Padres Jerónimos
Padres Jerónimos. Gobernadores de La Española nombrados por el cardenal Cisneros, regente de la corona tras la muerte de Fernando el Católico.
Dos eran los principales problemas que
confrontaba la isla en la segunda década del siglo XVI: la decadencia de
la economía del oro y los abusos que los encomenderos realizaban con
los indígenas. De esos abusos eran claramente conscientes el Padre
Bartolome de las Casas y fray Antonio Montesinos, quienes idearon un
plan para lograr la libertad de los nativos. Una vez redactado este y
puesto en conocimiento del Consejo de Indias, hubo que buscar la manera
de llevarlo a la práctica, para lo cual se eligió a los Padres
Jerónimos, cuya orden designó a los frailes Bernardino de Manzanedo,
Luis de Figueroa y Alonso de Santo Domingo, priores de la Monta Marta de
Oviedo, la Mejorada y San Juan de Ortega respectivamente.
Las órdenes que recibieron los Padres
Jerónimos tenían como objetivo principal otorgar la libertad a los
indios y asentarlos en pueblos bajo la exclusiva autoridad de sus
caciques. A su vez, los sacerdotes que los acompañasen se encargarían de
adoctrinarlos y de enseñar a los niños a leer y escribir. La tierra se
repartiría en lotes para su cultivo. Las yeguas, vacas y cerdos que se
les darían serían de propiedad común. Las Casas recomendó el
nombramiento de administradores españoles para asesorar a los caciques y
obligar a los indios mayores de edad a trabajar en las minas durante un
determinado horario. Además de cumplir esas órdenes, los frailes
deberían quitar los indios encomendados a los funcionarios peninsulares y
de la colonia que los tuviesen.
Llegaron a Santo Domingo el 20 de
diciembre de 1526. Nada más tomar posesión de sus cargos, se enteraron
de que los oficiales reales y los encomenderos estaban decididos a
rebelarse contra las medidas radicales adoptadas por Cisneros. En vista
de lo delicado de la situación, los gobernadores optaron, para disminuir
las tensiones, por ordenar que los indios, que habían dejado de
trabajar, regresasen a las minas. Otra medida fue suspender las
confiscaciones de los indígenas, exceptuando de ella a los indígenas que
poseían los altos funcionarios reales de España.
Otros problemas que encontraron los Padres
Jerónimos fueron el despoblamiento de la isla, pues numerosos españoles
habían emigrado al continente en procura de mayores fortunas, y la ya
señalada decadencia de la economía, por lo que se propusieron mejorar la
situación mediante el fomento de la agricultura abriendo nuevas tierras
a los cultivos y permitiendo que los españoles y portugueses que
quisieran ir a la isla pudieran hacerlo sin cortapisas. Además,
incentivaron el envío de labradores andaluces y la introducción de
negros bozales, es decir, importados directamente de África.
En adición a esas posibles soluciones,
promovieron una encuesta para averiguar si los indios podían vivir en
libertad y era, por tanto, conveniente o no mudarlos a poblaciones
próximas a las españolas. Naturalmente, todos los interrogados
contestaron negativamente por estar convencidos de que los Padres
Jerónimos se proponían llevar adelante las órdenes de Cisneros.
Así las cosas, arribó a Santo Domingo el
licenciado Alonso de Zuazo, nombrado juez de residencia para enjuiciar
la conducta de los oficiales y demás autoridades de la isla. Todos ellos
fueron acusados de crímenes, robos, abusos y otros delitos, siendo
suspendidos de sus cargos. De esa manera, su poder disminuyó
grandemente. Meses después, los Padres Jerónimos procedieron a dar
cumplimiento a las instrucciones del cardenal a pesar de la oposición de
los encomenderos. El proyecto consistía en construir 25 o 26 pueblos de
400 a 500 indios cada uno con sus correspondientes caciques, religiosos
y administradores. En eso falleció Cisneros y la corona pasó a manos
del monarca Carlos I, lo que produjo la alarma de los Padres Jerónimos,
pues los cortesanos de Fernando el Católico beneficiados con encomiendas
habían ganado el favor del nuevo rey. Como es de suponer, los
encomenderos de la Española se apresuraron a denunciar a la corte las
gestiones de los frailes.
Aprovechando su influencia en Carlos I,
sus consejeros y altos funcionarios lograron que se expidiesen varias
cédulas suspendiendo a los Padres Jerónimos y a Zuazo. Los primeros,
cansados de tantos obstáculos, pidieron que se les relevase de sus
tareas y se les permitiese volver a España, pero la corona les exigió
que permaneciesen en la isla hasta la llegada del nuevo juez de
residencia, Rodrigo de Figueroa.
Bibliografía
Moya Pons, Frank: La Española en el siglo XVI, Santiago, Universidad Católica Madre y Maestra, 1973.
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