domingo, 30 de noviembre de 2014

DELIGNE y RODO. De Federico García Godoy



DELIGNE y RODO.
 De Federico García Godoy

 Se cuenta que horas antes de dormirse en lo infinito recorría Gastón  Deligne con postrera fruición estética  las páginas serenas, bellas y fortalecedoras de Motivos de Proteo.  El autor eximio de Galaripsos y José Enrique Rodó, el malogrado pensador uruguayo, aparecen como dos almas gemelas por  el noble y trascendente idealismo que vibra personalmente en ellas.
Ambas agitan por  entero su vida de  acción al ritmo permanente de su pensamiento, un  pensamiento que no comulga con efímeras indicaciones de la existencia sino con lo que esta vincula fundamentalmente  de razón, de deber y de justicia. Su idealismo ´parece nutrirse de continuo en los aforismos inmortales de Epíteto y de Marco Aurelio.
En la proximidad de la hora suprema, resuelto ya a emanciparse del Dolor, a  emprender el viaje definitivo por  el mar sin orilla del no ser,  cuando en el magnífico libro  del llorado Rodó hay de renovación espiritual, de estados de alma que se resuelven en  orientaciones de un facundo altruismo, de concepto de una vida de mirificas excelsitudes, debió constituir sin duda un eficaz lenitivo para sus torturantes sufrimientos. Momentos de reposo y de bienestar calmarían un  tanto los  encrespamientos del oleaje de sus espíritu dolorido.
El bello y sugestivo libro de Rodó debió ser para él  como un oasis en que dar momentánea  tregua a los dolores de su organismo físico que iba  destruyendo lentamente un mal implacable. Nunca pensamiento más alto  ni razón más noble se albergan en vaso de arcilla más frágil y mezquino.
En lo humano, la armonía suprema resalta cuando materia y espíritu, o lo que consideramos como tal, se  compenetran estrechamente, se  funden en un organismo revelador de un permanente equilibrio físico y psíquico se rompe y la existencia no puede ya dar de sí una finalidad de conjunto armoniosa y edificante cuando  es obra de una lesión orgánica, lo físico tiende  con frecuencia a adsorber o anular la proyección de nuestra  vida psíquica.
Sólo en muy contados espíritus no sucede eso. Gastón Deligne es uno de ellos. Fue un poeta que supo vivir intensamente su poesía serena, patriótica, luminosa, trascendente, aun en su lecho de dolor, empobrecida y podrida su sangre, ya enclavado en la pesada cruz de  torturantes sufrimientos… Rodó conservo hasta  el último instante su equilibrio físico y espiritual. Solo cayó la pluma de sus manos horas antes de penetrar, caballero cruzado de los más altos idealismos, en la obscura sima de lo ignoto. Ambos  a dos, el gran poeta dominicano y el gran pensador uruguayo, caídos a destiempo en la muerte, son  dignos de grado altísimo de la admiración  y el amor de cuantos hablan la  sonora  lengua castellana.
Fuentes consultadas:
Revista, De Letras. No. 37, Octubre 21 de 1917, Santo Domingo.
Julio Jaime Julia. Obra Rodó y Santo Domingo, (Recopilación. Año. 1971. págs.171-172

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