sábado, 18 de abril de 2015

La revolución de abril de 1965

La revolución de abril de 1965


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Al caer la tarde de aquel sábado 24 de abril de 1965, la alegría de los primeros momentos se había tornado en incertidumbre. A las 8:30 del anochecer, el triunviro Donald Reid Cabral, en nombre del Gobierno de facto que presidía, anunció a la ciudadanía, a través de una cadena de radio y televisión, que el país se encontraba en calma y que las Fuerzas Armadas continuaban siendo leales a su régimen. Estas fueron sus palabras: “Cumplo con el deber de informar al país que hoy, en las primeras horas de la tarde, un grupo de oficiales del Ejército hizo preso al jefe y subjefe del Estado Mayor del Ejército Nacional, general Marcos Rivera Cuesta y coronel Maximiliano Américo Ruiz Batista, E.N. respectivamente, así como a un grupo de oficiales también del Ejército. Poco después se apersonaron en los estudios de Radio Santo Domingo y se mantuvieron utilizando sus micrófonos hasta que fueron desalojados y detenidos por tropas que cumplían las órdenes que oportunamente les fueron dadas. Todo el país se halla en calma bajo el absoluto control del Gobierno, a excepción del Campamento 16 de Agosto, que se encuentra en el kilómetro 25 de la carretera Duarte y las instalaciones en que está alojada la Jefatura de Estado Mayor del Ejército. Los dos campamentos que se han insubordinado fueron rodeados por tropas y en interés de evitar innecesarios derramamientos de sangre, se les ha instado a deponer su actitud. De no acceder a esto a más tardar a las 5:00 de la mañana, efectivos de todas las Fuerzas Armadas cumplirán con su misión que les corresponde de preservar la paz y el orden público en la forma en que lo demanden las circunstancias. El Gobierno invita a la población civil que vive en los alrededores de los citados campamentos para que abandonen dichos lugares lo más pronto posible, a fin de que si es necesario tomar medidas de carácter militar contra los insurrectos se encuentren fuera de peligro. Exhorto a los ciudadanos a permanecer en sus casas en virtud de lo dispuesto en el Decreto No. 2433 que se dictó hoy y que establece un toque de queda que comenzó a las 6:00 de la tarde y que terminará mañana en la mañana también a las 6:00. El Gobierno ha dispuesto para garantizar la tranquilidad y los intereses de todos que efectivos del Ejército Nacional, de la Marina de Guerra, de la Aviación Dominicana, del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional hagan servicios de patrulla, a cuyo cargo está el orden que no ha sido interrumpido y preservar la propiedad”.
Parecería que el presidente del Gobierno de facto no sabía con qué clase de militares estaba tratando. Su llamado para que depusieran las armas no podía encontrar eco en uniformados como esos dispuestos a jugarse el todo por el todo.
Cerca de la medianoche de ese sábado 24 de abril de 1965, los militares sublevados volvieron a la carga. En efecto, tropas del Ejército Nacional asaltaron la Intendencia General topándose con una feroz resistencia de parte de los defensores de ese recinto. En esa acción, resultaron muertos o heridos varios oficiales y soldados leales al Gobierno de facto. No se reportaron bajas en el bando de los constitucionalistas. Mientras tanto, otros contingentes de tropas sublevadas ocupaban la ciudad de Santo Domingo.
En la primera plana del periódico Listín Diario, en su edición correspondiente al domingo 25 de abril, aparecieron unas declaraciones del líder de los militares sublevados, coronel Miguel Hernando Ramírez, afirmando que el levantamiento contaba con el apoyo del Batallón Juan Pablo Duarte, con varios agrupamientos de blindados, con todo el personal de la Jefatura del Ejército Nacional, y que pronto se le sumarían al movimiento constitucionalista otras unidades de las Fuerzas Armadas, incluyendo el bien entrenado Cuerpo de Hombres Ranas de la Marina de Guerra.
Cerca del amanecer, Donald Reid Cabral recibió una llamada telefónica del Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea, general de brigada Juan de los Santos Céspedes, comunicándole que los pilotos bajo su mando no estaban dispuestos a bombardear los campamentos militares bajo el control de los sublevados. El gobernante de facto ya comenzaba a sentir la soledad del poder. Ya no podía contar con el apoyo incondicional de los militares golpistas.
Desde la madrugada de ese domingo 25 de abril emisoras de radio de todo el país comenzaron a transmitir consignas alentando a la población civil a lanzarse a las calles y a los militares, que aún permanecían leales al Gobierno de facto, a sumarse a la rebelión. Los dirigentes de los partidos políticos de derecha comprometidos con el golpe de Estado que derrocó al presidente Juan Bosch se encontraban ocultos o refugiados en embajadas extranjeras acreditadas en San Domingo. Los locales de las agrupaciones a las cuales pertenecían estaban siendo saqueados por turbas armadas que recorrían las calles de la ciudad de Santo Domingo en busca de personas simpatizantes o allegadas al Gobierno de facto. Alrededor de las 10:00 de la mañana de ese domingo 25 de abril, unidades blindadas y tropas de infantería comandadas por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó penetraron en el Palacio Nacional sin encontrar resistencia. ¡El Gobierno de facto del Triunvirato había sido derrocado¡
Con la caída del Gobierno de facto se cerraba el primer capítulo de la Revolución de Abril de 1965, dando paso a un debate entre los altos oficiales constitucionalistas en torno a la naturaleza del Gobierno que habría de sustituir al derrocado. Algunos se adelantaron en proponer que una junta militar, presidida por el entonces líder de la revuelta, coronel Miguel Ángel Hernando Ramírez, e integrada por los coroneles Francisco Alberto Caamaño Deñó, Pedro Augusto Álvarez Holguín y Vinicio Fernández, asumiera el poder hasta la celebración de elecciones en un plazo no mayor de noventa días; otros, los más radicales, demandaban la vuelta al poder sin elecciones del depuesto presidente Juan Boch, la puesta en vigencia de la Constitución de 1963, una amnistía general a los presos políticos y el regreso de los exiliados. No faltaron otros grupos de altos oficiales quienes, a pesar de haber permanecido leales hasta el final del Gobierno de facto, se mostraban dispuestos a aceptar la instalación de un Gobierno de cualquier naturaleza siempre y cuando el depuesto presidente Juan Bosch no formara parte del mismo. Es de justicia destacar que algunos de ellos estuvieron toda la noche del sábado y la mañana del domingo 25 de abril realizando esfuerzos para evitar un enfrentamiento armado entre militares. Pero sus diligencias en ese sentido no prosperaron. Sin esperar que los altos militares envueltos en esa disputa llegaran a ponerse de acuerdo, a las 2:00 de la tarde del domingo 25 de abril de 1965, el doctor Rafael Molina Ureña, en su condición de presidente de la restituida Cámara de Diputados, tomó posesión como Presidente Constitucional de la República, en tanto regresara al país el presidente Juan Bosch. ¡La suerte estaba echada!
Estamos seguros que algunos de nuestros lectores se quejarán de que el autor de estas líneas pone demasiado hincapié en el aspecto militar de la contienda de Abril en detrimento de las dimensiones políticas, sociales y económicas del conflicto. Para esto no disponemos de explicaciones ni de disculpas. Sabemos que esos factores son vitales para la comprensión de las razones que condujeron al conflicto de Abril y que los mismos, junto al máuser reenviador, dieron pie a lo que sucedió después: una guerra civil seguida de una intervención militar norteamericana.
*Jesús de la Rosa es catedrático titular de la UASD y capitán de navío ® de la Armada de República Dominicana

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