miércoles, 12 de noviembre de 2014

Un documental vapulea a los programas sobre la influencia de los alienígenas en la historia

Las cabezas megalíticas no requirieron extraterrestres para ser movidas.
Hay bastantes teleespectadores disconformes con la abismal mediocridad en la que han caído los canales cable autodenominados "culturales". Con escasas, respetables excepciones, se han convertido en un reducto de las pseudociencias.
Hay que tener el control remoto a mano cada vez que en National Geographic, en Discovery y especialmente en History Channel aparecen cosas como Contactos extraterrestres, Historias de ultratumba, Cazadores de fantasmas, Fantasmas y famosos, Mi historia de fantasmas o (la joya de la corona), la incomparable Alienígenas ancestrales que presenta Giorgio Tsoukalos. En los presuntos documentales paranormales o fantasmagóricos, lo que suele haber es un grupo de "investigadores" con estrambóticos artefactos electrónicos que registran ruidos raros e imágenes confusas, y se preguntan luego los unos a los otros "¿vieron eso?" u "¿oyeron eso?", sin que el espectador tenga la oportunidad de ver u oír gran cosa.
Un cínico podría razonar que, al fin y al cabo, no hay por qué preocuparse tanto. La humanidad viene lidiando desde hace siglos con las pseudociencias, desde la astrología y la alquimia hasta el psicoanálisis y el marxismo, de manera que no habría porqué hacer tanto escándalo. Lo lamentable es que, a nivel televisivo, esos mamarrrachos se dan antes o después de programas atendibles (la espléndida serie Apocalipsis, sobre las dos guerras mundiales; El universo o La historia de los Estados Unidos de History; o la más discutible pero generalmente interesante nueva versión de Cosmos), y cualquiera se hace un lío. Un teleespectador puede llegar a pensar que posee el mismo nivel de verdad afirmar que los extraterrestres construyeron las pirámides y que el Sur perdió la Guerra de Secesión. Al fin y al cabo, las dos cosas las dijeron en la tele.
Pero Alienígenas ancestrales (o Ancient Aliens) es, como se decía más arriba, la joya de la corona. Allí, Tsoukalos y sus cómplices, con reiterada colaboración del famoso fraude Erich von Daniken, se empeñan en convencer a su público de que todo lo que se ha hecho de importante en la Antigüedad, desde los comienzos de las civilizaciones mesopotámica o egipcia, los moai de la Isla de Pascua y hasta los "vitraux" de las catedrales medievales son producto de la influencia extraterrestre, o por lo menos evidencia de que los alienígenas han intervenido reiteradamente en nuestra historia.
Un saludable antídoto a esos dislates puede ser el documental Ancient Aliens Debunked, de Chris White, que puede verse en español en YouTube. Allí se recogen buena parte de los disparates dichos en el programa por Tsoukalos, von Daniken y otros cómplices, que luego son refutados con abundante información histórica, arqueológica y documental. No es cierto que la Gran Pirámide haya sido construida mayoritariamente con piedras de gran peso traídas de otra parte: el 85% del material es liviano, fue recogido en los lugares mismos de la construcción, y existen dibujos de la época que describen las técnicas empleadas. No tiene sentido que las piedras de Tiwanaku hayan sido "calentadas al láser" y fabricadas en un molde, cuando no hay una sola del mismo tamaño (¿un molde por piedra? ¿en serio?). Hoy no existe en la isla de Pascua vegetación que permita construir los rodillos con los que fueron transportados los "moai", pero sí evidencia de que la hubo en el pasado (no tuvieron que venir los ovnis a ayudar).
Y la lista sigue. El famoso "astronauta de Palenque" inventado por von Daniken se explica mejor por un conocimiento de la teología maya que por la visita de seres del espacio exterior. Los objetos redondos que aparecen en los "vitraux" medievales sobrevolando las imágenes de la Virgen y el Niño no son naves extraterrestres: un vasto estudio comparativo de pinturas de la época permite entenderlos como símbolos del Sol y la Luna, en algunos casos personificados con rostro humano. La calaveras de cristal que inspiraron la última aventura de Indiana Jones son un probado fraude.
Instrumentos, herramientas, hallazgos en enterramientos, son apilados por White y su equipo, uno sobre otro, para demostrar que los Grandes Galácticos no fueron necesarios para crear las primeras civilizaciones. Durante cerca de tres horas, el documental de White presenta su caso con evidencia y convicción. No quedan dudas de que Tsoukalos, von Daniken y su pandilla son unos chantas.
Conviene tener en cuenta empero que White es un cristiano evangélico conservador, para matizar con un grano de sal algunas de sus afirmaciones. El literalismo con que acepta la historia del Diluvio Universal y algunos datos sobre las visiones del profeta Ezequiel merecerían una mejor atención a los géneros literarios en la Biblia, y su empleo de la metáfora. Allí White y los suyos (pero es una objeción menor) se muestran menos rigurosos que en el resto de su trabajo.

Otro pro y algunos contras

Es muy bíblico el con-sejo de "examinarlo todo y retener lo bueno". El documentalista White conoce la frase (es de la primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses), y no debería enojarse si alguien la aplica también a su trabajo. Lo que ha hecho en Ancient Aliens Debunked es muy bueno, y también tiene su mérito otro extenso documental suyo, David Icke Debunked, que se dedica a demoler al conspiranoico Icke, quien sostiene que somos manipulados por los reptilianos. Otras cosas de White (algunas reflexiones sobre ovni y demonios) hay que contemplarlas en cambio con más espíritu crítico.

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