viernes, 27 de febrero de 2015

La sociología de lo social: El pensamiento sociológico frente a un nuevo ciclo planetario

La sociología de lo social: El pensamiento sociológico frente a un nuevo ciclo planetario

Publicado por: Gino Bailey Bergamin

Acerca de Gino Bailey Bergamin

Gino Bailey Bergamin. Revista Eltopo (www.eltopo.cl), Valparaíso, Chile. Sociólogo, Magister en Geografía y Procesos Territoriales, Universidad de Bolonia, Italia. buda-sabiduria
 
 La sociología, cuantitativa – cualitativa, ha desarrollado gran parte de su corriente de pensamiento alojado en el lenguaje. Existe un principio epistemológico y ontológico de la realidad social, que independiente del recorrido y de la historia del pensamiento , se ha relacionado con el lenguaje escrito como una manera de sintetizar  descripciones y conceptualizaciones profundas del problema sociológico.
La “articulación semántica” del lenguaje, ha escondido una selectividad de información de lo “social”, inminentemente evidenciada por la omisión de la conexión con “lo social”.  La objetividad del pensamiento, llevó por mucho tiempo un desgaste frente a la concepción planimétrica de la realidad y el “hecho” durkheimiano, confundió cientificidad con distanciamiento de lo social. Claramente, las metodologías cuantitativas hacen gala de la enunciación de un lenguaje acabado en una mediación científica, sin que podamos revisar el fenómeno social de aquello que estamos cuantificando. Las encuestas aún son efectivas, eso transparenta el hecho que lo social consta de distanciamiento y no de objetividad.
Dentro del pensamiento Vaisésika (Vaiśeṣika Sūtra), el lenguaje, y más específicamente, la palabra,  está en constante correspondencia con lo que se dice de la palabra. Es decir si mencionamos “hombre ” ciertamente es tan real porque el lenguaje le da vida vibracionalmente. Por contraparte, el pensamiento sólo-conciencia del budismo zen, ubica la articulación semántica, como un absurdo que no se sustenta por sí mismo, porque en realidad lo que hace el lenguaje respecto a lo que se dice es producir una abstracción atomicista y único de una realidad distanciada de la palabra. Claramente el budismo zen concibe la realidad como una articulación impermanente, frente al vacío y más precisamente al sunyata (śūnyatā), el estado originario (vacío) permanente donde todas las cosas están libremente fusionadas.

La riqueza ontológica y epistemológica del budismo, es algo que la sociología no se ha detenido a observar debido a lo radical de las concepción del conocimiento. Sin embargo, existen al menos dos cuestiones elementales en el budismo que la sociología debiera considerar como principio de conocimiento: la dinámica de la realidad social (1) y los conceptos relacionales fenoménicos de aquello que llamamos social, como algo más profundo, vinculador, recíproco y relacional (2)
La sociología se ha habituado conceptualmente a enfriar el termodinamismo de los fenómenos, la emergencia y su enacción en red.  El observador  se encuentra en una relación emergente cuando investiga con el fenómeno y jamás el ojo observador, el oído que escucha y transcribe una entrevista o el cruce analítico bivariado por una T de student, se podrá abstraer de eso.  El distanciamiento de lo social ha consolidado un arraigo al lenguaje sociológico – descriptivo y analítico- que no se ha detenido a descansar sobre la interacción social del problema sociológico, que por lo general tiene una virtud: ser un problema social.
Desde los orígenes del pensamiento sociológico,  no podríamos entender a Marx sin un compromiso sobre el problema social de la pauperización del trabajo , la alienación del mismo, y el gran hallazgo frente a la acumulación del capital que le involucró.  Posiblemente conceptos como la fuerza del trabajo y la teoría del valor, quedaron plasmado en el lenguaje sociológico por mucho tiempo, abstrayendo la relación social del sociólogo con una realidad dinámica en constante transformación. Igualmente,  Marx no previó un distanciamiento sino todo lo contrario, más allá de la problemática de la “articulación semántica” sobre una realidad que en el emerger no es más que un fenómeno y no un cristal esencial permanente. 

El flujo de conciencia o aquella unidad fenoménica del mundo como expresión, es lo que no hemos advertido al momento de investigar y conceptualizar. Hemos hipostasiado una realidad gracias al lenguaje y al mismo tiempo omitido la relación y compromiso social frente al fenómeno.
El sunyata  como estado metafísico originario, previo al lenguaje, postula el hecho de que la articulación del mismo no aborda la mutabilidad de los fenómenos. Es la realización subjetiva del hombre frente al fenómeno (socióloga o sociólogo) lo que permite conectar el fragmento de aquella realidad de índole sacra- prelinguística. ¿Cómo hacer – entonces- sociología que considere los fragmentos profundos de lo social?
Posiblemente, la experimentación no escrita, más expresiva y contingente como las artes plásticas, la música, la poesía, puede ser un punto que concentre la intensividad de la dinámica social mutable, sin perder la relación como investigador.  Siendo un poco más exigentes, aquello que podemos estar definiendo como “pobreza” ,”desigualdad social”, “injusticia social”, “localismos”, desde un trasfondo analítico seguirá siendo una conjeturación ambivalente y artificial creada por el lenguaje, salvo que al momento de conceptualizar “pobreza” o “desigualdad social” estemos analizando la implicación subjetiva del fenómeno en relación al ser más profundo que conecta investigador-investigado con la “pobreza” o “desigualdad social”. Es en esta fase que la concepción epistemológica del budismo zen se torna fundamental.
 
Aquí abordamos una segunda contribución: la vinculación fenoménica entre investigador/ a y realidad social. El flujo de conciencia, presente en eso observado como en el observante, puede encarnar lo social de manera profunda, porque en cada cosa está contenida la realidad social. Como diría Izutsu:
cada cosa es un espejo que refleja la luz suprema.  Y todos los espejos, cada uno de los cuales refleja en sí mismo la luz suprema misma, se reflejan uno a otro en modo tal que cada uno
Ciertamente, de cara a un mundo enactivo de lo globa-local, el desafío sociológico que nos propone el budismo, es alcanzar la profundidad social, porque cada cosa puede reflejarla – como los espejos- aunque nunca alcancemos la absoluta conciencia sociológica de lo social.  Investigador-investigado, no solamente es dinámico y mutable como fenómeno, sino también un emerger social, una relación, donde el conocer no recae solamente en el virtuosismo de la o el investigador /a, sino en la apertura originaria de lo social, para que pueda fluir como el flujo permanente de la conciencia del universo.
El escenario social se presenta como fluido y dinámico. El principio relacional vuelve al punto de fuga del saber sociológico, recobrado por aquello que urge: el problema social, el cual es un problema sociológico, que en el fondo también es mi problema. Los conceptos, a su vez, son relacionales, biunívocos, y alcanzarán una apreciación favorable de lo que se está diciendo, en la medida que puedan involucrarse profundamente con el fenómeno relacional. El distanciamiento se vuelve caduco y la objetividad se pone en frente, no como un desalojo de la conciencia, sino como un “traer la conciencia” hacia la fotografía intensiva del fenómeno intrínsecamente relacional, que no está ni en mi ni en eso, sino circulante. Comprender la pobreza y la desigualdad, implicaría  ineludiblemente abrirse al ser pobre o al ser del fenómeno desigual, para alcanzar dicha conexión y poder simplificar un plano de la realidad mediante el lenguaje sociológico. La “articulación semántica” del lenguaje sociológico, será siempre un plano fotográfico de aquello, que puede imantar a través de la imago fragmentos de los espejos de la realidad, hallados de manera más profunda, en una re-consideración de la investigación social como algo re-lacional.
Una sociología de lo global-local y de las redes sería precisamente eso, comenzar a comprender los límites que nos propone esta nueva era de la humanidad para así mutar también con ellos. Una era contenida en los ciclos de 2.400 años del Dwapara Yuga, donde el Dharma o virtud mental nos posiciona a la comprensión de fenómenos más sutiles.
 
 Fuente foto: e-torredebabel.com

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