miércoles, 12 de noviembre de 2014

Arqueología, conocimiento y desigualdad

 
La Arqueología puede ser definida someramente como la disciplina que estudia el pasado a través de los restos materiales que quedaron. En mi época escolar se nos enseñaba que la Arqueología era una más de las ciencias auxiliares de la Historia. Una definición vaga e imprecisa tal como las que nos enseñaban sobre las etnias originarias de Chile, basadas en textos vigentes a mediados del siglo XX[1]. Hoy como arqueóloga me propongo darles una visión más moderna de lo que es esta disciplina realizando un puente con la realidad actual[2].
La Arqueología es una disciplina que surge como otras (ej. Historia del Arte) por el interés en los objetos antiguos y las culturas que les dieron forma. La tradición europea desarrolló un vínculo más cercano con la Historia, debido a la notable presencia en el viejo mundo de ruinas de pueblos como griegos, romanos y egipcios en los que los estudios arqueológicos completan el panorama histórico aunque de manera más compleja que el de una mera ciencia auxiliar. A diferencia de ello en suelo americano la arqueología se ha desarrollado con una vocación antropológica debido al predominio de etnias ‘sin historia’[3] con sobrevivientes cuyo vínculo con el pasado prehispánico se puede trazar más allá de la genética. Mientras el ejercicio inicial de la disciplina en su forma ‘científica’ fue efectuado por arqueólogos norteamericanos y europeos[4] especialmente en las zonas de habla hispana. La arremetida de los arqueólogos locales fue bien avanzado el siglo XX. Sólo por dar algunos datos, la especialidad de Arqueología en la Universidad de Chile fue iniciada a fines de los 60[5], luego de que algunos historiadores incursionaran en estas arenas en los años 60[6].
A lo largo de la historia de la disciplina, los arqueólogos en América hemos estudiado a través de los restos materiales desde los ‘límites’ de las culturas en el tiempo y en el espacio, los tipos de sociedades que existieron en este territorio (cazadores-recolectores, tribus, sociedades estatales, etc.), hasta problemas relacionados con el poblamiento del continente, la domesticación de animales y plantas, y el surgimiento de sociedades complejas (Señoríos o Cacicazgos y Estados). Uno de los problemas más importantes para la Arqueología actual, que no sólo estudia los restos del pasado para conocer la cultura y costumbres de quienes nos precedieron, es el problema de la complejidad social. Tal como en otras disciplinas de las Ciencias Sociales, el estudio de la complejidad en los sistemas sociales es una de las formas de comprender fenómenos como la pobreza, desigualdad y diferencias sociales actuales. Nuestro acercamiento como arqueólogos a ello es a través de los restos materiales en contexto[7], los que son entendidos como reflejos indirectos de la realidad del pasado y que por tanto deben ser estudiados bajo rigurosas metodologías de registro y análisis en el entendido que cada sitio arqueológico es único, irrepetible y su intervención siempre implica una destrucción de dicho contexto. Así, encontramos en nuestra disciplina analistas altamente especializados en arqueobotánica (estudio de restos vegetales), zooarqueología (estudio de restos de fauna), cerámica, lítico (instrumentos de piedra), metal, representaciones visuales, procesos de formación de sitio, georeferenciación y espacialidad, entre muchas otras subespecialidades.
A través de estos análisis, y de una serie de premisas teóricas que definen los problemas de investigación, los arqueólogos hemos estudiado el surgimiento de la complejidad social en el pasado. En el continente americano los estudiosos del tema han definido una serie de periodos que reflejan más o menos el esquema evolucionista clásico[8], aunque hay lugares como la Patagonia y la Amazonía en donde este esquema queda obsoleto e inaplicable. Lo que podemos concluir si estudiamos la producción arqueológica sudamericana, es que existieron tipos de sociedades y culturas muy diversas en la que los grupos que ocuparon el territorio se adaptaron progresivamente a los diferentes sistemas ecológicos –desérticos, selváticos y sus gradientes- definidos por la cuenca amazónica-pampeana, la cordillera de los Andes y las franjas costeras caribe, atlántica y pacífica. Dichas adaptaciones fueron generando una historia económica y cultural que se reflejó en toda la secuencia de desarrollo de los grupos amerindios. Pero el surgimiento de la complejidad social ha sido detectada en periodos y lugares particulares de la historia precolombina sudamericana tales como la costa y sierra peruanas, la Cuenca del lago Titikaka y el Salar de Atacama.
¿Qué implica ello? En el caso del Salar de Atacama y la subárea Circumpuneña de la que es parte y aledaña a la Cuenca del Titikaka, entre el 2000 y el 500 antes de Cristo se observa el surgimiento de arquitectura monumental de piedra o adobe, sitios que han sido interpretados como templos de peregrinaje. Para la construcción de estos lugares sagrados fue necesario que por algún tiempo un grupo de la población local estuviese alejada de sus labores económicas cotidianas relacionadas con actividades como el pastoreo, y en algunas zonas con el cultivo de papa y quínoa, siendo otros los que asumieron la labor de alimentación y vestimenta de ellos. Es decir, para la construcción de grandes obras, tales como templos, sistemas de riego, sistemas viales o centros de observación astronómica, se hace necesaria una sociedad relativamente masiva en la que alguien organice el trabajo, y que ese objetivo así como el líder de la operación estén legitimados socialmente. Dicha legitimación se realizó generalmente a través de formas coherentes con la cosmovisión, como la religión, y a través de conocimientos fundamentales sobre los ciclos y la naturaleza que algunos, inicialmente chamanes y líderes religiosos, tuvieron la habilidad de producir, memorizar y ocultar de los demás.
Pero la complejidad social no es equiparable con la agricultura[9], pues como podemos ver en el anterior ejemplo esta no fue fundamento del desarrollo complejo de los pueblos altoandinos, así como tampoco lo fue para la construcción de estructuras monumentales o pirámides en el precerámico de la costa peruana, cercano al 3500 antes de Cristo. La complejidad social tampoco es equiparable aunque sí un antecedente necesario para la aparición del Estado, pues muchos pueblos que desarrollaron complejidad social nunca llegaron a establecer formaciones estatales -como es el caso de cacicazgos del Noroccidente de Sudamérica en lo que es la actual Colombia. Pues bien, el Estado es una formación social compleja y desigual cuya aparición es problema de muchas investigaciones. Luis Lumbreras[10] y Henry Tantalean[11], dos arqueólogos peruanos que desde el marxismo han pensado este asunto, plantean la existencia de dos tipos de Estados en los Andes. El primero, un Estado Teocrático o Primario que encontramos representados en los sitios arqueológicos de Chavín de Huantar y algunos en el lago Titikaka, se fundamentaría en una elite de sacerdotes especialistas cuyo control se fundamentó en conocimiento sobre la medición y predicción del tiempo y los ciclos anuales. El segundo, correspondería a Estados Militaristas expansivos o Secundarios cuyo control se basaría además en la incorporación de la fuerza militar para la coacción, este sería el caso de los Estados Wari e Inka. Si continuamos esta línea nos encontramos en la actualidad con un Estado laico lleno de burócratas y tecnócratas, que debido a nuestros valores y cosmovisión capitalistas, sólo pretenden destruir modos de vida en favor de un desarrollo que sólo llega para algunos.
 
Los Estados y su desigualdad se identifican arqueológicamente por la forma de sus asentamientos urbanos, en donde podemos observar una segregación en los espacios ocupados por las elites en palacios y templos, viviendas más modestas en donde habitaron los campesinos (agricultores y pastores), espacios más cercanos a las urbes donde se realizaron labores artesanales de producción de bienes de prestigio para las elites como textiles finos y trabajos de orfebrería (el artesano muchas veces tuvo un estatus superior al campesino), junto a grandes obras de infraestructura vial, agrícola (canales de regadío) y pública (plazas y templos). Estos indicadores materiales los vemos claramente en nuestra sociedad actual, en donde el tamaño de las viviendas varía de tamaños descomunales rodeadas de áreas verdes en los guetos de Vitacura y La Dehesa, a tamaños infrahumanos rodeadas de cemento, basura y drogadicción en la periferia. Lo vemos también en la infraestructura de Colegios que cuentan con piscinas, salas de música y hasta capillas, mientras en los Liceos de Tocopilla y San Ramón por las salas se pasean ratas, los instrumentos musicales no tienen cuerdas y los profesores están mal alimentados. Asimismo vemos como se nos imponen símbolos de su poder, como la torre de Cencosud tapando al hermoso Cerro El Plomo, o como las estaciones del Metro de Santiago en el sector Oriente tienen hasta obras de Arte en sus muros, mientras en la línea 4A (trayecto La Florida, La Granja, San Ramón y La Cisterna) apenas hay un andén de 1 mt.
La idea de esta columna es introducir sucintamente al lector en el estado de la investigación sobre temas como la complejidad social, el surgimiento de jerarquías y la desigualdad. Dichos estudios en Arqueología y otras ciencias hace mucho tiempo han dado cuenta de que las diferencias sociales son una invención humana, un artificio, algo que no es natural y que se debe esencialmente a que cierto “conocimiento esencial” para una sociedad es monopolizado por algunos sujetos, debido a ciertas habilidades (que pueden ir desde la capacidad de memorizar hasta la capacidad de engañar, dependiendo de la cosmovisión del grupo, en concordancia con una moral y ética predominante). En sociedades desiguales vemos como este conocimiento esencial es negado, manipulado y escondido de las masas con fines de control y dominación en favor de unos pocos, dueños de todo, orquestado por otros que quieren ser como ellos.
En este sentido, es casi obvio que la educación sea uno de los ámbitos en donde las elites pretendan tener un control ideológico, en especial respecto a cómo se educa y el conocimiento que se entrega a sus herederos, y al tipo de subordinados que necesitan para su esquema. No es de sorprenderse entonces que en los establecimientos más costosos de Chile y Latinoamérica, muchos de ellos de corte religioso, sean los que estudian codo a codo los hijos la elite económica y la elite política, educados para tener seguridad de sí mismo y ser los mejores emprendedores. Mientras en muchos particulares de poca monta y particulares subvencionados se crea la ilusión del falso progreso que da la educación como si leer y escribir te convirtiera en funcionario como en los años 30. Porque como dijo el rector Vivaldi[12], los colegios no cobran por mejor educación sino por segregar. Tampoco debe sorprendernos que en muchos países latinoamericanos ricos en recursos a mayor desigualdad, pobreza y villas miseria al lado de condominios de lujo cerrados, sea una forma de satisfacción y aumento de sentimientos de superioridad para estos sujetos.
 
Pero más allá de las causas de estos procesos, algo que tiene mayor incidencia en la dirección futura no está en atacar a aquellos que han mantenido la hegemonía pues seguirán defendiendo su modo de vida con lobby, mentiras e incluso a sangre y hierro, sino en educar y concientizar a los nuestros sobre esta falsa naturalización. Pues lo que debe sorprendernos e indignarnos es que algunos de los nuestros elijan y luchen (como la Asociación de padres y apoderados comandada por el señor Allamand) por mantener un sistema de educación como el que actualmente destruye la vida de miles de nuestros niños/as, adultos/as y ancianos/as. Esos, los arribistas, aquellos que desprecian su lugar de origen y cambian de barrio y amigos, los que añoran el yate y tomar wisky de igual a igual con alguien como el sr. Larraín, por aquellos que esperan ser favorecidos por los genes ‘rubios’ y que menosprecian a los ‘negritos’ e ‘indiecitos’ de la familia. Finalmente, los ricos y su séquito son una masa de ignorantes de la realidad de nuestros países latinoamericanos, y muchas veces ignorantes en todo el sentido de la palabra (Piñera nos dejó muchas muestras de ello[13]) tanto que en algunos países ricos del tercer mundo esas elites no han querido ver que con un poquito más de bienestar de su gente los conflictos disminuyen sustantivamente (pues claro, es menos dinero en el bolsillo de los más ricos y de los que creen ir en ascenso). Para que nunca más la educación de uno de la elite sea la que el Estado invierte en 150 de nuestros niños[14]. Para que continuemos con mayor adhesión en la lucha por derechos como la educación, la salud y la vivienda, los que son y han sido de quienes la sudan día a día, ‘descrestándose’, ya sea leyendo e investigando, atendiendo llamadas, cargando sacos, barriendo calles, atendiendo enfermos o educando niños, sean colombianos, peruanos, argentinos o chilenos, pues como dice Pedro Piedra hay un “obrero mundial”. Para que dejemos de creer que es necesario trabajar como “negro para vivir como blanco” o peor trabajar y trabajar para seguir “quebrando castañas con el culo” o andando a “patas con los piojos”, sin casa, sin educación ni salud dignas.
Catalina Soto Rodríguez / Arqueóloga oriunda de la comuna de La Granja, Magíster © en Artes, mención Teoría e Historia del Arte (U. de Chile), investigadora y docente en temas de Culturas Originarias de Chile y América.
NOTAS:
[1]    Por ejemplo de Ricardo Latcham Prehistoria chilena (1936) y Los primitivos habitantes de Chile (1939) y de Grete Mostny, Prehistoria de Chile (1971)
[2]    Una corriente que inspira esta columna pero que lamentablemente no ha prosperado en exceso, es la Arqueología Social Latinoamericana propuesta en la que una serie de importantes arqueólogos marxistas  se reunieron en el imponente sitio arqueológico de Teotihuacán en México (Octubre de 1975) a definir lineamientos para mejorar la calidad de la producción científica y acercar la arqueología a los problemas sociales de las naciones Latinoamericanas. Dicha reunión se gesta en el momento en que ocurrían procesos políticos complejos en el continente, hechos que dejo enunciados pero en los que profundizaré en otra ocasión.
[3]  Una excepción notable es la de los códices mexicanos y la escritura maya. Aunque ya es claro que en América existieron otras formas de mnemotecnia.
[4]   En Chile, luego del decimonónico libro de José Toribio Medina sobre pueblos originarios, entre los primeros estudiosos de las culturas fueron el ingeniero Ricardo Latcham, el médico Aureliano Oyarzún y con formación en arqueología el alemán M. Uhle (traído por el gobierno de Chile en 1911), la austriaca Grete Mostny y el norteamericano Junius Bird. Para más detalle ver Capítulo I de Cornejo (1997), en Chile antes de Chile. http://www.precolombino.cl/biblioteca/chile-antes-de-chile/
[5]      En 1968 se crea el Departamento de Antropología de la Universidad de Chile. Derivado del Centro de Estudios Antropológicos creado en los años ’50 (Cornejo 1997).
[6]      1962 Tallas prehispánicas en madera.  Contribución a la arqueología del Norte de Chile.  Tesis de grado, Facultad de Filosofía y Educación, Universidad de Chile, Santiago de Chile. De Lautaro Núñez Premio Nacional de Historia 2002.
[7]      Tal como en la gramática, es el conjunto es el que nos entrega el significado contextual de una palabra u objeto en un contexto particular. Es por ello que para nosotros es fundamental comprender el medio ambiente en perspectiva histórica, los procesos naturales y culturales que dieron forma al sitio modificando el depósito original, y las asociaciones entre objetos y espacios.
[8]    Las posturas tradicionales señalaban que el pasado fue un proceso en el que todas las sociedades aspiraban a un progreso que se vería representado en el Estado capitalista actual, el que puede ser definido a partir de sus instituciones normadoras en lo jurídico, político y social, la diferenciación de clases y la existencia de grupos cuya subsistencia no se basa en la producción directa de alimentos. Este esquema aplicado desde las políticas nacionales, confirió a las sociedades diferentes niveles en relación al Estado como forma ideal, midiéndolas como más o menos avanzadas según su semejanza estructural con este. Asimismo es como también fueron juzgadas las sociedades vivientes sin Estado, como grupos menos evolucionados que debían ser incorporados al progreso fuese como fuese. Un ejemplo dramático de esta situación es la chilenización a la fuerza de los pueblos andinos del Norte de Chile[8].
[9] Entendida como producción en masa de cultivos, principalmente cereales como el arroz, el trigo, y en América el maíz, la quínoa y algunos tubérculos, generalmente vinculada con infraestructura compleja como almacenes de agua y canales de regadío, los que implican una organización comunal para su construcción y mantención.
[10] Estudios arqueológicos sobre el Estado. En Arqueología y Sociedad (2005). http://books.google.com.co/books/about/Arqueolog%C3%ADa_y_sociedad....
[11] Ver la extensa producción del arqueólogo Tantaleán, quién la entrega de manera libre: https://unmsm.academia.edu/HenryTantale%C3%A1n
[13]                    http://es.wikipedia.org/wiki/Piñericosas
[14]             Ver notas de The Clinic http://www.theclinic.cl/2014/08/13/donde-se-educan-las-familias-mas...

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