lunes, 28 de septiembre de 2015

Los desertores estadounidenses que se convirtieron en estrellas de cine en Corea del Norte

Los desertores estadounidenses que se convirtieron en estrellas de cine en Corea del Norte

  • 28 septiembre 2015
La silueta de un soldado frente a una bandera estadounidenseImage copyrightGetty
Image captionLos soldados creyeron que los deportarían a Estados Unidos... y terminaron convertidos en estrellas de cine, en el papel de malvados.
El paralelo 38, que parte en dos la península coreana, es uno de los sitios más fortificados de la Tierra.
En los años 60, en el momento más álgido de la Guerra Fría, y con apenas una década de haber terminado la guerra de Corea, esta región era considerada como la línea de guerra ideológica del conflicto entre el comunismo y el capitalismo.
Irónicamente se llamó Zona Desmilitarizada (ZDC), pero era todo menos eso, con minas esparcidas por toda la línea divisoria y constantes cruces de fuego.
Fue en enero de 1965, cuando la tensión entre el Norte y el Sur no podía estar peor, que el soldado Charles Robert Jenkins, de Carolina del Norte, abandonó su patrulla. Tomó un rifle M14 y empezó a cruzar la ZDC.
Alimentado por el miedo de ser enviado a la guerra de Vietnam y creyendo que si desertaba en el Norte lo deportarían inmediatamente a Estados Unidos, Jenkins empezó un peligroso viaje que cambiaría su vida para siempre.
Una vez hecho el cruce, fue arrestado por las autoridades de Corea del Norte, donde permaneció semiprisionero durante los próximos 39 años.
Otros tres soldados estadounidenses habían hecho lo mismo unos años antes. Jenkins se unió a ellos en una sencilla habitación donde estaría constantemente vigilado bajo sospecha por las autoridades.

Combatiendo el tedio

La vida que Jenkins, James Joseph Dresnok, Larry Abshier y Parrish llevaron en la República Popular Democrática de Corea (RPDC) fue a veces peligrosa, pero la mayoría del tiempo fue más bien tediosa, gobernada por el imperativo de tener que ajustarse a un país cerrado al mundo y que muy pocos extranjeros han experimentado.
El puente de la
Image captionEl puente ferrocarrilero de la "Puerta de la Libertad" une a Corea del Sur con la Zona Desmilitarizada, un cruce peligroso que se ha convertido en una reserva natural.
El aburrimiento y la desesperación hizo que estos estadounidenses tomaran arriesgadas decisiones para "divertirse".
"Robábamos propiedades del gobierno o hacíamos excursiones temerarias en las que nos colgábamos de pequeñas cornisas de los bordes de los cañones", recuerda Jenkins en sus memorias "El comunista reacio", publicada en 2009, donde cuenta su experiencia en Corea del Norte. "En muchas maneras sentíamos que ya estábamos muertos".
Como el resto de los ciudadanos norcoreanos, a los estadounidenses le asignaron un "líder" que dirigía sesiones periódicas de autocrítica que los supervisaba.
"Estos crueles bastardos nos odiaban tanto que se negaban a tratarnos como humanos y disfrutaban haciendo de nuestras vidas un infierno", describe Jenkins en su libro.
Las palizas y torturas psicológicas eran una actividad usual, pero siempre estuvieron bien alimentados, pues necesitaban lucir bien, en forma, sanos y felices en una buena cantidad de panfletos que aparecían al sur de la frontera.
Pero a pesar de que se exponían a interrogatorios y eran odiados por la gente de Corea del Norte, el aspecto más extraño de sus vidas fue cómo todos se convirtieron en estrellas de cine de ese país.

Extraños en una tierra extraña

Para sus fines propagandísticos, el gobierno de Kim Il-Sung primero usó a James Joseph Dresnok, quien había desertado en mayo de 1962.
Kim Jong-il detrás de las cámarasImage copyrightAP
Image captionKim Jong-il era gran aficionado del cine estadounidense.
Utilizó su voz para que se dirigiera a los soldados estadounidenses del otro lado de la ZDC describiendo una tierra utópica donde con tan solo cruzar la frontera podrían llevar una vida de gloria.
Como todos los gobiernos comunistas, en Corea del Norte estaban conscientes del poder del cine como una herramienta propagandística.
En los años 70 el futuro líder de Core del Norte Kim Jong-il ya manifestaba un especial interés por el séptimo arte.
Kim Jong-il envió a directores al extranjero para que estudiaran el arte de la cinematografía, escribió un libro sobre la importancia del cine en la lucha revolucionaria y produjo algunas de las películas propagandísticas más importantes de la época.
Él fue crucial en la producción del clásico de todos los tiempos del cine norcoreano: The Flower Girl.
Filmada en 1972, y supuestamente basada en una historia escrita por Kim Il-sung, esta película es una visión melancólica de los malvados terratenientes de la época anterior a que Corea del Norte fuera "liberada" por las fuerzas comunistas.
En 1978 empezaron los trabajos de producción para lo que sería una película épica de 20 entregas llamada "Héroes anónimos", que mostraba una visión fuertemente parcializada sobre la guerra de Corea.
Charles JenkinsImage copyrightGetty
Image captionJenkins terminó recibiendo una baja sin honores del ejército estadounidense.
Debido a que no había mucha abundancia de actores con fisonomías occidentales, los cuatro desertores debían actuar en una serie de películas encarnando a personajes malvados del llamado mundo occidental.
Jenkins interpretó al doctor Kelton, un capitalista y promotor de guerra cuyo objetivo en la vida era mantener el conflicto para beneficiar a la industria armamentística estadounidense.
A fin de darle un efecto pantomímico de villano, le afeitaron la parte superior de su cabeza y lo llenaron de maquillaje.
Dresnok hizo de Arthur, un comandante brutal de los campos de prisioneros de guerra.
Larry Abshier era Carl, el subordinado de los dos malvados estadounidenses, y Parrish era Lewis, un oficial de Irlanda del Norte que detestaba la ocupación británica en su país.
El papel de Parrish fue el mejor: su personaje termina desertando de los británicos para unirse a la causa norcoreana, lo que significó que la gente de Pionyang lo tratara como un verdadero héroe comunista.

La vida de un actor

La mayor ironía de este arreglo es que los cuatro soldados estadounidenses, quienes ni siquiera habían terminado la escuela secundaria, pasaron de ser denigrados a estar presentes en la mayoría de las salas de cines del país.
"Después de la primera película, si caminaba por la calle alguien gritaba emocionado y feliz ‘¡Kelton Bac-Sa (doctor Kelton)!’ e incluso había quienes me pedían un autógrafo", cuenta Jenkins.
Afiches de películas en PyongyangImage copyrightGetty
Image captionEl cine sigue siendo un arma importante de propaganda en Corea del Norte.
A partir de entonces y hasta que permaneció en ese país, Jenkins fue llamado a participar en un buen número de películas. Dresnok se convirtió en un incondicional del mundo cinematográfico.
La obligación de los desertores no quedaba en aparecer en las películas del régimen: también tenían que saciar la adicción al cine de Kim Jong-il, conocido por tener una gran archivo de películas estadounidenses en un tiempo que que nadie podía verlas en su país.
A los cuatro estadounidenses les tocaba transcribir secciones de los diálogos que serían traducidas para subtitular las películas de su colección privada.
Normalmente dividían estos diálogos en secciones para que los desertores no pudiera discernir el contexto o incluso el título del film.
Jenkins recuerda haber escuchado parte de Mary Poppins sin tener idea de qué se trataba.
Dresnok, Jenkins, Parrish y Abshier tuvieron distintos destinos.
En 1983 Abshier murió a los 40 años de un infarto en Pionyang, mientras que en los años 90 Parrish falleció como resultado de una falla renal.
Jenkins se casó con una mujer japonesa quien había sido secuestrada para enseñar japonés a los espías norcoreanos.
En 2004 la pareja pudo viajar a Japón tras un acuerdo que permitió que muchos japoneses secuestrados regresaran a su país. Fue entonces cuando Jenkins fue degradado con deshonra del ejército estadounidense.
Por su parte, James Joseph Dresnok continúa viviendo con su familia en Corea del Norte y ha expresado que no tiene ninguna intención de regresar a Estados Unidos.
En el documental Crossing the Line ("Cruzando la línea") Dresnok dice sentirse en casa. "En realidad siento que este es mi hogar y no lo cambiaría por nada".

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