Costumbres de los escitas
Joya de oro escita (hay una importante colección en el Hermitage) |
Los escitas fueron un conjunto de pueblos que habitaron un amplio territorio en torno al mar Caspio en la antigüedad, al oeste, al norte y en buena parte del Turkestán. Las tierras que ocuparon son bajas y llanas, excepto cuando nos aproximamos al Cáucaso y a las montañas del centro de Asia (Afganistán y la gran muralla natural que separa el Turkestán de China). El clima es frío y continental, suavizado en las proximidades del Caspio, si tenemos en cuenta que la latitud de sus tierras está entre los 47 y los 55 grados norte. Son tierras alejadas del Mediterráneo, pues se encuentran entre los 45 y los 57 grados de longitud este.
Nos dice Heródoto que los escitas cegaban a sus esclavos para que estos revolvieran la leche (uno de los alimentos básicos de estos pueblos) sin "peligro de caer turbada la cabeza si tuvieran vista"; es decir, el proceso de removido de la leche (se supone que en grandes cantidades) implicaba mucho tiempo, lo que podría llevar al mareo a quienes tuviesen vista. La forma en que se extraía la leche de las yeguas era "metiendo una extremidad [de unos tubos parecidos a flautas] en las partes naturales de las yeguas, y aplicando la otra a su misma boca [la de un escita] con el fin de soplar, y al tiempo que unos están soplando van otros ordeñando", pues "al paso que se hinchan de viento las venas de la yegua, sus ubres van subiendo y saliendo hacia fuera. Extraída así la leche, derrámanla en unas vasijas cóncavas de madera, y colocando alrededor de ellas a sus esclavos ciegos, se la hacen revolver y batir", añadiendo Heródoto que lo que sobrenada en la leche se recogía "como la flor y nata de ella y lo tienen por lo más delicado, estimando en menos lo que se escurre al fondo".
En cierta ocasión, cuando los escitas invadieron Media, la lucha fue tan encarnizada que no volvieron a su tierra hasta pasados más de veinte años. En todo ese tiempo las mujeres de los escitas se unieron a sus esclavos ciegos teniendo descendencia. Temorosas entonces de ser descubiertas por sus maridos cuando regresasen, se ensañaron contra los esclavos, de lo cual hay recuerdo todavía en la accutalidad: la costumbre de las mujeres moscovitas de regalar a sus futuros esposos una vara hecha por ellas...
Targitao parece ser el ascendiente mítico de los escitas, cuyos padres fueron Júpiter y una hija del río Borístenes (el Dnieper). Pero Heródoto dice "téngolo yo por fábula", añadiendo que los escitas se empeñan en citar incluso a los descendientes de Targitao: Lipoxais, Arpoxais y Colaxais. "Cayeron del cielo en su región -sigue el mito- ciertas piezas de oro, a saber, un arado, un yugo, una copa y una segur [hacha u hoz, según las diversas traducciones]. El mayor de los hermanos quiso apoderarse de ellas, pero "el oro se puso hecho un ascua"; hizo lo mismo el segundo y sucedió otro tanto; "pero yendo por fin el tercero... apagose la llama, y él fuese con el oro a su casa. A lo cual atendiendo los dos hermanos mayores, determinaron ceder al menor todo el reino y el gobierno". Para los escitas del siglo V antes de Cristo, Lipoxais descendía de la tribu de los aucatas; Arpoxais de las tribus llamadas catiaros y traspies; y Colaxis de los paralatas, siendo estos escitas expertos ballesteros.
Los reyes escitas -dice Heródoto- guardaron aquel oro sagrado que les vino del cielo con todo el cuidado, y todos los años, en un día de fiesta celebrado con grandes sacrificios, iban sacando y paseando por la comarca el tesoro; "y añaden que si alguno en aquel día, llevándolo consigo, quedase a dormir al raso, ese tal muriera antes de pasar aquel año". Los griegos contemporáneos de Heródoto contaban que Hércules, al volver con los bueyes de Gerión, llegó al país de los escitas, entonces despoblado, habiendo partido de Gades o de una isla llamada Erithrea; y como sorprendiese al héroe "un recio y frío temporal, cubriose con su piel de león y e echó a dormir. Al tiempo que dormía dispuso la Providencia que desaparecieran las yeguas que sueltas del carro estaban allí paciendo".
En cierta ocasión, persiguiendo los escitas a los cimerios, que eran nómadas del Cáucaso y de las riberas del mar Negro, luego se internaron en tierra de los medos, que los expulsaron de vuelta a su tierra. Cuando se acercaban, les salieron al paso aquellos esclavos hijos de sus mujeres, las cuales se habían ayuntado con los esclavos de la anterior generación, como se dijo más arriba. Empezó la lucha y no parecía tener fin, hasta que un escita se dirigió a los demás y les dijo: "¿Que es lo que estamos haciendo paisanos? Peleando con nuestros esclavos como realmente peleamos, si somos vencidos quedamos siempre tantos señores menos cuantos mueran de nosotros; si los vencemos, tantos esclavos nos quedarán después de menos cuantos fueren sus muertos. Oid lo que he pensado que dejando nuestras picas y ballestas, tomemos cada uno de nosotros el látigo de su caballo, y que blandiéndolo en la mano avance hacia ellos; pues en tanto que nos vean con las armas en la mano se tendrán aquellos bastardos miserables por tan buenos y bien nacidos como nosotros sus amos. Pero cuando nos vieren armados con el azote en vez de lanza, recordarán que son nuestros esclavos, y corridos de sí mismos, se entregarán todos a la fuga".
Reinando el persa Darío I, hizo una expedición contra los escitas, según Heródoto por venganza y por el deseo de obtener tributos; si por lo primero debido a que el rey persa consideró una afrenta que el rey escita no le diese a una hija por mujer... Estaban cerca los tiempos en que esos persas iban a ser los grandes enemigos de los griegos.
Targitao parece ser el ascendiente mítico de los escitas, cuyos padres fueron Júpiter y una hija del río Borístenes (el Dnieper). Pero Heródoto dice "téngolo yo por fábula", añadiendo que los escitas se empeñan en citar incluso a los descendientes de Targitao: Lipoxais, Arpoxais y Colaxais. "Cayeron del cielo en su región -sigue el mito- ciertas piezas de oro, a saber, un arado, un yugo, una copa y una segur [hacha u hoz, según las diversas traducciones]. El mayor de los hermanos quiso apoderarse de ellas, pero "el oro se puso hecho un ascua"; hizo lo mismo el segundo y sucedió otro tanto; "pero yendo por fin el tercero... apagose la llama, y él fuese con el oro a su casa. A lo cual atendiendo los dos hermanos mayores, determinaron ceder al menor todo el reino y el gobierno". Para los escitas del siglo V antes de Cristo, Lipoxais descendía de la tribu de los aucatas; Arpoxais de las tribus llamadas catiaros y traspies; y Colaxis de los paralatas, siendo estos escitas expertos ballesteros.
Los reyes escitas -dice Heródoto- guardaron aquel oro sagrado que les vino del cielo con todo el cuidado, y todos los años, en un día de fiesta celebrado con grandes sacrificios, iban sacando y paseando por la comarca el tesoro; "y añaden que si alguno en aquel día, llevándolo consigo, quedase a dormir al raso, ese tal muriera antes de pasar aquel año". Los griegos contemporáneos de Heródoto contaban que Hércules, al volver con los bueyes de Gerión, llegó al país de los escitas, entonces despoblado, habiendo partido de Gades o de una isla llamada Erithrea; y como sorprendiese al héroe "un recio y frío temporal, cubriose con su piel de león y e echó a dormir. Al tiempo que dormía dispuso la Providencia que desaparecieran las yeguas que sueltas del carro estaban allí paciendo".
Territorios escitas al norte el imperio persa a principios del s. V a. C. |
Reinando el persa Darío I, hizo una expedición contra los escitas, según Heródoto por venganza y por el deseo de obtener tributos; si por lo primero debido a que el rey persa consideró una afrenta que el rey escita no le diese a una hija por mujer... Estaban cerca los tiempos en que esos persas iban a ser los grandes enemigos de los griegos.
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