Arqueología, conocimiento y desigualdad
La
Arqueología puede ser definida someramente como la disciplina que
estudia el pasado a través de los restos materiales que quedaron. En mi
época escolar se nos enseñaba que la Arqueología era una más de las
ciencias auxiliares de la Historia. Una definición vaga e imprecisa tal
como las que nos enseñaban sobre las etnias originarias de Chile,
basadas en textos vigentes a mediados del siglo XX[1].
Hoy como arqueóloga me propongo darles una visión más moderna de lo que
es esta disciplina realizando un puente con la realidad actual[2].
La Arqueología es una disciplina que
surge como otras (ej. Historia del Arte) por el interés en los objetos
antiguos y las culturas que les dieron forma. La tradición europea
desarrolló un vínculo más cercano con la Historia, debido a la notable
presencia en el viejo mundo de ruinas de pueblos como griegos, romanos y
egipcios en los que los estudios arqueológicos completan el panorama
histórico aunque de manera más compleja que el de una mera ciencia
auxiliar. A diferencia de ello en suelo americano la arqueología se ha
desarrollado con una vocación antropológica debido al predominio de
etnias ‘sin historia’[3] con sobrevivientes cuyo
vínculo con el pasado prehispánico se puede trazar más allá de la
genética. Mientras el ejercicio inicial de la disciplina en su forma
‘científica’ fue efectuado por arqueólogos norteamericanos y europeos[4]
especialmente en las zonas de habla hispana. La arremetida de los
arqueólogos locales fue bien avanzado el siglo XX. Sólo por dar algunos
datos, la especialidad de Arqueología en la Universidad de Chile fue
iniciada a fines de los 60[5], luego de que algunos historiadores incursionaran en estas arenas en los años 60[6].
A lo largo de la historia de la
disciplina, los arqueólogos en América hemos estudiado a través de los
restos materiales desde los ‘límites’ de las culturas en el tiempo y en
el espacio, los tipos de sociedades que existieron en este territorio
(cazadores-recolectores, tribus, sociedades estatales, etc.), hasta
problemas relacionados con el poblamiento del continente, la
domesticación de animales y plantas, y el surgimiento de sociedades
complejas (Señoríos o Cacicazgos y Estados). Uno de los problemas más
importantes para la Arqueología actual, que no sólo estudia los restos
del pasado para conocer la cultura y costumbres de quienes nos
precedieron, es el problema de la complejidad social. Tal como en otras
disciplinas de las Ciencias Sociales, el estudio de la complejidad en
los sistemas sociales es una de las formas de comprender fenómenos como
la pobreza, desigualdad y diferencias sociales actuales. Nuestro
acercamiento como arqueólogos a ello es a través de los restos
materiales en contexto[7], los que son entendidos
como reflejos indirectos de la realidad del pasado y que por tanto deben
ser estudiados bajo rigurosas metodologías de registro y análisis en el
entendido que cada sitio arqueológico es único, irrepetible y su
intervención siempre implica una destrucción de dicho contexto. Así,
encontramos en nuestra disciplina analistas altamente especializados en
arqueobotánica (estudio de restos vegetales), zooarqueología (estudio de
restos de fauna), cerámica, lítico (instrumentos de piedra), metal,
representaciones visuales, procesos de formación de sitio,
georeferenciación y espacialidad, entre muchas otras subespecialidades.
A
través de estos análisis, y de una serie de premisas teóricas que
definen los problemas de investigación, los arqueólogos hemos estudiado
el surgimiento de la complejidad social en el pasado. En el continente
americano los estudiosos del tema han definido una serie de periodos que
reflejan más o menos el esquema evolucionista clásico[8],
aunque hay lugares como la Patagonia y la Amazonía en donde este
esquema queda obsoleto e inaplicable. Lo que podemos concluir si
estudiamos la producción arqueológica sudamericana, es que existieron
tipos de sociedades y culturas muy diversas en la que los grupos que
ocuparon el territorio se adaptaron progresivamente a los diferentes
sistemas ecológicos –desérticos, selváticos y sus gradientes- definidos
por la cuenca amazónica-pampeana, la cordillera de los Andes y las
franjas costeras caribe, atlántica y pacífica. Dichas adaptaciones
fueron generando una historia económica y cultural que se reflejó en
toda la secuencia de desarrollo de los grupos amerindios. Pero el
surgimiento de la complejidad social ha sido detectada en periodos y
lugares particulares de la historia precolombina sudamericana tales como
la costa y sierra peruanas, la Cuenca del lago Titikaka y el Salar de
Atacama.
¿Qué implica ello? En el caso del Salar
de Atacama y la subárea Circumpuneña de la que es parte y aledaña a la
Cuenca del Titikaka, entre el 2000 y el 500 antes de Cristo se observa
el surgimiento de arquitectura monumental de piedra o adobe, sitios que
han sido interpretados como templos de peregrinaje. Para la construcción
de estos lugares sagrados fue necesario que por algún tiempo un grupo
de la población local estuviese alejada de sus labores económicas
cotidianas relacionadas con actividades como el pastoreo, y en algunas
zonas con el cultivo de papa y quínoa, siendo otros los que asumieron la
labor de alimentación y vestimenta de ellos. Es decir, para la
construcción de grandes obras, tales como templos, sistemas de riego,
sistemas viales o centros de observación astronómica, se hace necesaria
una sociedad relativamente masiva en la que alguien organice el trabajo,
y que ese objetivo así como el líder de la operación estén legitimados
socialmente. Dicha legitimación se realizó generalmente a través de
formas coherentes con la cosmovisión, como la religión, y a través de
conocimientos fundamentales sobre los ciclos y la naturaleza que
algunos, inicialmente chamanes y líderes religiosos, tuvieron la
habilidad de producir, memorizar y ocultar de los demás.
Pero la complejidad social no es equiparable con la agricultura[9],
pues como podemos ver en el anterior ejemplo esta no fue fundamento del
desarrollo complejo de los pueblos altoandinos, así como tampoco lo fue
para la construcción de estructuras monumentales o pirámides en el
precerámico de la costa peruana, cercano al 3500 antes de Cristo. La
complejidad social tampoco es equiparable aunque sí un antecedente
necesario para la aparición del Estado, pues muchos pueblos que
desarrollaron complejidad social nunca llegaron a establecer formaciones
estatales -como es el caso de cacicazgos del Noroccidente de Sudamérica
en lo que es la actual Colombia. Pues bien, el Estado es una formación
social compleja y desigual cuya aparición es problema de muchas
investigaciones. Luis Lumbreras[10] y Henry Tantalean[11],
dos arqueólogos peruanos que desde el marxismo han pensado este asunto,
plantean la existencia de dos tipos de Estados en los Andes. El
primero, un Estado Teocrático o Primario que encontramos representados
en los sitios arqueológicos de Chavín de Huantar y algunos en el lago
Titikaka, se fundamentaría en una elite de sacerdotes especialistas cuyo
control se fundamentó en conocimiento sobre la medición y predicción
del tiempo y los ciclos anuales. El segundo, correspondería a Estados
Militaristas expansivos o Secundarios cuyo control se basaría además en
la incorporación de la fuerza militar para la coacción, este sería el
caso de los Estados Wari e Inka. Si continuamos esta línea nos
encontramos en la actualidad con un Estado laico lleno de burócratas y
tecnócratas, que debido a nuestros valores y cosmovisión capitalistas,
sólo pretenden destruir modos de vida en favor de un desarrollo que sólo
llega para algunos.
Los
Estados y su desigualdad se identifican arqueológicamente por la forma
de sus asentamientos urbanos, en donde podemos observar una segregación
en los espacios ocupados por las elites en palacios y templos, viviendas
más modestas en donde habitaron los campesinos (agricultores y
pastores), espacios más cercanos a las urbes donde se realizaron labores
artesanales de producción de bienes de prestigio para las elites como
textiles finos y trabajos de orfebrería (el artesano muchas veces tuvo
un estatus superior al campesino), junto a grandes obras de
infraestructura vial, agrícola (canales de regadío) y pública (plazas y
templos). Estos indicadores materiales los vemos claramente en nuestra
sociedad actual, en donde el tamaño de las viviendas varía de tamaños
descomunales rodeadas de áreas verdes en los guetos de Vitacura y La
Dehesa, a tamaños infrahumanos rodeadas de cemento, basura y
drogadicción en la periferia. Lo vemos también en la infraestructura de
Colegios que cuentan con piscinas, salas de música y hasta capillas,
mientras en los Liceos de Tocopilla y San Ramón por las salas se pasean
ratas, los instrumentos musicales no tienen cuerdas y los profesores
están mal alimentados. Asimismo vemos como se nos imponen símbolos de su
poder, como la torre de Cencosud tapando al hermoso Cerro El Plomo, o
como las estaciones del Metro de Santiago en el sector Oriente tienen
hasta obras de Arte en sus muros, mientras en la línea 4A (trayecto La
Florida, La Granja, San Ramón y La Cisterna) apenas hay un andén de 1
mt.
La idea de esta columna es introducir
sucintamente al lector en el estado de la investigación sobre temas como
la complejidad social, el surgimiento de jerarquías y la desigualdad.
Dichos estudios en Arqueología y otras ciencias hace mucho tiempo han
dado cuenta de que las diferencias sociales son una invención humana, un
artificio, algo que no es natural y que se debe esencialmente a que
cierto “conocimiento esencial” para una sociedad es monopolizado por
algunos sujetos, debido a ciertas habilidades (que pueden ir desde la
capacidad de memorizar hasta la capacidad de engañar, dependiendo de la
cosmovisión del grupo, en concordancia con una moral y ética
predominante). En sociedades desiguales vemos como este conocimiento
esencial es negado, manipulado y escondido de las masas con fines de
control y dominación en favor de unos pocos, dueños de todo, orquestado
por otros que quieren ser como ellos.
En este sentido, es casi obvio que la
educación sea uno de los ámbitos en donde las elites pretendan tener un
control ideológico, en especial respecto a cómo se educa y el
conocimiento que se entrega a sus herederos, y al tipo de subordinados
que necesitan para su esquema. No es de sorprenderse entonces que en los
establecimientos más costosos de Chile y Latinoamérica, muchos de ellos
de corte religioso, sean los que estudian codo a codo los hijos la
elite económica y la elite política, educados para tener seguridad de sí
mismo y ser los mejores emprendedores. Mientras en muchos particulares
de poca monta y particulares subvencionados se crea la ilusión del falso
progreso que da la educación como si leer y escribir te convirtiera en
funcionario como en los años 30. Porque como dijo el rector Vivaldi[12],
los colegios no cobran por mejor educación sino por segregar. Tampoco
debe sorprendernos que en muchos países latinoamericanos ricos en
recursos a mayor desigualdad, pobreza y villas miseria al lado de
condominios de lujo cerrados, sea una forma de satisfacción y aumento de
sentimientos de superioridad para estos sujetos.
Pero
más allá de las causas de estos procesos, algo que tiene mayor
incidencia en la dirección futura no está en atacar a aquellos que han
mantenido la hegemonía pues seguirán defendiendo su modo de vida con
lobby, mentiras e incluso a sangre y hierro, sino en educar y
concientizar a los nuestros sobre esta falsa naturalización. Pues lo que
debe sorprendernos e indignarnos es que algunos de los nuestros elijan y
luchen (como la Asociación de padres y apoderados comandada por el
señor Allamand) por mantener un sistema de educación como el que
actualmente destruye la vida de miles de nuestros niños/as, adultos/as y
ancianos/as. Esos, los arribistas, aquellos que desprecian su lugar de
origen y cambian de barrio y amigos, los que añoran el yate y tomar
wisky de igual a igual con alguien como el sr. Larraín, por aquellos que
esperan ser favorecidos por los genes ‘rubios’ y que menosprecian a los
‘negritos’ e ‘indiecitos’ de la familia. Finalmente, los ricos y su
séquito son una masa de ignorantes de la realidad de nuestros países
latinoamericanos, y muchas veces ignorantes en todo el sentido de la
palabra (Piñera nos dejó muchas muestras de ello[13])
tanto que en algunos países ricos del tercer mundo esas elites no han
querido ver que con un poquito más de bienestar de su gente los
conflictos disminuyen sustantivamente (pues claro, es menos dinero en el
bolsillo de los más ricos y de los que creen ir en ascenso). Para que
nunca más la educación de uno de la elite sea la que el Estado invierte
en 150 de nuestros niños[14]. Para que continuemos
con mayor adhesión en la lucha por derechos como la educación, la salud
y la vivienda, los que son y han sido de quienes la sudan día a día,
‘descrestándose’, ya sea leyendo e investigando, atendiendo llamadas,
cargando sacos, barriendo calles, atendiendo enfermos o educando niños,
sean colombianos, peruanos, argentinos o chilenos, pues como dice Pedro
Piedra hay un “obrero mundial”. Para que dejemos de creer que es
necesario trabajar como “negro para vivir como blanco” o peor trabajar y
trabajar para seguir “quebrando castañas con el culo” o andando a
“patas con los piojos”, sin casa, sin educación ni salud dignas.
Catalina Soto Rodríguez
/ Arqueóloga oriunda de la comuna de La Granja, Magíster © en Artes,
mención Teoría e Historia del Arte (U. de Chile), investigadora y
docente en temas de Culturas Originarias de Chile y América.
NOTAS:
[1] Por ejemplo de Ricardo Latcham Prehistoria chilena (1936) y Los primitivos habitantes de Chile (1939) y de Grete Mostny, Prehistoria de Chile (1971)
[2] Una
corriente que inspira esta columna pero que lamentablemente no ha
prosperado en exceso, es la Arqueología Social Latinoamericana propuesta
en la que una serie de importantes arqueólogos marxistas se reunieron
en el imponente sitio arqueológico de Teotihuacán en México (Octubre de
1975) a definir lineamientos para mejorar la calidad de la producción
científica y acercar la arqueología a los problemas sociales de las
naciones Latinoamericanas. Dicha reunión se gesta en el momento en que
ocurrían procesos políticos complejos en el continente, hechos que dejo
enunciados pero en los que profundizaré en otra ocasión.
[3] Una excepción
notable es la de los códices mexicanos y la escritura maya. Aunque ya
es claro que en América existieron otras formas de mnemotecnia.
[4] En Chile,
luego del decimonónico libro de José Toribio Medina sobre pueblos
originarios, entre los primeros estudiosos de las culturas fueron el
ingeniero Ricardo Latcham, el médico Aureliano Oyarzún y con formación
en arqueología el alemán M. Uhle (traído por el gobierno de Chile en
1911), la austriaca Grete Mostny y el norteamericano Junius Bird. Para
más detalle ver Capítulo I de Cornejo (1997), en Chile antes de Chile. http://www.precolombino.cl/biblioteca/chile-antes-de-chile/
[5] En 1968
se crea el Departamento de Antropología de la Universidad de Chile.
Derivado del Centro de Estudios Antropológicos creado en los años ’50
(Cornejo 1997).
[6] 1962 Tallas prehispánicas en madera. Contribución a la arqueología del Norte de Chile.
Tesis de grado, Facultad de Filosofía y Educación, Universidad de
Chile, Santiago de Chile. De Lautaro Núñez Premio Nacional de Historia
2002.
[7] Tal como
en la gramática, es el conjunto es el que nos entrega el significado
contextual de una palabra u objeto en un contexto particular. Es por
ello que para nosotros es fundamental comprender el medio ambiente en
perspectiva histórica, los procesos naturales y culturales que dieron
forma al sitio modificando el depósito original, y las asociaciones
entre objetos y espacios.
[8] Las
posturas tradicionales señalaban que el pasado fue un proceso en el que
todas las sociedades aspiraban a un progreso que se vería representado
en el Estado capitalista actual, el que puede ser definido a partir de
sus instituciones normadoras en lo jurídico, político y social, la
diferenciación de clases y la existencia de grupos cuya subsistencia no
se basa en la producción directa de alimentos. Este esquema aplicado
desde las políticas nacionales, confirió a las sociedades diferentes
niveles en relación al Estado como forma ideal, midiéndolas como más o
menos avanzadas según su semejanza estructural con este. Asimismo es
como también fueron juzgadas las sociedades vivientes sin Estado, como
grupos menos evolucionados que debían ser incorporados al progreso fuese
como fuese. Un ejemplo dramático de esta situación es la chilenización a la fuerza de los pueblos andinos del Norte de Chile[8].
[9] Entendida como
producción en masa de cultivos, principalmente cereales como el arroz,
el trigo, y en América el maíz, la quínoa y algunos tubérculos,
generalmente vinculada con infraestructura compleja como almacenes de
agua y canales de regadío, los que implican una organización comunal
para su construcción y mantención.
[10] Estudios arqueológicos sobre el Estado. En Arqueología y Sociedad (2005). http://books.google.com.co/books/about/Arqueolog%C3%ADa_y_sociedad....
[11] Ver la extensa producción del arqueólogo Tantaleán, quién la entrega de manera libre: https://unmsm.academia.edu/HenryTantale%C3%A1n
[13] http://es.wikipedia.org/wiki/Piñericosas
[14] Ver notas de The Clinic http://www.theclinic.cl/2014/08/13/donde-se-educan-las-familias-mas...
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