Abril deriva del verbo latino aperire, que significa abrir, pues en este mes es cuando se abre la tierra que posteriormente dará sus frutos. También se dice que pueda derivar de la voz griega aphril, espuma, pues este mes estaba dedicado a Venus, la Aphrodite (Aphros) griega nacida en Chipre de la espuma del mar. Jacob Grimm sostenía que el nombre del mes procedía de un dios arcaico de época etrusca llamado Aprus.
Segundo mes del calendario Juliano, antes de la reforma cesariana contaba sólo con 29 días. Los antiguos romanos dedicaban este mes a Venus, realizando a su vez grandes festejos durante el mes en honor a Cibeles y Ceres. Era también el mes que se conmemoraba la fundación de Roma y a finales de mes se abría el primer vino del año anterior con gran solemnidad.
El día de las Kalendas de Aprilis estaba consagrado a Venus Verticordia y Fortuna Viril. Las mujeres se congregaban en algún lugar que tuviese agua corriente y quemaban incienso en honor a las dos diosas, buscando su favor. Las asistentes tomaban un brebaje sagrado a base de adormidera, leche y miel.
Venus_Botticelli
El día 4 comenzaban las Megalenses, las grandes fiestas en honor a Cibeles. Eran festejos muy vistosos y coloristas. Los galos, los sacerdotes castrados de Cibeles, sacaban ese día en procesión una imagen de la diosa sedente sobre un carro tirado por leones al son de címbalos, timbales y gran griterío. Había teatro y banquetes en los que no faltaban porciones de queso a las finas hierbas. El día 10 concluían las fiestas de Cibeles con una procesión que presidía una imagen de la Victoria alada.
Del día 12 al 19 se celebraba la Cerealia, la festividad de Ceres, inventora de la agricultura. El blanco era el color de la diosa, por ello los romanos se vestían de un blanco inmaculado durante estos días. La festividad acababa con una procesión ecuestre a la luz de las antorchas para bendecir en un solo acto las cosechas y los rebaños. El día de los Idus de Aprilis, el decimotercero del mes, estaba dedicado a Júpiter Víctor.
El día 15 se sacrificaban a la diosa madre tierra, Vesta, treinta vacas preñadas para asegurar una buena cosecha. Según Ovidio, el origen de este sacrificio venía de tiempos del rey Numa. Una gran esterilidad sacudió su reinado, el rey soñó que para vencerla debía de sacrificar dos vacas, pero matando sólo a una. La ninfa Egeria le dio la solución al enigma: Sacrifica una vaca preñada.
El día 21 estaba consagrado a las vestales, quizá las sacerdotisas más conocidas de la antigüedad clásica. Las sacerdotisas de Vesta eran seis mujeres de soberbia belleza, reclutadas de niñas para servir a la diosa y al estado. Debían de mantener su virginidad durante los treinta años de servicio. La pérdida de ésta conllevaba la muerte por lapidación; en cambio, dejar consumirse el fuego sagrado de la diosa, su tarea principal, estaba castigado con azotes públicos. Los pontífices estaban en contacto directo con ellas, pues de sus vaticinios proféticos dependía el devenir de la nación.
El día 22 no se realizaban actos sexuales para garantizar una buena cosecha.
El día 23 se celebraba la Vinalia, la fiesta de Júpiter, protector de las viñas. Esta festividad se remonta a los tiempos legendarios de Eneas. Según la Eneída de Virgilio, su adversario el rey de los rútulos, Turno, se había granjeado la alianza de Mecenio y los etruscos, ofrendándole la mitad del mosto de la próxima cosecha. Eneas le ofertó lo mismo a Júpiter y obtuvo la victoria.
El día 24 se conmemoraba el nacimiento de Diana y el 25 el de Apolo
El día 28 tenía lugar la Floralia, las festividades en honor a Flora, la antigua divinidad itálica arcaica de las flores, los frutales y el vino. Se prolongaban hasta el 3 de Maius y eran fiestas desenfrenadas y licenciosas que se celebraban con más brío si cabe al calor de los lupanares. El pueblo se vestía con vistosos colores emulando la incipiente primavera y las calles se iluminaban por la noche para garantizar la seguridad de los celebrantes.
Del 29 al 30 tenían lugar las primeras vestales, celebradas en especial por los colleguium (gremios de artesanos) de panaderos y horneros. Los asnos y las piedras de molino eran también partícipes de estas fiestas. Engalanados con guirnaldas de flores, descansaban junto a sus dueños ese señalado día.
Colaboración de Gabriel Castelló autor de Valentia