sábado, 29 de noviembre de 2014

Toscana Un viaje de Siena a Pisa


Sendas milenarias

Las colinas de Siena apenas han variado desde que eran un lugar de paso para los peregrinos que seguían la Via Francigena camino de Roma.

Ciudades medievales y caseríos rodeados de cipreses y viñas protagonizan el paisaje de esta región italiana
Por Francesco Tarquini, ViajesNG nº 175
Siena es una de las joyas artísticas de Italia. Profundamente anclada en sus tradiciones e histórica rival de Florencia, tiene su corazón en la Piazza del Campo, obra maestra del urbanismo medieval. Una gran concha que, dos veces cada verano, se convierte en el escenario del Palio, la carrera de caballos que enfrenta a los 17 barrios de la ciudad. Al fondo de la plaza surge la fachada gótica del Palazzo Pubblico, sede del Museo Cívico, y al lado levanta sus 87 metros la Torre del Mangia, el campanario. Son el mejor inicio de un paseo por calles empedradas que culmina en uno de los templos más bellos del medievo italiano: el Duomo dell’Assunta, de estilo románico-gótico, donde trabajaron artistas como Giovanni y Nicola Pisano, Donatello, Pinturicchio y Arnolfo di Cambio.
Siena, sin embargo, está muy lejos de ser una ciudad museo pues posee un espíritu activo y «bon vivant» que puede apreciarse a la mesa de cualquiera de sus restaurantes, frente a un plato de crostini de hígado, pappardelle con la lepre (pasta con salsa de liebre), pici (especie de espagueti) con trufas negras o un jugoso bistec de chianina, la ternera blanca de la Toscana. Todo acompañado, eso sí, con una botella de chianti o de brunello de Montalcino.
El vino es, precisamente, el protagonista de la ruta al salir de Siena rumbo norte hacia las colinas de la comarca de Chianti, corazón de la Toscana. El pueblo de Gaiole es uno de los principales núcleos de producción de la denominación de origen Chianti Classico y un punto de partida ideal para visitar sitios encantadores como la Pieve di Spaltenna, una parroquia del siglo XII, o el castillo de Brolio, de origen medieval y aspecto neogótico, desde el que se distingue la silueta de Siena.

Retomamos nuestro viaje hacia Pisa a través de la comarca de Chianti, dejando atrás pueblos de tradición vinícola como Castellina in Chianti. En menos de una hora aparece Monteriggione, amurallada y con 14 torres fortificadas que recuerdan su pasado como frontera norte de Siena. La carretera de Colle di Val d’Elsa ofrece una bonita vista del conjunto mientras nos dirigimos a otra ciudad medieval imprescindible: Volterra.
Ciudad de viento y piedra erigida sobre una colina, Volterra da la bienvenida a la provincia de Pisa. De la mole de sus murallas, puertas, palacios y calles se desprende la memoria de la Velhatri etrusca, la última ciudad en caer bajo el dominio de Roma. Tal vez sea el recuerdo de aquella caída lo que provoca cierta sensación de melancolía, simbolizada en la escultura La Ombra della sera, la figura alargada de bronce que expone el Museo Etrusco Guarnacci, una visita que se complementa con el paseo por la zona arqueológica. Después de conocer el pasado etrusco llega la hora de contemplar el Palazzo dei Priori, de 1208, la Fortezza renacentista, la Pinacoteca, el Duomo y el Ecomuseo dell’Alabastro, donde los maestros escultores de Volterra exhiben sus creaciones talladas en piedra blanca.
Desde lejos ya se ven las torres que han dado a San Gimignano el fantasioso apodo de la «Nueva York del Medievo». Encerrada entre murallas y atravesada por dos calles principales que forman una cruz, su núcleo es la plaza de la Cisterna y la adyacente plaza del Duomo. Allí se encuentran el Palazzo del Popolo, el del Podestà y la Collegiata, donde destacan los frescos de Domenico Ghirlandaio, del siglo XV.
Las torres, con más de 50 metros de alto, fueron erigidas por la aristocracia mercantil del siglo XII, tan turbulenta que cuando una familia prevalecía sobre otra destruía las torres de los adversarios: esto explica que solo queden 13 de las 72 que llegaron a haber. La puesta del sol es el momento ideal para subir a la Torre Grossa del Palazzo del Popolo y admirar un panorama que abarca desde los Alpes Apuanos hasta la cordillera de Pratomagno. Y después regalarse una cena con tagliatelle al ragú bianco di cinghiale (salsa de jabalí) y vernaccia de San Gimignano, un vino blanco y seco.
Los 46 kilómetros entre San Gimignano y Vinci, la cuna del gran Leonardo, atraviesan el Val d’Elsa, un valle de colinas boscosas, viñedos y olivares. Después de un almuerzo contundente, toca alimentar el alma con la visita al museo que la ciudad ha dedicado al extraordinario pintor, inventor, arquitecto y científico que nació
el 15 de abril de 1452 en una casa de campo a tres kilómetros de Vinci, y que estuvo al servicio de papas, duques y reyes de Italia y Francia.
El arte guía nuestros pasos camino de Lucca, a 45 minutos de coche. La «ciudad de las cien iglesias» conserva intacta su antigua estructura urbana, como se comprueba en la plaza elíptica donde se hallaba el anfiteatro romano, en el foro junto a la iglesia de San Miguel y en el esquema ortogonal de las calles del centro. Es imprescindible entrar en el Duomo para admirar la tumba de Ilaria del Carretto, obra de 1406 de Jacopo della Quercia, y después dar un paseo por la Via Fillungo, donde se mezclan edificios medievales, tiendas de moda y talleres de orfebrería, para acabar en el Museo del Fumetto, cómic en italiano.
Pisa, a 30 kilómetros, exhibe otro de los conjuntos artísticos más asombrosos de la Toscana: la Piazza dei Miracoli, cuya armonía de mármoles blancos y de color triunfa en la famosa Torre –empezó a inclinarse en 1274, al añadir el tercer piso–, el Duomo, el Baptisterio y el Camposanto. Como Siena con su Piazza del Campo y San Gimigniano con sus altísimas torres, Pisa nos recuerda con este grupo arquitectónico el poder que ejercía entre los siglos XI y XIII en el Mediterráneo y, de paso, confirma su lugar como una de las ciudades más bellas del mundo.
MÁS INFORMACIÓN
Documentos: DNI.
Idiomas: italiano.
Moneda: euro.
Cómo llegar y moverse: El aeropuerto de Pisa y el de Florencia reciben vuelos frecuentes de España. La línea marítima Barcelona-Livorno (a 25 km de Pisa) es una buena opción para viajar con coche propio. El coche permite perderse sin prisas por los pueblos y valles toscanos. Una línea de tren conecta Pisa, Florencia y Siena. También hay autobús regional.
Turismo de Pisa
Turismo de Siena

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