(primera parte)
(si quieres lo esencial
de su filosofía:
mini-resumen Nietzsche)
Introducción: el vitalismo
http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Resumenes/Nietzsche-Resumen.htm
a) La CRITICA DE NIETZSCHE A LA CULTURA OCCIDENTAL
I. La concepción dionisíaca y apolínea de la vida en el mundo griego antiguoII. Las raíces de la cultura occidental: el platonismoII.1. Momentos de la historia de la decadencia occidentalII.2. El platonismoIII. Las críticas de Nietzsche a la cultura occidentalIII.1. A la idea del conocimientoIII.2. A la metafísicaIII.3. A la moral tradicionalIII.4. A la religión
Cuando Nietzsche predica la muerte de Dios no quiere decir que Dios haya
existido y después haya muerto (un absurdo). Esta tesis señala simplemente
que la creencia en Dios ha muerto, expresa el fin de toda creencia
en entidades absolutas. Veamos los principales aspectos de esta
concepción:
1) Dios no crea al hombre sino
el hombre a Dios.
2)
La
creencia en Dios
sirve para dar un consuelo a los hombres de la miseria y sufrimiento
existente en este mundo; es una consecuencia de la vida decadente e
incapaz de aceptar el mundo en su dimensión trágica; la idea de Dios es un
refugio para los que no pueden aceptar la vida.
3)
“Muerte de
Dios”: Nietzsche
considera que estamos ante un acontecimiento actual; estamos en un tiempo
histórico clave pues en él observamos la necesidad de su final.
4)
“Concepto
de Dios”:
Nietzsche se refiere al dios del cristianismo, pero también a todo aquello
que puede sustituirle, porque Dios no es una entidad sino un lugar,
una figura posible del pensamiento, representa lo Absoluto. Dios es la
metáfora para expresar la realidad que se presenta como la Verdad y el
Bien, como el supuesto ámbito objetivo que puede servir de referente a la
existencia por encontrarse más allá de
ésta y darle un sentido. Todo aquello que sirve a los hombres para dar un
sentido a la vida, pero que sin embargo se pone fuera de la vida,
es semejante a Dios: la Naturaleza, el Progreso, la Revolución, la
Ciencia, tomadas como realidades absolutas son el análogo a Dios. Cuando
Nietzsche declara que Dios ha muerto quiere indicar que los hombres viven
desorientados, que ya no sirve el horizonte último en el que siempre se ha
vivido, que no existe una luz que nos pueda guiar de modo pleno.
5) Consecuencia de la “muerte de Dios”:
para Nietzsche con dicha “muerte” podemos y debemos vivir sin lo absoluto,
en la “inocencia del devenir”. Es la condición para la aparición del
superhombre.
La idea
nietzscheana del nihilismo tiene varias significaciones:
1.
Nihilismo
como decadencia vital:
la cultura que cree en la existencia de una realidad absoluta, realidad en
la que se sitúan los valores objetivos de la Verdad y el Bien, es una
cultura nihilista. Dado que el cristianismo concentra esta realidad
absoluta en la figura de Dios, a la que opone el mundo de las cosas
naturales, la cultura cristiana y toda
la cultura occidental, es nihilista pues dirige toda su pasión y esperanzas a algo inexistente, (el Dios cristiano, el Mundo
Ideal y Racional de los filósofos), despreciando así la única realidad
existente, la realidad del mundo que se ofrece a los sentidos, la realidad
de la vida.
2. Nihilismo
activo: es
también nihilista la filosofía que intenta mostrar cómo los valores
dominantes son una pura nada, una invención; Nietzsche es nihilista en
este sentido pues propone la destrucción completa de todos los valores
vigentes y su sustitución por otros
radicalmente nuevos. Este nihilismo es una fase necesaria para la
aparición de un nuevo momento en la historia de la cultura, para el
reencuentro con el “sentido de la tierra”, la aparición de una nueva
moral y de un nuevo hombre, el superhombre.
3. Nihilismo
pasivo: es una
de las consecuencias de la “muerte de Dios”, aparece por la consciencia
del carácter radicalmente infundado de la creencia en lo sobrenatural,
en el mundo del espíritu, de la creencia religiosa. Durante siglos nuestra
cultura ha considerado que los valores descansan en algo trascendente y
objetivo gracias al cual la existencia tiene sentido; la vida tiene un
sentido porque algo exterior a ella se lo da.
Con la muerte de Dios sobreviene la
crisis del sentido y el convencimiento de que la existencia es
absolutamente insostenible, vacía, carente de sentido. El
“nihista pasivo” no cree en ningún valor, puesto que considera que todo
valor es posible sólo si Dios existe, y Dios no existe. Termina en la
desesperación, la inacción, la renuncia al deseo, el suicidio.
Varias décadas antes que
Ortega y Gasset, Nietzsche defiende el perspectivismo: toda representación
del mundo es representación que se hace un sujeto; la idea de que podemos
prescindir de la situación vital del sujeto, de sus rasgos físicos,
psicológicos, históricos o biográficos, para alcanzar un conocimiento del
mundo tal y como éste pueda ser (la idea de la posibilidad de un
conocimiento objetivo) es un absurdo. Nietzsche considera imposible el
conocimiento de la realidad en sí misma, pues toda afirmación y creencia,
toda teoría del mundo, depende del punto de vista de la persona que la ha
creado. Más aún, todo ser dotado de algún grado de conocimiento,
de alguna capacidad para representarse
el mundo, es tan buen testigo del mundo como nosotros,
los seres humanos. Nuestro punto de vista no es mejor para una correcta
descripción de la realidad que el de otras especies animales. No existe
ningún dato o experiencia, no contaminado por un punto de vista, por una
interpretación; no es posible un “criterio de verdad” (ni el
famoso criterio cartesiano de la claridad y la distinción), no existen
los datos puros a partir de los cuales podamos construir un saber objetivo.
No podemos encontrar datos o verdades primeras ni en nuestro
conocimiento del mundo exterior o físico ni en el mundo interior.
Nietzsche es tan radicalmente contrario a la posibilidad de encontrar una
verdad absoluta que ni siquiera cree posible lo que podría parecer la
verdad más verdadera, el cogito cartesiano: tampoco el mundo de la mente
se nos muestra en su pureza, nuestro conocimiento de la mente propia está
tan influido por prejuicios como lo
está el conocimiento del mundo exterior. El perspectivismo nietzscheano
parece ser una forma de relativismo y subjetivismo.
La “trasnsmutación de
todos los valores” es un momento necesario para el final de la
moral tradicional (o moral de esclavos) y la aparición del superhombre.
Nietzsche no propone el imposible vivir sin valores; propone más bien
invertir la tabla de valores: superar la moral occidental, moral de
renuncia y resentimiento hacia la vida, mediante una nueva tabla en la que
estén situados los valores que supongan un sí radical a la vida. Llama “rebelión
de los esclavos” al triunfo del cristianismo y el judaísmo, que
sustituyen la moral aristocrática que Nietzsche cree encontrar en el mundo
griego antiguo por la moral de los esclavos. Con el cristianismo prospera
la moral de los débiles, de los que quieren huir del rigor de la vida
inventándose un mundo objetivo y justo. Nietzsche atribuye a los judíos
la sustitución del código moral aristócrata o moral de señores
(voluntad de jerarquía, excelencia, amor a lo que eleva, a la diferencia,
moral de la persona que crea valores), por la Moral de esclavos
(voluntad de igualdad, resentimiento contra la vida superior, censura la
excepción, glorifica lo que hace soportable la vida a los enfermos y
débiles de espíritu, la concordia, altruismo, hermandad entre los hombres,
se encuentra con los valores dados) La transmutación de los valores es
la superación de esta moral de esclavos para recuperar de nuevo la moral
aristócrata, y permite el triunfo del código moral del superhombre.
Por su parte, el
superhombre es el hombre nuevo que aparece tras la “muerte de
Dios”. Nietzsche lo concibe como el individuo fiel a los valores de la
vida, al “sentido de la tierra”. Su caracterización de esta figura humana
es ambigua, dando lugar las siguientes tesis a peligrosas
interpretaciones, incluida la nazi: fue contrario tanto al
igualitarismo cristiano como al socialista (hay hombres inferiores y
hombres superiores; el superhombre pertenece a este segundo grupo);
moral de la violencia: llega a atribuir al superhombre rasgos
terribles (falta de compasión, desprecio por los débiles, crueldad, gusto
por la acción, el combate y la guerra);
en muchos textos emplea los calificativos más exagerados para criticar
al judaísmo, al cristianismo y reivindicar la ferocidad y empuje de los
pueblos germánicos. Sin embargo, en su obra encontramos también
elementos muy importantes contrarios a esta interpretación:
-
Manifestó expresamente su hostilidad ante los alemanes y la cultura alemana.
-
La figura del superhombre no se puede separar de la consideración general nietzscheana relativa al platonismo y la muerte de Dios; implica una concepción filosófica y una teoría de la historia ajena por completo a las ideas nazis. El hombre al que hay que superar es el que se somete a los valores tradicionales, a la “moral del rebaño”, a la moral basada en la creencia de una realidad trascendente que fomenta el desprecio por la vida, la corporeidad y la diferencia entre las personas.
-
El superhombre sólo es posible cuando se prescinda absolutamente de la creencia en Dios, cuando se realice hasta el final la “muerte de Dios”; el nazismo defiende el culto a la raza y al Estado, predica la superioridad del grupo sobre el individuo, pero es esencial a la filosofía nietzscheana la tesis de que no existe lo universal: Nietzsche no cree en realidades universales, para él no existe la Humanidad, ni la Raza, ni la Nación. La noción de Raza, de Destino de un pueblo, de Estado, de Nación, en las que cree el nazismo son diversas máscaras bajo las que se oculta lo Absoluto.
-
El Estado es una de las mayores perversiones creadas por el hombre; el Estado representa lo abstracto, su conducta es conducta despersonalizada, trata a los individuos de un modo indiscriminado, y el individuo, cuando se somete a él y se preocupa por él, pierde su individualidad, creatividad y libertad.
El superhombre no se puede identificar
con una clase social con privilegios que le puedan venir por la tradición
o que descansen en su poder social (con la aristocracia, por ejemplo), ni
con un grupo definido biológicamente (con una raza); pero lo podemos
reconocer a partir de su conducta moral:
1.
Rechaza la
moral de esclavos:
la humildad, la mansedumbre, la prudencia que esconde cobardía, la
castidad, la obediencia a una regla exterior, la paciencia consecuencia
del sometimiento a un destino o a un mandato, el servilismo, la
mezquindad, el rencor.
2.
Rechaza la conducta gregaria:
detesta la moral del rebaño, de los que siguen a la mayoría, de los que
siguen normas morales ya establecidas; como consecuencia de su capacidad
y determinación para crear valores, no los toma prestados de los que la
sociedad le ofrece, por lo que su conducta será distinta a la de los
demás.
3. Crea
valores:
aunque los valores morales son invenciones
de los seres humanos no todos los hombres los crean; muchos –la mayoría–
se encuentran con los valores ya creados por otros, siguen las modas, los
estilos vitales vigentes; el primer rasgo del superhombre es precisamente
éste: inventa las normas morales a las que él mismo se somete; y
los valores que crea son fieles al mundo de la vida y le permiten
expresar adecuadamente su peculiaridad, su propia personalidad y riqueza.
4. Vive en la
finitud: no cree
en ninguna realidad trascendente, ni en Dios ni en un destino privilegiado
para los seres humanos, una raza, una nación, o un grupo; no cree que la
vida tenga un sentido, como no sea el que él mismo le ha dado; acepta la
vida en su limitación, no se oculta las dimensiones terribles de la
existencia (el sufrimiento, la enfermedad, la muerte)
es dionisíaco.
5. Le gusta
el riesgo, las
nuevas y difíciles experiencias, los caminos no frecuentados, el
enfrentamiento; no está preocupado ni por el placer ni por el dolor, ni
propio ni ajeno, pues pone por encima de ellos el desarrollo de su
voluntad y de su espíritu; es duro consigo mismo y con los demás, es
valiente, no huye de ninguna forma de sufrimiento: sabe que de estas
experiencias puede salir enriquecido y crecer.
6. Es
contrario al igualitarismo:
ama la exuberancia de la vida, le gusta desarrollar en él mismo y en los
demás aquello que sea lo más propio; no tiene miedo a la diferencia.
7. Ama la
intensidad de la vida:
la alegría, el entusiasmo, la salud, el amor sexual, la belleza corporal y
espiritual; puede ser magnánimo, generoso, como una muestra de la riqueza
de su voluntad.
8.
En
conclusión: el superhombre es la afirmación enérgica de la vida y el
creador y dueño de sí mismo y de su vida, es un espíritu libre.
En “Así habló
Zaratustra” nos cuenta tres transformaciones del espíritu: de cómo el
espíritu se transforma en camello, el camello en león y, finalmente, el
león en niño. El camello representa el momento de la humanidad que
sobreviene con el platonismo y que llega hasta finales de la modernidad;
su característica básica es la humildad, el sometimiento, el saber
soportar con paciencia las pesadas cargas, la carga de la moral del
resentimiento hacia la vida. El león representa al hombre como
crítico, como nihilista activo que destruye los valores establecidos,
toda la cultura y estilo vital occidental. Y el niño representa al
hombre que sabe de la inocencia del devenir, que inventa valores, que
toma la vida como juego, como afirmación, es el sí radical al mundo
dionisíaco. Es la metáfora del hombre del futuro, del superhombre.
Esta concepción del tiempo
consiste en aceptar que todos los acontecimientos del mundo, todas las
situaciones pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente.
Según la tesis del eterno retorno
todo va a repetirse un número infinito de veces, lo cual
implica que las personas conocidas volverán a estar presentes, pero
también el resto de los seres (animales, plantas, objetos inertes),
y volverán las mismas cosas con las mismas propiedades, en las mismas
circunstancias y comportándose de la misma forma. Para la defensa de esta
extraña teoría Nietzsche alega el siguiente argumento: dado que la
cantidad de fuerza que hay en el universo es finita y el tiempo infinito,
el modo de combinarse dicha fuerza para dar lugar a las cosas es finito;
pero una combinación finita en un tiempo infinito está condenada a
repetirse de modo infinito; luego todo se ha de dar no una ni muchas sino
infinitas veces. Sin embargo, cabe entender también la tesis del eterno
retorno como la expresión de la máxima reivindicación de la vida,
como una hipótesis necesaria para la reivindicación radical de la vida: la
vida es fugacidad, nacimiento, duración y muerte, no hay en ella nada
permanente; pero podemos recuperar la noción de permanencia si hacemos que
el propio instante dure eternamente, no porque no se acabe nunca (lo cual
haría imposible la aparición de otros instantes, de otros sucesos) sino
porque se repite sin fin. En cierto modo, Nietzsche consigue con esta
tesis hacer de la vida lo Absoluto.
Es el principio básico
de la realidad a partir del cual se desarrollan todos los seres, la fuerza
primordial que busca mantenerse en el ser, y ser aún más. Nietzsche
cree que en todas las cosas encontramos un afán por la existencia, desde
el mundo inorgánico hasta el mundo humano, pasando por todos los distintos
niveles de seres vivos. Todas las cosas son expresión de un fondo
primordial que pugna por existir y por existir siendo más. Sus escritos
anteriores a 1890 (fecha en la que le sobrevino la locura) eran
esencialmente críticos con los esquemas mentales que han dominado toda
nuestra cultura desde sus mismos orígenes –el platonismo–. Sin embargo, en
su última obra escrita en la cordura (“La voluntad de poder”) Nietzsche
intentó describir su visión positiva de la realidad, que coincide con la
que presentó ya en su primera obra, “El nacimiento de la tragedia”, con la
noción de lo dionisíaco. Las
características que para él tiene la realidad, el ser (por lo
tanto, la voluntad de poder) son:
-
irracionalidad: la razón es sólo una dimensión de la realidad, pero ni la más verdadera ni la más profunda pues el mundo no es racional sino caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte, y en el hombre la razón no tiene –ni debe tener– la última palabra, puesto que siempre está al servicio de otras instancias más básicas como los instintos o las emociones;
-
inconsciencia: la fuerza primordial que determina el curso de todas las cosas no es consciente, aunque esporádica y fugazmente se manifiesta de este modo precisamente en los seres humanos; pero incluso en este caso la consciencia no tiene carácter sustantivo, ni crea un nivel de realidad nuevo o independiente;
-
falta de finalidad: las distintas manifestaciones que toman las fuerzas de la vida, sus modificaciones y consecuencias, no tienen ningún objetivo o fin, no buscan nada, son así pero nada hay en su interior que les marque un destino; Nietzsche declara con ello el carácter gratuito de la existencia;
-
impersonalidad: esta fuerza no puede identificarse con un ser personal, se trata en realidad de un cúmulo de fuerzas, no de una básica que supuestamente esté a la base de todas las visibles; un cúmulo de fuerzas que buscan la existencia y el ser más, compitiendo en dicho afán entre sí, enfrentándose y aniquilándose.
Hay que recordar que
Nietzsche no entiende por “voluntad” lo que habitualmente llamamos con
este término: para nosotros es lo que
nos permite tener actos de querer, la fuerza que descansa en nuestro
interior gracias a la cual dirigimos nuestra conducta y con la que somos capaces
de realizar nuestros fines conscientes. La tradición
aristotélico-tomista la consideraba una facultad del alma, la psicología
actual una capacidad de la mente. Para Nietzsche esta voluntad es una
manifestación superficial de una fuerza que está más en lo profundo de
nuestro ser. La voluntad de poder no es la voluntad que se descubre con
el conocimiento de uno mismo, que se conoce por introspección. Esta
voluntad es una simplificación de un complejo juego de causas y efectos.
No hay un deseo único, hay una pluralidad de instintos, pulsiones,
inclinaciones diversas, que se
enfrentan unas a otras; a la consciencia sólo llegan los resultados de
dicho enfrentamiento. La voluntad
de poder se identifica con cualquier
fuerza, inorgánica, orgánica, psicológica, y tiende a su autoafirmación:
no se trata de voluntad de existir, sino de ser más. Es el fondo
primordial de la existencia y de la vida.
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