sábado, 29 de noviembre de 2014

Las guerras propiciaron el sentido de colaboración en el cerebro


Fuente: Europa Press | 26 de noviembre de 2014

Los conflictos armados en la evolución humana aceleraron el progreso tecnológico y provocaron grandes cambios sociales y políticos. Pero trambién pueden haber contribuido en gran medida a la capacidad del cerebro humano para trabajar en colaboración, según un nuevo estudio realizado por el Instituto Nacional de Matemáticas y Síntesis Biológica (NIMBioS) de Estados Unidos.
  
Durante mucho tiempo ha intrigado a los biólogos cómo evolucionó la inteligencia del hombre, necesaria para desarrollar actividades colaborativas complejas. Además, el hombre cuenta con el coste de tener un cerebro cada vez más grande. Actualmente, representa alrededor del dos por ciento del peso del cuerpo, pero necesita un 20 por ciento de la energía consumida diariamente.
   
Los expertos también se han preguntado cómo de vulnerable es el comportamiento cooperativo a la explotación de los tramposos y los 'free-riders', aquellos que no cooperan y, por tanto, socavan la eficacia de los esfuerzos de colaboración del grupo, algo que los científicos llaman el problema de la acción colectiva.
 
Y es que el comportamiento de colaboración se considera raro. En los animales este tipo de acciones se limitan normalmente a los parientes cercanos. Sin embargo, los seres humanos son una especie única en la que la colaboración es generalizada y no se limita a los familiares.
 
En el nuevo estudio, publicado en 'Royal Society Interface', el autor principal Sergey Gavrilets (izquierda), ha desarrollado un modelo matemático que ofrece respuestas a este rompecabezas evolutivo.
"El modelo muestra que la inteligencia y el comportamiento cooperativo pueden co-evolucionar para resolver el problema de la acción colectiva en los grupos y para superar los costes de tener un cerebro grande", ha indicado.
   
La investigación apunta a los tipos de acciones colectivas que son más eficaces en acelerar la colaboración. Según el modelo, la capacidad de colaboración evoluciona más fácil si hay un conflicto directo o una guerra entre grupos, las actividades conocidas como 'nosotros contra ellos'.
 
Por el contrario, las actividades colectivas, como la defensa contra los depredadores o la caza de los alimentos, conocidas como 'nosotros contra la naturaleza', no aumentan la capacidad de colaboración de manera significativa.
   
El estudio también predice que si la alta capacidad de colaboración no puede evolucionar, debido, por ejemplo, a que los costes de tener un gran cerebro son demasiado altos, la especie humana alberga una pequeña proporción de individuos con una predisposición genética a realizar actos individualmente costosos pero beneficiosos para el grupo.
 
Además, el modelo desafía las teorías influyentes sobre cuándo aparecieron por primera vez la caza y las coaliciones en los grupos de seres humanos. Algunos científicos dicen que fue la caza la que originó las primeras alianzas de colaboración, las cuales, posteriormente, se utilizarían para formar grupos en los conflictos. Pero este nuevo trabajo indica lo contrario, que la colaboración entre grupos en la lucha es anterior a la relacionada con la caza.
 
"Nuestra capacidad para colaborar eficazmente con los demás es en gran parte responsable de lo que nuestra especie ha llegado a ser. La gran pregunta es cómo evolucionó primero esta capacidad cuando existen unos costes metabólicos y fisiológicos relacionados con el tamaño del cerebro humano y cuando la colaboración pueden ser fácilmente socavada por los 'free-riders'. El modelo ofrece una respuesta que hace hincapié en el papel que juegan  los conflictos entre los grupos en la configuración de las características humanas únicas",  concluye Gavrilets.
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