Guido cree sospechoso Banreservas aceptara a Miguel un edificio para saldar deuda US$12 millones
23 de agosto de 2014 - 7:00 pm
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SANTO DOMINGO, República Dominicana.-El presidente del Partido
Revolucionario Dominicano (PRD) saldó su deuda 12 millones de dólares
con el Banco de Reservas, gracias que esa empresa estatal le aceptó en
dación de pago el edificio donde operaba la empresa de
telecomunicaciones TRICOM.
La revelación fue hecha por el dirigente político Guido Gómez Mazara,
quien criticó el arreglo comercial que habrían suscrito el Banrerservas
y el presidente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD),
preguntándose si este convenio no mueve a sospecha.
A juicio de Gómez Mazara, el desajuste ideológico del PRD estableció
las bases de una organización donde la fuerza del dinero, los procesos
amañados, la complicidad entre su cúpula, el afán por recibir el favor
del líder y la ausencia de una verdadera democracia interna dieron paso a
una modalidad interna amiga de los negocios.
“Y de repente, encontramos a una organización divorciada de su
esencia y de escasa vocación por diferenciarse del resto de los
partidos. Asimismo, el factor que seducía al típico militante alrededor
del activismo social desapareció desde el momento en que se aplaudió la
tesis de que el factor económico podía articular “liderazgos”, señala.
Respecto al arreglo alcanzado por Vargas y Banreservas, el dirigente
político se pregunta “¿Acaso tanta coincidencia no mueve a sospecha?”.
Los planteamientos de Gómez Mazara fueron expuestos en un escrito que reproducimos a continuación
Para “entender” a Miguel Vargas
Guido Gómez Mazara
La terrible propensión a darle riendas sueltas a la pasión, hace de
las competencias partidarias escenarios donde la razón no existe y la
tendencia a desconocer los atributos del competidor no parece
caracterizar el elemental sentido de racionalidad de los actores del
proceso político.
En el PRD, la tradición de luchas fratricidas adquiere categorías
singulares. Y como he mantenido discrepancias metodológicas y
conceptuales alrededor del modelo partidario afín al debate ideológico,
la democratización institucional, el regreso a la histórica base social y
la recuperación del espacio liberal, muchos podrían entender que el
sector discrepante de mis planteamientos no representa una modalidad
partidaria con legítimo derecho y espacios construidos.
Nadie en su sano juicio puede ignorar que Miguel Vargas es un
dirigente de larga data y la construcción de su nicho político y
aspiraciones presidenciales retratan una forma de hacer la actividad
partidaria desde una perspectiva que se puede coincidir o discrepar,
pero expresa la naturaleza actual de una organización donde el peso
especifico de lo clientelar ha ido generando redes y simpatías capaces
de trasformar y/o asociar la militancia a una multiplicidad de factores
impensables en los líderes políticos que iniciaron toda la fase de
edificación del proceso de transición democrática, a partir del
ajusticiamiento del tirano, Rafael Leónidas Trujillo, el 30 de mayo de
1961.
La llegada de Vargas Maldonado a la presidencia del PRD posibilita un cambio de esquema en la operatividad de la organización. Burocratizado, distante de la lucha social, con una noción light de la oposición, articula el espacio por excelencia para estructurar pactos públicos y entendimientos subterráneos con el PLD, concretizando una operación desconocida en la vida política: coincidencias e intercambios caracterizados por ventajas financiera
El desajuste ideológico del PRD estableció las bases de una
organización donde la fuerza del dinero, los procesos amañados, la
complicidad entre su cúpula, el afán por recibir el favor del líder y la
ausencia de una verdadera democracia interna dieron paso a una
modalidad interna amiga de los negocios, y de repente, encontramos a una
organización divorciada de su esencia y de escasa vocación por
diferenciarse del resto de los partidos. Asimismo, el factor que seducía
al típico militante alrededor del activismo social desapareció desde el
momento en que se aplaudió la tesis de que el factor económico podía
articular “liderazgos”.
En el pasado, la compatibilidad de empresario-militante del PRD era
posible porque el líder histórico representaba el contrapeso por
excelencia que impedía al de mayor recursos económicos imponerse, y la
existencia de una red de intelectuales con vida partidaria generaba una
sensación de límite, entre aspirantes que debían adicionar a su
opulencia financiera, las horas de servicio a la causa partidaria en el
marco de las luchas democráticas encabezadas en los 60 y 70 para hacer
una nación plural, respetuosa de los derechos humanos y enemiga de los
crímenes de Estado. L
os exponentes de ese modelo partidario, como Secundino Gil, José
Delio Guzmán, Manolo Fernández, Antonio Guzmán, Jacobo Majluta, Carlos
Pérez Ricart y los hermanos Brea Peña, financiaron al partido y
arriesgaron sus vidas y fortunas personales, pero jamás alcanzaron sus
espacios apelando al dinero como única y última instancia.
Sin José Francisco Peña Gómez alcanzamos la orfandad ideológica y
perdimos el sentido de equilibrio indispensable en un partido como el
PRD. Por eso, con su muerte, aunque antes existían manifestaciones
aisladas, se puede observar la fase de emergencia de una gama de
dirigentes con una enorme capacidad para impregnar el sello del
clientelismo puro y simple que adquiere su expresión “triunfadora”,
cuando Héctor Rafael Peguero Méndez vence, con la ayuda del PLD y
actores perredeistas, a Winston Arnaud en la presidencia de la cámara de
diputados.
Con esa ambientación clientelar y sin rumbo ideológico, emerge Miguel
Vargas como un proyecto que su primera parada técnica expresaba una
intención a la alcaldía de la capital, pero su llegada al ministerio de
obras del gobierno de Hipólito Mejía creaba las bases de una acumulación
patrimonial, sumada a la complicidad de una franja de la prensa en
capacidad de articular un proyecto de poder con posibilidades.
Siendo justo, el desarrollo de sus proyectos empresariales e
inmobiliarios hacía de él, un hombre con grandes recursos económicos,
desde mediado de los 80s. Antes de esa etapa, su real ascendiente en el
PRD obedecía a su capacidad recaudadora y una estrecha relación con
Hatuey Decamps.
Y el factor legitimador de esas posibilidades presidenciales está
asociado a las dificultades de la mayoría de los funcionarios de la
administración 2000-2004 en construir un relevo, y la enorme habilidad
de Vargas Maldonado en ser el único miembro del gabinete con excelente
relaciones con los sectores que adversaron con bastante energía a la
administración perredeista desde las tribunas comunicacionales.
Una descripción clara del desvarío partidario lo constituiría la
victoria de Vargas Maldonado sobre Milagros Ortiz Bosch en la convención
extraordinaria del 2007. Esos resultados fueron posibles en el marco de
la confusión interna y la torpe apuesta de los sectores hegemónicos
bajo la premisa de que la viabilidad de su proyecto presidencial
obedecía al hecho de ser el dirigente con mayores condiciones económicas
para competir contra el PLD.
Gravísimo error, porque se derrotaba a una opción interna con mayor
sentido de compromiso histórico, y en capacidad de preservar un PRD
liberal, democrático y asociado a los sectores progresistas. Aquellos
errores crearon las bases de un asalto del conservadurismo a los
puestos de importancia partidaria donde la lógica operativa eran las
candidaturas, el servilismo al nuevo amo y la estructuración de una
organización anclada en repartos financiero para oficializar un esquema
de socios minoritarios al servicio de un empresario con voluntad para
transformar las reglas de 75 años de vida institucional.
La llegada de Vargas Maldonado a la presidencia del PRD posibilita un
cambio de esquema en la operatividad de la organización. Burocratizado,
distante de la lucha social, con una noción light de la
oposición, articula el espacio por excelencia para estructurar pactos
públicos y entendimientos subterráneos con el PLD, concretizando una
operación desconocida en la vida política: coincidencias e intercambios
caracterizados por ventajas financieras, alrededor de cuotas de poder
frente un rol opositor cantinflesco.
El ganar- ganar ha sido su esquema. Inclusive, desde el momento en
que se coloca en el centro del debate cuando es oficializado candidato
del PRD en el 2008, el proceso de legitimación de Vargas Maldonado tiene
aristas propias de su condición comercial en capacidad de generar
suspicacias ante el sentido común de cualquier mortal que habita la
media isla en la que vivimos. Después de perder las elecciones de Leonel
Fernández, vendió el actual edificio de Aduanas al gobierno.
Se podrá esgrimir que la condición de empresario inmobiliario es
previa a la de aspirante presidencial, pero la concesión de un préstamo
en el Banco de Reservas de un monto de 15 millones de dólares en una
institución financiera del gobierno, en medio de la lucha presidencial
entre Danilo Medina e Hipólito Mejía, refleja una extraña tendencia a
realizar negocios con un Estado, dirigido implacablemente por sus
competidores electorales. Con la reciente adición: la aceptación del
consejo del Banco de Reservas de entregar un inmueble, ubicado en la
avenida Lope de Vega que fungía de edificio principal de la empresa
telefónica TRICOM, como dación en pago de 12 millones de dólares para
saldar su compromiso financiero ¿Acaso tanto coincidencia no mueve a
sospecha?
Anclado en una dinámica financiera, como forma de construir un
espacio electoral, existe una relación muy cómoda entre el PLD y la
gestión institucional en el PRD de Miguel Vargas. Por un lado, no se
ejerce una oposición dura, cuestionadora y en capacidad de desplazarlos
del poder. Y del otro, se rentabiliza la pasividad creando las
condiciones de lazos económicos con el Estado que terminan validando a
un potencial aspirante, sin reales posibilidades y con adicción al
dinero, para hacer su plataforma política. Aunque parezca irónico, esa
operación termina revirtiéndose contra el partido en el poder, debido al
desequilibrio provocado por la inexistencia de un real ejercicio
opositor que califique la democracia dominicana y provoque en la
alterabilidad, una formula renovadora y efectiva del sistema partidario.
Toda la resistencia expresada en el PRD para organizar procesos
internos democráticos, plurales y transparentes obedece a la
instrumentalización del partido alrededor de conseguir una candidatura
presidencial contra viento y marea.
Por eso, hasta en los momentos de posibilitar un acuerdo entre los
sectores de mayor nivel de conflictividad, la tesis de no ceder hasta
que se entregue el puesto de candidato presidencial en el 2016
representa el punto de mayor dificultad.
Desde siempre, la gestión institucional de Miguel Vargas no utiliza
la plataforma partidaria para adecuar el instrumento, ideologizarlo,
asumir el discurso reivindicador de los sectores populares y promover la
renovación del liderazgo. Para él, su único objetivo es oficializar su
candidatura. De ahí, la conformación de un partido a su imagen y
semejanza.
Siento que la orquestación de una convención antidemocrática y
fraudulenta el pasado 20 de julio obedecía al criterio autoritario de
que “se la robamos, y no importa”. Esa parada técnica no tendría
consecuencias porque el sector de Vargas Maldonado se ufana en todos los
sitios de repetir que sus conexiones con el poder le garantizan fallos
favorables en las Altas Cortes. Y eso no lo creo. La realidad es que
confunden la naturaleza de la integración de esa instancia en el 2010,
como resultado del Pacto de las Corbatas Azules, con una especie de
licencia para desbordar el sentido del límite en las actuaciones
internas del PRD. Para ellos, los amarres y el contubernio político
pueden derrotar el avance institucional y los anhelos de amplios
núcleos, sedientos de impulsar cambios y respeto a las reglas
elementales de la democracia.
Todo el esquema montado en mi contra para robarse la convención
ordinaria no tiene un componente personal. Sin importar el nombre, todo
aquel que impida la articulación del proyecto político-empresarial
organizado desde la “institucionalidad partidaria” tendrá que recibir
los ataques, como resultado de obstruir el negocio montado alrededor de
las aspiraciones presidenciales de Miguel Vargas Maldonado. Y de eso
estoy consciente. Por eso, espero con tranquilidad la decisión del
Tribunal Superior Electoral, como primer round de un pleito que está
casado, de manera civilizada e institucional, en defensa de un modelo de
partido atrapado en manos, cercanas a los negocios y distante de
servirle a la gente.
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