sábado, 1 de noviembre de 2014

Sociedad La historia que cuenta la arqueología

Sociedad
La historia que cuenta la arqueología
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Daryelin Torres
Especial para Listín Diario
Las crónicas de los colonizadores de América se convirtieron en las principales referencias sobre la vida de los primeros pobladores de las Antillas, pues trascendieron a culturas que no dejaron nada escrito. Lo que los estados caribeños, donde no sobreviven indígenas, saben y enseñan sobre sus poblaciones originales es básicamente lo que los colonizadores contaron sobre ellas.
Sin embargo, los más recientes hallazgos de la arqueología están rebatiendo muchos esquemas y datos que se repiten desde hace siglos en las escuelas, academias e incluso en algunas investigaciones. El uso de técnicas que no existían hace 15 años se ha sumado a un cambio en la visión sobre la historia más temprana del Caribe.
¿Cómo era la vida y la muerte en una sociedad indígena?, ¿cómo construían sus casas?, ¿de qué tamaño eran las viviendas?, ¿de dónde obtenían las rocas y materias primas para confeccionar sus instrumentos y cerámicas?, ¿cómo eran sus formas de enterramiento?, ¿qué comían?
Al parecer, la historia no es exactamente como nos la han contado y un equipo internacional de investigadores se ha propuesto reescribirla principalmente desde datos arqueológicos y elementos del patrimonio intangible en la cultura popular.
El pasado desde lo indígena
¿Qué ha priorizado la perspectiva tradicional de la historia? Jorge Ulloa, arqueólogo y profesor del INTEC, considera que “está llena de esquemas y prejuicios”. Explica que “los actos de rebeldía, la propia capacidad de agencia de estos grupos (antillanos) para adaptarse a situaciones de esclavitud y dominación quedan obnubiladas en los documentos porque fueron producidos por las personas esclavizadoras”.
El investigador es autor del libro “Arqueología en la Línea Noroeste de La Española”, para el que estudió durante siete años unos 48 sitios arqueológicos como parte de su tesis doctoral para la Universidad de Leiden (Holanda). Actualmente participa en el proyecto Nexus 1492-Encuentro del Caribe con un mundo en globalización-, que desarrolla esa universidad bajo la dirección de Corinne Hofman, con apoyo de la Unión Europea (UE).
Se trata de un proyecto de alcance global, con investigadores de diversas partes del mundo. En República Dominicana el vínculo es a través del Museo del Hombre Dominicano, el Ministerio de Educación y el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC).
En los últimos siete años han identificado unos 90 nuevos sitios arqueológicos de los siglos XIII y XIV, principalmente en las provincias Puerto Plata y Montecristi y alrededor de la ruta que siguió Cristóbal Colón entre Villa Isabela, el Fuerte Santo Tomás de Jánico (1494) y el norte de Haití, para obtener una visión isleña. Estudian todo el paisaje cultural indígena.
Para analizar todos los componentes de la cultura material que aparecen en un espacio arqueológico, los investigadores usan teledetección, drones, análisis espacial de fotos aéreas y satelitales, sistemas de información geográfica (SIG), análisis de almidones y fitolitos de plantas, de fuentes de arcilla y de las fuentes geológicas de las materias primas encontradas en las excavaciones, entre otras técnicas.
“Las Antillas, mayores y menores, eran un mosaico cultural de personas en constante interacción, tan diverso como hoy. Las evidencias arqueológicas refieren la existencia de intercambios; hubo culturas que coexistieron y se mezclaron siglos antes de la irrupción europea”, indica Ulloa, encargado Departamento de Arqueología Museo del Hombre Dominicano.
“Para entender la historia posterior hay que entender la anterior, que es donde la arqueología desempeña un rol vital. Usa el pasado para entender el presente pero también el presente para entender el pasado”.
La importancia de estas investigaciones es que proponen una visión regional de la arqueología, que se suma a estudios anteriores, y aportan elementos que enriquecen la cultura y la identidad.
¿Dónde está lo recuperado?
Los elementos indígenas recuperados, principalmente en el Este y la Línea Noroeste del país, están  expuestos con  sentido educativo y didáctico en espacios culturales como:
ï Museo del Hombre Dominicano en la Plaza de la Cultura, con una de las mayores colecciones del Caribe
ï Centro Cultural Eduardo León Jimenes
ï Museo Regional de Altos de Chavón
ï Parque Histórico La Isabela (Puerto Plata).
ï Sala de Arte Taíno de la Fundación García Arévalo
ï Parque histórico de La Vega Vieja (donde además de materiales culturaes indígenas y europeos, se pueden apreciar las transformaciones sufridas por las comunidades aborígenes a).
ï Adicional a estos ambientes hay cuevas donde aún se aprecian petroglifos y pictografías, como Los Haitises, el Parque Nacional del Este y el Parque Nacional Aniana Vargas.
¿Qué cambiar en la enseñanza de la historia?
Término “taíno”. Se ha utilizado indiscriminadamente la etiqueta “cultura taína” como algo homogéneo para referirse a una cultura, un pueblo, una tribu, raza en todo el Caribe, pero en realidad la arqueología ha demostrado que las Antillas tenían un mosaico de culturas antes de la irrupción europea, cuyas particularidades y modos de vida están aún por estudiarse. Estas diferencias fueron reflejadas por las crónicas europeas y muchos de los términos usados por éstas (Ciguayos, Macoriges, Taínos, Subtaínos, Siboneyes, Ignerys) han sido asimilados a grupos étnicos específicos de acuerdo con ciertos indicadores, como los estilos cerámicos (Chicoides, Ostionoides y Meillacoides). Este último aspecto también ha sido cuestionado. No sólo se están revisando los términos sino los fenómenos culturales que tradicionalmente éstos han designado.
Llamarles “arcaicos”. A las primeras sociedades que habitaron La Hispaniola se les ha llamado “arcaicas” porque se consideraba que no desarrollaron la agricultura ni la cerámica por sí mismas, sino con la llegada de grupos desde Sudamérica (principalmente del Orinoco, Venezuela). Los hallazgos de la arqueología del Caribe apuntan a que las sociedades “arcaicas” podían tener un  manejo de la cerámica y de ciertas especies de plantas desde 1295 antes de Cristo, a juzgar por los gránulos de almidones fosilizados de maíz, batata, guáyiga, yautía obtenidos de análisis de sus herramientas en sitios de Puerto Rico. Esto evidencia que debe revisarse la idea tradicional de que la agricultura y la cerámica, es decir los elementos inherentes al período neolítico, entraron a las Antillas con los arawacos. Los análisis espaciales de los asentamientos también apuntan a que tenían patrones de construcción de viviendas.
Nuevos conceptos. La arqueología había visto los sitios como algo aislado: un período correspondía a una cultura determinada. Ahora las investigaciones arqueológicas se basan en conceptos como “paisaje arqueológico”, “transculturación”, “hibridación”, “interacción”, “contacto cultural”, es decir, en vez de ver el desarrollo de la historia precolombina sólo en un sentido lineal (diacrónico), se analiza en un sentido complejo (sincrónico) de interacción e interconexión de grupos no solamente dentro de las Antillas sino también con otras partes del continente.
Interacción. Los europeos obtuvieron sus primeras rutas de los indígenas, quienes las tenían establecidas. No había un aislamiento entre las islas. En su navegación hacia Cuba, Colón cuenta que encontraron a un indígena navegando que llevaba dos blancas (monedas) que habían sido objeto de intercambio en Bahamas. Si estas interacciones incluían los objetos, incluían palabras para designarlos y tal vez los rituales o creencias asociados a ellos. Así podrían haber circulado objetos, materias primas, personas, palabras, ideas, que implican vínculos sociales.
Origen. Se ha dicho que los indígenas vinieron de la cuenca del río Orinoco (Venezuela) y pasaron de isla en isla hasta llegar a las Antillas Mayores, pero hoy se plantea que se recibieron influencias de otras partes de Sudamérica y Centroamérica.
No todo fue recibir. Desde la Línea Noroeste de La Hispaniola se poblaron las Bahamas. En algunas Antillas menores (Saba, Guadalupe, La Deseada) se han encontrado trigonolitos y estatuillas de cerámica de las Antillas mayores, así como hachas de jadeíta, una roca de la que solo hay fuentes en La Hispaniola, muy cerca del sitio arqueológico de Playa Grande (República Dominicana) y en la parte norcentral de Cuba. También se han encontrado fragmentos de vasijas europeas, objetos de metal, monedas, herraduras, cuentas de vidrio en contextos indígenas que apuntan a que esos objetos circularon entre ellos, una vez los adquirieron de los europeos.
Fuente: Jorge Ulloa, libro “Arqueología en la Línea Noroeste de La Española”, publicado por el Fondo Editorial INTEC.

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