martes, 3 de febrero de 2015

¿multiculturalidad o reparto espacial de culturas? Observación participante en plaza de lavapiés (madrid)

¿multiculturalidad o reparto espacial de culturas? Observación participante en plaza de lavapiés (madrid)

http://ssociologos.com/2015/02/02/multiculturalidad-o-reparto-espacial-de-culturas-observacion-participante-en-plaza-de-lavapies-madrid/

 El siguiente artículo es un análisis de observación participante (en su grado mínimo de participación y máximo de observación)  elaborado por un grupo de estudiantes para fines académicos, cuyo objetivo principal era un análisis de interacciones sociales en una institución social tan común y conocida como es una plaza pública. Está enfocado desde una perspectiva puramente cualitativa donde se recogen las concepciones interaccionistas simbólicas y dramatúrgicas de Goffman como lentes analíticas. El proceso de observación se limitó, por indicaciones académicas, a dos sesiones de tres horas cada una. En cuanto al objetivo de la investigación tiene más un fin experimental que de comprobación de hipótesis, siguiendo de esta manera el consejo genuinamente cualitativo de evitar hipótesis y diseños rígidos. No obstante, el objetivo de la investigación es comprobar hasta qué punto el barrio de Lavapiés (con la Plaza de Lavapiés como exponente social) es un barrio multicultural, es decir, en el que conviven y se entremezclan diversas culturas, más allá del reparto espacial del barrio. Veremos que las conclusiones de este análisis, que pese a ser claramente amateur y poco riguroso, nos ofrecen un esquema de significados, de ocupación espacial y de caracterización de los actores sociales muy interesantes y cargados de contenido sociológico.¿multiculturalidad o reparto espacial de culturas? Observación participante en plaza de lavapiés (madrid)

1. CARACTERIZACIÓN DE LA INSTITUCIÓN Y CONTEXTO
Hemos elegido como contexto de observación un elemento que está presente en todos los núcleos poblacionales del mundo, pero que a la vez toma formas muy distintas: la plaza. Una plaza es un espacio urbano público, amplio y descubierto, en el que se suelen realizar gran variedad de actividades. Por su relevancia y vitalidad dentro de la estructura de una ciudad se las considera como salones urbanos, metáfora muy apropiada para relacionarse con el enfoque del análisis que vamos a utilizar: el análisis de significados/cualitativo a través de las teorías del interaccionismo simbólico y la dramaturgia.
Son el elemento nuclear de una población, el lugar alrededor del cual comienzan a levantarse las edificaciones más representativas, con lo que se convierten en símbolos del poder, y en ocasiones reflejan la dualidad de poder (religioso y político). En ellas se concentran gran cantidad de actividades sociales, comerciales y culturales. Las funciones simbólicas, tanto políticas como religiosas son de gran importancia en estos espacios, siendo elegidas para la celebración de coronaciones, ejecuciones, manifestaciones, procesiones, canonizaciones… A menudo son elegidas para levantar en ellas monumentos conmemorativos o estatuas, elementos típicamente simbólicos. Sus dos funciones históricas son la económica y la de atención y control por los poderes públicos.
El barrio de Lavapiés es un antiguo barrio judío construido a extramuros (por lo que es un arrabal, un barrio típicamente pobre y marginal anterior a la Revolución Industrial). Desde el principio (es uno de los barrios más antiguos) se caracteriza por ser multicultural y apartado del centro, pese a situarse muy cerca del centro de la capital. Fue abandonado después de la Guerra Civil por encontrarse “a extramuros”. A finales de los 80 la población envejece, las casas se deterioran y se forman corralas, llamadas “chabolismo vertical”. En los 90 a causa de la mala política urbanística y la especulación inmobiliaria se abandonaron definitivamente muchas casas: inmigración y okupas hicieron un barrio muy activista y multicultural. Se cree que el 50% de la población es extranjera (sobre todo maghrebís, iberoamericanos, subsaharianos e hindúes y pakistanís, en menor medida asiáticos). Hoy es el barrio más multicultural y con más movimiento vecinal (Tabacalera, La Quimera, diversos centros okupas, la Corrala…)
La propia plaza de Lavapiés es el corazón neurálgico de Lavapiés. Toma su nombre de una antigua fuente utilizada por los judíos para sus rituales religiosos. En ella se encontraban numerosas industrias importantes como la Real Fábrica de Coches, de Cervezas y próxima a ella la Tabacalera. En 1936 se construye la boca de metro Lavapiés en la misma plaza. En 2004 se construye el Teatro Valle Inclán con una clara función gentrificadora en esa zona.Captura de pantalla 2015-02-01 a las 23.30.48
2. ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO
La plaza de Lavapiés tiene una forma en “V” o de cuña marcada por las dos calles con circulación restringida de vehículos (Calle Lavapiés y Calle Ave María) que se cruzan en el inicio de la plaza y que se “cierran” con la Calle de la Fe que las atraviesa, que corresponde a una zona más central caracterizada por la presencia del Teatro Valle Inclán, la boca de metro Lavapiés y un supermercado “Carrefour”. La calle izquierda (Lavapiés) es de “bajada”, es decir, hacia la boca de metro y la calle derecha (Ave María) es de “subida” desde la boca de metro.

Además, la zona central de intersección tiene un nivel inferior de un par de metros con respecto a la parte superior de la plaza, zona de divergencia de las calles, por lo que se trata de una plaza con gran desnivel.
En la Calle Lavapiés costean varios comercios: más cercano a la zona de intersección hay una Casa de Apuestas, seguida de un Locutorio y después de una sucursal bancaria de “Bankia”. En la Calle Ave María costean entidades más diversas: más cercano a la zona de intersección se encuentra una facultad de la UNED, una sucursal bancaria del “BBVA”, dos pequeños comercios (ferretería y arreglos), un locutorio, dos restaurantes de comida exótica con sus respectivas terrazas y una frutería.
La zona de la plaza está compuesta por tres bancos del lado de Ave María y cuatro del lado de Lavapiés que suben con las calles. En el centro hay una valla baja semicerrada, con forma de “U” sin función aparente. Más arriba, tocando con Calle de la Fe, hay un parque infantil relativamente nuevo cercado con vallas bajas y con diversas actividades para niños. A su izquierda hay un Kiosko cerrado.
A nivel no de calle sino “aéreo”, apartado de la plaza, encontramos varios símbolos en los balcones: por un lado un par de sábanas con mensajes “okupas” escritos y por otro lado una bandera republicana y otra monárquica. Se puede observar una cargada simbología ideológica en los balcones de una plaza tan pequeña que cumplen la función de estímulos ideológicos en una zona propensa a este tipo de estímulos.
Se trata por lo tanto de una plaza muy viva, con mucha actividad económica y lúdica y con posibilidades de tránsito y de estancia que dan pie a muy diversas interacciones sociales.Captura de pantalla 2015-02-01 a las 23.31.00
3. ANÁLISIS DE LAS OBSERVACIONES
Tras haber analizado el contexto espacial, histórico y filosófico de la plaza en cuestión, podemos plantear una serie de hipótesis que seguiremos a lo largo del trabajo y que intentaremos verificar mediante la observación empírica. La primera y principal es que probablemente nos encontramos con un espacio multicultural en el que conviven diferentes grupos sociales culturales a los que se cruza a su vez tres variables esenciales: la etnia, el género y la clase social.
Por otro lado, teniendo en cuenta la naturaleza del espacio de la plaza, esperamos observar un espacio de tipo “encuentro” y de una gran actividad social que necesitará de una vigilancia más simbólica que coercitiva para ese importante núcleo de actividad.
Por último desgajaremos las diferencias y similitudes en las acciones, relaciones y significados en los grupos y actores que se encuentran en los dos momentos diferenciados que hemos elegido.
Al tratarse de una plaza céntrica y con mucha actividad, hemos podido distinguir muchos grupos e interacciones, así como tipos de actores y respectivos roles y estatus. Tremenda cantidad de información nos ha obligado a quedarnos con aquellos sujetos y grupos más interesantes para el análisis de significados, teniendo que desechar mucha información. La tipología de los actores se hace por lo tanto muy difícil, por lo que preferimos utilizar no los actores sino los grupos o equipos sociales como unidades de análisis, siguiendo los consejos de Goffman.
OBSERVACIÓN MIÉRCOLES 19:00-22:00
En un primer momento distinguimos un tipo de actor con un rol muy importante que se paseará por esta zona continuamente y en pareja. Se trata de dos policías hombres en coche o bien en motos que vigilan toda la zona de la plaza y se vuelven a ir, hasta en veinte ocasiones en dos horas. Pese a que su estatus no sea muy importante a nivel societal (en cuanto a ingresos, prestigio etc), cumplen un rol fundamental de vigilancia y control en esta zona: son la encarnación misma de la autoridad en la plaza y se esfuerzan continuamente en establecer una distancia mistificadora con su audiencia ya sea a nivel conversacional o sólo con gestos simbólicos (como miradas de desprecio hacia los bancos con población “marginal”, actitud vigilante y severa). Su interacción social es más gestual o de presencia que directa o conversacional: están creando interacción, influyendo sobre las conductas del resto de actores de la plaza sólo con su presencia, lo que les confiere un gran poder en sentido weberiano de influencia en las conductas de los demás. Ahora bien, su mayor interacción directa es la de conversación con un anciano problemático que molestaba a unos niños que juegan al balón en la zona del parque infantil (función de control) y de informar a actores transeúntes que les preguntan cosas (función de información). La ocupación social del espacio de este grupo se limita a subir por la calle Ave María, quedarse en la zona superior de la plaza (denominada “Zona de Policía”, desde donde se puede ver toda la plaza) y bajar por la Calle Lavapiés.
Uno de los grupos principales está compuesto por una cantidad variable de hombres jóvenes (de 4 a 10) de procedencia africana que se sitúan en la puerta de la Casa de Apuestas durante toda la observación. El estatus de estos actores es probablemente el más bajo socioeconómicamente hablando ya que ocupan un tiempo laboral en charlar en la puerta de la Casa, apostar cada tiempo y contactar con otras personas (por teléfono o yéndolas a buscar) para apostar, por lo que podemos concluir que se dedican a eso, a actividades mal vistas socialmente y hasta alegales. Este grupo se caracteriza por el protagonismo de uno o dos jóvenes que monopolizan la conversación y que gesticulan mucho (muchos gestos simbólicos para representar mejor su narración) para su auditorio, por lo que podemos pensar que tienen un rol predominante de “coordinadores” del grupo, de entretenimiento y hasta de control, dando a veces órdenes. Uno de estos dos “coordinadores” será el “Hombre-llave” que permitirá contactar con otro grupo similar al otro lado de la plaza. Un grupo de 2 o 3 otros actores tiene un rol menor, que es el de “capataces” que reciben órdenes de los “coordinadores”, tienen la tarea de llamar por teléfono, saludar a individuos que pasean cerca del grupo e ir a recoger dinero en mano (en estas situaciones es fácil distinguir las regiones posteriores, donde el coordinador elabora la tarea o  donde los capataces van a por el dinero o a llamar por teléfono).
Otro grupo similar al anterior, en cuanto a composición, acciones e inamovilidad en el tiempo, es el grupo formado por una cantidad variable de individuos (3 a 6) también jóvenes de procedencia pakistaní situados en la verja central de la plaza. Se entiende que tienen un estátus similar al grupo anterior al permanecer inactivos, productivamente hablando, en el centro de la plaza y ejerciendo las mismas acciones que el otro grupo: discusión, llamadas de teléfono y saludos varios a otros integrantes que pasan por ahí. En este grupo, el rol de “coordinador” lo tiene el más viejo y es el que más habla para su auditorio. No parece dar órdenes pero sí intercambia mucha información. Los más jóvenes, mejor vestidos que el primero, están más callados  y le prestan mucha atención.
Llega un momento en que la calma aparente de la discusión se desvanece y dos de los espectadores comienzan a gritarse y a adoptar actitudes agresivas y llegan al punto de comenzar una pelea, en tono de broma en todo momento. Parece que uno de ellos ha conducido mal la conversación hacia ámbitos personales del otro, cosa que ha interpretado como una ofensa y establecimiento de un conflicto emanado de una mala comunicación. No obstante, mediante un proceso de empatía y de “ponerse en el lugar del otro” (utilización del self), el ofendido ha evaluado que la ofensa no es tan grande como para tomarla en serio y que no existe una intención maligna en esas palabras. Por lo tanto, ha sofocado el conflicto con un par de golpes amistosos pero de atención hacia el compañero para evitar que se produzca otra disonancia en la conversación. Esta virtual batalla ha endurecido el rol del ofendido y ha solicitado mayor respeto: es muy probable que el conflicto no se deba a las palabras sino a un conflicto de roles (dos personas que intentan “brillar” frente al “coordinador” del grupo para obtener más confianza de él).
Existe un tipo de actor bastante peculiar, que no se relaciona directamente con nadie pero que a la vez crea indirectamente un auditorio para sí mismo. Esta figura paradójica de “showman” asocial se repite varias veces en diferentes individuos pero con pautas comunes. Tenemos por un lado a tres actores que aparecen en momentos diferentes, es decir que no coinciden, que no se relacionan con nadie pero que a la vez atraen toda la atención de su zona mediante estímulos visuales simbólicos: un hombre de etnia gitana encorvado vestido de azul celeste, sombrero de copa y con una muleta que se pasea, un hombre de procedencia africana bien vestido que se pasea con un peinado que deja ver en su nuca la palabra inglesa “SEX” afeitada y un grupo de tres hombres montados en “Segway” (vehículo de dos ruedas a la par motorizado) que dan vueltas por la plaza y desaparecen. Esta tipología de actor se pasea sin rumbo aparente y parece querer demostrar su singularidad e individualidad mediante los estímulos visuales nombrados.
En cuanto a acciones interesantes para el estudio que se desarrollan en la plaza, podemos mencionar una escena sociológicamente muy interesante. Desde una óptica goffmaniana, se trata de una escena típica de “reconducción de la situación” solo que no se da en una conversación sino únicamente con gestos cargados simbólicamente. Una madre subsahariana y su hija cargadas con la compra y un bolso se dirigen plaza abajo hacia la boca de metro cuando un tercer individuo, joven de procedencia maghrebí, entra en escena y, como se dirige en la misma línea que la madre y la hija pero en dirección opuesta, hace amago de tirar del bolso ante una madre despistada. Sin embargo la madre siente el tirón y se gira enfurecida: es obvio que el joven ha intentado robarle el bolso aprovechando que iba muy cargada y pendiente de su hija. En ese momento de identificación de las intenciones de la mujer, el joven simula una caída para reconducir la situación y dice simplemente “Perdona, me estaba cayendo”. Ha intentado encubrir con una conducta inocente una acción subyacente fallida, con el objetivo de no poner en su contra a toda una audiencia que ha experimentado la escena. No obstante la madre, probablemente por experiencia pasada, procesa una reacción de rechazo a esa explicación, desconfiando del hombre y manteniendo una mirada señaladora.
Un grupo social que desvió gran parte de nuestra atención se compone principalmente por el hombre “naranja”, un hombre de mediana edad y origen español que se sitúa en un primer momento en el centro de la plaza junto a la verja. Es un de los pocos casos en los que se relacionan personas de etnias distintas, pues el joven pregunta a unos sudamericanos algo mientras toman una cerveza. Su estatus en comparación con el resto de españoles que aparecen en la plaza es de lo más bajo, conoce a mendigos y a gente de otras nacionalidades, lo que invita a pensar que viva en este barrio y frecuenta la plaza de Lavapiés.
Al poco tiempo aparece una mujer, de edad aproximada a la del hombre “naranja” y del mismo estatus socioeconómico, deducimos que es su esposa, o por lo menos la madre de su hijo pues lleva consigo un carrito con un niño del que el varón se encargará durante unos 20 minutos. La mujer parece subordinada al hombre en esta escena: éste de una manera muy evidente y gesticulando mucho, monopoliza la conversación y echa la bronca a su mujer durante un largo espacio de tiempo. Además es esta quien más se centra en el cuidado del niño se da una clara situación de patriarcado, ella es quien trae y quien lleva al niño y quien parece más preocupada por una relación aparentemente inestable fruto de una falta de empatía por parte del hombre “naranja” quien en todo momento parece ebrio.
El auditorio más claro que observamos a lo largo de la tarde lo protagoniza un hombre de avanzada edad, de procedencia africana, que se encuentra en todo momento en solitario, sin pertenecer a ningún grupo social. El estatus de este actor es uno de los más bajos de toda la investigación, aunque hace algo para remediarlo, toca canciones en terrazas de restaurantes para conseguir algún tipo de sustento económico. Este personaje se caracteriza por concentrar la atención de un gran número de personas cuando canta, como ya hemos apuntado antes un auditorio claro y prolongado en el tiempo, unos 15minutos de actuación. Mientras el “guitarrista” canta nadie más habla en la escena, durante un rato las conversaciones desaparecen y si hay alguna es en un tono de susurro y muy cortas. Su relación con los espectadores es muy cálida, es una persona amigable y gracioso, la gente lo recibe bien y se abren al artista, todos menos los hindúes, los dueños del local, que para ser inmigrantes son de los actores con un nivel socioeconómico más alto y le rechazan, apenas cruzan una sola mirada con él, pese a estar tocando en la terraza de su local, la relación es fría casi inexistente y unicamente uno de los asiáticos se acerca al “guitarrista” le dice algo breve en voz baja y desaparece. El artista abandona la escena en dirección sur.
El siguiente grupo social goza del estatus social y económico más alto. No es un grupo cerrado, son varios separados en distintas mesas, pero tras una larga observación generalizamos e incluimos a todos en un mismo grupo o equipo social pues todos son de origen español, de piel blanca y bien vestidos. Todos están consumiendo algo en el bar, cervezas, refrescos, o algo de comida para cenar. Se encuentran a escasos metros de lo que es la parte pública de la plaza y no hacen ademán de relacionarse ni mezclarse con gente de otras etnias que se encuentran sentados en los bancos a escasos metros en ningún momento. Se dividen casi a partes iguales por género, 11 mujeres y 9 hombres sentados en la terraza, todos mantienen conversaciones relajadas y en un tono de confidencialidad. Esta serie de actores ocupa su tiempo con ocio, es un miércoles a las 21:00 la mayoría de estos personajes habrán salido del trabajo y han quedado para tomar algo los otros serán turistas.
SÁBADO 19:00-22:00
A continuación vamos a presentar la otra cara de nuestra observación en la plaza de Lavapiés, que se realizó, en contraste con el miércoles, un sábado, pero a la misma hora que la anterior, de 19 a 22h. Del mismo modo que ha sido estructurada la parte precedente, analizaremos uno por uno los actores o equipos que hemos encontrado, explicándolos y poniéndolos en relación a las categorías del protocolo (interacción social, ocupación social del espacio, etc).
En primer lugar, localizamos en muchas ocasiones a lo largo de toda la tarde un equipo fundamental en la plaza compuesto por tres actores: una madre, un hijo pequeño y un padre. El actor madre engloba a mujeres cuya edad parece estar comprendida entre los 30 y los 40 años. Su fachada personal denota bien su condición de género, pues su combinación entre status y roles corresponde a los roles tradicionales femeninos: tienen carros de bebés y otros objetos propios de los niños pequeños, un attrezzo muy característico de este rol, y que solo en un caso vemos presente en un hombre. Las madres se encuentran rodeando el parque, donde juega otro tipo de actor: los hijos de las madres, niños pequeños, de entre 5 y 10 años aproximadamente. Los niños son en su mayoría inmigrantes, especialmente de etnia africana, aunque también hay algunos árabes y españoles.
Por otra parte, la dinámica de relación de estas familias es clara, como ya se ha sugerido: la madre cuida y vigila al niño mientras este juega con otros en el parque, y el padre a veces aparece para cruzar unas palabras con la madre pero haciendo caso omiso del rol femenino, es decir, no haciéndose caso de la vigilancia del pequeño. En cuanto a la interacción más allá del propio equipo, se dan ciertos contactos: el actor niño se relaciona en el parque con otros niños, lo cual es claramente un reflejo de la edad y de que aún no tiene esas barreras que, en términos freudianos, impondría el “superyo” sobre la interacción con otras personas desconocidas. Por otro lado, no observamos al actor padre relacionarse con nadie fuera de su equipo. Las madres africanas sí se relacionan entre sí, lo que es producto de una identificación recíproca de roles de género, como explicaremos un poco más adelante.
Aunque estas familias observadas forman parte de un fenómeno microsociológico, es imposible desvincularlo de un elemento macrosociológico como es el sistema patriarcal, que marca una distinción clara entre los roles de género masculinos y femeninos, que atribuyen a la mujer este papel de cuidadora. De hecho, lo observado corresponde muy bien con los roles característicos del prototipo de familia tradicional patriarcal. Además, es especialmente interesante señalar cómo persisten los roles de género a través de las distintas culturas: africana, árabe, europea… Por otro lado, llama la atención por qué estas familias están aquí. El día desde luego juega un papel clave: es sábado, con la tarde bien entrada, por lo que podrían darse dos situaciones; o bien que los adultos hubieran salido ya del trabajo y ocuparan este tiempo en el ocio de los niños en el parque, o bien que ni siquiera tuvieran trabajo. Este último matiz sería especialmente pertinente en el caso de la etnia africana, que es la etnia inmigrante que mayor tasa de desempleo sufre en España.
Hemos localizado también en diversas ocasiones a un equipo, que aunque es otro modelo de familia, no es similar al anterior, compuesto por una madre mayor, de más de 65 años, y su hijo, también adulto, de unos 40 años. En este caso, ambos son españoles. Combinan el estar sentados en bancos o dar pequeños paseos por la plaza.Los dos equipos familiares, por tanto, no se relacionan mutuamente. En esto, la diferencia de edades y de etnias juega un papel central. Podríamos inducir a partir de esta observación del “modelo familiar mayor” que la mujer española es autóctona del barrio, y este es un momento en el que su hijo, independizado ya, viene a verla y pasan un rato tranquilo. Así, la mujer, si hubiera vivido toda la vida en Lavapiés, habría podido sentir el comienzo y el auge de la inmigración. Quizá haya podido desarrollar una actitud de cierto reparo hacia esta, o no, pero lo que es claro es que, con actitudes positivas o negativas hacia el fenómeno inmigratorio, lo que hay es separación étnica. La distancia étnica y de edad tienen una influencia mucho mayor que el rol de género aquí: habíamos dicho antes que las madres se relacionaban entre sí especialmente sintiéndose identificadas por su rol femenino, pero en este caso el hecho de que la mujer sea española y mayor, y las otras más jóvenes y en su mayoría africanas, crea una brecha que ni siquiera el rol de género puede salvar. La diferencia en el attrezzo es una de las formas en que se observa esta distancia: por ejemplo, la vestimenta tradicional occidental de la española frente a los ropajes africanos, hace que el dúo madre-hijo nativo alce una barrera frente a las otras familias, intencionalmente o no. Se trata de una convivencia que podríamos denominar de “tolerancia pasiva”, es decir, una coexistencia pacífica pero que evita el contacto mutuo.
Grupos de jóvenes aparecen cada vez con más frecuencia a partir de las 8 de la tarde. Aparte de una interrelación intensa con los traficantes de droga, son jóvenes que ven en Lavapiés el atractivo de la multiculturalidad y ciertos fenómenos culturales alternativos: desde la gastronomía exótica hasta los centros sociales ocupados. No obstante, los jóvenes que salen por la noche son en su mayoría nativos y reflejan el mayor nivel socioeconómico de entre los equipos que podríamos denominar transgresores. Por ejemplo, solo se les ve a ellos, de entre los grupos menos cercanos al “orden oficial”, acercarse a lo que hemos llamado “zona privada” de la plaza: se les ve sacar dinero en las oficinas bancarias del lateral de la plaza y son mayoría en los restaurantes de comida oriental. Actores significativos que también encajan en los roles de la juventud son las parejas homosexuales. Resultan significativas porque expresan su sexualidad de manera menos aprensiva que lo que se suele ver en otras zonas. Esto seguramente sea debido al ambiente de libertad que se respira en la plaza, que además será atractivo para un colectivo típicamente asociado a lo alternativo. Un fenómeno interesante es cómo en la zona privada resulta recurrente la diversidad de orientaciones sexuales como tema de conversación, lo que puede ser explicado por la peculiar intersección de pautas culturales y sociales.
En cuanto al juego social que se desarrolla fuera del entorno del parque, epicentro de los equipos familiares, y que condiciona al resto de la vida de la plaza, encontramos a los grupos de africanos, como ya hemos dicho, en aquellos lugares más adecuados para el comercio con drogas blandas que realizan en la plaza, situándose en las esquinas superiores, más oscuras e inaccesibles para la policía, así como en la puerta de la casa de apuestas, donde es factible pensar que tienen un mercado fuerte. Los grupos latinoamericanos se sitúan también en la zona pública de la plaza. Por ejemplo, tomando cerveza en uno de los bancos, algo que también hacen algunos jóvenes a partir de las 9 de la noche. Sin embargo, muchos de los jóvenes se encuentran en los bares de la zona privada, estableciéndose, eso sí, una diferencia en la estética entre aquellos que beben en mitad de la plaza y quienes deciden hacerlo en un bar. Podemos intuir las diferencias culturales y económicas entre un grupo de jóvenes y otro, si bien estas pueden estar muy determinadas por la edad. Finalmente, la policía transita entre todas las áreas ocupadas por estos equipos, si bien apenas presta atención a lo ocurrido en los bares y se detiene en mitad de la zona pública de la plaza, desde donde tiene a la vista a los equipos “desviantes”.
Por último, no hemos percibido ningún auditorio que podamos relacionar con estos dos primeros equipos de la observación del sábado.
4. OCUPACIÓN SOCIAL DEL ESPACIO
La ocupación social del espacio es uno de los elementos más interesantes para nuestro análisis por la propia naturaleza de la plaza: se trata a la vez de un espacio de tránsito y de estancia. Es de tránsito porque se sitúa cerca de la boca de metro y tiene a ambos extremos (norte-sur) direcciones importantes para la población (Sol y Atocha). Esto genera una corriente de transeúntes que toman las dos calles tanto de subida como de bajada para dirigirse a sus objetivos. Tanto los actores como los grupos de este tipo no nos proporcionan prácticamente ninguna información interesante si no es que se paran para interactuar.
La verdadera información nos es dada por los actores y grupos que utilizan este espacio no como de tránsito sino como de estancia. Es en estas zonas de interacción que se crean que podemos encontrar las acciones, los gestos, las escenas y toda una serie de elementos propensos a ser analizados desde una óptica cualitativa e interaccionista simbólica.
Hemos podido distinguir seis zonas diferentes cada una de ellas caracterizada por unos actores, grupos e interacciones diferentes entre grupos pero similares dentro del grupo. No obstante nuestro mayor hallazgo ha sido la férrea división de la plaza en dos macro-espacios muy significativos: el espacio público de la plaza y el espacio privado de la plaza. Esta distinción aparentemente simplista encierra dentro de sí unos macrofenómenos estructurales sociológicos que trascienden la óptica que estamos tomando pero que deben ser analizadas profundamente. Las observaciones han permitido construir un muro imaginario pero raramente franqueado físicamente por los actores que separa estos dos espacios y que se sitúa en los límites de la terraza con el resto de la plaza. Así, la zona que va de la terraza de los bares, con sus mesas y sus clientes sería la zona privada y el resto de la plaza sería la zona pública.
Pero, ¿por qué se plantea esta división? Lo que explícitamente pueden significar 10 mesas con sus respectivas sillas en una plaza no corresponde con la regularidad sociológica de la observación. A través de las observaciones hemos podido distinguir diferentes variables que separan muy efectivamente los actores a uno y otro lado del muro. Los clientes de los restaurantes sentados en las sillas de las terrazas pertenecen todos a la misma etnia autóctona, todos tienen un estatus mayor al del resto de la plaza y sobre todo no existe transgresión de ningún tipo con los miembros del otro espacio. Las dos únicas excepciones registradas han sido con un objetivo muy definido: ir a pedir dinero desde la zona pública a la zona privada, una de ellas efectuada por el mencionado actor cantante de procedencia africana. El espacio no se transgrede en ningún otro momento, no se establecen relaciones ni interacciones entre los dos espacios.
Además, las acciones que se efectúan a un lado y a otro del muro son similares: conversación e intercambio de experiencias. Sin embargo, el espacio privado es por así decirlo “VIP”: otorga a los clientes unas sillas y mesas para el disfrute y toda una serie de elementos de consumo a cambio obviamente de un precio en dinero. Utilizando una abstracción total y un aislamiento total del sistema observado, podríamos considerar dos tipos de “clases sociales” en el sistema, separados por una brecha económica-de consumo: la clase de la zona privada y la de la zona pública. Pero la realidad estructural responde a un tipo más complejo y menos latente: las clases sociales económicas en las sociedades capitalistas contemporáneas marcadas por el rasgo estigmatizador de las minorías inmigrantes.
Existe una zona comentada al principio que tiene una composición singular y de una importancia analítica fundamental. Se trata de la Zona Policía que se sitúa en la zona donde divergen las dos calles y son cortadas por la Calle de la Fe. Es un sitio privilegiado desde un punto de vista óptico ya que está a un mayor nivel que el resto de la plaza y se pueden ver todas las acciones que ocurren en toda la plaza. Es por ello que los funcionarios policías eligen ese espacio para detenerse y quedarse un rato vigilando a los diferentes grupos (observadores incluidos). Esta zona parece únicamente ocupada por los policías, que dejan de aparecer a las dos horas (21:00) de comenzar la observación. Revisando la definición de la plaza, no es difícil entender que las fuerzas ejecutoras del poder público estén presentes con una regularidad tan frecuente (cada 5 minutos las dos primeras horas, luego no aparecen), en un sitio tan fijo y privilegiado y con una actitud tan beligerante. Es en la plaza donde ocurren el mayor tipo de interacciones sociales de tipo “continuista” con la legalidad y la lógica del sistema como el consumo, las reuniones y las conversaciones, pero también ocurren aquí las interacciones de tipo “rupturista” con la legalidad y la lógica del sistema: reuniones para okupar, asambleas, actividades alegales y hasta ilegales como hurtos.
5. CONCLUSIONES
Podemos señalar similitudes entre ambas observaciones que parecen tener un componente fuertemente estructural en Lavapiés: se trata del entrecruzamiento de las variables que están presentes a lo largo de todo nuestro estudio: género, etnia y clase social. El rol de género está absolutamente presente en ambos días: las madres, en ausencia de sus maridos, que cuidan a sus hijos, son principalmente inmigrantes. Destacamos también en ambos días la población mayor castiza de Lavapiés que no se relaciona con otras etnias y que parece ciertamente confusa o frustrada por el estado de cosas del barrio. Por último, otro actor muy importante y recurrente es la policía, española, y con un rol destacado y gran influencia en la dinámica de la plaza: su imposición de autoridad simbólica cada cierto tiempo marca sin duda los ritmos del lugar.
Así, vemos como la conjugación de las variables de la clase social (especialmente baja y media-baja), el género (confrontación entre roles masculino y femenino) y la etnia (españoles, sudamericanos, africanos, árabes…), hacen de nuestra observación de la plaza de Lavapiés un espacio muy rico y con abundantes significados a extraer. Uno de los aspectos más llamativos de Lavapiés es que, de acuerdo a la división conceptual que hemos trazado entre bloques alternativo y conservador, la plaza presenta una presencia inusualmente fuerte de actores pertenecientes en el primer bloque, algo que no suele ocurrir en la mayoría de las plazas de la ciudad, donde predomina la normatividad establecida.
Ahora bien, ¿quiere toda esta abundancia de variables decir que hay un contacto nutrido entre todos los actores? Como vemos no es así. Ya dijimos que esperábamos encontrar un gran espacio de encuentro que relacionara la multiculturalidad existente en Lavapiés. Pero no se da así: comprobamos como es cierto que coexisten diversos grupos culturales y sociales en la plaza pero no conviven en una dinámica activa, pues apenas se relacionan entre sí. Mantienen por lo tanto distancias entre ellos y están principalmente localizados hacia el centro de sus “endogrupos”.
La diferencia espacial público-privada resulta abismal, a pesar de que lo único que divide ambas zonas es una calzada de apenas dos metros de ancho. La barrera más material que podemos identificar es el paso de los coches policiales cada pocos minutos y, aún así, su efecto es en esencia simbólico. Por el contrario, son muy patentes las diferencias entre los actores “fuera” del muro, que sacan dinero en el banco y lo gastan en las terrazas de los laterales, y quienes habitan en el interior de la plaza, consumiendo productos más baratos, o directamente, llevando a cabo su actividad económica alegal. Y, como ya hemos dicho, para identificar quién está a un lado o al otro del “muro” no basta con determinar la renta, pues la diferencia estriba en la posición que se ocupe no sólo en la jerarquía de clase, sino también en los sistemas étnico y de género.
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