La Proto- Historia de la
Isla de Santo Domingo
Raíces de Nuestro Espíritu,
(2da. Parte)
Fuente; Guido Despradel Batista, Raíces de nuestro Espíritu. Santo
Domingo. Ediciones Renovación, 1971, p. 9-29, fragmento y re publicado en
Antología Literaria Dominicana, INTEC, Santo Domingo, 1981,
Recopilado por Ubaldo Solís Ureña
que América, en su proto-historia, era toda una. Este mosaico de islas
que constituyen el Archipiélago Antillano, no existía, y de Florida a Paría, se
extendía un fuerte macizo orográfico del cual las montañas de Quisqueya no son
más pequeños ramales. La unidad geografía de América, en tiempo de su
proto-historia, hay que afirmarlo, porque su existencia es necesaria para poder
desentrañar las primeras raíces de estos pueblos.
Pese a toda las afirmaciones en contra puede afirmarse, que América
tomó origen de una sola fuente, que pudo ser en si misma o fuera de ella, de
todo modo es la fuente original de todos los pueblos
Aún no se conoce con exactitud el verdadero nombre de nuestra isla en
los cientos de años de su existencia ente del descubrimiento el 12 de octubre
del 1492, no lo sabemos y quizá nunca se pueda saber ya que esa pre historia de
nuestra isla se han quedado en la bruma de un pasado que no dejo nada para
comprobarlo. Quizá tal vez se llamo Babeque, pueda ser que Haití, pero también
Quisqueya, como pudo ser Bubío . Pero pudiera ser que estos nombres
correspondieran a regiones de ella.
Los Ciguayos considerados como los primitivos pobladores, eran fieros,
hombres de presa, y se fueron a las montañas del norte de la Isla, a vivir en cuevas. De
tierra firme llegaron los Taínos, pacíficos labradores, posesionándose en las
llanuras estas regadas por innumerables ríos. Y para completar la disparidad de
pueblos que poblaron esta isla, llegaron otras razas: los Caribes y los
Macorixes, estos incursionan inesperadamente, sacando a los Taínos de sus
habitas obligándolo a correr hacia el Oriente y el Occidente para quedarse en
posesión de la región que hoy comprenden las provincia de San Francisco de
Macorís y Samaná.
El pueblo que estaba llamado a conquistar y dominar la isla, pero esta
conquista fue troncada por otro conquistador llegado de lejos, ya no en canoa,
sino en navíos, a imponer su dominio, en nombre de la cruz y el imperio
Desde dos puntos de vista han descrito los historiadores el carácter,
el tipo y las costumbres del indio de Quisqueya. Para unos, López de Gomara
entre ellos, el indio era “ de color castaño claro, que parece algo tiricia do,
de medina estatura y repecho,; tiene ruines ojos, lama dentadura, muy abiertas
las ventanas de las narices, y la frentes demasiado anchas; “ ellos y ellas son
lampiños, y aún dicen que por arte; pero todo crían cabellos largos, liso y
negro”. Y dice además, el ciego panegirista de Cortes, refiriéndose al carácter
del indio, que era “un grandísimo sodomítico, holgazán, mentiroso, ingrato,
mutable y ruin”
No se puede pintar un ser más detestable: pero si razonamos un poco y
llamamos a consulta historiadores que nos merezcan más créditos que ese López
de Gomera, quien, ambicioso de prebendas y de oro, falta a la veracidad
histórica por merecer la protección del poderoso conquistador de México, nos
daremos cuentas que esta descripción del indio de Quisqueya es, además de
falsa, injusta y denigrante
Para otros historiadores, y muy especialmente para el Padre Las Casas
quien convivió con el indio e hizo causa común con él, y quien además vino a
América, no a justificar la actitud de España, sino a servir a un alto
apostolado de moral y de justicia, el indio era hospitalario, manso, simple,
benigno, servil, y hasta el extremo que en él se podía ver realizado el ansiado
ideal del hombre bueno y sin malicias en sus estado primitivo de la naturaleza.
Y en cuanto al tipo del indio, afirmaba Las Casas que “las caras,
rostros y gestos tiéndalos graciosos y hermosos, hombres y mujeres; y cuando
los niños van creciendo son todos muy graciosos, lindos, alegres, corderitos
vivos y de buena ídole”. Y para que se vea que los primitivos habitantes de esta
isla no fueron monstruos, ni seres viles y despreciables como los pregonaron
por las naciones de Europa los cronistas e historiadores que querían presentar
como natural y justo el exterminio cruel que ellos hacían los súbditos de sus
Majestades Católicos apoyados en la fuerza de la cortante espada y en el Poder
de la Santa Cruz,
oigamos a Las Casas, hombres hombre también de España y espectador sensible de
los sufrimientos del indio,
cuando nos dice que “ en La
Vega, conocí a mujeres casadas con españoles, y algunos
caballeros, señores de pueblos, y otras en la Villa de Santiago, también casadas con ellos, que
era admirable su hermosura y casi blancas como mujeres de Castilla”. Agregando
Las Casas.” Yo vi un lugar o villa que se llamó de La Vera Paz, de sesenta
vecinos españoles, los más de ellos hidalgos, casados con mujeres indias
naturales de aquella tierra, que no se podía desear persona que más hermosa
fuese”. Con estas citas basta, aunque hay muchísimas más que dejan claramente
demostrado que el indio de Quisqueya, con la excepción de los Ciguayos, que
eran además escaso en número, era hablando desde el punto de vista de la
antropología, un tipo que podía catalogarse en el cuadro de las razas
superiores
sus costumbres y su religión así también lo confirman. Sin hacer uso de
muchos detalles, se puede decir que sus ritos y sus modales de vida eran
paganos. La pitonisa de Delfos tenía su reproducción exacta en el Bohiti
adivino que realizaba sus transportaciones en los ritos del Dios Corocoto. Y
sus ceremonias en loor a sus ídolos, con sus areitos suaves y sus libaciones
abundantes, no están muy lejos de las suntuosas bacanales que se celebraban en
Éfeso en honor de Artemisa y de Baco. Réstanos decir que la organización
pública del indio se ajusta en todo al sistema patriarcal.
El Cacique era un verdadero Señor, con un territorio determinado para
gobernar, y con súbditos que le pagaban sus tributos religiosamente y que le
prestaban reverencias y le guardaban admiración y respeto. Había una admiración
de justicia bastante equitativa, y existía la institución de la familia, aunque
aceptando el estado polígamico.
De todo esto se deduce que nuestra isla, en el momento del
descubrimiento, no estaba en un estado de barbarie que se la colocara fuera de
la consideración y del respeto que se le deben a todo conglomerado social que
desarrolla sus actividades vitales dentro de las más noble aspiraciones, en
cualquier porción del universo.
La Obra de España en la Isla de Quisqueya.
El mismo año en que se completaba la unidad monárquica de España con la
conquista del reino de Granada, descubría el aventurero genovés Cristóbal
Colón, hombre astuto y marino esforzado, la primera isla del continente
Americano. Por la fe cristiana y para provecho y honra de sus Majestades
Católicas, los primeros expedicionarios de España dieron principio a la
conquista y dominación de un mundo nuevo.
Fernando e Isabel habían fijado el rumbo del nuevo Estado Español, en
estas dos denominaciones; “Imperialismo, o sea espíritu de dominación y
preponderancia internacional, y Unidad Religiosa”. El primer punto se obtendría
entablando estrechas relaciones con las demás familias reales de Europa y
conquistando a viva fuerza las recién descubierta tierras de América; y el
segundo, expulsando los judíos, convirtiendo forzosamente a los moriscos,
establecidos en todo los reinos y dominios la inquisición y exterminio al
indio, ser hereje que no podía comprender la religión del Cristo, corregida y
aumentada, en su esencia y en su forma, por los Sabios y Santos Padre de la Iglesia
Ante la acogida franca, cordial y hospitalaria del aborigen de
Quisqueya, la primera fundación española en tierras de América fue una
fortaleza; La Navidad.
Esto basta para definir el espíritu de la Conquista Destruida
La Navidad,
surge La Isabela,
ciudadela de señores llenos de ambición, de furor y de prejuicios; y de la Isabela se van escalonando
los fuertes corazón adentro de la Isla. Estos hombres habían venido de España de
pelear con moros y de perseguir infieles, y esta isla Quisqueyana de América
sufrió dolorosamente de su crueldad y de su inexperiencia.
De todos los conquistadores y colonizadores de estas tierras. Colón fue
el más inepto, y nuestra isla la que sufrió las más fatales consecuencias.
España no sabía lo que venía a hacer a América. Después de tristes años de
lucha cruelmente exterminadora, el hombre venido de España tras un aloca
aventura y empujado por la ambición más torpe, comenzó a darse cuenta de lo que
debía hacerse en estos territorios recién descubiertos. El español conquistador
y colonizador se hizo en América, y por ello no es una paradoja afirmar que
América se conquisto y se colonizó a sí mima
Es necesario afirmar con Carlos Pereyra: “que el conquistador es un
hombre de España formado en América y que con las expediciones procedentes de
Sevilla, salen de la
Península los alumnos que van a graduarse en las escuelas del
Nuevo Mundo”. Porque es necesario advertir que solamente Don Pedro de Valdivia,
entre los grandes conquistadores, tenía antecedentes militares. Cortés vino no
siendo más que un mozalbete rimador y mujeriego; Pizzarro desconocía en lo
absoluto el uso de las armas, y Ojeda, el conquistador más brillante que lucho
en esta Isla, no era más que un brillante cortesano que hacía piruetas gallardas
sobre una viga saliente en la mesa de la Giralda, para divertir a la Reina Católica”. Y
nuestra Isla recibió de golpe todas las funestas consecuencias que acarraría
esta ignorancia. Al establecerse en nuestras tierras el español quiso vivir en
ellas como vivía en su península de origen. Los pobladores de la Isabela, en su mayoría
gentes cortesanas, no querían dejar de comer pan de trigo, y así los veinte
labradores venidos para ayudar a la tarea de fundación, después de inútiles
esfuerzos y atacados duramente por las fiebres, tuvieron que abandonar el
intento de cultivar en esta isla cereal tan extraño a su clima tórrido.
Se intento entonces hacer pan de cebada, porque el hombre de Europa no
quería dejar de ser Europeo, pero todo fue inútil. Y así, muchos pobladores de la Isabela perecieron; otros
abandonaron la isla; y con excepción de pocos que resolvieron adaptarse al
medio y aprendieron a comer pan cazabe, el resto dependió de España para la
provisión de trigo. Así fueron sus moradores abandonando a La Isabela, que equivalía a
alejarse del Atlántico, hecho que fue el primer error., de los muchos, con que
España hizo penoso y obscuro nuestro destino,
No se puede decir que el sitio donde estaba emplazada La Isabela era impropio para
el feliz florecimiento de una ciudad. Las costas atlánticas de la Isla son más saludables, y
hasta más bellas, que las costas del Caribe. Jamás he podido olvidar aquel
panorama que sirve de polícromo escenario a las olvidadas ruinas de la
abandonada Isabela. Como olvidar aquel sitio a la que debía ser Primada y más
primorosa urbe de América.
Sobre las costas atlánticas está el destino del mundo; a orillas del
Caribe nada tiene carácter d eternidad, porque el Caribe será siempre un eterno
enterrador de civilizaciones. España no debió dejar abandonada a La Isabela, porque con su
abandono nos dejó las puertas del Atlántico abiertas de par en par; y por lo
tanto, a merced de las invasiones de los cosarios que tenían en ese mar de
inmenso y maravilloso escenario de sus prodigiosas charrerías.
El abandono de la
Isabela torció por completo nuestro destino. Si esa ciudad
hubiera subsistido, los pueblos que florecieron en la costa norte no hubieran
sido destruidos porque habrían estado garantizados y supervigilados de cerca, y
los filibusteros no se hubieran establecido en la Isla, y no existirían, por
ende en ellos dos pueblos, que tarde o tempranos tendrá que perecer uno de
ellos, frente a la fuerza o superioridad espiritual del otro.
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