los servicios de seguridad del Estado vigilaban con celo y ahítos de ignorancia.
Yo fundaría el Cine Club Francois Trufautt en la Casa de Francia, aparecía el Cine Club Lumiere, dirigido con devoción cada domingo por Arturo Rodríguez Fernández.
Otro grupo había tomado el Cine Capitolio.
Todo lo que la década del 70 produjo en contra-cultura o resistencia antibalaguerista se lo debemos al reflujo dejado por la Guerra de Abril de 1965, porque sostengo la tesis que mientras Joaquín Basanta se ocupaba clandestinamente de los combatientes escondidos al filo de la muerte de los Controlables de Balaguer, otros proyectaban películas de corte político y en los cine se debatían temas relacionados con los derechos, la represión y la libertad, hasta llegó a existir un cine club clandestino que proyectaba a domicilio los primeros documentales cubanos entrados clandestinamente al país:
Qué Bueno Canta Usted (1973), Dir Sergio Giral. En 1969 Santiago Alvarez realiza 79 Primaveras, un homenaje al pueblo de Vietnam y al tío Ho Chi Minh y La Primera Carga del Machete (1969) estas películas y un documental soviético dedicado a Salvador Allende eran la oferta de este cine club clandestino.
Y del incidente en el Lido de La Batalla de Arge-1965 -l (La Battaglia di Algeri) de Guilo Pontecorvo, donde la seguridad del Estado asaltó el cine pensando que Marino (Maximiliano Gómez) estaba en la sala, esto sucedía en 1969.
La animación cultural cinematográfica de hoy, bastante pobre por cierto, pese a existir una Cinemateca, le debe mucho a todo aquel proceso que luego hizo posible en 1999 una Muestra Internacional de Cine, desdibujada hoy de su solio serio, por otros proyectos de alfombras frívolas y sin rumbo claro, a no ser gastar dinero ajeno en personalidades que ni saben por qué son visitantes…
La Guerra de Abril, nuestra guerra, fue un gran estímulo a todo lo que vino luego de ella en materia de cine y resistencia. (CFE

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