Julián Lorenzo
Despradel Suárez (Muley), visto por Guido Despradel
Fuente: Dr.
Guido Despradel Batista, artículo publicado por primera vez, en Renovación, el 28 de julio de 1937, en La
Vega, y reeditado en el Volumen I, Obras de Guido Despradel Batista, compiladas
por el Prof. Alfredo Rafael Hernández, Archivo General de la Nación, Volumen
LXXXV, Santo Domingo, 2009, pps. 287 al 291.
Guido inicia este artículo dedicado a su
pariente, dice “de mi pluma no recibirá el excitante himno de la alabanza, pero
sí el exacto reconocimiento de la justicia. No seré para él incensario; por
deber, por amor y por honra, ante él me prosterno, e hincado sobre el
resguardado cofre de mi gratitud, rindo eterna admiración a su memoria”
añadiendo. “Presentaré su vida sin juzgarla; no quiero que el cariño me haga
justipreciarlo, ni mucho, menos que el freno de la modestia me haga cometer con
él una injusticia”.
Julián Lorenzo Despradel y Suárez, así fue
nombrado al declararlo ante el oficial
civil de esta ciudad, José Rafael Gómez, su tío San Julián Despradel y Carlos.
Nació en este pueblo de La Vega, el día seis de septiembre del 1872 y murió a
los cincuenta y seis (56) añoso de edad, en la ciudad de las piedras históricas
(Santo Domingo), el día veintiocho (28) de julio de 1928.
Hijo legítimo de Anacleto Despradel, alías
(Estín), y de Desideria Suárez, sus ascendiente más lejanos fueron de orígenes
diversos, pues los padres de su padre, Juan Luís Despradel y Catalina
Charles, procedían de Gonaïves, Haití, y el padre de su madre,
Ramón Suárez, era nacido en el sur de los Estados Unidos de
Norteamérica, cuando la madre de Desideria, de apellido Suárez, era oriunda de
las caldeadas regiones noroestanas de esta isla.
En la mansedumbre eclógica de esta villa
de la Concepción discurriendo los primeros años de sus vida. Alegre, buscador
de pendencias y distracciones propias de la infancia, fue u espíritu batallador
y rebelde que no se avenía con la despótica
disciplina que le imponía en los duros bancos de la escuela; y así, no fue muy asiduo a asistir a ella y como el pajarito noble
y libérrimo aspiraba la verdad de la vida el encantador paisaje de la
naturaleza.
Muy pequeño aún, y por serios quebrantos que minaban la salud de su padre, fue a residir
con su familia a los predios lejanos de Dajabón. Y allí recibió sus primeras enseñanzas de labios del cubano Eugenio Aguilera,
quien al poco tiempo, y cuando él apenas
frisaba los nueve años, lo entregó a su madre diciéndole; Desideria, todo
cuanto sé se lo he enseñado al niño”.
Volvió
de nuevo a su lar nativo en
compañía de su padre cave vez más enfermo, y
del venezolano querido y culto señor Pardo recibió alguna instrucción,
para después entrar en la escuela que
dirigía el puertorriqueño,
González en donde fue su maestro don Miguel Casimiro de Moya (don Bimbo).
Su predilección y su amor se encaminaron
siempre hacia las bellas letras; y muy especialmente hacia las lides brillantes del periodismo. Impedido
por esa noble y relevante obsesión preparaba periódicos manuscritos que hacía
circular entre los vecinos de este pueblo; y en esta tarea periodística
rudimentaria tuvo como buen camarada a nuestro
lírico insigne Bienvenido S. Nouel y Bobadilla.
Esta entusiasta labor espiritual no le hizo olvidar que era necesario ayudar a su familia con el trabajo de manos. Trabajó
en la imprenta de don Pedro Bobea y más tarde en la casa comercial que dirigían en esta ciudad don Horacio Vásquez y don Rosendo Grullón.
Espíritu inquieto y liberal, y enamorado
ferviente de la libertad y de la justicia, chocó con los anacronismos y
concupiscencias reinantes en aquella época. Y así, al ganarse la ojeriza del gobierno provisional de entonces, sus
familiares, para evitar reveses y contratiempos, lo enviaron a Guayubín para que estuviera al lado de su
hermano mayor Fidelio, Allí, en aquellas regiones de la Línea, fue maestro de
escuela, secretario del comandante de Armas y secretario de la Alcaldía.
Cuando se sentía asfixiado en aquel
ambiente tan estrecho, alcanzo a
oír la voz de Martí, el apóstol
brillante, quien predicaba vehementemente por la merecida libertad de un pueblo
hermano. Cuando el iluminado de Dos Ríos, apoyado en el brazo formidable de Máximo Gómez, preparaba la
expedición que daría libertad y honor a
Cuba y gloria a muchos hijos de Quisqueya. Lorenzo Despradel residía en
Montecristi y tenía como a su compañero inseparable a Panchito Gómez, hijo
heroico del ilustre banilejo.
Estos dos
iluminados adolecentes no pudieron formar parte de la expedición
organizada por Martí y por Gómez, pues
el recio caudillo de Mal Tiempo los excluyó diciéndole “No, ustedes no pueden
andar en esto”. Partida la expedición regresaron a La Vega. Y aquí,
en casa solariega de Lorenzo, que con cariño era de ambos, y debajo del
conservado mango aún querido, (se refiere el G.D.B. a una frondosa mata de
mango, que había en la casa de de los padres de Lorenzo Despradel en esta ciudad de La Vega) planearon la
partida hacia la manigua épica y gloriosa.
Panchito partió primero, Lorenzo no se
hizo esperar en la cita. Después
de burlar el recio espionaje español en Haití, simulando ser un
negociante en tabaco, logro embarcarse y pisó tierra cubana por las costas de
Santiago de Cuba. Pero la manigua no
permitió que ambos amigos se
volvieran a ver; Panchito, ayudante del
perínclito Antonio Maceo, “cayó junto con él en la fatal encrucijada de Punta Brava”.
Como
simple soldado comenzó a luchar bajo el mando directo del Generalísimo, fue después
subteniente, más tarde capitán y su secretario particular, y al terminar la
Guerra Emancipadora lucía el grado de Comandante del Ejército Liberador.
Consumada
la obra redentora, olvidó las marcialidades de la manigua, y sirvió a
Cuba cívicamente, ora desde el desempeño de un cargo público como desde las columnas
de la prensa predicando honor, cordura, honradez y dignidad.
Fue un
fiel servidor del ideal republicano y de
la causa noble del generalísimo. Como lo ha dicho un escritor “En la Quinta
de Los Molinos él fue un oficial más íntimamente vinculado al pensamiento y a
las ejecutorias del gran caudillo victorioso”, y al decir del cubano Francisco Gómez del Toro, de la Academia de la Historia de Cuba, “siempre
se conservó adicto al general, aún en
los difíciles momento de la Asamblea”.
En la hermana Cuba, formó parte filas en el Partido Libertad y
desde las columnas del diario La Opinión, el cual dirigía, realizó una labor
fuerte y efectiva a favor de sus ideales
políticos. Y como dijo en los días de su sentida muerte un periodista capitalino.
“ Todavía se
recuerdan en La Habana algunos de esos trabajos políticos, en que su pluma se inflamaba en apóstrofes y
anatemas fulminantes, flagelando a los adversarios, como aquel famoso “ Ecce Homo”, donde retrató
moralmente al general José Miguel Gómez,
desnudándole ante la opinión pública y pidiendo al descubierto sus errores y sus lacras.”
Sus servicios a su Patria también fueron
de valor apreciable. Luchó por darle libertad, dignidad y justicia. Ante la
opresión de Ulises Heureaux preparo en Cuba, en compañía del coronel Piedra y
de Berges, una expedición para restablecer en su pueblo de origen el decoro
ciudadano. Pero esta expedición fue
detenida en el puerto de Gibara y no
pudo realizar sus propósitos
reivindicadores.
Caído Heureaux, viene al país y coopera en
el gobierno del Presidente Jiménez, para
después volver a Cuba para seguir luchando por sus principios de
liberalismo. Entronizado Machado, regresa a Santo Domingo para dedicarse todo entero a su labor periodística. Estuvo
frente a la intervención Yanquis, y con el seudónimo de Hatuey (no fue Hatuey
el seudónimo usado por Lorenzo Despradel, sino el de Muley), publicó artículos
en la prensa habanera combatiendo la injusticia usurpadora de los marines del
Tío Sam
Colaboro en El Liberal, en El Día, en El
Tiempo, fue redactor principal de La
Cuna de América, director del Renacimiento, redactor del Diario Las
Noticias, y en el Siglo, con sus Puños y Regatones; escribió con el
seudónimo de Crispín, realizó la labor periodística de carácter humorístico más
original, popular e ingeniosa que
se haya realizado en el país. ( según lo manifiesta el Dr. Joaquín Balaguer, en
su obra la Historia de la Literatura en la República Dominicana, el cual lo
considera como una de la más grandes plumas de la nación dominicana, el cual
los dominicanos no lo han valorado)
Al terminar su artículo sobre la vida de Lorenzo Despradel Suarez
(Muley), expresa “No soy yo quien
deba pronunciar un juicio sobre
su labor literaria, ni mucho
menos quien esté llamado a hacer el panegírico de su vida noble, honrada y fecunda”.
Pudo haber publicado muchos volúmenes, y no lo hizo. Es
de lamentarse. Su labor literaria anda
desperdigada entre diarios y revistas, y solamente publico en La Habana
dos folletos, uno de ellos con el título de LA FALCEDAD DE NUESTRO ORIGEN
LATINO; y aquí en La Vega, en la colección de autores nacionales que dirigía
Federico García Godoy, apareció otro intitulado PAGINAS, , (sobre este folleto,
quien redacta este histórico articulo del Dr. Guido Despradel, sobre Muley
Despradel, conserva un ejemplar de esa primera educción, de la editora el Día,
bajo la dirección de Emilio García Godoy , de 1918), Inédito aún están “ LA
GARRA DEL AGUILA”, estudio crítico sobre
el imperialismo Yanquis, y LOS
DOMINICANOS EN LA GUERRA DE CUBA” obra
de gran valor histórico en la cual
todo el amor y devoción de sus últimos años. Sirvió a la libertad, al
arte y a la República y por ellos puede llamarse hombre, artista y héroe.
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