El progresivo distanciamiento de la ciencia económica frente a la sociedad y la naturaleza
Sin
ánimo de ser exhaustivos se presenta a continuación las diferentes
visiones de la Economía que han ido apareciendo a lo largo de la
historia reciente, centrándonos en cuáles han sido sus principales
campos de estudio. Este análisis irremediablemente demostrará que el
pensamiento económico ha ido vaciándose poco a poco del contenido propio
de la Economía, entendida como la ciencia que estudia la forma por la
cual se organiza una sociedad a través de la producción, la
distribución y el consumo. Y para poder llevar a cabo esas tres
actividades es necesario que el ser humano recoja y elabore materias
naturales que se encuentran en el medio ambiente. Por lo tanto, la
Economía opera en un medio social, en cuanto a que determina la
organización de los individuos de una comunidad; y opera en un medio
natural, en cuanto a que depende de los recursos de la naturaleza y
además requiere que sea éste el espacio donde se produzca la actividad
económica. Así las cosas, la Economía no puede ir desligada de su
entorno social ni de su entorno natural. Sin embargo, y como se verá,
las escuelas de pensamiento más influyentes han olvidado o la relación
que tiene la Economía con la sociedad, o la que tiene con la Naturaleza,
o ambas relaciones.
La primera
vez que empezó a hablarse de economía fue en la época de la Grecia
clásica. De hecho, el término “economía” proviene etimológicamente del
griego, al hacer referencia al arte de administrar la casa (oikos: casa; nomos:
administrador). Por aquel entonces su principal preocupación era el
conjunto de los problemas de la vida cotidiana, como la producción, el
comercio, la moneda, los precios, la división del trabajo… y todo ello
orientado principalmente a la formulación de preceptos morales y reglas
prácticas de conducta, pues no hemos de olvidar que la economía es una
ciencia estrechamente relacionada con las consideraciones éticas.
Las ideas y
reglas morales siguieron siendo el núcleo de la economía durante todos
los siglos que separan la Grecia clásica de los primeros vestigios del
sistema capitalista, a finales del siglo XVII. Los profundos cambios que
provocaba la lenta pero progresiva instauración del sistema económico
capitalista inevitablemente lograron que los pensadores dejaran de lado
las consideraciones morales y se interesaran plenamente por la nueva
situación. Al mismo tiempo, la lógica capitalista contrastaba
fuertemente con algunos planteamientos morales que impedían ciertas
prácticas muy rentables, como por ejemplo el cobro de intereses
derivados de un préstamo, que durante mucho tiempo fue considerada una
práctica usurera. Como dice Naredo[1] “la antigua moral que entorpecía
el deseo de hacer ganancias ilimitadas dio paso a la nueva ciencia que
las justificaba como el camino idóneo de acceder al bien común”.
Paralelamente a la consolidación del sistema capitalista, las viejas
consideraciones éticas fueron relajándose y limitándose. En ello podemos
ver los primeros indicios de vaciamiento de la economía, en cuanto a
que los pensadores de la época fueron abandonando poco a poco la
dimensión ética que necesariamente ha de tener la ciencia económica.
En 1615 se
utiliza por primera vez la expresión Economía Política, de la mano de
Montchrétien. Con ella se quiso expresar que las relaciones económicas
tienen lugar en una comunidad organizada políticamente, y que la
dimensión económica interactúa inevitablemente con la política. Por lo
tanto el estudio económico debe tener en cuenta los flujos de poder
existentes.
Los
“fisiócratas” es la denominación que reciben una serie de pensadores que
vivieron en el siglo XVIII en Francia. Para entonces en ese país el
sistema capitalista ya iba cogiendo forma a través del capitalismo
mercantil y el artesanado que lo surtía con sus productos. Sin embargo,
la agricultura seguía siendo crucial en la economía del país, y además,
era considerada mucho más que una simple ocupación: era toda una forma
de vida. Incluso en cierta manera podía considerarse una forma de arte.
Por lo tanto no es de extrañar que para los fisiócratas el tema central
fuese el papel de la agricultura como fuente de toda riqueza. Para
Quesnay, su principal figura, la economía es una máquina alimentada por
materiales del seno de la naturaleza, que se limita a elaborarlos sin
aportarles ningún tipo de valor[2]. Queda claro que los fisiócratas
tenían muy en cuenta la relación existente entre la economía y la
naturaleza. Pero tampoco se olvidaban del componente social: los
fisiócratas engrandecían la agricultura con la intención de conservar
una antigua sociedad en la que los propietarios rurales gozaban de
superioridad social y privilegios, y al mismo tiempo rechazar las
intromisiones del capital mercantil y las fuerzas industriales que de él
se derivaban.
La próxima
escuela de pensamiento relevante es la “clásica”, que surge y se
desarrolla cuando el capitalismo ya se había instalado sólidamente en la
mayoría de países europeos. Si bien es cierto que dentro de este grupo
se enmarcan autores de muy diverso pensamiento (como Adam Smith, David
Ricardo, John Stuart Mill, Karl Marx…), no se puede negar que todos
ellos mantienen una preocupación común: la interpretación de las leyes
de conducta y evolución de la economía que ellos viven. Se centran en el
plano productivo, pues es en él donde se asientan las relaciones
sociales entre las personas. Por ejemplo, las personas que lideren los
medios de producción –los empresarios– tendrán un status social, unas
costumbres, un punto de vista, unos intereses y una forma de vivir muy
diferentes al status social, costumbres, punto de vista, intereses y
forma de vivir de las personas que trabajen en el mismo medio de
producción aportando su fuerza de trabajo –los trabajadores. Las
articulaciones sociales de los individuos que componen una comunidad
vendrán determinadas por los papeles que cada uno de ellos mantenga en
la dimensión productiva de la economía. Los clásicos entienden que la
Sociedad está estrechamente vinculada a la Economía, y al revés. Son dos
dimensiones inseparables que interactúan constantemente, siendo
imposible analizar una sin atender a la otra. Sin embargo, no ocurre lo
mismo con la Naturaleza, la tercera dimensión que antes habíamos
comentado. Los clásicos centraron toda su atención en el ciclo
productivo (producción, distribución y consumo), dejando en un plano muy
superficial la entrada de materiales y de energía distintos del
trabajo. Para ellos era más importante lo que ocurría con los materiales
durante su elaboración en las empresas que el hecho de que fuesen
elementos extraídos de una biosfera relativamente delicada. Muy pocos
clásicos abordaron el tema de la extracción de recursos como un coste
ambiental, así como la mayoría de ellos ignoraron las consecuencias
perjudiciales que suponen para el medio ambiente el vertido de residuos.
Esto fue
así por muchas razones, entre las cuales destacan tres: en primer lugar,
la Revolución Industrial de la época conllevó profundas
transformaciones sociales en muy poco tiempo que cambiaron por completo
las condiciones de vida de muchísimas personas. La ruina en el campo
provocó el gran éxodo rural que inundó las zonas urbanas de personas que
no tenían otro medio para subsistir que no fuera la venta de su fuerza
de trabajo. Las durísimas condiciones a las que eran sometidos estos
trabajadores en las fábricas y el hacinamiento que sufrían en las zonas
residenciales provocó terribles situaciones entre este colectivo. No es
de extrañar, por lo tanto, que al contemplar esta situación los
analistas económicos centrasen su atención en cómo mejorar los
desequilibrios económicos que empobrecían a los trabajadores más que en
cualquier tipo de problema medioambiental, puesto que parecía tener
menos importancia. En segundo lugar las actividades de la Revolución
Industrial eran principalmente urbanas y mantenían muy poca relación con
la naturaleza. Las grandes fábricas de las ciudades recogían materias
primas que venían del exterior y las convertían en nuevos productos
útiles para los consumidores, pero en todo ese proceso no había ningún
contacto con el medio natural que facilitaba los recursos. Puesto que
era algo que prácticamente no se veía, difícilmente iba a poder ser el
centro de atención. En tercer lugar, por aquella época aún no se
conocían las leyes de la Termodinámica, y por tanto no se conocía el
comportamiento de la energía ni su conservación. Los clásicos podrían
haber imaginado que el planeta es un sistema cerrado en cuanto a
materiales y abierto en cuanto a energía, pero difícilmente podrían
haber entendido que es mucho más fácil la conversión de los materiales
en energía que la conversión de energía en materiales.
La
“escuela neoclásica” supone un nuevo y destacado cambio en la percepción
de los fenómenos económicos y en la metodología utilizada para
analizarlos. Al igual que ocurre con los clásicos, dentro de la escuela
neoclásica se encuentran autores con enfoques muy diferentes entre sí.
El denominador común de todos ellos es la perspectiva de una economía
organizada por el mercado como consecuencia del comportamiento de
individuos racionales cuyas decisiones configuran todo el espectro
económico. El plano de la producción pierde importancia, así como la
sociedad que pasa a ser prácticamente la suma agregada de todos esos
individuos racionales. Asimismo, las clases sociales pasan a un segundo
lugar y sólo reaparecen en momentos puntuales. El núcleo central de la
investigación es el equilibrio de los deseos, necesidades, y ofertas de
unos individuos racionales, y no tanto los individuos en sí. Es, en
definitiva, el radical abandono de la dimensión social en el análisis de
los fenómenos económicos. Si ya los clásicos se habían olvidado del
entorno natural, los neoclásicos hacen lo propio con el entorno social.
Así las cosas, la escuela neoclásica pasa a centrarse en la economía a
secas, considerándola como un campo independiente de cualquier otra
consideración ética, social, política o ecológica.
Durante la
hegemonía académica de las tesis neoclásicas fueron apareciendo otros
enfoques económicos de especial importancia, como el keynesianismo o el
monetarismo. Sin embargo, y a pesar de todas las diferencias que
presentaban frente a la escuela neoclásica, lo cierto es que siguieron
tratando a la ciencia económica como una dimensión no relacionada con la
ética, la sociedad y el medio ambiente.
Es en este contexto es en el que hay que ubicar los planteamientos del pensamiento económico actual.
[1]Citado enTorres, J. Economía Política, Pirámide, Madrid, 2010
[2] Martínez González-Tablas, A. Economía política mundial. I. Las fuerzas estructurantes, Ariel, Barcelona, 2007
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