Historia Dominicana en Gráficas
VIRGILIO PEREZ PERDOMO. Asesinado en los 12 años de Balaguer
Virgilio Eugenio, apenas siendo un niño, en muchas de sus acciones manifestaba el amor al prójimo, sobre todo a quienes él percibía como necesitado.
En San Pedro de Macorís, donde vivimos varios años, en horas de la tarde, sentado en un pequeño escalón que permitía el acceso a nuestro hogar, esperaba tranquilamente por el exquisito refrigerio que por las tardes le llevaba Quisqueya, nuestra madre: un jugo de naranja o fresca limonada acompañando el pan con mantequilla, -aún caliente-, u otro ingrediente, que nos había traído el panadero del barrio.
Sorprendida por la velocidad con que terminaba su merienda, un día cualquiera descubrió que Virgilio Eugenio compartía su pan y refresco con un limpiabotas de la vecindad, tan niño como él, a quien muchas veces entregó por completo sus manjares y bebidas frescas.
Años más tarde, residíamos en Santo Domingo (antigua Ciudad Trujillo), en el tercer piso del edificio “La Opera”, sito en la calle Duarte a esquina “El Conde”, frente al otrora cine “Rialto”.
Virgilio, con sus 9 años, desarrolló una hermosa amistad con “Don Félix”, entrañable personaje de la época que circulaba por los alrededores de la Iglesia de Las Mercedes.
Al atardecer, don Félix se acercaba a la puerta del edificio para encontrarse con su gran amigo, “su panita-full” -¡eran de igual estatura!- quien lo ayudaba a subir hasta nuestro hogar, donde don Félix disfrutaba la hora de la merienda, saboreando galletas, frutas o refrescos que Virgilio compartía con él.
Conversaban de “sus cosas” y luego de un rato, mi hermano acompañaba a este diminuto y buen hombre a bajar las escaleras y evitarle una posible caída. Y así le decía a mamá:”¡le acompaño para que no se caiga!”.
Con estas “estampas”, en pequeños rasgos, Virgilio nos enseñó las sendas por donde transitarían los días de su vida. Amor al desvalido y necesitado, además de su determinación por la lucha frontal contra las injusticias sociales.
Consecuente y vertical con sus creencias y principios, luego de años de luchas estudiantiles y revolucionarias, persecuciones incontables del gobierno presidido por Joaquín Balaguer, tras interminables horas de desigual combate, muere abatido, inmisericorde y salvajemente, el 12 de enero del 1972, en el kilómetro 14 1/2 de la Autopista “Las Américas”, junto a sus compañeros Bienvenido Leal Prandy (Chuta), Amaury Germán Aristy y Ulises Cerón Polanco, “Los Palmeros de ayer; “Los Palmeros”, ¡siempre presentes!
Texto: Giannella Pérez Perdomo
Virgilio Eugenio, apenas siendo un niño, en muchas de sus acciones manifestaba el amor al prójimo, sobre todo a quienes él percibía como necesitado.
En San Pedro de Macorís, donde vivimos varios años, en horas de la tarde, sentado en un pequeño escalón que permitía el acceso a nuestro hogar, esperaba tranquilamente por el exquisito refrigerio que por las tardes le llevaba Quisqueya, nuestra madre: un jugo de naranja o fresca limonada acompañando el pan con mantequilla, -aún caliente-, u otro ingrediente, que nos había traído el panadero del barrio.
Sorprendida por la velocidad con que terminaba su merienda, un día cualquiera descubrió que Virgilio Eugenio compartía su pan y refresco con un limpiabotas de la vecindad, tan niño como él, a quien muchas veces entregó por completo sus manjares y bebidas frescas.
Años más tarde, residíamos en Santo Domingo (antigua Ciudad Trujillo), en el tercer piso del edificio “La Opera”, sito en la calle Duarte a esquina “El Conde”, frente al otrora cine “Rialto”.
Virgilio, con sus 9 años, desarrolló una hermosa amistad con “Don Félix”, entrañable personaje de la época que circulaba por los alrededores de la Iglesia de Las Mercedes.
Al atardecer, don Félix se acercaba a la puerta del edificio para encontrarse con su gran amigo, “su panita-full” -¡eran de igual estatura!- quien lo ayudaba a subir hasta nuestro hogar, donde don Félix disfrutaba la hora de la merienda, saboreando galletas, frutas o refrescos que Virgilio compartía con él.
Conversaban de “sus cosas” y luego de un rato, mi hermano acompañaba a este diminuto y buen hombre a bajar las escaleras y evitarle una posible caída. Y así le decía a mamá:”¡le acompaño para que no se caiga!”.
Con estas “estampas”, en pequeños rasgos, Virgilio nos enseñó las sendas por donde transitarían los días de su vida. Amor al desvalido y necesitado, además de su determinación por la lucha frontal contra las injusticias sociales.
Consecuente y vertical con sus creencias y principios, luego de años de luchas estudiantiles y revolucionarias, persecuciones incontables del gobierno presidido por Joaquín Balaguer, tras interminables horas de desigual combate, muere abatido, inmisericorde y salvajemente, el 12 de enero del 1972, en el kilómetro 14 1/2 de la Autopista “Las Américas”, junto a sus compañeros Bienvenido Leal Prandy (Chuta), Amaury Germán Aristy y Ulises Cerón Polanco, “Los Palmeros de ayer; “Los Palmeros”, ¡siempre presentes!
Texto: Giannella Pérez Perdomo
TROPAS DE LA POLICÍA ASEDIANDO LA CASA DONDE MATARON A VIRGILIO PEREZ PERDOMO EN LA AUTOPISTA LAS AMÉRICAS
VIRGILIO PEREZ PERDOMO. Asesinado en los 12 años de Balaguer
Virgilio Eugenio, apenas siendo un niño, en muchas de sus acciones manifestaba el amor al prójimo, sobre todo a quienes él percibía como necesitado.
En San Pedro de Macorís, donde vivimos varios años, en horas de la tarde, sentado en un pequeño escalón que permitía el acceso a nuestro hogar, esperaba tranquilamente por el exquisito refrigerio que por las tardes le llevaba Quisqueya, nuestra madre: un jugo de naranja o fresca limonada acompañando el pan con mantequilla, -aún caliente-, u otro ingrediente, que nos había traído el panadero del barrio.
Sorprendida por la velocidad con que terminaba su merienda, un día cualquiera descubrió que Virgilio Eugenio compartía su pan y refresco con un limpiabotas de la vecindad, tan niño como él, a quien muchas veces entregó por completo sus manjares y bebidas frescas.
Años más tarde, residíamos en Santo Domingo (antigua Ciudad Trujillo), en el tercer piso del edificio “La Opera”, sito en la calle Duarte a esquina “El Conde”, frente al otrora cine “Rialto”.
Virgilio, con sus 9 años, desarrolló una hermosa amistad con “Don Félix”, entrañable personaje de la época que circulaba por los alrededores de la Iglesia de Las Mercedes.
Al atardecer, don Félix se acercaba a la puerta del edificio para encontrarse con su gran amigo, “su panita-full” -¡eran de igual estatura!- quien lo ayudaba a subir hasta nuestro hogar, donde don Félix disfrutaba la hora de la merienda, saboreando galletas, frutas o refrescos que Virgilio compartía con él.
Conversaban de “sus cosas” y luego de un rato, mi hermano acompañaba a este diminuto y buen hombre a bajar las escaleras y evitarle una posible caída. Y así le decía a mamá:”¡le acompaño para que no se caiga!”.
Con estas “estampas”, en pequeños rasgos, Virgilio nos enseñó las sendas por donde transitarían los días de su vida. Amor al desvalido y necesitado, además de su determinación por la lucha frontal contra las injusticias sociales.
Consecuente y vertical con sus creencias y principios, luego de años de luchas estudiantiles y revolucionarias, persecuciones incontables del gobierno presidido por Joaquín Balaguer, tras interminables horas de desigual combate, muere abatido, inmisericorde y salvajemente, el 12 de enero del 1972, en el kilómetro 14 1/2 de la Autopista “Las Américas”, junto a sus compañeros Bienvenido Leal Prandy (Chuta), Amaury Germán Aristy y Ulises Cerón Polanco, “Los Palmeros de ayer; “Los Palmeros”, ¡siempre presentes!
Texto: Giannella Pérez Perdomo
VIRGILIO PEREZ PERDOMO. Asesinado en los 12 años de Balaguer
Virgilio Eugenio, apenas siendo un niño, en muchas de sus acciones manifestaba el amor al prójimo, sobre todo a quienes él percibía como necesitado.
En San Pedro de Macorís, donde vivimos varios años, en horas de la tarde, sentado en un pequeño escalón que permitía el acceso a nuestro hogar, esperaba tranquilamente por el exquisito refrigerio que por las tardes le llevaba Quisqueya, nuestra madre: un jugo de naranja o fresca limonada acompañando el pan con mantequilla, -aún caliente-, u otro ingrediente, que nos había traído el panadero del barrio.
Sorprendida por la velocidad con que terminaba su merienda, un día cualquiera descubrió que Virgilio Eugenio compartía su pan y refresco con un limpiabotas de la vecindad, tan niño como él, a quien muchas veces entregó por completo sus manjares y bebidas frescas.
Años más tarde, residíamos en Santo Domingo (antigua Ciudad Trujillo), en el tercer piso del edificio “La Opera”, sito en la calle Duarte a esquina “El Conde”, frente al otrora cine “Rialto”.
Virgilio, con sus 9 años, desarrolló una hermosa amistad con “Don Félix”, entrañable personaje de la época que circulaba por los alrededores de la Iglesia de Las Mercedes.
Al atardecer, don Félix se acercaba a la puerta del edificio para encontrarse con su gran amigo, “su panita-full” -¡eran de igual estatura!- quien lo ayudaba a subir hasta nuestro hogar, donde don Félix disfrutaba la hora de la merienda, saboreando galletas, frutas o refrescos que Virgilio compartía con él.
Conversaban de “sus cosas” y luego de un rato, mi hermano acompañaba a este diminuto y buen hombre a bajar las escaleras y evitarle una posible caída. Y así le decía a mamá:”¡le acompaño para que no se caiga!”.
Con estas “estampas”, en pequeños rasgos, Virgilio nos enseñó las sendas por donde transitarían los días de su vida. Amor al desvalido y necesitado, además de su determinación por la lucha frontal contra las injusticias sociales.
Consecuente y vertical con sus creencias y principios, luego de años de luchas estudiantiles y revolucionarias, persecuciones incontables del gobierno presidido por Joaquín Balaguer, tras interminables horas de desigual combate, muere abatido, inmisericorde y salvajemente, el 12 de enero del 1972, en el kilómetro 14 1/2 de la Autopista “Las Américas”, junto a sus compañeros Bienvenido Leal Prandy (Chuta), Amaury Germán Aristy y Ulises Cerón Polanco, “Los Palmeros de ayer; “Los Palmeros”, ¡siempre presentes!
Texto: Giannella Pérez Perdomo
ENTIERRO DE VIRGILIO PEREZ PERDOMO
VIRGILIO PEREZ PERDOMO. Asesinado en los 12 años de Balaguer
Virgilio Eugenio, apenas siendo un niño, en muchas de sus acciones manifestaba el amor al prójimo, sobre todo a quienes él percibía como necesitado.
En San Pedro de Macorís, donde vivimos varios años, en horas de la tarde, sentado en un pequeño escalón que permitía el acceso a nuestro hogar, esperaba tranquilamente por el exquisito refrigerio que por las tardes le llevaba Quisqueya, nuestra madre: un jugo de naranja o fresca limonada acompañando el pan con mantequilla, -aún caliente-, u otro ingrediente, que nos había traído el panadero del barrio.
Sorprendida por la velocidad con que terminaba su merienda, un día cualquiera descubrió que Virgilio Eugenio compartía su pan y refresco con un limpiabotas de la vecindad, tan niño como él, a quien muchas veces entregó por completo sus manjares y bebidas frescas.
Años más tarde, residíamos en Santo Domingo (antigua Ciudad Trujillo), en el tercer piso del edificio “La Opera”, sito en la calle Duarte a esquina “El Conde”, frente al otrora cine “Rialto”.
Virgilio, con sus 9 años, desarrolló una hermosa amistad con “Don Félix”, entrañable personaje de la época que circulaba por los alrededores de la Iglesia de Las Mercedes.
Al atardecer, don Félix se acercaba a la puerta del edificio para encontrarse con su gran amigo, “su panita-full” -¡eran de igual estatura!- quien lo ayudaba a subir hasta nuestro hogar, donde don Félix disfrutaba la hora de la merienda, saboreando galletas, frutas o refrescos que Virgilio compartía con él.
Conversaban de “sus cosas” y luego de un rato, mi hermano acompañaba a este diminuto y buen hombre a bajar las escaleras y evitarle una posible caída. Y así le decía a mamá:”¡le acompaño para que no se caiga!”.
Con estas “estampas”, en pequeños rasgos, Virgilio nos enseñó las sendas por donde transitarían los días de su vida. Amor al desvalido y necesitado, además de su determinación por la lucha frontal contra las injusticias sociales.
Consecuente y vertical con sus creencias y principios, luego de años de luchas estudiantiles y revolucionarias, persecuciones incontables del gobierno presidido por Joaquín Balaguer, tras interminables horas de desigual combate, muere abatido, inmisericorde y salvajemente, el 12 de enero del 1972, en el kilómetro 14 1/2 de la Autopista “Las Américas”, junto a sus compañeros Bienvenido Leal Prandy (Chuta), Amaury Germán Aristy y Ulises Cerón Polanco, “Los Palmeros de ayer; “Los Palmeros”, ¡siempre presentes!
Texto: Giannella Pérez Perdomo
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