El largo y sinuoso camino de la Democracia en América Latina
Esta
región es la única del mundo donde conviven gobiernos democráticos con
amplios sectores de su población con un nivel de vida por debajo de la
línea de pobreza.
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Hace
cuatro décadas, casi todos los gobiernos en América Latina eran
autoritarios: solamente en Colombia, Costa Rica y Venezuela se elegía
con regularidad a las autoridades públicas mediante procesos electorales
libres, abiertos y competitivos.
Hoy en
día, por lo contrario, y a pesar de sus carencias y déficits, la
democracia es la forma mayoritaria de gobierno que se practica en la
región.
No
obstante, América Latina presenta una paradoja: es la única región donde
conviven gobiernos democráticos en la casi totalidad de los países que
la integran, con amplios sectores de su población con un nivel de vida
por debajo de la línea de pobreza.
“Sí, en
América Latina, la distribución del ingreso es la más desigual del
mundo; asimismo, las tasas de homicidios son las más elevadas del
planeta y hay altos niveles de corrupción. En ninguna otra región, la
democracia tiene esta combinación que repercute en su calidad”, señaló
Daniel Zovatto, director regional para América Latina del Instituto
Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA
Internacional), en el Auditorio Dr. Héctor Fix-Zamudio, del Instituto de
Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Universidad Nacional.
Categorías inservibles
En su
conferencia magistral “El estado de la democracia en América Latina”,
que abrió el Seminario Internacional “Derechos Políticos, Instituciones
Electorales, Sistema de Gobierno y Democracia”, organizado por el IIJ
—en colaboración con el Instituto Iberoamericano de Derecho
Constitucional (IIDC), el Instituto Nacional Electoral (INE), el
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), la
Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos Electorales
(FEPADE) e IDEA Internacional—, el doctor en Derecho Internacional por
la Universidad Complutense de Madrid dijo, además, que, en su opinión,
asistimos, tanto en el plano global como en el ámbito regional
latinoamericano, a un cambio de época más que a una época de cambios.
“Como bien
advierte el sociólogo francés Alain Touraine en su reciente trabajo El
fin de las sociedades, la transición del capitalismo industrial al
capitalismo financiero y especulativo ha vuelto inservibles, al
vaciarlas de contenido, casi todas las categorías políticas sociales del
pasado: Estado, Nación, Democracia, Clase, Familia, que nos ayudaban a
construir la sociedad, pensar las prácticas sociales y gobernar al
mundo.”
Desajustes
Cabe decir
que la World Values Survey (Encuesta Mundial de Valores) revela un
crecimiento del consenso mundial en torno a la importancia de las
libertades individuales y la igualdad de género, así como en torno a la
intolerancia al autoritarismo, a partir de lo cual se explica la
insatisfacción con los sistemas políticos y las instituciones de
gobierno.
De esta
manera, una de las características centrales del proceso democratizador
en América Latina son precisamente los desajustes que se han producido
entre la política y la sociedad.
Al
respecto, Zovatto declaró que, en las últimas décadas, estos desajustes,
junto con las crisis de gobernabilidad que suelen acompañarlos,
condujeron a los países latinoamericanos a una intensa agenda de
reformas constitucionales, políticas y electorales, dirigidas a
equilibrar, ajustar y sintonizar los sistemas políticos con realidades
sociales dinámicas y con las crecientes exigencias de la ciudadanía, que
demanda más y mejores niveles de representación, participación,
eficacia en la gestión de gobierno, transparencia y rendición de
cuentas.
“En
resumen, la región puede mostrar, por primera vez en su historia, 35
años de gobiernos democráticos, con algunas salvedades; sin embargo,
persisten profundas desigualdades, subsisten niveles considerables de
pobreza y existe, en buen número de países, una marcada debilidad
institucional y altos niveles de corrupción y violencia, todo lo cual ha
producido un aumento de los niveles de insatisfacción ciudadana con el
funcionamiento de la democracia.”
En otras
palabras, América Latina ha construido una democracia de mínimos que ha
durado tres décadas y media por primera vez en su historia. Ahora, de
acuerdo con Zovatto, el reto consiste en construir una democracia de
calidad, incluyente, gobernable y sostenible en el tiempo.
Elecciones
Según el
Índice de Democracia Electoral (IDE), entre 1977 y 2008 se registraron
significativos avances en la región en materia de la calidad de las
elecciones, que han continuado durante el último quinquenio.
“Es
conveniente aclarar, empero, que este indicador sólo recoge los
elementos básicos para la definición de una democracia electoral, por lo
que muchas de las dispersiones que suelen afectar los procesos
electorales, sobre todo en los últimos años, no aparecen reflejadas en
el mismo, entre ellas, la falta de condiciones de equidad en la
competencia electoral y la imparcialidad de los organismos electorales”,
comentó Zovatto.
En cuanto a
los resultados cerrados en algunas elecciones, se puede indicar que
erosionaron bastante parte de la credibilidad ganada, lo que trajo como
consecuencia que en algunos países se presentaran crisis
político-electorales de variada intensidad y duración.
“Las dos
últimas elecciones presidenciales de 2006 y 2012 en México, así como las
de República Dominicana en 2012, Venezuela y Honduras en 2013, y El
Salvador en 2014, entre los casos más recientes, son claros ejemplos de
ello.”
Cuatro grandes grupos
A pesar
del indudable progreso democrático registrado durante las últimas
décadas en América Latina, muchos países de la región constituyen
todavía democracias frágiles, caracterizadas por unos niveles de
participación electoral medios o bajos, una cultura democrática débil y
la existencia del fenómeno del caudillismo político.
Zovatto
aseguró que, al resumir los resultados de un estudio comparado sobre la
calidad de las democracias en América Latina que realizó un equipo de
expertos encabezado por el cientista político italiano Leonarlo Morlino y
de tres índices que abordan aspectos relacionados con el desempeño de
la política para tratar de medir los distintos grados de calidad de la
democracia (el de Freedom House, el de Desarrollo Democrático de la
Fundación Konrad Adenauer y Polilat, y el de Democracia de la Unidad de
Inteligencia de The Economist), es posible llegar a la
conclusión de que las democracias latinoamericanas tienen un alto grado
de heterogeneidad y pueden ser agrupadas en cuatro grandes grupos.
“El
primero está integrado por tres países con los índices más altos de
democracia de la región: Uruguay, Costa Rica y Chile; el segundo, el más
numeroso, por nueve países con índices medios de democracia, si bien
con diferencias muy importantes entre ellos: Argentina, Brasil, México,
Perú, Panamá, República Dominicana, El Salvador, Paraguay y Colombia; el
tercero, por seis países con índices bajos de democracia: Ecuador,
Guatemala, Bolivia, Venezuela, Honduras y Nicaragua; y el cuarto y
último, por un solo país: Cuba.”
Proyecto UNAM – El Universal
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