jueves, 7 de agosto de 2014

Cuando Cleopatra se escondió en una alfombra, hizo “chas” y apareció a su lado


Esta no es una historia de amor sino de puro negocio, al menos, para uno de los dos
Última reina de Egipto, descendiente de los Ptolomeos, inteligente, extrovertida, astuta, políglota (sabía hablar más de ocho idiomas), interesada por la música, la historia, las ciencias políticas, las matemáticas, la medicina, la astronomía, la literatura y con una nariz, al parecer, de impresión, no se puede negar que Cleopatra tenía su rollo. Fue capaz de conquistar a dos de los grandes de su época. Solo necesitó deslizarse por una alfombra para tener a sus pies al famoso Julio César o más bien a los de él en aquel momento.
Eso sucedió un día de octubre del año 48 a.C. Desgarbada y con un marido mucho más joven, su osadía por las dependencias del César tenían un propósito, puramente político, puramente personal. No quería perder el trono de Egipto y mucho menos morir.
Pero no nos anticipemos y empecemos por el principio.
Su hermanastra (Berenice IV) había forzado a abandonar el trono de Egipto a su padre Ptolomeo XII Auteles, en el año 58 a.C. A su vez, esta, había mandado matar a su madre y a su marido. Su padre, en el exilio, maquinó todo para volver a conseguir lo que por sangre le pertenecía. Desde Roma, preparó a su hija, la pequeña Cleopatra y a todo un ejército para volver a conseguir su trono. Ejecutó a su hija y de paso preparó todo para que en el 51 a.C. Cleopatra ascendiese como reina tras su reinado. Así es como Cleopatra había aprendido, desde muy corta edad, que tal vez era mejor no fiarse ni de su familia si quería mantener su inteligente cabeza sobre su cuello.
La vieja ley egipcia marcaba que para que una mujer pudiese gobernar en las tierras de Kemet (Egipto en egipcio) debía contraer matrimonio con un hombre de la misma línea sanguínea que la del actual rey. Contrae matrimonio a sus 18 años, con su hermano Ptolomeo XIII, de tan solo 10. Como este no podía gobernar debido a su corta edad, Cleopatra obtiene, más o menos, lo que quiere y actúa como regente hasta que su marido pueda hacerlo.
Así es, como esta, haciendo gala de lo que narra la historia, se muestra como una autentica mujer independiente, gobierna en solitario su país, hace sellar las monedas con solo su rostro y no acompañada de su pequeño esposo como debería hacerse. Sin embargo, Ptolomeo, no estaba tan conforme, poco contento por ser solo rey, pero no poder gobernar, conspira contra su mujer para asesinarla. Como no podía ser de otra manera, Cleopatra se adelanta a los acontecimientos y huye a Siria.
Desde allí, la reina, se hace con uno ejército de mercenarios árabes y judíos.
Y aquí amigos es cuando empieza la historia que daría mucho de comer a la prensa sensacionalista de hoy en día.
Nuestro otro protagonista, César, se batía en guerra con Pompeyo, medio amigo de Ptolomeo XIII. Pompeyo acude a Egipto para protegerse y salvar su vida. Su guerra estaba a punto de finalizar y él no iba a ser el ganador si las cosas seguían así. Pero Ptolomeo, como buen descendiente de su linaje, veía que posicionarse del lado de Pompeyo no le iba a beneficiar en absoluto, así que decide ponerse de lado de César asesinando a su contrincante. Lo que este no sabía, es que Cleopatra, desde Siria, movía sus hilos, inteligencia y sobre todo, todo su encanto, para convencer a César de ciertas ideas que vagaban por su mente.
No se sabe si con ayuda de consejo o no, Cleopatra decide utilizar todo su ingenio para poder tener una conversación con César y mostrarle, literalmente, todos sus encantos. Se jugaba mucho, quería su trono, pero no quería morir. Si volví a Egipto moría, si la descubrían antes de hablar con César moría, si su treta con César no funcionaba moría. Aun así Cleopatra, decidió jugar al escondite, y esconderse dentro de una alfombra, un regalito para el romano.
Un regalito mucho mejor que la cabeza de Pompeyo que le había regalado Ptolomeno XIII, en su idea de que este sería un magnífico presente. Lo que este no sabía es que César, en su benevolencia, siempre había perdonado la vida a sus enemigos y este era un enemigo – amigo, pues habían compartido amistad y a la vez eran cuñados.
Así que, imaginaros la escena, por un lado César en barco, llegando a Alejandría, con la intención de vérselas con su enemigo – amigo, lo único que se encuentra es con Ptolomeo y una cabeza. Y por otro lado: César en sus aposentos, triste por la pérdida de su amigo-enemigo-cuñado recibiendo un regalo en el que si lo desenvuelves aparece una mujer desnuda dispuesta a todo. Cleopatra, no lo tuvo muy difícil ese día al mostrarle todos sus encantos.
Aunque no hay que quitarle méritos, pues hay que pensar que era una mujer, y todos sabemos el valor que tenían en la antigua Roma, pero Cleopatra no era una cualquiera, tenía estudios, inteligencia y una presencia asombrosa, según cuenta Plutarco. También dice, que guapa, guapa no era, pero su trato hacía enloquecer de amor a cualquiera, contra eso amigos, no se puede competir.
Fuese el encanto, o la venganza que movía ese momento al César, Cleopatra se gana el favor del emperador romano y de paso, también su cuerpo. Se inicia una guerra por el poder en Egipto, Cleopatra, con el apoyo de César, contra Ptolomeo, y a partir de aquí todos sabemos lo que pasa; Cleopatra se convierte en otra leyenda. Gana su trono, gana el favor de Egipto y se convierte en otra reina que tras su reinado dio mucho que hablar.
Pero no hay que olvidar que como todas las faraones egipcias, se convierte en un ejemplo de mujer en la antigüedad, una que además, consiguió enloquecer a dos romanos con mucho poder.
Y aquí os dejo con la famosa escena de una menos famosa película (min. 0.35), y con una Cleopatra morena, a pesar de que fuera rubia (manías de las películas, qué le vamos a hacer) Me hubiese gustado poner una escena de la película Cleopatra con Elizabeth Taylor, pero no la he encontrado y además también sale morena.

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