Civilización del Espectáculo: ¿El Fracaso de Jennifer?
La
creciente banalización del arte y la literatura, el triunfo del
amarillismo en la prensa y la frivolidad de la política son síntomas de
un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la suicida idea de
que el único fin de la vida es pasársela bien. Como buen espíritu
incómodo, Vargas Llosa nos entrega una durísima radiografía de nuestro
tiempo.
Con estas palabras, Claudio Pérez periodista del diario El País de España, comenta y ofrece una visión general del libro de Mario Vargas Llosa La Civilización del Espectáculo (2012).
La tesis central del ensayo de Vargas Llosa, tiene presente los principios propuestos por Guy Debord en su libro La Sociedad del Espectáculo (1967), en donde el autor sostiene que los análisis de Karl Marx en sus Manuscritos Económicos y Filosóficos tienen vigencia.
A juicio de Debord, la reflexión del joven Marx tiene validez hoy día, no sólo por su aguda reflexión acerca de la alienación resultante del fetichismo de la mercancía,
sino porque la sociedad capitalista occidental ha llegado a un punto de
desarrollo en donde el consumo obsesivo es su piedra angular, y el
disfrute en sí mismo, ejemplifica el rasgo dominante cultural: el espectáculo.
El imperio del espectáculo como forma de consumo proviene; no sólo de que todo en la vida social se ha convertido en una cosa u objeto comercial, sino que la vida del ser humano ha quedado reducida a la mera adquisición de tales objetos, en pro de garantizar una satisfacción banal que garantice el gozo inmediato.
Más allá
de las revisiones que realiza Vargas Llosa a las tesis de Debond, el
escritor peruano parte de ellas y avanza un poco más proponiendo que hoy
día, no es sólo la cultura la que se encuentra sumergida en la
futilidad del espectáculo, sino que es la civilización en su totalidad.
Ello se
evidencia según el autor, cuando el último bastión de cultura se dejó
pervertir por el espectáculo. Las bellas artes (destacando la
literatura), se han convertido en una mera colección de obras y palabras
sin crítica, razón, lógica y argumentos. Han dejado de lado su rol
clásico intelectual como reflexión crítica de la realidad, en pro de ser
simplemente un producto light al cual se accede por mero esparcimiento.
Desde un punto de vista sociológico, el entretenimiento ha sido analizado en términos de la sociedad moderna. Como proveniente del ocio, ha sido objeto de reflexión por los teóricos que dieron paso a la llamada hoy día Sociología del Consumo.
Uno de
estos pioneros fue Thorstein Veblen (2008), quien al analizar la vida
urbana, nos brindó una comprensión sobre la denominada clase ociosa:
la burguesía. El auge del capitalismo trajo consigo no sólo una nueva
clase social dominante, sino que puso como nuevo norte social, al ocio
como forma máxima de aspiración por parte de quienes sustentaban la
riqueza.
Hablar del
mundo burgués, conlleva a reflexionar sobre la imposición de un estilo
de vida plagado de ostentación y banalidad sustentado en el consumismo.
Este nivel de vida, analiza Veblen, se convierte en una prescripción
social, en el requisito de decencia que guía la variación de los gustos
de las distintas clases sociales. En último término, es el modo de vida
de la clase ociosa, en tanto que se sitúa en la cúspide de la pirámide
social, el que es reconocido por todos como el referente sobre el que se
establece el criterio de la reputación y el prestigio.
Hablar de prestigio y reputación, nos ubica en una reflexión que había compartido previamente, cuando destacaba que la Sociedad Red implicaba una Era del Marketing[1].
En ella, cada individuo se ve en la necesidad de dar a conocerse y
expresarse a sí mismo, enfocado a satisfacer la necesidad de mercadearse. Todo ello con el objetivo de integrarse y sentir que forma parte del colectivo. En última instancia, somos marcas u objetos que
necesitamos presentarnos ante los demás no sólo como queremos, sino
como quienes nos rodean lo esperan porque así “seremos comprados”.
Hacer
referencia a una sociedad focalizada en el ocio, el consumo y el
entretenimiento, nos puede llevar a pensar en la sociedad “futurista”
plasmada en la saga de libros de Suzanne Collins (2008) Los Juegos del Hambre. Dejando
de la ficción, la trama se ubica dentro de una sociedad burguesa
dominada por unos pocos, y en donde la mayoría, servía para la pleitesía
de los ricos en una lucha épica al estilo del circo romano, transmitido en televisión nacional. Este reality show,
sirve de escenario para generar una crítica a la sociedad consumista,
pero al mismo tiempo se ha vuelto una plataforma de entretenimiento y
goce inmediato, para quienes leen o van a las salas de cines.
Mostrar en
forma descarnaba la pobreza de la muchedumbre oprimida, no sólo es un
ejemplo de la banalidad del lujo de quienes viven en el sector 1,
sino que se convierte a su vez, en la necesidad de los pobres de creer
que los ganadores del juego. Son como ellos, alcanzable, hay esperanza y
son celebridades. Es aquí donde el personaje principal Katniss Everdeen, logrando romper con la esencia del juego, se convierte en la necesidad del show para mantenerse a sí mismo…aunque la rebelión era inevitable.
Volviendo
al mundo real, pensemos en la actriz que desempeña ese rol: Jennifer
Lawrence. Es bien conocido que recientemente ella fue foco central de
una acción de hackeo en donde sus fotos personales (y las de
otras actrices), fueron expuestas a la luz pública en Internet. La
variedad de websites que ofrecían sus desnudos para el deleite un tanto
morboso de los usuarios de la red, dejó bien en claro una lección que
Jennifer no pudo superar: su vida privada le pertenece al público.
Aunque la actriz defendió sus ideales, el espectáculo consumió su
privacidad.
La
reflexión final quizá no sea adelantadora. A fin de cuentas, cada uno
desde su esquina en la sociedad ha sido absorbido dentro del espectáculo: Los Juegos del Hambre son un éxito que genera ingresos. Aunque Katniss representa
una revolución, Jennifer Lawrence aprendió una lección y debe responder
a esos cánones. Este artículo debe generar tráfico en Internet, visitas
y likes. Caso contrario, son simplemente palabras que han
gustado únicamente al autor. Y Vargas Llosa, ha recorrido las
principales universidades y académicas de las artes del mundo occidental
repitiendo su discurso, ante una audiencia que sostiene copas de vino y
que quizá huela a rosas podridas.
Tal vez
por ello el tono de angustia y desesperación de las palabras del Nobel
de Literatura, sólo resuenan en los ecos de alguna librería o
biblioteca. No tanto porque el espectáculo sea el patrón que determine a las artes y la cultura en general, sino porque es nuestra vida cotidiana.
Estamos conscientes de ello y simplemente no nos importa porque queremos lucir.
FUENTES:
VARGAS Llosa, Mario (2012) La Civilización del Espectáculo. Alfaguara Madrid.
VEBLEN, Thorstein (2008) Teoría de la Clase Ociosa. Alianza Editorial Madrid.
[1] CASTRO, Carlos (2014) Sociedad Red: la era del marketingFuente imagen
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