jueves, 14 de agosto de 2014

El plan de un nuevo Banco de Desarrollo para un naciente mundo en desarrollo

El plan de un nuevo Banco de Desarrollo para un naciente mundo en desarrollo

Brasil sostuvo el foco y la atención de toda la prensa mundial, una vez finalizada la Copa del Mundo, producto del acuerdo suscripto el pasado 14 de Julio en Fortaleza, en la Cumbre de países BRICS, (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); donde se terminó de delinear el plan para consolidar un Nuevo Banco de Desarrollo capaz de atender las necesidades de infraestructura de los países miembros y del resto de los países emergentes.
El plan de un nuevo Banco de Desarrollo para un naciente mundo en desarrollo El plan de un nuevo Banco de Desarrollo para un naciente mundo en desarrollo
La noticia sobresale en la agenda mundial por los desafíos que se plantea la nueva institución; a la vez que señala signos de un planeta que está cambiando.
Un Banco BRIC, con sede en China, Presidencia India y poder repartido.
En Marzo de 2013 en Durban, Sudáfrica; India propuso la creación de un banco de desarrollo conformado por los países miembros, que tuviera como objetivo movilizar recursos, fomentar la construcción de infraestructuras y el desarrollo sostenible en los países emergentes.  
Durante 2014 han acordado que el capital autorizado para operar sería de 100.000 millones de dólares, que los países se comprometían a consolidar en un plazo de siete años.
India ocupará la primera presidencia de turno de la entidad por ser el país que propuso la creación de este organismo. Dicha presidencia contempla mandatos de cinco años, que luego será asumida por Brasil, Rusia, Sudáfrica y China, respectivamente. Todas las decisiones se aprobarán por mayoría especial, es decir, con el apoyo de cuatro de los cinco representantes de los BRICS, lo que resulta una verdadera novedad en los mecanismos de decisión de las instituciones multilaterales.
Cada uno de los 5 fundadores participará en el capital del nuevo banco de igual manera proporcional, lo que superará considerablemente sus contribuciones al FMI y sus cuotas en el Banco Mundial. Rusia, India y Brasil proporcionarán 18.000 millones de dólares cada uno, Sudáfrica 5.000 millones de dólares y China 41.000 millones de dólares.
El nuevo banco, con su capital objetivo de 100.000 millones de dólares,  logrará convertirse en una de las entidades multilaterales de desarrollo más grandes del mundo.
Buscará caracterizarse  por una distribución equitativa de las participaciones del capital y la gestión de derechos. Y a diferencia de las instituciones occidentales, el Banco de desarrollo del BRICS ofrecerá préstamos que no supongan la necesidad de realizar ajustes estructurales, ni estén sujetos a condicionalidades macroeconómicas, sino a cumplir los desafíos propuestos en los plazos acordados. El Banco debería comenzar a funcionar en 2015 con sede en Shanghái. 
Una institución como respuesta innovadora a un mundo en cambio permanente. 
Al menos dos hechos difieren radicalmente del mundo de 1944, cuando tuvieron lugar los acuerdos de Bretton Woods que dieron origen a los organismos financieros  multilaterales; por un lado, la conciencia de los desafíos planetarios en términos de desarrollo y sostenibilidad; y por otra parte la composición geopolítica mundial.
El punto histórico de referencia no resulta fortuito, sino que sirve como parámetro para delinear la probable trayectoria futura de las entidades financieras de desarrollo que interactuarán en el mundo. 
En la actualidad, la población conjunta de las cinco naciones BRICS es de casi 3.000 millones de personas, es decir, un 40% de la población mundial. Con un producto conjunto de 15,8 billones de dólares, representan la quinta parte del Producto Interno Bruto Mundial. A su vez suman más de 6 billones de dólares en el comercio internacional.
El último informe publicado por el FMI, apunta que el crecimiento de la economía mundial este año será del 3,7%; y los países BRICS serán quienes tendrán un mayor crecimiento.
Dentro de este contexto; Brasil e India, por ejemplo, necesitan desesperadamente mejorar su infraestructura, un área en la que China tiene gran experiencia. China, a su vez necesita gas para reducir la contaminación generada por el carbón, y quiere diversificar sus suministros. 
Estos y otros desafíos planetarios, exigen una necesidad financiera, a la que las instituciones internacionales no parecen estar en condiciones de dar respuesta.
En un reciente artículo del NY Times, el Premio Nobel Joseph Stiglitz, señalaba que antes de la  crisis de 2008, Ben Bernanke, dijo que había un exceso de ahorro: Tuvimos demasiados ahorros. Stiglitz infería a continuación, “Él debe haber estado viviendo en un planeta diferente al que yo vivo. Porque cuando viajé por África, y otros países en vías de desarrollo, lo que se observa no es un problema de demasiados ahorros. Pude ver lo suficiente, un problema de enormes necesidades de inversión. Y el verdadero problema, residía en que las instituciones financieras existentes no estaban tomando los ahorros y relocalizándolos donde más se necesitaban.” 
El mundo ha cambiado, y hoy en día Estados Unidos y Europa tienen una mayor representación en ambas instituciones que lo que representan verdaderamente en la economía mundial.
Así lo argumenta Guido Mantega, Ministro de Hacienda de Brasil; para quien, “EE.UU. lleva cuatro años obstaculizando fuertemente la reforma del FMI y ello está minando la confianza en esta institución. “
En el marco actual, las cuotas de Estados Unidos, permiten controlar cómo se usan los recursos del Banco Mundial. La reforma propuesta hace tiempo por el FMI para otorgar más derechos a los poderes emergentes se retrasa constantemente. 
Suma en esta cuestión el hecho referido a  que, cuando un país solicita ayuda financiera del Banco Mundial o del FMI, tiene que aceptar una serie de ajustes estructurales, lo que se traduce en recortes del gasto público, fin de subsidios o congelación de sueldos.
Los países BRICS han sido parte de dichos programas en el pasado y hoy buscan forjar un presente diferente; por lo que enuncian un banco con condicionalidades de plan de pago, pero no de requerimientos de ajustes macroeconómicos. 
Latinoamérica y Asia han sido sujetos  de los programas del FMI en el pasado,  pero es un hecho que no se presenta en la actualidad. Hoy los deudores más importantes del FMI son países europeos como Grecia, Portugal e Irlanda salvados de las crisis económicas. Por lo que la siguiente pregunta aparece en los encuentros donde se delinean las nuevas organizaciones “¿Por qué los BRICS tienen que soportar la falta de respuesta de los organismos de crédito, apoyados en las crisis europeas,  si su comercio con esos países es minúsculo?” 
El camino transitado hacia un presente diferente
La posguerra generó la imperiosa necesidad de financiar la reconstrucción de Europa. Para tal fin, en el marco de los acuerdos de Bretton Woods, se determinó la creación de un banco de desarrollo para recuperarse de la Segunda Guerra Mundial con la constitución del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), que luego devino en el conocido Banco Mundial; y por otra parte se convino la creación del FMI, que en su origen, debía garantizar la estabilidad del sistema monetario internacional después de la crisis financiera de 1929.
Así quedaba establecido un nuevo orden económico que se ajustaba a los preceptos de que cada estado debía definir su moneda en función del oro o el dólar americano, cuyo valor podía fluctuar en torno al 1% de la paridad oficial, y cada estado debía velar por sostener esa paridad mediante el equilibrio de su balanza de pagos.
Así funcionó hasta 1976, donde al desaparecer el sistema de cambio fijo con relación al oro, el FMI heredó un nuevo papel ante los problemas de deuda de países en desarrollo y ante las crisis financieras internacionales.
Con esta nueva arista quedó definida la regla de que todo miembro tiene acceso automático al 25% de su cuota, ante dificultades de balanza de pagos. Y ante la necesidad de precisar más fondos, deberá aceptar un plan de estabilización propuesto por el organismo.
Durante los primeros años donde se desataron crisis de deudas, fundamentalmente en América Latina, África y algunas zonas de Asia; el FMI cumplió un papel de enorme peso específico en la toma de decisiones. Los países siguieron con un alto nivel de cumplimiento las condicionalidades de los planes de estabilización. En la generalidad de los casos, los planes preveían recortes y ajustes a las acciones del estado en pos de generar un dinamismo de mercado.
Con el paso del tiempo comenzó a quedar en evidencia, la inefectividad de dichas políticas para hacer frente a los desequilibrios en los diferentes países.
El fracaso de dichas políticas para estabilizar las zonas donde fueron aplicadas, evidenciados en las crisis de deuda de los países mencionados en el período 95 – 2003, quedó latente en el nuevo ciclo iniciado y se acrecentó con la crisis de 2007 en Estados Unidos y Europa.
Los organismos de crédito tradicionales se asociación a una estructura del mundo que ha ido sumando diferentes desafíos, y hoy no logran ser representativos de las necesidades de dichos cambios.
La resistencia a aceptar ese cambio en el ciclo de la economía global por parte de Estados Unidos y Europa quedó en evidencia en el congelamiento de la redistribución del poder en el FMI y el Banco Mundial.
El FMI no tiene el mecanismo de elección democrático de un país, un voto. El peso europeo en el Consejo de Administración, órgano de gobierno de la institución, le asegura una posición de privilegio para imponer un candidato. Estados Unidos, al concentrar el 16% del capital del FMI, posee poder de veto, porque la forma de tomar decisiones requiere el 85% de los votos representados. En este plano se establece el acuerdo implícito con Europa para la distribución de cargos: el Banco Mundial para un estadounidense y el Fondo para un europeo. 
El camino transitado comienza a explicar el surgimiento de motivaciones que hasta hace poco tiempo parecían irreales. A la voluntad de crear organismos propios representativos de bloques de poder económico mundial, se suma la tendencia a desdolarizar el comercio internacional.
Este nuevo banco operará en las monedas nacionales, y se suma como hecho trascendente en esa dirección al acuerdo que han suscripto Rusia y China para la provisión de gas, valuado en 400.000 millones de dólares a 30 años, cuyo pago podría producirse en yuanes y rublos.
El peso relativo de estas tendencias no logran alterar el orden mundial, donde aún desde lo logístico el dólar es la unidad de valor universal; pero comienzan a dar señales de desarrollos que siguen direcciones difententes. 
Retos en un planeta que exige nuevas y mejores soluciones. 
La necesidad de un nuevo banco de desarrollo es evidente. 1.400 millones de personas carecen aún de electricidad fiable; 900 millones, de acceso a agua potable; y 2.600 millones, de un sistema sanitario adecuado. Al mismo tiempo, unas 2.000 millones de personas se trasladarán a vivir a las ciudades en el próximo cuarto de siglo.
Se suma a los desafíos latentes, la imperiosa necesidad de que las inversiones a realizar sean medioambientalmente sostenibles. 
Algunos estudios que dan cuenta de este futuro que comenzamos a transitar, estiman que el gasto en infraestructuras en los países emergentes, debería casi triplicarse; pasar de los 800.000 millones de dólares a, a los casi 2,5 billones de dólares anuales en el mediano plazo.
Siguiendo la línea del peso relativo que ocupan hoy los créditos de los bancos multilaterales, es difícil que su ayuda cubra más del 5% de las necesidades proyectadas. 
El rol de éste nuevo banco y probables organizaciones futuras comienza a ser cada vez más tangible e imperioso para dar respuesta a los retos del planeta.
Stiglitz marca que será muy importante el rol de la nueva conciencia de gobierno. “Por ejemplo, no había conciencia de la amenaza representada por el cambio climático, ni de que todos los países deben reducir sus emisiones de los gases con efecto invernadero y adaptarse a los cambios, que serán particularmente desfavorables para los países más pobres. Asimismo, no se entendía la innovación y las oportunidades que entraña la búsqueda de vías más sostenibles de crecimiento económico no excluyente.”
El desafío está planteado. Los riesgos existen. Muchas veces otros intentos de organizaciones similares han naufragado en sus iniciativas. Por citar un ejemplo reciente, En el 2009, Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Uruguay anunciaron en un marco similar a este intento la creación del llamado Banco del Sur. Según el anuncio, el Banco del Sur tendría un capital inicial de $20,000 millones para reemplazar al Banco Mundial y al FMI. Sin embargo, el Banco del Sur nunca se materializó.
Deberá correr tiempo para evidenciar si el Banco BRICS se convierte en un evento significativo de la historia económica y del rol de los organismos financieros multilaterales. La ocasión parece ameritar la participación y compromiso de todos, dejando de lado visiones contrapuestas.
Lo evidente e impostergable resultan los retos y desafió que presenta el mundo que se viene; y las respuestas necesarias parecen requerir que sigan la dirección de esta iniciativa.
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